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lunes, 31 de marzo de 2014

Crítica: TRES

Crisis de identidad en tres cuadros

La casa Espacio Libre continúa con la tradición de ofrecer espectáculos alternativos de calidad, así como laboratorios de actuación, que desembocan en montajes profesionales del grupo, todos ellos muy elaborados bajo la dirección de Diego La Hoz. También les ofrece la oportunidad a jóvenes artistas para concretar sus proyectos escénicos: Diana Hurtado presentó en enero Trilogía de una despedida, una antología teatral de cuadros que trataban el tema de la soledad como resultado de las partidas conscientes y forzadas. Ahora le toca el turno al grupo Molinos de Viento, con la puesta en escena de Tres (monólogos de distintos autores), otra antología teatral que no desmerece la calidad que se venía exhibiendo en el íntimo espacio de Barranco.

Tres (monólogos de distintos autores) es un espectáculo que reúne un trío de propuestas trabajadas por alumnos de la ENSAD, cada una diferente e independiente de la otras en cuanto a su tratamiento, pero que abarcan temas en común como el machismo, la pérdida de la identidad y la sexualidad. Miguel Torres (director del grupo Molinos de Viento) se encarga de El novio y su amigo, que a su vez es parte de la pieza Dos para el camino de César De María. Johann Allpas presenta David que no fue Brenda, sentido unipersonal sobre un frustrado experimento de cambio de sexo, escrito por el psicólogo Andrés Caro Berta. Y Toto Jorge Flores le da vida a un drag-queen, tanto fuera y dentro del escenario, en Un extraordinario homenaje, escrito por Daniel Dillon.

A destacar la propuesta en conjunto, que no busca unificar los monólogos, sino darle a cada uno su propio espacio. El trabajo en general de los actores es bastante parejo: Torres mantiene el suspenso y el ritmo durante su conversación, y Flores resulta sumamente espontáneo al dirigirse a los espectadores para anunciar su trágica noticia; pero cabe destacar la energía y convicción de Allpas para recrear en escena a cada uno de los personajes involucrados en su historia. Tres es un formato de antología teatral muy interesante, que bien vale la pena apreciar en el futuro. Y Espacio Libre se consolida como una parada obligatoria para los que buscamos teatro alternativo del bueno.

Sergio Velarde
31 de marzo de 2014

martes, 25 de marzo de 2014

Crítica: LA REPÚBLICA ANÁLOGA

La razón de Arístides

El destacado grupo ecuatoriano Malayerba ha venido teniendo una fuerte presencia en nuestro país, mérito de su director y dramaturgo, de origen argentino, Arístides Vargas. En el 2012 se estrenaron dos montajes de su autoría: El deseo más canalla y La razón blindada, excepcionales montajes dirigidos por jóvenes miembros del colectivo peruano Panparamayo. En el 2013, llegó el grupo Puentes Invisibles con la obra La soledad de las luciérnagas, para celebrar un aniversario más de Espacio Libre. Y en febrero de este año, el mismo Arístides se presentó con su esposa, la actriz española Charo Francés, en la inolvidable Nuestra Señora de las Nubes, en la Alianza Francesa. Justamente en el espacio mencionado se viene representando La República Análoga, obra escrita en el 2010, y dirigida por Arístides luego de un intenso taller con el elenco involucrado, desde diciembre del año pasado.

