Críticas claras, amistades largas
Interactuar con otro puede ser de las
prácticas más atractivas y lindas del ser humano, pero también puede ser
complicada y llevarnos a cometer las peores decisiones de nuestras vidas. La
relación amical no va lejos de esa idea. Tiende a manifestar tanta complejidad
mantener una buena amistad como mantener una relación amorosa. Más aun si
tratamos de guardar apariencias ante el inminente rompimiento de aquellos
débiles lazos, ya monótonos e insoportables, del respeto y compresión hacia esa
aparente alma amiga. Es así que la Asociación Cultural Cuerpos del Abismo nos
trae una propuesta que explora la premisa antes mencionada mediante la
divertida obra Arte de la dramaturga
francesa Yasmina Reza, versión de Gonzalo Rodríguez Risco y bajo la dirección
de Giovanni Vidori, presentado en el Teatro de Lucía.
Una pintura particular fue comprada por Sergio
(Paco Solís Fúster), un amante del arte plástico, por una suma absurda de
dinero; lo cual es duramente criticado por su mejor amigo Marc (Giovanni Vidori),
un cínico historiador. Entonces para llegar a un consenso entra a escena Iván
(Matías Spitzer), amigo de ambos, quien resulta el más amable, pero casi de
manera trágica, clasemediero y poco culto del grupo. Todos los personajes
perfectamente construidos en función de sus difíciles relaciones dentro de la
narrativa, constituyendo un choque de diferencias sociales, ideológicas,
económicas, solo por mencionar algunos aspectos. Esto es muy bien logrado en
las actuaciones, cada uno con un estilo propio, en sintonía y ritmo entre los
intérpretes.
Su trabajo demuestra de forma clara los problemas
internos de los personajes frente a su debilitada confraternidad, creando
momentos de mucha naturalidad en lo frágil, lo irónico e incluso lo crudo. Destacando,
en especial, el manejo de los matices de Spitzer, ya que en sus textos largos
hacia el público es cuando irradia una triste ternura al contar sus tragedias
prematrimoniales y de trabajador mal asalariado.
Aquí lo que compone, a la vez que sintetiza
el montaje, es la estética minimalista escogida por la dirección. El espacio
brevemente acomodado por bancas o algunos objetos de utilería se llena al
mostrar el cuadro básicamente en blanco, causa del conflicto principal y
símbolo del postmodernismo cuestionado por sus conceptos intelectualoides, siendo
el eje de los cuerpos de los actores en la mayor parte del tiempo que está en
el escenario. Aunque no tenga que ver con la fragmentación de la amistad, su
peso simbólico no es menos relevante.
Pocos textos implican temas de esta índole
de una forma tan creativa y profunda. No solo porque puede uno identificarse en
los personajes, sino debido a su reclamo por la tan obvia deshumanización de nosotros
-casi por completo individualistas, hipócritas o mediocres-, comprobando que
muchas veces somos sociales, pero en automático, sin tacto ni cariño, mucho
menos amor. Puede que sea de esas contadas puestas de la cartelera que tenga
tanto sentir humano.
Christopher
Cruzado
16 de julio de 2022
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