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viernes, 30 de enero de 2015

Entrevista: MIKHAIL PAGE

“Tener talento es saber cuándo racionalizar y cuándo ser intuitivo”

En el 2014, los veteranos directores teatrales lucieron su talento y oficio en puestas en escena de diverso calibre. Sin embargo, los jóvenes directores también demostraron lo suyo: uno de ellos, Mikhail Page, mostró una admirable creatividad y buen pulso para el estreno de tres temporadas de diferentes temáticas: El Camino a La Meca de Athol Fugard, Vladimir de Alfonso Santistevan y Hemingway de Maritza Núñez. “Comienzo en el colegio de manera amateur”, recuerda Mikhail. “Luego descubro el teatro profesional con Roberto Ángeles y Alberto Isola en sus cursos de actuación.” Pero también, Ángeles destacó el buen ojo que tenía Mikhail para dirigir, pues éste leía mucho, interpretando e imaginando como las escenas podrían ser planteadas. “Fue así que tomé valor y dirigí mi primera obra, Laberinto de monstruos de César De María, con unos amigos del taller de Roberto en la Alianza Francesa, y que ahora todos son reconocidos actores. Fue una bonita experiencia.”

En el 2008, Mikhail decide viajar a Buenos Aires para estudiar Dramaturgia y Dirección, con Mauricio Kartun y Augusto Fernandes respectivamente. Esto fue antes de estudiar su licenciatura en dirección teatral en la universidad de Palermo. “Fueron dos maestros, dos eminencias con los que quería estudiar y aprendí un montón”, reconoce. “Además, el ritmo de Buenos Aires y la oferta cultural está por todos lados.” Para Mikhail, un buen actor de teatro debe tener ciertas cualidades. “Debe contar con una técnica pulida; además, con deseos de investigación. A veces suele suceder que el actor llega sin haber estudiado e investigado, y con mucha expectativa de que se resuelva todo y yo no soy así. Yo dejo mucha libertad al actor y prefiero que no se sienta mi mano como director. Como estar camuflado. El teatro es el reino del actor”. También asegura que un actor debe tener mucho oído en el escenario. “Pero no solo al compañero, sino para ser dirigido también; el director sugiere caminos y es la intuición del actor lo que le hace elegir el camino indicado.”

 “Pienso que existen dos tipos de actores”, reflexiona Mikhail. “Los racionales, a los que les cuesta dejarse llevar por su impulso, racionalizan mucho y así comúnmente pierden verdad; y los intuitivos, que no se hacen problema pensando en el escenario y dejan que la intuición los guíe, esos suelen ser actores maravillosos. Pienso que el verdadero talento está en el punto medio de los dos. El actor debe saber cuándo racionalizar y cuándo ser intuitivo. Para racionalizar están las lecturas, la investigación y el trabajo en casa claro, éste no termina cuando acaba el ensayo.” Por otro lado, un buen director de teatro debe “tener paciencia, porque trabaja con seres humanos; es importante que estén cómodos y seguros. Que confíen en ti. Los actores tienen muchas inseguridades, ellos deben sentirse cómodos de probar lo que su impulso les indique.” También considero que el oficio ayuda a darse cuenta al director de qué cosas funcionan y qué cosas no. “Por ejemplo, lo que hace el actor puede estar bien, pero no se está contando la historia; el oficio te ayuda a decir: esto está muy bueno, pero no corresponde con este momento específico”.

Finalmente, tener un discurso claro es de importancia vital para un director. “A veces uno puede caer en la tentación de hacer una obra porque le gusta el texto o le gusta cómo escribe el autor. Pero si no hay nada de uno en la obra, eso se nota al final: la obra es muy bonita, pero le falta vísceras, entrañas, en otras palabras, el discurso del director. Hay textos maravillosos, pero que necesitan un revuelo por parte del director”. También considera que un director no debe tener todas las respuestas. “Pienso que un director debe tener un planteamiento, unas reglas de juego, pero no debe limitarse a ir a marcar. Muchas veces digo que no tengo la menor idea sobre cierto tema o punto de la obra. Me preguntan y yo digo: ¿Tú qué crees? Bueno, úsalo. Y a veces en el camino me doy cuenta que no va por ahí. El camino se vuelve evidente. Es un trabajo de colaboración. Yo ya perdí el miedo a decir: No tengo idea.”

Los montajes del 2014 y futuros proyectos

Las puestas en escena de El Camino a La Meca y Vladimir tenían un factor en común: Alfonso Santistevan. “Él no fue mi profesor en la universidad, pero lo considero como un mentor, amigo y maestro para mí. Primero fue un compañero de trabajo, lo conocí haciendo Antígona (2006) con Roberto Ángeles, yo era uno de sus asistentes observadores.” Sin conocerlo mucho, Mikhail lo llama posteriormente desde Buenos Aires para realizar la obra La Madonnita de Mauricio Kartun. “Alfonso aceptó, demostrando mucha confianza en mí y sin conocerme mucho.” Y es en este proceso de hacer la obra juntos, que ambos se hicieron amigos y compartieron muchos puntos de vista sobre el teatro, para después trabajar nuevamente en El Camino a La Meca.

