“Como actor, tus respuestas y decisiones deben ser únicas”
Una de las más gratas sorpresas que nos deparó el 2015 fue el estreno de Los regalos, un
excelente espectáculo en el que el cuerpo de los actores cobraba una importante
presencia. El esfuerzo de su director Fernando Castro fue recompensado por El
Oficio Crítico como el mejor trabajo de dirección del año. “Lo único que ha
hecho que el teatro sobreviva a lo largo de los años, a pesar del cine y todas
las maravillas tecnológicas, ha sido la capacidad de reproducir realidades,
teniendo gente delante de gente; y el espectador sabe eso y lo percibe, porque
son cuerpos”, reflexiona Fernando.
Las posibilidades del cuerpo
Fernando nunca sintió la pasión propiamente dicha cuando
actuaba en el colegio. “Estaba más bien metido en literatura, era muy
intelectual. Entré a la Católica para estudiar literatura. Algo pasó en mi
adolescencia que hizo que dejara de moverme”, recuerda. En el 2002, Fernando
trabajaba en Desarrollo Humano y parte de sus labores era lidiar con
adolescentes, así que decidió entrar a los talleres de Pataclaun, que en
aquella época dictaban July Natters y Sergio Paris. “Me fue pésimo, nunca en mi
vida había fracasado tanto. Tenía 22 años, era un idiota en aquella época ahora
que lo veo. Me digo cuánta paciencia tuvieron mis profesores”. Si bien en ese
momento, Fernando no se sintió listo, quedó con la necesidad de continuar. Es
por ello que poco a poco fue dejando su labor en UNICEF y llevó un taller de
danza con Mirella Carbone. Posteriormente, regresa a Pataclaun, pero ahora sí,
para quedarse.
Consultado sobre su experiencia con la destacada bailarina Mirella
Carbone, Fernando responde que ella “es una gran bailarina, es increíble verla;
es una mujer que se ha hecho sola, que desarrolló su propia línea”. Luego de su
experiencia con la danza, Fernando viajó a Argentina con Pataclaun (a cuatro
años de su fracaso) para perfeccionar su formación en clown. “Ingresé a un
taller intensivo de 4 meses con profesores de la Escuela de Lecoq en Francia,
te encerraban con 20 personas de todo el mundo, eso terminó de cambiar mi
visión del teatro, las posibilidades del cuerpo, el bufón, golpes y caídas”, menciona.
“Siento que hay un vacío en la formación de los actores en Perú”,
reflexiona Fernando. “Por ejemplo, acá hay una línea del teatro entendido (y
pasó en muchas partes del mundo) como un espacio en el que dos personas se
sientan a hablar y a retarse a través de un texto escrito por una persona de
otro país, delante de un decorado más o menos realista. La idea del teatro
físico parte de recoger tradiciones del teatro oriental, de las máscaras, de recuperar
el cuerpo como un canal de comunicación más emocional antes que intelectual,
como un canal universal”. Para Fernando, entonces, la experiencia del cuerpo es universal. “Desde esa perspectiva, no hay actor sin su cuerpo; mientras que acá el cuerpo
es accesorio, para mí, es lo contrario, es lo primero. Se saca al director y
escritor del centro del acto teatral y se pone al cuerpo del actor, las
creaciones desde los cuerpos de los actores.”
Los regalos de las artes escénicas
Fernando afirma que todas las escuelas piden lo mismo a
todos los aspirantes a actores: veracidad. “Es un mecanismo tramposo, pues es
una ficción que tiene que parecer verdadera”. En segundo lugar, ubica la capacidad
de jugar. “Es una palabra sencilla y compleja a la vez, para nosotros desde el
teatro físico. Consiste en respetar reglas, generar espacios donde el actor tome
decisiones al instante, donde existe el riesgo, el trabajo en equipo y la convención”.
Para Fernando, el jugar permite entrar a lugares que no conoces y descubrir
cosas. Finalmente, reconoce que es importante contar con la capacidad de
sorprenderte, de ser único. “Siempre les digo a mis alumnos: si lo que haces lo
pueden hacer diez personas distintas, entonces eres descartable; debes ser
único, tus decisiones y respuestas deben ser únicas, debes sorprenderte y
sorprender.”
