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domingo, 28 de febrero de 2016

Entrevista: CARLOS MESTA

“El actor tiene generalmente una buena dosis de irresponsabilidad e inconsciencia”   

Uno de los actores peruanos más completos del medio en la actualidad es, por supuesto, Carlos Mesta. Su sentida actuación en Salir, escrita por Daniel Amaru Silva y codirigida por Rodrigo Chávez y el mismo autor, tocó fibras muy sensibles en los espectadores, ganando con justicia los premios de público y jurado de El Oficio Crítico como el mejor actor en la categoría Drama. “Me formé en la escuela de Ricardo Blume, aunque previamente había estado algunos meses en el Club de Teatro de Lima, con Reynaldo D’Amore y Arturo Valero”, menciona. Carlos es arquitecto de profesión, a pesar de tener una familia llena de médicos. “La única excepción sería mi sobrina Miluska. La encontré en una grabación, ella está estudiando en la ENSAD. Mi abuelo, que era del norte, también estuvo relacionado con el arte: él era contador, pero llevaba artistas en barcos a vapor hasta Chiclayo.”

Sus primeros estudios y la genuina vocación

“Descubrí el teatro en tercero de secundaria”, refiere Carlos. “Al igual que (Luis) Peirano, que se dio cuenta de que le gustaba porque lo hacía en serio”. Ya en la universidad, estudiando arquitectura, una compañera suya, llamada Mariela Tuccio (sobrina del notable actor Calos Tuccio),  le avisó de un grupo de teatro aficionado, que en ese entonces dirigía Teresa Ampuero de Díaz. “Ahí conocí a José Enrique Mavila y Javier Valdés, éramos todos jovencitos de 19 y 20 años”. Luego de su paso por el Club de Teatro y la Escuela de Blume, Carlos entró a diversos talleres con maestros como Alberto Isola y Roberto Ángeles, y con prestigiosos colectivos como Yuyachkani. “Posteriormente me fui a Nueva York a estudiar con John Strasberg (hijo del legendario maestro de teatro estadounidense Lee Strasberg de la Actor”s Studio) y fue un hito en mi vida, pues entendí de lo que se trataba la actuación para mí. Una relación íntima entre mi alma y la verdad.”

Sorprendentemente para Carlos, un actor de teatro tiene generalmente una buena dosis de irresponsabilidad e inconsciencia. “Si el artista tuviese alguna lucidez para saber lo que le espera, entonces difícilmente se arriesgaría a este oficio. Y contradictoriamente, debe tener mucha sinceridad y honestidad con sus impulsos de vida”. Pero considera que debe ser consciente de su vocación, a pesar de todo. “Y tener disciplina (como me lo enseñó Blume), es decir, un rigor que tiene que ver la precisión de su arte, no con una cuestión impositiva. Se trata de un rigor personal por trabajar, sin flojera y sin desfallecer, a pesar de todo, hasta conseguir su objetivo final. Nunca pasando nada por agua tibia". Todo esto sin mencionar el talento, que para Carlos también se puede desarrollar, pues “es la capacidad que tienes para percibir la realidad, hacerla tuya y devolverla digerida a un público que no ve lo que tú ves.”

Por otro lado, Carlos afirma que un buen director de teatro “debe tener algo que decir; no digo que el actor no lo tenga, pero el director tiene un lienzo más grande”. También considera que un director es un contador de historias, es un ser humano que intenta saber de qué se trata la vida y que debe tener una opinión estética para contarla. “Desde mi ángulo, un director tiene que saber qué quiere contar, pero no tiene que anticiparse tanto en su montaje, y los actores tampoco. Debe saber un poco más, documentarse y leer más, los actores se lo van a demandar”. Carlos confiesa que como director, él confía en su intuición y que no prepara tanto los ensayos. “Soy escenógrafo”, menciona. “Llego con mi zonificación de dónde voy a distribuir las cosas. Un director tiene que tener claro el lugar donde ocurre la acción, el tiempo y las sensaciones: dónde es, cuándo es y cómo es. Pero luego, debe tener su recipiente vacío, para que vayan entrando propuestas de los actores. El montaje se va resolviendo en base a las asociaciones entre los pedazos de la historia. Las asociaciones son como partituras musicales, el ritmo de esa música debe estar presente en el montaje, siempre.” Finalmente, menciona que en las escuelas profesionales de dirección escénica, al director lo hacen actuar. “El director tiene que leer planos, saber de colores, de música; la actuación es un rango, una categoría más, manejar esta codificación es necesario.”