Mikhail tuvo la suerte de trabajar con dos formidables actrices: Milena Alva, en El Camino a La Meca; y Magali Bolívar, en Vladimir. “El trabajo con Milena fue maravilloso. Ella es una gran actriz y un gran ser humano, fue una mamá sustitutoria para mí. Cuando se hace teatro independiente, uno  a veces carga solo con toda la mochila en un brazo. Pero Milena agarró el otro lado de la mochila y me apoyó, no solo con su actuación, sino también en los aspectos de producción. Ella tiene la “old school”, la de sacar la obra con todas las energías que uno pueda y quiera dar.” Y también, sobre Magali Bolívar, solo tiene elogios para ella. “La había visto actuar en la obra Un matrimonio de Boston de David Mamet, que dirigió Alberto Isola. Yo la admiraba mucho y cuando se dio la oportunidad de trabajar con ella, acepté de inmediato. Ella es muy divertida, además de ser muy buena actriz. No se tiene mucha paciencia como todas la buenas actrices, pero al final lo hizo excelente.”

Si bien Vladimir y Hemingway fueron trabajos de encargo, sus resultados fueron de gran importancia para él. “La obra Vladimir me fue propuesta por los chicos de Artes Escénicas, que les gustó mi trabajo de dirección en El Camino a La Meca, comenta Mikhail. “Y Hemingway fue una propuesta de Maritza Núñez (autora de El Vigilante Enmascarado y ¡Baila con la muerte! Tragicomedia de arquetipos). Me ofreció varios textos para que yo dirigiera una obra suya y yo elegí el de Hemingway. Nos presentamos en el programa Residencias de la Gerencia de Cultura de la Municipalidad de Lima y ganamos. Estrenamos en la Plazuela de las Artes.” Entre los proyectos de Mikhail para este 2015 figuran dos interesantes estrenos: en mayo estrena en el Centro Cultural de la Católica la obra Love, Love, Love del dramaturgo británico Mike Bartlett, que se anticipa como todo un reto de actuación, dirección  y producción. Y a principios de agosto estrenará una obra en el Teatro de Lucía, proyecto del cual aún no puede comentar mucho. Mikhail Page es, sin duda, un joven director con mucha proyección y con una interesante carrera.

Sergio Velarde
30 de enero de 2015

Entrevista: IRENE EYZAGUIRRE

“Es importante rescatar momentos de nuestro pasado”

Una de nuestras actrices más sólidas y versátiles en la actualidad es, sin duda, Irene Eyzaguirre, ganadora del premio de El Oficio Crítico como mejor actriz dramática por su rol en En la Calle del Espíritu Santo de Celeste Viale. “Empecé como casi todos desde chica en el colegio, para mí era una cosa natural estar ahí arriba en el escenario. Es curioso,  siempre he sido tímida y extremadamente reservada, y actuar fue como una manera de romper con eso”, recuerda. Pero la formación profesional de Irene llegó cuando ingresó al TUC. “Recuerdo que, cuando estudiaba en la Católica fui al local del TUC en Camaná a ver Electra, con Mercy Bustos, Mónica Domínguez y Juan Manuel Ochoa. Me impactó ver esa tragedia con esas actrices fuertes;  a partir de ahí dejé la carrera de Derecho y me fui torciendo (risas).”

Anteriormente, Irene ya había llevado un taller de actuación con el reconocido actor Hernando Cortés. “Él era un erudito, una persona muy sabia, apasionada. Hicimos La Ciudad de los Reyes; allí me fui preparando con confianza para postular al TUC. Entramos en ese taller con Zelma Gálvez, Elmer Alfaro, Jorge Silva, entre otros.” En el TUC, Irene tuvo como profesor de actuación, en el primer año, a Roberto Ángeles, a quien considera “un maestro muy bueno, con una rigurosidad en el trabajo, te involucraba mucho en ser disciplinado, tremendamente estimulante, muy puntual con la disciplina, trabajo de investigación, muy estricto en eso”, refiere. En segundo año, a José Enrique Mavila (recordado actor, director y dramaturgo), “a quien le agradezco por la confianza que me dio, los estímulos, los retos que me puso”; y en tercero, a Ruth Escudero. “Con ella egresamos con un montaje basado en La casa de Bernarda Alba y Yerma. Sintonizamos con la sensibilidad y pasión lorquiana de Ruth en un bello montaje  que hizo que me enamorara más aún de la obra del poeta. Tuve profesores excelentes y exigentes como Alberto Isola, Luis Peirano, Coco Chiarella y Antonio Aguinaga.”

Las artes escénicas

Para Irene, un actor de teatro debe “tener disciplina, mucha pasión, estar ahí arriba y transmitir todo lo que el autor, tu personaje o tu director haya trabajado. Si tu pasión no es ésa, mejor no te embarques. Nada es fácil, habrá un montón de tropiezos, el actor tiene que tener una fortaleza mental, pero también de salud, debe procurar no ser “malitos” con el cuerpo.” Y por otro lado, un director teatral tiene que “tener paciencia y especialmente empatía, tener la capacidad de comunicarte con el actor, de poder transmitir cosas y que se enamoren de tu proyecto; y obviamente, ser un poco loco, tener una locura especial: la creatividad.” También afirma que no necesariamente un director debe haber sido actor, pero reconoce que sí le da algunas pautas básicas, pero no cree que deba ser una condición. “Por ejemplo, recuerdo que cuando ingresamos al TUC con Rafael Dumett (autor de Números reales), dijo delante de todos que no había ingresado para ser actor, sino que quería escribir, que quería saber el proceso del actor. Y lo mejor de todo es que en el montaje del último año, Rafael interpretó a una espléndida Angustias en La casa de Bernarda Alba”, recuerda.