Por otro lado, Fernando considera que el trabajo del director
es muy amplio. “Primero, debe ser un observador del mundo; incluso más que el
actor; observador de la condición humana”. Reconoce además, que en su caso, lo
que más le ha costado hacer como director, ha sido el aprender a comunicar su
visión. “Un director debe saber comunicarse con sus actores, productores e
iluminadores; además debe ser un seductor, tiene que hacer que la gente quiera
lo que él quiere”. ¿Un director que a la vez sea actor sería una ventaja? “Esto
lo he reflexionado: creo que cada uno es distinto, que cada experiencia es
distinta. En mi caso me ha servido mucho, todavía actúo esporádicamente y lo
tomo como un proceso de aprendizaje. Aunque antes que director me considero
profesor”, asegura.
Sobre la génesis de Los regalos, Fernando comenta que fue un
proyecto que se inició desde el 2013. “Con uno de mis alumnos y socios, Diego
Cabello (que interpretó al hijo menor en dicha puesta), nos juntamos en pensar
un proyecto”, rememora. “Decidimos abrir talleres en mi casa y fundar una compañía
de teatro. Ese diciembre nos fuimos a Tacna; y justo antes de partir diego me
acompañó a recibir a mi hermano mayor que había llegado de viaje, y que me
había traído un chaleco con luces para mi bicicleta. Diego me dijo que nunca me
habia visto tan niño frente a alguien, que cuando mi hermano me daba un regalo mis
ojos brillaban, y yo no había sido consciente de eso”. De pronto, todo el viaje
se convirtió en una larga conversación sobre los hermanos y sus propias
relaciones con sus hermanos varones, que los llevó a su vez a hablar sobre sus
padres. “Durante la conversación, que duró el viaje hasta Tacna, aparecieron
algunas imágenes principales del espectáculo: la primera escena, con el papá en
el volkswagen y sus dos hijos peleándose por sentarse adelante; y el hijo que
bañaba a su padre.”
Con la entrada de Eduardo Cardoso (quien interpretó al
hermano mayor), se fue materializando la idea de presentar estas ideas en un
proyecto teatral. “Si queremos hacer esto, hay que hacerlo bien. Margarita Reyes
Ibáñez nos ayudó a formalizarnos y decidimos hacer la obra como nuestra
inversión. Desde que tuvimos las primeras ideas hasta estreno, pasaron año y ocho meses”. Fernando tuvo que encontrar
la música adecuada para que aparezcan las imágenes y juntarse con Federico
(Abrill, co-autor de la puesta). "Luego él se juntaba con todos nosotros y nos contábamos
nuestras experiencias. Cada vez que contábamos la historia de Los regalos, alguien
quería contarnos su experiencia con sus papás y hermanos. El proyecto fue una
inversión, fue muy duro, pero movilizador. Los regalos fue muy agotador, pero nos
ha devuelto mucho”, asegura.
Este año tendrá a Fernando muy ocupado con varios proyectos.
“Será un año largo: nos fuimos a Chile con Tu voz persiste, espectáculo con un grupo
del taller de Roberto Ángeles, y que reponemos en junio en el Centro Cultural
de la Católica. Se trata de una obra de teatro físico, pero con texto.
Participan actores que manejan bien el texto. Se trata de una peña criolla
fantasma, los chicos cantan, ves pequeñas es cenas sin conexión; es un poco el
tema de cómo uno hereda el patrón del amor de los padres”. Por otro lado, habrá
una esperada reposición de Los regalos en el Centro Cultural Ricardo Palma
apenas regresen del Festival Arena de Alemania, ha donde ha sido invitada la
obra. “Este año no estoy dando clases, porque necesito enriquecerme. Me han
llegado tres propuestas: en una, voy a actuar en La odisea de Els Vandell; en
otra, seré asistente de dirección en Mucho ruido pocas nueces; siento que ambas
son preparación para mi proyecto de fin de año, que
dirigiré Deshuesadero para Sala de parto”, finaliza.
Sergio Velarde
25 de enero de 2016