Los resultados saltan a la vista. La República Análoga es un inteligente e impecable montaje, en el que cada uno de sus intelectuales personajes representa una postura ideológica distinta, en medio de la insólita propuesta de conformar esta suerte de país utópico, libre de injusticias y de las fallas cometidas a lo largo de la historia. Toda la reunión será boicoteada intermitentemente por las razones blindadas de los más tercos y por los deseos más canallas de los más viscerales. Desde el anfitrión, el ingenuo señor Torres (gran actuación de Michael Joan Gómez), que ha puesto el anuncio de la reunión en un cyber café; pasando por la poeta y manicurista Beatriz (Claudia del Águila), que viene acompañada por su novio Omar (Carlos Montalvo), preocupado en terminar de coser el vestido de su novia; el sanguinario doctor Carpio (un desatado Pietro Sibille), que requiere de la violencia para actuar; el sensato señor Chester (Reynaldo Arenas), que opina que la república deberían conformarla los niños, mientras observa el fantasma de un chiquillo merodeando la casa (una exquisita performance de Ani Chung ); el doctor Morales (Héctor Rodríguez), un urólogo con problemas de frenillo, acompañado por el disciplinado Renzo (convincente Christian Esquivel), que hace las veces de traductor. En medio de ellos, la madre de Torres (una deliciosa Pilar Núñez), perdida en sus propios pensamientos, pero a la vez, la más centrada del grupo.

Impecables y precisas actuaciones, dentro de un sólido espectáculo, en el que el público también participa activamente. No les falta razón a los que afirman de la gran pertinencia y vigencia del teatro de Arístides en la actualidad. La temática de sus obras es universal, y por supuesto, muy latinoamericana. La República Análoga, más allá de ser un bello y completo montaje teatral, es un directo llamado de atención a los ciegos y tuertos gobernantes de nuestros países, a través de un lenguaje escénico pletórico de poesía e imágenes para el recuerdo. La razón la tiene Arístides. Uno de los mejores montajes independientes en lo que va del año. Imposible perdérselo.

Sergio Velarde
25 de marzo de 2014

lunes, 24 de marzo de 2014

Crítica: SER O NO SER

Las dificultades de la parodia

Shakespeare fue, es y será siendo una fuente inagotable para todos aquellos proyectos escénicos que quieran aproximarse a él de múltiples maneras. Por ejemplo, de la forma tradicional fue ejecutado Hamlet (2013) por Aranwa Teatro, un sólido montaje que respetaba (y entendía) el texto original; y una adaptación a la peruana de Otelo, fue Octubre negro (2010), realizada con mucha fortuna por Pasión Mystica Teatro. Hace pocos días terminó una nueva y díscola aproximación a Hamlet, llevada a escena en la AAA por el grupo Sueños de Fuego, con la dirección de Fredy Monteza, contando en el elenco con jóvenes y entusiastas alumnos de su taller, algunos de ellos con escasa experiencia sobre las tablas. Ser o no ser debe ser considerada como una experiencia más dentro de la joven agrupación, que buscó desmenuzar, a manera de parodia, la trágica historia del príncipe de Dinamarca.

La parodia es un estilo perfectamente válido, pero que imita al original para lograr la risa a través de la burla, aunque el presente montaje no sea el caso. Polemizar sobre lo pertinente del género dentro de un grupo de teatro aficionado, que espera tomar el oficio teatral como algo serio, sería inútil. En todo caso, analizar los pros y contras del montaje de Ser o no ser, debería hacerse tomando en cuenta las condiciones y experiencia del grupo. Se aprecia un gran talento en todos los participantes, con personajes correctamente bosquejados, pero que deben pulir específicamente voz y dicción, sin descuidar el aspecto corporal. Pero los resultados finales del montaje podrían haber sido mucho más satisfactorios, si éste se hubiera entregado de lleno al remedo. Acaso el haber realizado la obra con técnica “claun” hubiera sido más pertinente, pero cuando sí aparecen los “clauns” (como la comparsa de actores que acompañan a Hamlet), su escenificación de la tragedia de los reyes es muy pobre, cuando debería ser al revés.