Irene ha intervenido en numerosos montajes teatrales, pero recuerda algunos con especial cariño. Medea, dirigida por Bruno Ortiz en la Alianza Francesa, tuvo una estética muy particular; Bruno es muy creativo, alternativo, rompió todos mis esquemas luego de haber tenido otras experiencias. Ese personaje fue totalizador, me fascinó, fue grande y trágico”, recuerda. También señala a Las bacantes, que dirigió Coco Guerra. Para Irene, Guerra es “otro de los grandes locos directores, recreó un universo alucinante. Fue un montaje que se hizo en el Museo de Arte de Lima, fue un trabajo físico intenso, con un elenco de peso (Alberto Isola, Milena Alva, Olga Bárcenas, Aristóteles Picho, entre otros) y como experiencia, fue grande.” Irene reconoce a Alberto Isola como un hito en su vida profesional. “Es un maestro, un grande. Cuando egresé del TUC, me llamó para Viaje a la tierra de Jauja y otras peregrinaciones del hambre, delicioso y tremendo montaje basado en pasos y entremeses. Es uno de mis recuerdos más queridos, fue la primera vez que canté en un escenario (gracias a Pepe Bárcenas, con el que desde allí participamos en diferentes espectáculos). El elenco estaba conformado por Luis Álvarez, Delfina Paredes, Haydée Cáceres, Mary Ann Vargas, Gianfranco Brero, Rosario Verastegui, Alicia Morales, Víctor Prada y Manuel Arenas.” A lo largo de los años, Irene ha tenido el placer de participar en otros montajes de Alberto, guardándole especial cariño a Las que cantan, El alma buena de Sechuán, El Pingajo y la Fandanga y Canciones para mirar.

La memoria del teatro

“Lo que podría decir de En la Calle del Espíritu Santo, es que doy las gracias de haber podido participar, porque me importa todo lo que tenga que ver con hablar del país, con bucear en nuestra historia para rescatar anécdotas y hablar sobre nosotros, sobre nuestra identidad. Creo que así  vamos a dejar de considerar a obras como La cautiva como una apología, es terrible”, afirma Irene. En el mencionado montaje, tuvo la oportunidad de trabajar con su gran amiga Cecilia Monserrate. “A Cecilia la conozco hace años, me dio un gusto tremendo por el papel que hizo, por la calidad de su trabajo; en el estreno nos abrazamos fuerte. Es importante dar a conocer que hay muchos actores y actrices valiosos, la gente tiene que darse cuenta de qué clase de actores tenemos”, reflexiona. “Así como se conoce la historia del país, también tiene que conocerse a su gente, no solo actores, también historiadores, dramaturgos, críticos y especialistas.”

La televisión, entre muchas producciones, también le brindó oportunidad a Irene para involucrarse en la historia de una danza típica ancestral, a través de su participación en El gran reto (2008), sobre los danzantes de tijera. “Me impactó el tema, que se tomara esta danza ancestral para crear una historia contemporánea. Tuvo tanta aceptación que la han repetido como siete veces, nos fuimos a Huánuco para grabar. Fue un placer trabajar con Pold Gastello, que es una persona con tanto talento, divertido, y como actor, qué más se puede desear por compañero. La pasamos muy bien en nuestra chacra.” Justamente, Irene tiene proyectos para televisión y uno de índole musical, pero que todavía no puede revelar y este 6 de febrero se está presentando en el Centro Español de Lima un corto en el que participa llamado La huida silenciosa, en la que comparte roles con María Fernanda Valera (a quien vimos en ¿Qué hiciste Diego Díaz?). “También tengo historias que quiero desarrollar desde hace años, no sé si las quiero escribir o actuar, pero es importante rescatar momentos de nuestro pasado, para conocer y entender lo que somos y lo que hemos sido.” Le deseamos toda la suerte del mundo a Irene en sus nuevos proyectos.

Sergio Velarde
30 de enero de 2015

jueves, 29 de enero de 2015

Entrevista: MARTÍN ABRISQUETA

“La humildad te enseñará a respetar a la persona que te está dirigiendo”

Una de las obras con elenco afroperuano más destacada del año pasado fue, sin duda, Al otro lado de la cerca de August Wilson. Un contundente drama familiar, protagonizado en Broadway por pesos pesados como James Earl Jones o Denzel Washington. Aquí en Lima, el reto impuesto al actor Martín Abrisqueta fue superado con creces, pues ganó el premio de El Oficio Crítico como mejor actor de Drama. “Empiezo en el colegio, pero no en primaria por la timidez propia de esa época, fue en secundaria que participé en un sketch por el día del colegio, algo gracioso, era un estudiante más”, recuerda Martín sobre sus inicios. “Me gustaba mucho el cine y el teatro; y en la televisión recuerdo los programas teatrales que tenían Enrique Victoria  y Pepe Vilar.”

