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domingo, 31 de julio de 2022

Crítica: LIMA, DÉJAME QUE TE CUENTE


Es tiempo de cuentos

En primer lugar, se tiene que mencionar que lo más resaltante de la noche fue la originalidad del montaje. Mientras miraba la obra pensé que esta era una adaptación de alguna de las famosas tradiciones de Ricardo Palma o de algún otro literato poco conocido del siglo XIX; sin embargo, quedé totalmente anonadado al enterarme, luego de hacer una investigación en redes sociales, que Lima, déjame que te cuente es una creación original de la productora Tiempo de Cuentos, dirigido por Yeniffer Díaz. Estoy convencido que capturar la atención del público fue su mayor logro y esto fue gracias a la mistura de tres expresiones artísticas que raramente coinciden: el teatro, la narración oral y la música. De hecho, minutos antes que empiece la función, se escuchaba que, tras el telón, los actores realizaban ejercicios de trabajo vocal.

El montaje también me hizo reflexionar sobre lo desconectado que se encuentra muchas veces el teatro limeño de otras expresiones artísticas, como por ejemplo el canto y la música, de una manera profesional. Esto lo menciono con absoluto respeto a otras producciones, en donde un espectador tiene que hacer un gran esfuerzo por entender las historias y dejarse absorber por el contexto que nos propone la música que lo acompaña. Tengo conocimientos básicos de teoría musical y trabajo vocal, pero confieso que la calidad vista en este montaje, al menos desde el punto de vista musical, no es muy frecuente verlo en el teatro limeño. Quiero decir que, por ejemplo, un egresado de la Universidad Nacional de Música (Ex Conservatorio Nacional), como Hans Meléndez, guitarrista principal de la obra, criticaría de manera nada complaciente muchos montajes teatrales limeños, solo por la poca o el nulo énfasis en la calidad de la música en vivo.

Por otro lado, es de felicitar el trabajo de Díaz como la narradora de la historia. La pasión que pone durante las diferentes escenas llegó a capturar la atención del público de manera original y divertida. La tesitura y la cadencia de su voz nos llevaban imaginariamente a una Lima en donde el chisme, la codicia y la arrogancia era la normalidad. Fue interesante el diálogo con el público; este se hizo de una manera muy profesional, sin llegar a invadir el espacio privado de los asistentes. Hay montajes en los cuales la intervención del público no es respetada y se les exige una participación para nada democrática y, en la mayoría de las veces, los pone en una situación incómoda. Este no fue el caso.

Adicionalmente, fue resaltante la calidad de los materiales de los vestuarios. Estos eran realmente coloridos y atractivos. Hasta cierto punto llegué a pensar que eran originales. Sin embargo, el vestuario de los actores correspondía al de habitantes de la Lima virreinal, mas no del año 1850. En los inicios de la República, la moda y las costumbres culinarias eran muy diferentes y esto lo pueden leer en los tomos de Historia de la República de Jorge Basadre. Me apasiona mucho la historia y tengo amigos historiadores, y por esa razón puedo mencionar esa inconsistencia. Aun así, este pequeño error histórico no opaca en nada el excelente producto artístico de la función.

Desde el punto de vista escénico, todos los actores destacaron y ninguno opacó al otro, pero particularmente resaltó Alessandra Rojas (Julia), pues interpretó a la pregonera, un personaje secundario y con máscara; y al mismo tiempo, a la protagonista. Nunca había visto algo así en un montaje, pero realmente me impresionó esa capacidad. Juan de los Santos (José Antonio) llegó a conmoverme mucho como el protagonista de esta historia tan trágica. Su papel fue limpio y con mucha presencia escénica. Meléndez y su guitarra hicieron que la noche pareciera un concierto del recordado Zambo Cavero. Muchas gracias por hacernos recordar a este entrañable artista nacional.

Finalmente, quiero felicitar al equipo de Tiempo de Cuentos por regalar al público este montaje. También por elegir un lugar tan poco convencional como una librería. Dicho sea de paso, El Virrey no cerró su atención al público durante la función y algunos transeúntes se quedaban mirando la obra desde la ventana muy confundidos. Esto fue, sin duda, un interesante detalle. Felicitaciones a todos.

Enrique Pacheco

31 de julio de 2022

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