Sin duda, el mejor personaje de la obra es el del Espectro, con la máscara de Guy Fawkes (de V de Vendetta), que sí entra en la convención del desenfado total con sus acrobacias corporales, no así el resto del elenco, que se conforma con la tibia caricatura y gags de mecha corta. En todo caso, la simpatía y carisma de Eduardo Rodríguez, Bryan Badillo, Paola Castillo, Mary Alarcón, Luis Chávez, Juan José Vidal, Orilo Rengifo, Carmen Butrón, Lizbeth Nicho, Víctor Ventura y Alexander Gonzales son suficientes como para intentar nuevas y mucho más complejas aventuras teatrales. Una posibilidad factible sería la de llevar a escena el mismo Hamlet u otra obra de Shakespeare, pero respetando el texto original. Una misión que seguramente Monteza sabrá llevar a buen puerto, considerando el enorme talento humano que tiene y que espera salir a la luz.

Sergio Velarde
24 de marzo de 2014

jueves, 20 de marzo de 2014

Crítica: LAS CRÍAS TIENEN HAMBRE

La íntima deconstrucción del amor

En una reciente entrevista mencioné la gran calidad que están demostrando actualmente los espectáculos teatrales independientes en nuestra ciudad. Y el reciente estreno de Las crías tienen hambre, catalogada por su autor y director peruano-venezolano Jano Clavier como una comedia agridulce sobre la adultez, no hace otra cosa que confirmar lo anteriormente mencionado: asistimos a un verdadero despegue del teatro independiente que, salvo contadas excepciones, le ofrece al espectador la posibilidad de disfrutar obras de calidad en escenarios no comerciales. Estrenada en el Teatro Mocha Graña, Las crías tienen hambre demuestra que se pueden conseguir excelentes puestas en escena con solo unos inspirados actores, un buen texto y una dirección con mano firme.

El gran tema que aborda la obra es la figura de la Madre. Y las tensas relaciones que existen (a veces) entre madres e hijos, muy convenientemente sugeridas cuando la mamá hámster mata a sus crías, dentro del departamento de Olga (Nani Pease) y Pablo (Tirso Causillas), dos personajes carentes por completo de glamour, y cuyas tosquedad y mundanidad los vuelve, precisamente, seres humanos creíbles. Ella trabaja en una oficina, mientras se recupera de una operación de banda gástrica y vive abrumada por el supuesto suicidio de su padre y la tirante relación con su madre; y él, veinte años menor que ella, es un frustrado artista plástico, obsesionado por su madre (con voz de Grapa Paola), que pasa sus días confeccionando una instalación en forma de piñata con el rostro de su progenitora. Su vida en común parece seguir su curso normal, hasta que parece el asistente de Olga (Piero Negrón) y la tensión entre la pareja explota, en medio de ácidos y punzantes diálogos, matizados con un negrísimo sentido del humor.

Asistimos entonces, en tiempo real, a la íntima deconstrucción de una pareja, desprovista de cualquier concesión al espectador. El lenguaje duro y desinhibido que utilizan Olga y Pedro, no hace otra cosa que darle verdad a sus acciones. A pesar de lo totalmente diferentes que son Olga y Pablo, la química lograda por Pease y Causillas es total. Ambos ya habían destacado en el montaje de Ópalo, La niña fría; ahora confirman que son intérpretes orgánicos de una gran versatilidad. Las escenas subidas de tono, cuando los personajes entran a discutir su sexualidad, son muy cuidadas, servidas por las ingeniosas líneas escritas por Clavier. Este montaje se encuentra en las antípodas de Frankie y Johnny en el Claro de Luna. En suma, podríamos afirmar, sin mucha discreción, que Las crías tienen hambre constituyen uno de los mejores estrenos independientes en lo que va del año. De visión obligatoria.