Posteriormente Martín ingresó a la Universidad San Martin a estudiar derecho y al cumplir los 18 años, su madre le regaló un curso de oratoria en el Museo de Arte de Lima “Llego al museo y me di con la sorpresa que mi madre había conseguido un curso para teatro. Y le dije al encargado que yo quería oratoria porque iba a ser abogado. Me dijo: “¿No quieres probar?” Al final me metí a la clase, era con Herman Herman, cuyo nombre real es Herman Sighuas Sandoval. Los ejercicios me fascinaron. ¿Qué mundo es este?, me preguntaba." Martín consideró entonces, que las clases de teatro le eran beneficiosas. “Con los ejercicios teatrales se rompe todo, pude salir de lo acartonado que fueron los estudios de derecho, y desde 1989 estoy en el mundo artístico.”

Las artes escénicas

“Con Herman hice de Edipo en Edipo Rey y estrené en el Mali y el año pasado volví con Al otro lado de la cerca. Fue un retorno a mis raíces”, menciona Martín. “De Herman recuerdo que una vez estaba mal de las amígdalas y no podía hablar; él me dijo que todo era mental, que debía impostar la voz. Así comenzó con los ejercicios en el suelo de impostación vocal con el diafragma. ¡Y ya no me dolía la garganta!” También estuvo en el Club de Teatro de Lima y estudió Oratoria con el profesor a Reynaldo D’Amore. “Era una persona muy considerada. Recuerdo que tenía un compañero que tenía problemas para hablar fluidamente, cuando hablaba conmigo no había tanto problema, pero sí cuando salía a actuar. Reynaldo le decía: ¡Tú puedes! En un principio se ponía nervioso, pero luego D’Amore lo tranquilizaba y con el transcurso de las clases fue mejorando, hasta exponer un muy buen discurso”, recuerda.

Para Martín, la verdadera personalidad del actor es introvertida, pero se extrovierte cada vez que sale a escena a representar un personaje, saca todo lo que tiene dentro. “Un actor debe ser  disciplinado, si no lo eres el trabajo actoral solo será considerado como un hobby. El actor nunca termina de aprender, la observación, la lectura y la apertura de criterios así lo determinan.” Otro factor importante que considera es la humildad, pues “te enseña a respetar a la persona que te está dirigiendo. Tú puedes ser el mejor actor, pero sin humildad, vas a entrar en conflicto con el director y posiblemente también con los compañeros de escena, y por ende  traer abajo una obra de teatro.” Por último, y tal como el nombre de su agrupación Pasión Mystica, Martín opina que la mística en el actor es indispensable. “Sin mística, la humildad no va a aflorar.” Él intervino como actor y autor en los siguientes montajes de su grupo Octubre negro (2010), Tereza (2009, 2012) y Mi buen amigo Judas (2013).

Como director, Martín dirigió con su colectivo La pasión de Cristo (2008) y Requiem para siete plagas (2008). Piensa que un buen director de teatro también debe ser actor o debe aprender a sentir como actor. “Creo que tiene que tener una sensibilidad que no te lo enseñan los libros ni la academia, la situación de experimentar como actor te da la posibilidad de entender no solo el personaje, sino al actor (ser humano) que interpreta al personaje. Deberá ser empático para comprender la problemática que sufre el actor.” También asegura que el director debe fomentar la unión en el grupo. “Debe buscar una comunión artística entre los actores, muchos de ellos llenos de ego. He visto escenas buenas, pero que pudieron ser mejores de no ser por falta de  feeling grupal,  ya que el director no supo resolver la relación conflictuada eventual entre los actores”, afirma.

Acerca del talento, Martín reconoce que “existe gente que nace con talento y es un don: así como lo recibes, lo pierdes si no lo sabes cuidar. Hay actores muy talentosos, pero como no perfeccionaron su trabajo, se fueron perdiendo en ellos mismos o cayeron en el olvido. El talento será entonces, un plus.” Asegura que admira a Ricardo Blume, pues siempre le ha parecido un actor bueno, pero por lo estudioso y esforzado que es; pero reconoce que otros actores, como por ejemplo Alfredo Bouroncle, era talentoso, un actor nato que tal vez pudo dar más hasta fuera del país, si hubiera perfeccionado su don. “Pienso que en una primera lectura de texto, se puede detectar a los actores talentosos. Para mí, un actor que tiene la posibilidad de leer correctamente, incluso interpretando un texto a la primera lectura sin conocerlo previamente, se le puede catalogar como un actor con rasgos talentosos que después debe confirmar en el desarrollo del personaje.”

El renacer del afroperuano

En la revista La Lupe #05 apareció el artículo El Neorenacimiento Afroperuano: Una Vía Láctea, escrito por la comunicadora y activista Milena Carranza, en donde se afirmó que el estreno en conjunto de las obras Estrella Negra, Al otro lado de la cerca, Duelo en Malambo y En la Calle del Espíritu Santo en el 2014 constituye un nuevo renacer de la cultura afroperuana, que tuvo su primer momento a principios de la década de 1950, cuando se rescataron la música, la danza y la poesía del Perú Negro. “Creo que este evento se dio, porque hay actores negros que pueden desarrollar determinados personajes, aunque reconozco que aún somos pocos. En Lima, con una  cultura pluriétnica como la que tenemos, es muy difícil hacer un teatro netamente afrodescendiente, sin embargo se ha realizado a la medida de las posibilidades. Creo que el evento citado de los años cincuenta fue la muestra de un desarrollo cultural multidisciplinario que existió y que su desarrollo medianamente trascendió temporalmente, pero no continuo al menos en el ámbito teatral, como debió ser. Además, Duelo en Malambo tenía componentes cholo, negro, blanco; y en En la Calle del Espíritu Santo también había mixtura, con actores de origen indígena, sin embargo creo que es un excelente camino”, reflexiona Martín.

