Bitácora pandémica de un estreno postergado
Uno de los referentes obligados del teatro testimonial en
nuestro país es, sin duda, la dramaturga y directora Mariana de Althaus. Desde Criadero (2011), pasando por Padre nuestro (2013) y Pájaros en llamas (2017), hasta Teatro Inmune (en tiempos de aislamiento)
(2020), De Althaus ha explorado con éxito historias reales, desde temas
domésticos como las vicisitudes de la maternidad hasta la pérdida de familiares
en accidentes aéreos, para exponerlas de manera estilizada y atinada sobre el
escenario, incluso el virtual. El límite entre la ficción y la no ficción se
desdibuja y es el público el que sale beneficiado, con espectáculos que tocan sus
fibras más íntimas y sensibles, con mucho más contundencia que otras historias
de autores ajenos. Es por ello que su última propuesta escénica, el unipersonal
Trucos para ver en la oscuridad, cala
hondo en el espectador, pues nadie puede permanecer indiferente hacia una
realidad que nos ha tocado a todos por igual.
Y es que De Althaus se basa, para esta creación, en su
propia experiencia profesional y personal antes, durante y después del
confinamiento, en el que todos (absolutamente todos) nuestros propios proyectos
fueron postergados, abortados o reinventados. Como cualquier otra persona, fue
el miedo que sentimos todos, al ver nuestras vidas trastocadas ante la crisis
sanitaria, el sentimiento que prevaleció, especialmente en los artistas. La
autora y directora se vale del esmerado trabajo de la actriz que la interpreta
(una magistral Alejandra Guerra que llena por completo el escenario vacío),
para contar su propia historia con las páginas de su diario proyectadas
en el foro. Esta trama de la obra postergada por pandemia, y que estamos
presenciando en tiempo real, se encuentra hábilmente estructurada con hechos reales y
concretos, así como con algunos (quién sabe cuántos) detalles reimaginados o exagerados,
como aquellas supuestas funciones teatrales prohibidas, por ejemplo.
Trucos para ver en la
oscuridad, autoficción metateatral con un inmejorable título metafórico, presentada
por el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú, no solo
resulta ser un sólido vehículo de catarsis tanto para la creadora, la actriz y
el espectador, sino que se consolida como uno de los más inspirados y valiosos espectáculos
teatrales en temporada y demuestra una vez más las enormes posibilidades del teatro
testimonial como estrategia dramatúrgica para la creación de experiencias
únicas en el espectador. Bien por De Althaus en su perseverancia por ofrecer
propuestas escénicas que impacten en el público y que además, consigan una
inmediata identificación.
Sergio Velarde
16 de julio de 2022
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