Sergio Velarde
20 de marzo de 2014

martes, 18 de marzo de 2014

Entrevista: ENRICO MÉNDEZ

“El clown te permite encontrar tu lado más inocente”

Actor chancayano egresado de la ENSAD (2004 – 2008), Enrico Méndez tuvo la fortuna de viajar por Latinoamérica el año pasado, con un unipersonal de pantomima y clown, titulado Historia para ser Clowntada, creada y actuada por él mismo. “Estuve en varios países como Argentina, en el que participé en el Festival de Teatro para Niños en Santa Fe y Entre Ríos; en Ecuador; en Venezuela, en el ENTEPOLA; y en Brasil, en el Primer Festival Internacional de Teatro Infantil; además fui el primer actor peruano en participar en el espectáculo teatral más grande realizado sobre arena de playa llamado Fundacao da Vila de Sao Vicente en Sao Paulo (ver video), una performance de cerca de 1000 actores, y que vieron más de 5000 personas al día”, comenta orgulloso.

“La historia trata sobre un muchacho provinciano que pasa mil peripecias”, cuenta Enrico sobre su espectáculo. “Lo asaltan en el camino, se queda sin nada y en su periplo interactúa con el público.” Historia para ser clowntada es un proyecto autofinanciado. Enrico ya se había propuesto realizar esta gira, luego de su arduo trabajo en la Municipalidad de Lima; con el grupo PaloSanto en el CAFAE de San Isidro; y en los talleres que dicta con la Municipalidad de Chancay. “Viaje por tierra, fue muy interesante conocer tanto, llegué hasta el litoral del Atlántico en Brasil”.

Aprendizaje teatral

Enrico participó en el Taller de Mimo y Pantomima con Fernando Ramos y Juan Arcos; y en un taller de clown en el CAFAE. “En el clown eres tú mismo, sobre eso trabajas”, afirma. “Encuentras tu lado inocente, tu lado más niño y a la vez, el más absurdo”. La técnica clown exige mucho juego y exageración, pues son las propias emociones del intérprete las que deben calar en el espectador. “También formé parte de PaloSanto por bastante tiempo”, menciona sobre el grupo que lidera el maestro Ismael Contreras. “Con él aprendí a trabajar el contacto con el público, con los niños, ellos son muy sinceros y les gusta tener mucha participación”.

Para este año, Enrico tiene varios proyectos en mente. “Estoy postulando a dos festivales más, uno de Clown en El Salvador y otro de Pantomima en México”. Por otro lado, ya tiene confirmadas sus participaciones en festivales de Huánuco, Venezuela, Ecuador y Colombia, lugares a los que viajará durante el año. “Soy muy afortunado por conocer otros países haciendo lo que me gusta.” Mientras tanto, Enrico se dedica al dictado de talleres en su Chancay natal. Nuestros mejores deseos para este incansable artista que pasea su talento dentro y fuera de nuestro país.

Sergio Velarde
18 de marzo de 2014

lunes, 17 de marzo de 2014

Crítica: LOS FUNERALES DE DOÑA ARCADIA

Pertinente oda a nuestra sufrida urbe

Mientras canta el verano fue un interesante espectáculo a cargo de Espacio Libre, estrenado a finales del 2012, y basado en una obra no dramatúrgica peruana, luego de un Taller Laboratorio que organizó el grupo. La fuente de la que bebió aquel montaje fue La casa de cartón de Martin Adán, dentro de un homenaje a Barranco, distrito que alberga al colectivo. Pues bien, la nueva puesta en escena de Espacio Libre está dedicada a nuestra querida e insólita capital, tomando como punto de partida el ensayo Lima La Horrible de Sebastián Salazar Bondy (texto que cumple 50 años sin perder un ápice de vigencia). Como ya es costumbre en los montajes de Diego La Hoz, Los funerales de doña Arcadia está escenificada y actuada con total fluidez.

Desde la puerta de la Casa Espacio Libre ingresamos en la sombría atmósfera de un velatorio. El íntimo escenario del local está preparado para celebrar las exequias de doña Arcadia, en una ingeniosa analogía con el romántico y utópico mito griego de la ciudad ideal. Se inicia la obra y los cuatro intérpretes comienzan a cuestionar el espacio en el que les tocó vivir. Grandes tópicos como la violencia, la discriminación, el desorden  y la injusticia, que respiramos día a día los limeños, son tratados en escena de manera estilizada, con los actores cambiando de roles y en constante movimiento. Las luces, los silencios, las velas y la música acompañan los cuadros, ejecutados con mucho ritmo y con pertinentes críticas hacia nuestra sufrida ciudad.