En todo caso, el estreno de Al otro lado de la cerca significó una muy buena oportunidad (si bien para Martín no es precisamente un renacer) para que la comunidad teatral sepa que hay actores negros capaces de hacer personajes variados. ”Actualmente estoy dirigiendo un proyecto teatral de microteatro llamado Crimen perfecto, compuesto por dos obras de quince minutos cada una,  llamadas Al alumno con cariño y Obsesión Ilegal, con la participación de Lilian Nieto, Enrique Avilés, Nicolás León  y Santiago Moreno .” Martín reparte así sus labores, como Secretario General de la Comunidad Artística Nacional del  Sindicato de Artistas Intérpretes del Perú (SAIP) y el teatro. Todos los éxitos para él en este 2015.

Sergio Velarde
29 de enero de 2015

miércoles, 28 de enero de 2015

Entrevista: TIRSO CAUSILLAS

“Actuando aprendí a escribir”

Uno de los artífices de la contundente carta  de repudio frente al atropello por parte del Estado a la obra La cautiva fue Tirso Causillas, ganador del premio de El Oficio Crítico como mejor actor de comedia por Las crías tienen hambre. “Para empezar, yo creo que el arte y el teatro deben servirnos para poder entender dónde estamos parados como individuos, como comunidad, como país”, reflexiona Tirso. “Se estrena este proyecto en La Plaza; documentado, responsable, cuidadoso, con asesoría, que se convierte en una obra de arte potente, para que después aparezca esta noticia (la obra fue tildada de ser apología al terrorismo), me parece absurdo, indignante y peligroso, especialmente para los que alguna vez queramos hablar sobre ese tema.” Tirso no puede afirmar si todo este episodio fue o no una cortina de humo, pero sí indica que éstas “no aparecen por combustión espontánea, para generarlas están atacando un montaje teatral. Que un hecho sirva para distraer la atención de otro, no hace que el primero sea inexistente.”

Tirso inició su pasión por las artes escénicas desde el colegio Héctor de Cárdenas en Jesús María. “Tuve de profesor de teatro a Rafael Blossiers, de la ENSAD, él tenía un sistema pedagógico bastante libre, con  ciertas condiciones pero que priorizaba la búsqueda personal de alumno.” Tirso comenta que fue en su último año en el colegio, cuando se formó el grupo de teatro escolar. “Hicimos dos obras: El vigía y una creación colectiva sobre varios poemas. Al salir del colegio, pensé en estudiar literatura, pero el tiempo se encargó de mostrarme que por ahí no iba la cosa e inicié mi formación en la ENSAD. Finalmente regresé a mi colegio, esta vez como profesor del curso de teatro”.

Actuación, dirección y dramaturgia

“Un buen actor de teatro debe estar en pugna entre la carga de honestidad en su accionar con la técnica”, refiere Tirso. “Mucho corazón en pugna con ciertos límites, generan esta fricción que hace que sucedan cosas maravillosas.” Sobre el talento, menciona que se genera de maneras diversas, con las lecturas de chico y las de ahora, con películas, con la gente y especialmente, en la cancha. Por otro lado, un director de teatro “debe ser capaz de valorar a sus actores como la prioridad del montaje, de desear que hagan la mejor chamba posible por ellos y por la obra; un buen director debe hacer que los actores hagan lo que tienen que hacer y sorprenderse a sí mismos.” Tirso cita al teórico teatral Jorge Eines, que afirma que un director interesante es aquel que trabaja un montón, pero que en la cancha no le sirve. “Pienso que las respuestas las generan los mismos actores, yo creo en el trabajo que busca revelar parte del inconsciente. Improvisando, por ejemplo, se descubren muchas cosas y a veces los mejores momentos de una obra.”

Tirso, además de ser actor y director, fue uno de los seleccionados del programa Sala de Parto 2014 por la obra Financiamiento desaprobado. ¿Cómo se considera: actor, director o dramaturgo? “Me gusta hacer de todo, como actor las cosas que más me comprometen emocionalmente se encuentran después del estreno, y cuando dirijo es al revés; es una cosa extraña. Y escribir es algo que hago en mi casa. La verdad no tengo idea de qué responder a esa pregunta.” Como dramaturgo, Tirso menciona como gran profesor a Ernesto Ráez, que dictó un curso extracurricular en la ENSAD durante seis meses. “Él es una enciclopedia andante, es una persona muy humana y abierta, tiende a llevarte a la búsqueda, a la pregunta más que la respuesta. Además, actuando aprendí a escribir un montón, creo que mi fuerte es el dialogo, pero el momento de estructurar es más racional y más difícil para mí. Mientras que dialogar es como improvisar, generar una estructura que guarde relación con, digamos, la esencia del texto es, para mí, la parte realmente complejo del asunto.”

