Eso no es amor
Una de las grandes fortalezas del Teatro es
que refleja la esencia del ser humano y por ende, la de su propia sociedad,
claramente afectada por su pensamiento cultural. Justamente, nuestra cartelera
teatral viene ofreciendo espectáculos que exploran, cada uno a su manera, esta
serie de problemáticas que nos impiden avanzar socialmente: la discriminación
hacia nuevas masculinidades e identidades, como en Toda vergüenza toda; las tragedia a causa de la migración, en SURTE. El sonido de los sueños; la trata
de personas, en Inopia de un Dios salvaje,
o la explotación laboral, en El fuego que hemos construido. A este grupo de interesantes propuestas se le une La sangre es mujer, con la dirección y
autoría de Esteban Philipps, texto que recibiera una mención honrosa en la
tercera edición del Concurso Nacional Nueva Dramaturgia Peruana 2016,
organizada por el Ministerio de Cultura.
Con un pequeño pero significativo cambio en
el título original (Sangre de mujer),
Philipps nos muestra de manera descarnada, pero visualmente estilizada, las
terribles historias de cuatro mujeres severamente afectadas por la violencia de
género: la víctima de secuestro (Mayra Nájar); su abogada (Jackie Vásquez),
atormentada por un oscuro pasado; la drogada y ultrajada en una fiesta (María
del Carmen Sirvas), novia de la legista; y la recién casada (Brigitte Jouannet),
reducida a su rol procreador por parte de su marido. Las actrices no solo se
limitan a interpretar con convicción sus roles de víctimas, sino que el texto y
la dirección les otorgan profundidad a sus personajes, varios matices en sus
relaciones con sus agresores y acaso el detalle más interesante, se convierten
en víctimas de ellas mismas.
La puesta en escena se regodea en el uso
del color rojo, que significa fuego, calor, pasión, peligro y violencia
(todos presentes en el montaje), concentrado en las luces, en el vestuario y en aquellas
telas que cumplen múltiples usos, como el de representar las cadenas que
mantienen reprimidas y castigadas a estas mujeres. La puesta nos regala
un puñado de escenas poderosas e inquietantes. Mención especial para el trabajo
de Juan Carlos Pastor, quien asume los papeles masculinos con mucha
versatilidad, sobriamente acompañado por la omnipresente figura de Sebastian
Ramos. Desde su tribuna en el Nuevo Teatro Julieta de Miraflores, Philipps genera
con La sangre es mujer una oportuna
llamada de atención hacia los excesos del abuso de poder, el machismo imperante
y las enormes desigualdades de género, que todavía no permiten que se concrete
el equilibrio social y cultural que
nuestra sociedad exige a gritos.
Sergio
Velarde
30 de mayo de 2022