Una recuperada Aurora Colina acompaña con precisión a los jóvenes integrantes del colectivo Espacio Libre. En medio del siempre destacable trabajo de Natalio Díaz y Karlos López Rentería, sorprende Eliana Fry García – Pacheco, quien consigue un nivel de versatilidad interpretativa superior al mostrado en Mientras canta el verano. Diego La Hoz maneja hábilmente los diálogos, salpicando la trágica realidad que nos informan los personajes, con bienvenidos toques de humor y una participación activa del público (como el intercambio de monedas o las respuestas a la interrogante de lo que significa nuestra ciudad). Los funerales de doña Arcadia es un cuidado montaje que reflexiona sobre el insólito destino que nos depara nuestra sufrida urbe y acaso sea su mayor mérito, el de motivarnos a revisar el ensayo de Salazar Bondy para comprobar qué tan poco hemos evolucionado como ciudadanos. 

Sergio Velarde
17 de marzo de 2014

miércoles, 12 de marzo de 2014

Crítica: EL CAMINO A LA MECA

Pieza de lujo en cartelera independiente

Así como el Teatro Británico inició su temporada 2014 con la apreciable Frankie y Johnny en el Claro de Luna, el Centro Cultural El Olivar deja la valla demasiado alta con el estreno de El camino a La Meca, notable pieza del dramaturgo sudafricano Athol Fugard. Dirigida con precisión y cuidado por Mikhail Page, la puesta en escena comienza con un video de La Casa del Búho, un museo ubicado en Nieu-Bethesda en Sudáfrica, lleno de esculturas de cemento, vidrio y alambre hechas por la solitaria viuda Helen Martins (Niemands en el montaje). Lo que parecieran ser simples y variadas figuras, todas ellas apuntando al Oriente (a la Meca), cobrarán posteriormente vital importancia dentro de la historia, convirtiéndose en un clarísimo canto al arte y a la libertad que se logra a través de él.

Ambientada en 1974 en pleno Apartheid, Helen (Milena Alva) se aísla de la estricta sociedad que la rodea para dedicarse a su  obra escultórica, abandonando a su iglesia, pero también creando un latente peligro, pues sus facultades físicas y mentales poco a poco van deteriorándose debido a su avanzada edad. Un amago de incendio provoca la visita del pastor Marius (Alfonso Santistevan), que busca internarla con su consentimiento en un asilo de ancianos, pero la sorpresiva llegada de la maestra Elsa (Michella Chale), amiga y confidente de Helen, podría hacerla cambiar de parecer. Los casi 120 minutos de espectáculo, en dos actos sin intermedio dentro de un mismo espacio, no se sienten, pues los diálogos son interpretados con espontaneidad y convicción por el destacado elenco.

Alva y Santistevan están extraordinarios en sus papeles, manejando muy bien sus emociones y aprovechando los silencios para generar suspenso. Pero es Chale quien sorprende con una sobresaliente actuación, confrontando a Helen sobre las retrógradas prácticas discriminatorias en su localidad, para luego revelar su propio drama personal. Athol Fugard, considerado como el dramaturgo-activista más grande de habla inglesa del mundo actual según la revista Time, logra un contundente llamado de atención a la política opresora y clasista, así como un logradísimo poema hacia las artes, como único camino hacia la libertad espiritual. El camino a La Meca, llevada a escena por Bunbury Teatro, es una pieza de lujo en nuestra cartelera independiente. Imposible perdérsela.