Talleres, obras y proyectos

El Oficio Crítico se fijó por primera vez en Tirso, cuando éste fue parte del Taller de Teatro de Ópalo, interviniendo en La niña fría en la Asociación de Artistas Aficionados, bajo la dirección de Jorge Villanueva. “Hay profesores que no te ven de verdad o que creen que marcando distancia con el alumno generan un crecimiento profesional. Al contrario, Jorge se preocupa por ti, es muy humano y técnico a la vez”, afirma. Además, resalta el método de trabajo del director de Ópalo. “Busca generar la confianza en equipo, que sus grupos estén integrados; realiza ejercicios tanto emocionales como físicos para abordar estas obras alemanas contemporáneas, que son textos duros, intensos; vamos todos juntos agarrados de la mano para  ver de frente al horror.”

Después de su experiencia con Ópalo, Tirso participó en uno de los mejores montajes del año pasado: Las crías tienen hambre. Sobre su autor y director Jano Clavier, opina que “él no deja de sorprenderme. En Las crías tienen hambre, los tres tuvimos un proceso afortunado, cada viernes nos reuníamos para tomar vino y discutíamos sobre el texto; la obra iba creciendo, Jano es el autor de la obra, pero las canteras fueron sus conversaciones con nosotros.” Los ensayos duraron mes y medio y hasta el día del estreno Tirso no sintió ningún bache. “Es que la obra nos encantaba.”

Un gran soporte para la actuación de Tirso fue su compañera en escena (y en la vida real) Nani Pease, quien también lo acompañó en los talleres de Ópalo. “Nani es maravillosa”, afirma. “En Las crías tienen hambre sentía que tenía una compañera que estaba tan enfocada en mí, que no estaba solo nunca. Digo esto porque a veces cuando actúas es fácil sentirte solo, con toda la gente mirándote con una secuencia ya impuesta; pero la química era tanta que estábamos sosteniendo esta cosa juntos.” Para Tirso, hay actores que trabajan más para los que están afuera, o para la obra, o para su personaje; en Las crías tienen  hambre "éramos dos actores que trabajábamos el uno por el otro.”

Tirso demostrará este año nuevamente sus dotes como actor, director y dramaturgo. “En mayo en el Teatro Mocha Graña, Nani dirigirá una obra mía llamada Como castigo por mis pecados; en agosto dirigiré a Nani y a Gabriel Gonzáles en Málaga de Lukas Bärfuss; y en noviembre es casi seguro que Jano dirigirá la obra con la que gané Sala de Parto, Financiamiento desaprobado. Realmente estoy muy contento por este 2015”, concluye.

Sergio Velarde
28 de enero de 2015

Entrevista: GABRIELA BILLOTTI

“Me considero muy racional”

Una de las personas a la que Gabriela Billotti le dedicó el premio del público como mejor actriz de reparto por la obra Confusiones, fue a Sara Joffré. “Nunca tuvimos una relación muy estrecha”, confiesa Gabriela. “Pero la ayudé en las primeras ediciones de la revista Muestra; Sara tenía una imagen muy particular y la gente se preguntaba qué hace Gabriela con ella, pero esa era una de las virtudes de Sara: la de juntar a todo el mundo”. Gabriela menciona que su hija mayor se llama Sara justamente por su amistad con nuestra reconocida crítica y dramaturga. “En una época yo le alquilaba a Sara un segundo piso de la calle Colón en Miraflores, nos veíamos mucho, a veces se quedaba a dormir, subía y conversábamos. Ella vio Confusiones, le gustó la obra, me dijo que estaba bien dirigida y actuada por todos. Y Sara no mentía, a mí me ha ido a ver en muchas cosas y me decía: “Flaca, qué estás haciendo”, siempre fue sincera”.

También sorprendió el hecho que Gabriela mencionara que por primera vez hacía comedia. “Siempre me han llamado para hacer drama, debe ser por mi carácter de… (risas) Hice hace muchos años la obra Tres amores postmodernos (1998) de Eduardo Adrianzén en la Alianza Francesa y uno de los personajes que interpretaba era gracioso, pero la obra no era una comedia.” Gabriela recuerda también haber participado en la obra Dime que tenemos tiempo (1997) de César De María. “Gisela Cárdenas y yo interpretábamos a dos actrices cómicas que nos odiábamos a muerte, y en la obra teníamos que hacer un sketch de cuando éramos famosas 40 años después. La obra era un dramón, pero la gracia estaba en que todos los chistes los decía molesta” recuerda.

La carrera de actriz

“Mi maestro fue Alberto Isola en el Primer Taller Avanzado de Teatro del grupo Ensayo en los años noventa”, nos cuenta Gabriela, que tuvo como compañeros de promoción a artistas como Bruno Odar, July Natters, Eduardo Adrianzén, Rebeca Ráez, Gisela Cárdenas, entre otros; y que terminó con la puesta en escena de El matrimonio de Bette y Boo (1990). “El resto de mi aprendizaje fue en las tablas, yo creo que haciendo, aprendes. No tengo un método determinado para actuar, voy dejando que me guíe la acción, encuentro el camino en ensayos y funciones, intento entender que está pasando y qué estoy diciendo, soy muy racional”. También nos confiesa que ella no paporretea y días antes de cualquier estreno todavía lucha con la letra. “Yo sigo interiorizando hasta el final y me costó entrar en el ritmo de la comedia. En los dramas hay silencios y pausas, en comedia no los hay.” Pese a todo, Confusiones reunió a un competente grupo de actores, conformado por Sergio Gjurinovic, Nicolás Fantinato, Pold Gastello y Patricia Barreto. “David me llamó para invitarme a trabajar con él, yo le dije que no soy actriz cómica, pero finalmente me convenció”.

