“Disociar el cuerpo de las palabras restringue mucho el
trabajo del actor”
Uno de los jóvenes actores que está demostrando su gran
calidad interpretativa en su todavía corta carrera es, sin duda, Gabriel Gonzalez.
Obras como Presunto culpable, Metamorfosis y ¿Quieres estar conmigo? respaldan
tal afirmación. “El teatro me gusta desde el colegio”, recuerda Gabriel. “En el
colegio De la Inmaculada (en ese entonces un colegio solo para varones) había
bastante cultura teatral. Mi primer taller de teatro fue en primaria, pero
cuando estuve en Tercero de media entré al taller de teatro de mayores, con
Paco Solís Fuster. Era todo un honor pertenecer al taller Iñigo, así se llamaba
el taller de mayores”. Gabriel participó en varios obras en su centro
educativo: en Primero actuó en Juan Salvador Gaviota de Richard Bach; en Segundo, en Peregrino a Compostela, dirigido por Carlos Galiano; en Tercero,
en Soy solo un hombre, sobre la vida de San Ignacio de Loyola, fundador de la
Compañía de Jesús; en Cuarto, en Barioná, el hijo del trueno de Sartre, y en
Quinto, en una versión de Romeo y Julieta dirigido por
Gonzalo Molina, donde el reto era que el drama debía ser interpretado solo por
alumnos varones.
Pero para Gabriel, su primer maestro fue Solís Fuster. “Me
enseñó este cariño y pasión por actuar; él siempre decía que hay que dejarlo
todo. Entregarse, arriesgar y comprometerse eran cosas que debíamos tener
claro. A nivel técnico, me enseñó a involucrarme con el personaje, creerme que
estoy en ese momento. La verdad en
escena me la dio Paco”. Justamente, la primera obra profesional de Gabriel fue El
señor de las moscas en el Teatro Julieta dirigida por Solís Fuster. “Esa fue una
experiencia tan grande, que elegí la actuación y asumí que para el resto de mi
vida iba a dedicarme a eso”. Gabriel entró a la universidad Católica a estudiar
gestión empresarial, pero se dio cuenta, estando en letras, que los números le
eran muy difíciles. “Además, pasó lo de Las moscas. Nosotros empezamos a ensayar
sin teatro, solo por el gusto de ensayar, en el parque María Reiche. Luego Paco
nos dijo sobre la temporada en el teatro Julieta. Sentí mucha emoción, pues nunca
había entrado a un teatro, solo conocía el auditorio del colegio”.
Posteriormente, y gracias al apoyo de David Carrillo, el
espectáculo de El señor de las moscas llegó al Teatro Vargas Llosa de la
Biblioteca Nacional. Y luego, las buenas críticas que recibió la puesta llegaron
a oídos de unos productores argentinos. “Es entonces que fuimos a Argentina a
participar en festivales de teatro en las provincias de Formosa y del Chaco.
Imagínate, del parque María Reiche hasta uno de los teatros más grandes en
Argentina, para alguien que tenía en ese entonces 18 años, fue abrumador. Me
sentía como Marc Anthony en un concierto (risas)”. Y Gabriel seguía
considerándose no como un actor, sino como un chico al que le gustaba mucho la
actuación.
Pero su consolidación como actor profesional llegó en los
siguientes años. “Los montajes que más atesoro en mi carrera son El señor de
las moscas, que representó mi iniciación actoral; y Metamorfosis”. Y es que
este último montaje fue la oportunidad que Gabriel necesitaba para demostrar
que era capaz de sostener una obra que él mismo gestionara con Rodrigo Chávez,
como proyecto final de Artes Escénicas de la Facultad de Ciencias y Artes de la
Comunicación de la Católica. “Salía de los talleres de Alberto Isola y de
Roberto Ángeles; además, tuve la suerte de irme a Brasil y exploré el lenguaje corporal
y la danza, sin saber de Metamorfosis. Eso me ayudo”. Metamorfosis destacó no
solo por una acertada dirección, sino también por el trabajo interpretativo de
Gabriel. “La experiencia de crear un proyecto desde cero y las ganas de querer
encarnar un personaje que me decía tanto en ese momento sin saber cómo, fueron
las bases para consolidarme más como actor. Me dio más disciplina, más pasión,
más humildad. Había mucha comunicación con Rodrigo, que es mi compañero y amigo.
Había muchas pláticas sobre la obra y los personajes. Yo antes veía a los
directores muy distantes, pero con Rodrigo fue todo lo contrario. Nosotros nos íbamos
corrigiendo y equivocándonos tanto, que poco a poco nos regalábamos formación y
madurez en la chamba. Aprendíamos en base al error”, comenta.
El Gregor Samsa de Gabriel no necesitaba de maquillaje o
prótesis para representar su conversión a un insecto. “Cada vez tengo más
curiosidad por explorar el trabajo corporal. El cuerpo es la herramienta
principal del actor, es toda la psicología del personaje. Lo que tú puedes
crear intelectualmente se ve en escena con el cuerpo”. Gabriel llevó también un
taller con la destacada Teresa Ralli, que enseñaba que el manejo del cuerpo
lleva al actor a hacer inflexiones en la voz. “El cuerpo te lleva a la palabra,
disociar el cuerpo de las palabras restringe mucho trabajo del actor.” Para el
joven intérprete, el actor de teatro debe “tener humildad para aceptar la crítica,
constancia en seguir trabajando, y mucha técnica”. Y por otro lado, un buen
director teatral “debe ser observador, muy analítico, y debe promover mucha
comunicación con el equipo.”
Málaga, montaje producido por /Nos/otros Teatro, dirigido
por Tirso Causillas y protagonizado por Nani Pease, representó un reto para
Gabriel al interpretar a un inquietante y ambiguo personaje. “Para mí fue una
sorpresa”, recuerda. “A Tirso no lo conocía mucho, él solo estuvo en la primera
temporada de El señor de las moscas y después entró al taller de Roberto,
cuando era asistente en el taller. Y a Nani
no la conocía. Son dos personas excepcionales, apasionadas por el teatro. Eso a
mí me conmueve un montón. Sentía que había mucho amor por el proyecto”. Por
Málaga, Gabriel ganó con justicia el premio de El Oficio Crítico al mejor actor
de reparto en la categoría Drama.
Para este 2016, Gabriel estará sumamente ocupado en
múltiples proyectos. “Estaré en Ruido, escrita y dirigida por Mariana De
Althaus, en el mes de marzo en Centro Cultural de la Católica”. Además, participará
en una versión libre del clásico de Albert Camus, Los justos, con la
co-dirección de Rodrigo Chávez y Daniel Amaru Silva. “Y para fin de año,
Roberto Ángeles me ha llamado para su cuarto nivel, en el que haremos Hamlet de
William Shakespeare. Realmente es abrumador”, finaliza.
Sergio Velarde
26 de enero de 2016
26 de enero de 2016
Queridos, Juan Salvador Gaviota es de Richard Bach. No de Paulo Coelho. Distancia por favor. Aunque el Caballero Coelho haya tomado la línea humanista de Bach o Saint-Exupéry o Vasconcelos. Yo prefiero llamarlo seudo-humanismo por su clara tendencia a la auto-ayuda. En fin, corregidlo. No me dejen ese mal sabor. ¡Gracias!
ResponderEliminarCorregido, gracias.
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