La vigencia del espíritu arguediano
La importancia del escritor y antropólogo andahuaylino José
María Arguedas Altamirano (1911-1969) en nuestra cultura es capital e innegable.
El abuso social que lamentablemente le tocó presenciar fue plasmado de manera
brillante en su producción literaria, visibilizando así las complejidades de
dos mundos (hasta ahora) antagónicos, el andino y el occidental, en medio de enormes
brechas de desigualdad y discriminación social. Es por ello que llevar parte de
su legado el teatro es una tarea plausible y encomiable. Es así que se presentó
Agua, el musical, basado en el relato arguediano del mismo nombre escrito en
1935, pero que mantuvo una total vigencia en su temporada en el Teatro Mario
Vargas Llosa de la Biblioteca Nacional.
Acaso lo más llamativo de la dramaturgia de Carlos Orbegozo sea
el de haber cambiado el género de los héroes del texto original, convertidos
ahora en Ernestina (Viviana Pereyra) y Panchita (Alejandra Egoavil); una arriesgada
decisión que por cierto, no luce para nada forzada en estos tiempos de necesario
empoderamiento femenino. Ambas mujeres se ven envueltas en una violenta lucha
por tener acceso al agua potable en el poblado de San Juan, pues el preciado
líquido elemento se les es restringido y negado por el inescrupuloso hacendado don
Braulio (Paco Varela). La historia planteada se sigue con interés, los personajes se
encuentran todos bien delineados y los escasos fallos en el apartado técnico no
afectan en general al elenco en su desenvolvimiento coreográfico a cargo de Karlo
Luyo, ni al disfrute de las excelentes letra y música de Luis Álvaro Félix.
Muy bueno el trabajo del ensamble en general, enérgico y
carismático, con una mención especial para un conmovedor Diego Urcia, como don
Inocencio. Por su parte, Varela se luce en su papel antagónico, así como también lo hacen Pereyra y Egoavil, ambas en inspiradas y entrañables interpretaciones. Agua, el
musical, con la producción ejecutiva de Ricardo Cruz, la general de Félix y la
dirección general de Luyo, se convierte en un sólido y recomendable musical,
que lleva a la reflexión a los espectadores y a pesar de la libre adaptación
realizada, mantiene vivo y de manera respetuosa el espíritu arguediano.
Sergio Velarde
3 de julio de 2022
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