¿Qué requisitos debe tener una buena actriz de teatro? “Disciplina, puntualidad, buena memoria (risas)… es una suma de muchas cosas”, contesta Gabriela. “Tiene que gustarte mucho lo que haces, tienes que sentir pasión; una temporada no te da para vivir, solo te pagan los gastos y un poco más, en la mayoría de los casos”. Por otro lado, comenta que un buen director de teatro debe tener “oído, paciencia y no querer imponer las cosas: a veces me ha pasado que directores me han dicho hasta el tono con el que debo hablar, ¡mejor ponte una peluca y actúas por mí! Yo entiendo que el director tiene la última palabra, pero debe haber una negociación con el actor”. Además, asegura que existen directores que vienen con una idea tan fija, que impide el normal trabajo de la actriz. “Mi trabajo es darle mi propuesta y escuchar la del director, después encontrar el punto medio. ¡Es horrible cuando te censuran y no te dan libertad! Pienso que debe ser un descubrimiento mutuo, si un actor no sorprende al director, para qué está ahí.”

La dirección no le es desconocida a Gabriela, pues ella ya dirigió en el 2012 a un grupo de chicos entre los 8 y los 20 años, en un espectáculo musical presentado en la Alianza Francesa y en el Teatro Julieta. “No volvería a dirigir una cosa así sin estar preparada. Es difícil dirigir a tantos chicos, ¡terminé afónica!”, relata. Sin embargo, no descarta dirigir algo para adultos en el futuro. “Tal vez más adelante me meta al taller de dirección que se dicta en Aranwa. Ya llegará el momento”, concluye.

Sergio Velarde
28 de enero de 2015

martes, 27 de enero de 2015

Entrevista: JHOSEP PALOMINO, PACO CAPARÓ y HENDRICK LA TORRE

“La muestra es de los alumnos, no del profesor”

Uno de los mejores montajes del 2014 fue Kapital, espectáculo presentado en el Club de Teatro de Lima por el colectivo El Sótano, integrado por alumnos y egresados del mismo Club. Los artífices de la pieza fueron Jhosep Palomino y Paco Caparó, ganadores de los premios del público y del propio balance por El Oficio Crítico a los mejores directores de comedia. Ellos se encargaron de dirigir al joven elenco, en el que se encontraba Hendrick La Torre, también ganador en la encuesta como mejor actor de reparto en su categoría. Caparó no solo es un experimentado profesor del Club, sino que también es autor de piezas de interés como Historietas o El gran ojo, y director de montajes como Tú no entiendes nada (2011) o Carne de mujeres (2013). Palomino ha intervenido como actor en montajes de diversos estilos como Mujeres (2009) o Cuento alrededor de un círculo de espuma (2011). Conversamos con los tres en el acogedor Club de Teatro de Lima.

¿Cómo comenzaron en el mundo de la actuación?

PACO: En mi caso empiezo engañando a mis padres, estudiando una carrera que odiaba (biología). Mi mamita, a la que adoro, me dijo que como me gustaban las películas de sangre, tenía que ser doctor. Descubro entonces el taller de teatro, al principio me moría de vergüenza, hasta que un amigo me animó con el pretexto de buscar chicas (siempre hay más chicas que chicos), pero desde el primer día que subí a hacer una escena, supe que era lo mío. Me sentía tan tranquilo, como pez en el agua, lo oculté a mis viejos por un buen tiempo. Mi primer profesor fue Áureo Sotelo Huertas, él es dramaturgo y en la universidad le daban el espacio para hacer sus obras, además eran obras combativas contra el régimen y fue mi divertido: en mi primera obra hice de un policía encubierto que detectaba infiltrados en la universidad, en plena época en la que empezaba a nacer el terrorismo, fue muy interesante.

JHOSEP: Yo llegué de pura casualidad. En el colegio jamás hice teatro, le tenía terror al escenario, yo quería ser músico. Acabé el colegio y tenía claro que quería entrar en el conservatorio, pero tampoco me dejaron postular. No acabé el primer ciclo de ingeniería civil y me puse a trabajar en una biblioteca. Ahí me quedó el taller de teatro, que lo dirigía Jorge Medina Moretti (actor en José, ¡hazte cargo!). Desde ahí empecé a engancharme. Siempre me hablaban de las escuelas, que había un tiempo de preparación, llego al Club y aquí arrancó todo.

HENDRICK: Yo empecé en el colegio, habían varios talleres y me dijeron que la profesora de teatro (Margot Córdova) era muy exigente. Así que por dar la contra, entré a teatro. Salgo del colegio, y en internet encuentro al Club, me recibieron la Sra. Zarela y el señor Melquiades. El Sr. D’Amore me interrogó, me dijo “matricúlate, matricúlate” y me quedé.

PACO: Yo llegué al Club por ser una alternativa cómoda para el bolsillo, yo vendía telas de casa en casa (risas); además, era cómodo, los horarios eran interesantes. Mi maestro fue Reynaldo D’Amore y mi compañera fue Susy Díaz, que dice que ella estudió en el Club, pero solo estuvo dos meses.