Sergio Velarde
12 de marzo de 2014

martes, 11 de marzo de 2014

Crítica: JAPÓN

Curioso, estilizado y distante drama

Acaso las altísimas expectativas jueguen en contra del último trabajo de la dupla Víctor Falcón – Carlos Tolentino, llamado Japón, en el ICPNA de Miraflores. El primero, un destacado dramaturgo que nos regaló la delirante La Cisura de Silvio (2006); y el segundo, un notable director que hizo lo propio con Azul resplandor (2005), uno de los mejores textos de Eduardo Adrianzén. Japón es un montaje que prefiere alejarse del realismo escénico (como lo manifiesta su director), para intentar llegar al espectador a través de imágenes y metáforas teatrales; una elección arriesgada y estimable, pero que no logra que el montaje sea redondo, como la presencia de sus artífices prometía.

Así como La Cisura de Silvio nos contaba la historia de una mujer con la enfermedad de Pick; en Japón todo gira alrededor de una mujer en estado de coma, y cómo su disfuncional familia se derrumba a su alrededor, a pocos días de celebrarse la navidad. Siguiendo la misma línea que otras obras, como por ejemplo Un verso pasajero de Gonzalo Rodríguez Risco, cada familiar revela en la clínica poco a poco sus oscuros secretos y frustraciones, algunos de ellos rozando la tragedia más pura. El estilizado surrealismo que impregna el montaje, sorprendentemente, no permite solidarizarnos con los personajes, interpretados por un buen elenco. A destacar el trabajo de la magistral Attilia Boschetti (que brilló con luz propia en Azul resplandor) y de la sólida Cheli Gonzales, como la perturbada nieta.

A todo esto, ¿por qué el montaje se llama Japón? Pues para el dramaturgo significa la analogía del archipiélago, en el que cada miembro de la familia es una isla, inmersa en su propia soledad. Y para el director, representa un lugar muy lejano, donde radica el fantasma de la muerte, presente durante todo el montaje. Existen muchas simbologías (la mujer en patines, las maderas blancas, los origamis, los kimonos) que tienen diferentes grados de percepción y comprensión para el público. En conclusión, Japón es un bello y curioso montaje, con algunas imágenes conmovedoras, pero que de la misma forma como percibimos aquel lejano país oriental, su puesta en escena alejada de la realidad también llega a distanciarse en cierta medida del espectador. Por ejemplo, la perenne palabra escrita en japonés en el escenario no significa “Japón”, sino “Cambio”; un dato que no está al alcance de todos, como tampoco lo está la comprensión y el disfrute total del espectáculo.

Sergio Velarde
11 de marzo de 2014 

lunes, 10 de marzo de 2014

Crítica: ¡BANG, BANG, ESTÁS MUERTO!

Correcto ejercicio teatral contra la violencia

De William Mastrosimone, dramaturgo norteamericano, vimos en el 2007 Extremos, una sórdida lucha psicológica entre una mujer y su posible agresor sexual. El autor, en 1999, y luego de tres masacres ocurridas en su país, en las que jóvenes inocentes fueron asesinados por sus propios compañeros dentro de sus escuelas, decide escribir una obra liberada de derecho de autor, que invite a la reflexión sobre la creciente y absurda violencia en su nación. ¡Bang, bang, estás muerto!, que vuelve a escena gracias a la agrupación El Baúl de Esmeralda, es entonces un ejercicio escénico para seis actores, que recrea el acoso de las jóvenes víctimas a su agresor dentro de la cárcel, luego de haber perpetrado el horrendo crimen.

Conocido el origen de la pieza, ¡Bang, bang, estás muerto! explora las motivaciones que impulsaron al joven asesino Josh a cometer sus crímenes dentro de su centro de estudios. Los fantasmas de sus víctimas, todos vestidos de blanco, le increpan constantemente a Josh en busca de una respuesta convincente. Reacio a contestar, el asesino es confrontado con su pasado, en donde encontramos maltratos físicos y psicológicos de sus compañeros (el cada vez más manoseado tema del “bullying”), así como una falta de comunicación con sus padres. El uso de armas permitido en ese país también es puesto en tela de juicio. Escénicamente el ejercicio funciona de manera fluida y correcta, y el color rojo aparece no solo en la camisa de Josh, sino también en los varios  elementos que utilizan los actores para personificar al resto de personajes.