La imprescindible escenografía y sus últimos montajes

“La escenografía es absolutamente fundamental y no lo digo por ser escenógrafo”, refiere Carlos. “Saber dónde ocurre la acción, dónde cuento mi historia. Cuando un cómico ambulante se para en una plaza a contar algo, lo primero que hace es trazar su espacio, y aún si no lo traza, la gente se ubica en círculo. Ese es el principio del teatro griego semicircular: el público mismo te dice instintivamente cuál es el espacio, aquel espacio sagrado que transforma el espacio cotidiano en extracotidiano. El lugar es algo primigenio, metateatral”. Y es que el público, si no sabe dónde ocurre la historia, se frustra o simplemente decide ponerle un lugar a la acción. “El minimalismo debe ser muy claro; si el director y el escenógrafo no establecen dónde transcurre la historia, el espectador, después de varios minutos de fastidio, lo hará por ellos. La escenografía es una escritura en escena."

Carlos reconoce que en estos últimos años (y antes de Salir) ha tenido una racha de montajes de excelente calidad, como Cómo crecen los árboles, Este hijo y El continente negro. “Estaba en una reunión y mi amiga Alexa Centurión (su coprotagonista en Oleanna) me dijo que Daniel Amaru Silva quería ofrecerme un personaje. Él se acercó y me pidió que leyera su obra, me la envió y le respondí inmediatamente: “Tu obra me ha emocionado, ¿cuándo empezamos?”. Mi respuesta le gustó a Daniel". El trabajo empezó y Carlos se sintió muy cómodo, no solo por el texto, y por la garantía que le ofrecía La Plaza y la producción de Sala de Parto, sino por el estímulo adicional de ser co-dirigido por Daniel y por Rodrigo Chávez. “Son dos directores jóvenes, brillantes, dispuestos a contar una historia de forma no convencional, muy conmovedora, y adulta para sus veintitantos años.”

Salir tocó fibras muy sensibles no solo de los actores, sino también del  público que alcanzó a ver la puesta en escena, que contó con una dirección bastante peculiar. “Empezamos a ensayar las entradas y salidas con módulos y vestuario convencional, pero algo me pasaba con esa estética, no llegaba a digerirla, a comprenderla. Hasta que un día, por algunos problemas que tuvimos, nos indicaron que digamos todo hacia el público, relacionándonos entre nosotros. Cuando terminamos la pasada, fue tan maravillosa que le dije a Daniel: ‘¿Y si la hacemos así?’. Era una locura, pero Daniel me dijo: ‘Eso lo teníamos pensado desde el inicio’ (risas)”.

Al recibir la distinción otorgada por El Oficio Crítico, Carlos mencionó un problema que afecta seriamente a las salas, y es la poca afluencia de público a pesar de las numerosas propuestas teatrales de alta calidad en nuestra capital. “Creo que hay una contradicción entre lo que uno quiere hacer y lo que el público quiere ver”, reflexiona. “La forma cómo quiero ser mirado y la forma cómo me miran: la armonía entre esos impulsos generaría el público. He tenido continuidad  de trabajo en las obras dramáticas, me gustan, pero también son un placer las comedias y los buenos musicales. Hace poco vi En el barrio y me encantó, como también los musicales de Denisse (Dibós, productora de Preludio). Me encantaría hacer comedia y cantar un poco más, hay que barajar todas estas alternativas para mantener una sala llena. Y es que la comedia del arte nace así, como dijo Eugenio Barba: entretener es la base cero, un par de actores, que para no morir de hambre, abren el telón y te entretienen. Si no lo hacen, no les pagas y no comen, así de simple. Por supuesto que a partir de esta base se construyen otras reflexiones mayores que le dan sentido al teatro en nuestras vidas."

Entre los proyectos que tiene Carlos entre manos se encuentra la dirección de la pieza Teresa Raquin, escrita por el padre del naturalismo francés Emile Zola. “Se estrenará el 14 abril en el Teatro de Lucía. Es una tremenda obra, actualmente en temporada en Broadway. Estamos haciendo nuestra versión”. ¿Actuar o dirigir? Carlos contesta inmediatamente: “Ahora me provoca mucho más dirigir y bueno, actuar… es inevitable actuar, siempre aparecen cosas. Por otro lado, espero que haya más producción nacional en televisión para la cantidad de actores que están saliendo, especialmente producción de historias corales, es decir, de muchos personajesFinalmente, Carlos nos cuenta que enseñará en el primer taller de actuación que se abrirá en el Teatro de Lucia, a partir del 15 de marzo. Habrá audiciones el viernes 11 y el sábado 12 de marzo. Los interesados pueden escribir a: tallerdeactuacioncarlosmesta@gmail.com

Sergio Velarde
26 de enero de 2016

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