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sábado, 20 de febrero de 2016

Crítica: LA VIDA COLOR DE ROSA

Cattone y la tercera edad   

Osvaldo Cattone nunca defrauda. Y una visita al Marsano jamás es tiempo perdido. Ni siquiera en aquellas puestas en escena con temáticas aparentemente triviales, como acaso lo fueron Con el sexo no se juega (1996) o En la cama (2008), dejan de tener cierto interés, especialmente por la personalidad tan carismática y además, tan fácilmente reconocible de Cattone. Y es que es importante señalar este último detalle, ya que sin contar personajes de caracterización como lo fueron los de El Hombre de la Mancha (1979) o El candidato de Dios (1994), “el personaje” de Cattone en el Marsano es el del eterno macho mujeriego incapaz de comprometerse (al menos al inicio de cada historia) con su pareja de turno, entre quienes se encontraban maravillosas actrices como Regina Alcóver, Sonia Oquendo, Analí Cabrera, Ofelia Lazo, por citar algunas.

Es por ello que, luego de tener a Cattone como protagonista absoluto de Querido mentiroso (2014) y de Justo en lo mejor de mi vida (2015), dos de sus últimos montajes en el Marsano, resulta por lo menos curioso verlo ahora asumir un papel no solo menor en La vida color de rosa, de autoría de Andrew Bergman, sino que por primera vez el actor y director argentino asume “teatralmente” todos sus años, interpretando a un anciano millonario que cae rendido ante los encantos de una viuda bastante mayor con sus hijas ya casadas. Una sabia decisión que demuestra que el ego de Cattone no es mayor que su sabiduría y experiencia sobre las tablas, y que también le permite un desarrollo completo al personaje interpretado por la extraordinaria actriz argentina Grapa Paola, como la viuda en cuestión, que encuentra a su avanzada edad el verdadero amor. Y es que sorprendió verdaderamente que Cattone no apareciera en la última escena, dejando brillar a Grapa en su sentido monólogo final. 

Con un sólido elenco, en el que se encuentran Sandra Bernasconi (la última musa de Cattone), Ricardo Combi, Paco Varela y Cecilia Tosso, la pieza aborda con sobriedad y con bastante humor la incómoda situación que enfrentan los hijos ya maduros con sus padres de la tercera edad, cuando deben hacerse cargo de estos últimos. Por otro lado, la producción en el Marsano, como siempre, impecable. La vida color de rosa no solo funciona como una entretenida comedia, no carente de genuinos momentos de ternura y reflexión, sino que consolida a Osvaldo Cattone como un impostergable y necesario referente teatral. Y a pesar de no tener las largas colas de antaño, la vida en el Marsano sigue adelante sin defraudar a sus fieles espectadores.

Sergio Velarde
21 de enero de 2016

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