La obra en sí no ofrece respuestas, pero pone sobre el tapete un espinoso tema, que Mastrosimone pretende dar a conocer a nivel mundial, en búsqueda de soluciones y oportunas reflexiones sobre su propia sociedad. Esta nueva versión de ¡Bang, bang, estás muerto!, estrenada en la AAA, está impecablemente dirigida por Henry Sotomayor (de quien vimos el año pasado la apreciable Árido) y actuada por un talentoso grupo de jóvenes, entre quienes se encuentran Jorge Bazalar (de Sueño de una noche de verano) en el papel principal, bien secundado por Sergio Cano (de Bolognesi en Arica) y Aura Guío (de El cíclope), además de Noelia Mejía, Mónica Figueroa y Giancarlo Pinedo (todos de La casa de los siete balcones, anterior montaje del grupo). El Baúl de Esmeralda, ya con dos obras profesionales en su repertorio, apuesta por presentar espectáculos de calidad, que no solo se limitan a entretener, sino que le aporta al público un mensaje que invite a la reflexión. Recomendable.

Sergio Velarde
10 de marzo de 2014

martes, 4 de marzo de 2014

Crítica: FRANKIE Y JOHNNY EN EL CLARO DE LUNA

Comedia romántica para el mes del amor

La pieza Frankie y Johnny en el Claro de Luna, escrita por el dramaturgo Terrence McNally, fue estrenada por primera vez off-Broadway en 1987, contando con dos prestigiosos actores (y que años más tarde darían el salto al cine), como lo son Kathy Bates y F. Murray Abraham. Posteriormente en 1991, el director de cine Garry Marshall se animó a llevarla al cine con Michelle Pfeiffer y Al Pacino, con singular éxito. La obra teatral se centra en dos simples y sencillos cuarentones (Frankie, una frustrada mesera con un pasado amoroso tormentoso; y Johnny, un cocinero que estuvo en prisión y que perdió a su familia) que luego de tener intimidad en el departamento de ella, mantienen una larga conversación hasta el amanecer, para intentar llevar una futura vida juntos.

Estrenada en el mes del amor en el Teatro Británico, la directora Vanessa Vizcarra logra plasmar en el escenario una comedia romántica en toda regla, a pesar de lo atípico de este género en nuestra cartelera teatral. La recargada escenografía cumple su función de trasladarnos a la ciudad de Nueva York en los ochentas; y el enorme muro de ladrillo que se eleva al inicio de la obra, nos inmiscuye dentro de la intimidad de la pareja. La escalera de emergencia, tan típica en las construcciones de la zona en cuestión, es el marco adecuado para la mejor secuencia de la obra, ya iniciado el segundo acto. Curioso, eso sí, que en el programa de mano figure que la obra dura 100 minutos y sin intermedio.

Las actuaciones sorprenden por la química que van ganando con el transcurrir del tiempo en escena. Los desnudos de los actores, luego de tener intimidad, están perfectamente justificados. Sergio Galliani aplica su talento y experiencia para construir a su carismático y muy natural Johnny; por su parte, Alexandra Graña sorprende dándole la réplica adecuada, interpretando a una confundida Frankie al inicio, para luego caer rendida en los brazos de Johnny. Se trata pues, de una muy recomendable temporada con la que el Teatro Británico inicia sus actividades teatrales, luego de los serios traspiés del año pasado. Frankie y Johnny en el Claro de Luna nos devuelve la esperanza en el amor, a pesar de todas las dificultades de nuestra vida diaria.

Sergio Velarde
04 de marzo de 2014