La íntima deconstrucción del amor
En una reciente entrevista mencioné la gran calidad que están
demostrando actualmente los espectáculos teatrales independientes en nuestra
ciudad. Y el reciente estreno de Las crías tienen hambre, catalogada por su
autor y director peruano-venezolano Jano Clavier como una comedia agridulce
sobre la adultez, no hace otra cosa que confirmar lo anteriormente mencionado:
asistimos a un verdadero despegue del teatro independiente que, salvo contadas
excepciones, le ofrece al espectador la posibilidad de disfrutar obras de
calidad en escenarios no comerciales. Estrenada en el Teatro Mocha Graña, Las
crías tienen hambre demuestra que se pueden conseguir excelentes puestas en
escena con solo unos inspirados actores, un buen texto y una dirección con mano
firme.
El gran tema que aborda la obra es la figura de la Madre. Y las tensas relaciones que
existen (a veces) entre madres e hijos, muy convenientemente sugeridas cuando
la mamá hámster mata a sus crías, dentro del departamento de Olga (Nani Pease)
y Pablo (Tirso Causillas), dos personajes carentes por completo de glamour, y cuyas
tosquedad y mundanidad los vuelve, precisamente, seres humanos creíbles. Ella trabaja
en una oficina, mientras se recupera de una operación de banda gástrica y vive
abrumada por el supuesto suicidio de su padre y la tirante relación con su
madre; y él, veinte años menor que ella, es un frustrado artista plástico,
obsesionado por su madre (con voz de Grapa Paola), que pasa sus días confeccionando
una instalación en forma de piñata con el rostro de su progenitora. Su vida en
común parece seguir su curso normal, hasta que parece el asistente de Olga (Piero
Negrón) y la tensión entre la pareja explota, en medio de ácidos y punzantes
diálogos, matizados con un negrísimo sentido del humor.
Asistimos entonces, en tiempo real, a la íntima deconstrucción de una pareja,
desprovista de cualquier concesión al espectador. El lenguaje duro y desinhibido
que utilizan Olga y Pedro, no hace otra cosa que darle verdad a sus acciones. A
pesar de lo totalmente diferentes que son Olga y Pablo, la química lograda por
Pease y Causillas es total. Ambos ya habían destacado en el montaje de Ópalo,
La niña fría; ahora confirman que son intérpretes orgánicos de una gran versatilidad. Las
escenas subidas de tono, cuando los personajes entran a discutir su sexualidad,
son muy cuidadas, servidas por las ingeniosas líneas escritas por Clavier. Este
montaje se encuentra en las antípodas de Frankie y Johnny en el Claro de Luna. En suma,
podríamos afirmar, sin mucha discreción, que Las crías tienen hambre
constituyen uno de los mejores estrenos independientes en lo que va del año. De
visión obligatoria.
Sergio Velarde
20 de marzo de 2014
Hasta cuando hay funciones?
ResponderEliminarHasta cuando hay funciones?
ResponderEliminar