¿Qué me pueden decir del director del Club, el señor Reynaldo D’Amore?

PACO: Me enseñó que esto es la vida. Hace algunos años decidí que la única cosa que se iba a interponer entre el teatro y yo, iban a ser mis hijos y la gente más cercana a mí. Creo que en un momento el Sr. D’Amore sacrificó todo por el teatro. Yo sacrifico muchísimas cosas, pero el amor a los seres queridos no lo cambio. Además, no sé hacer otra cosa.

JHOSEP: Me gustaba cómo iba dando la introducción a su clase, era como muy niño (hace gestos), por ejemplo, sacaba su grabadora y grababa las voces. Era muy divertido, a pesar de su edad.

¿Qué cualidades debe tener un buen actor de teatro?

HENDRICK: Creo que es relativo, hay que trabajar todos los aspectos, puedes ser muy talentoso pero si no trabajas, te hundes. Y viceversa. Creo que no hay un prototipo.

PACO: Yo sí quisiera meterme ahí. Como profesor y actor de años, además del talento, debe haber constancia, creo que inclusive como único requisito. Más que el talento.

JHOSEP: Importa la preparación, la investigación y ahora que dicto, les digo a los alumnos que no existe una verdad absoluta, que no se queden solo con la clase, que busquen en internet, ahí encuentras todas las propuestas de todos los países, que exploren.

¿Qué es para ustedes el talento?

PACO: Uno nace con ciertas aptitudes, pero muchos alumnos que han venido solo para desarrollarse, madurar o soltar la timidez y han terminado siendo actores; y otros, que llegaban diciendo que iban a ser actores, y nunca más los he vuelto a ver. Yo estuve en algún momento a punto de abandonar por presiones familiares, pero no sé hacer otra cosa. Siento que he sido constante, terco, no sé si tengo talento, pero soy bien terco.

JHOSEP: Yo me sorprendo de seguir actuando, no me considero un gran actor. Lo he estado pensando mucho: no me gusta que me digan profesor, prefiero considerarme un aprendiz, me da más oportunidad de seguir aprendiendo y buscando, no quiero quedarme estancado.

HENDRICK: Opino que el talento tiene que desarrollarse, entrenarlo, tener constancia, uno nunca deja de aprender y estudiar. Me falta mucho para ser un profesor. Además, muchos maestros aprenden de sus alumnos también.

¿Cómo debe ser el director de teatro ideal?

HENDRICK: Que sepa escuchar, que tenga autoridad de mando, son dos cosas contrarias. Además, que sea confiable, que te dé la mano y te haga sentir a gusto.

JHOSEP: A veces, el director no permite la democracia, he trabajado con varios, entre ellos Diego (La Hoz, director de Especies), por momentos te dejaba volar y construir, pero cuando el tiempo se agotaba, ya pasaba a la marcación. Un director te sabe conducir, no debe darte las cosas masticadas.

PACO: El año pasado he dirigido tres obras y estaba en un auto-cuestionamiento. Es distinto dirigir alumnos y  otra cosa, actores. A los alumnos hay que reclamarlos todo, hasta que sean puntuales. Pero los actores con mucha experiencia también tienen su dilema, ellos hacen lo que saben hacer, tienen oficio y manejo del escenario, está en ti hacerles encontrar algo más. Prefiero trabajar con actores jóvenes, son más moldeables, ellos están con la onda de la pasión por lo que hacen. Woody Allen dijo una vez que si la película que va a dirigir se parece al menos en un 60% a la idea original que tuvo, entonces será un éxito. Yo diría lo mismo, el director llega con la idea clara, pero no tanto como para llegar solo a marcarla, debe ir escuchando lo que le ofrecen los actores. Por último, creo que todo este trabajo tiene que hacerse con placer, no ganamos mucho, nos sacrificamos bastante como para venir acá a pelear y a llorar. Yo hago esto por placer, porque me divierte y emociona.

Hablar del Club es también hablar de Sergio Arrau.

PACO: Fue mi profesor por tres años, mientras que Reynaldo D’Amore solo lo tuve seis meses. Sergio estaba harto de nosotros, nos decía: “¡Bodrios, fuera de aquí!” Creo que el Sr. D’Amore fue indiscutiblemente la gran figura del Club de Teatro, pero fue Sergio Arrau el que moldeó lo que soy ahora. Arrau es un tipo divertidísimo y sus clases era muy divertidas. Cuando estabas bien, no te decía nada; cuando estabas mal… ¡ven para acá y me vas a escuchar! (risas) Creo que la educación moderna tiene que ver mucho con darle confianza a los alumnos. Pero lo que yo les digo a los del tercer año (y último) cuando llegan a clase, que no pueden entrar treinta y salir treinta. ¡Es irresponsable! No van a tener espacios, van a tener que tomar las calles, tienen que hacer teatro no de sala, meterle otras artes. Un actor debe ser completo, la competencia está muy brava. Sergio nos soltaba mucho, por ejemplo con La cantante calva (que hicimos con Úrsula Mármol y Pold Gastello), la historia fue así: Sergio nos dio el texto y nosotros como ignorantes del teatro no sabíamos nada, nos pusimos simplemente a jugar. Sergio llegaba y decía esto, esto, esto y se iba. ¡Y así se hizo la obra! Todavía es muy recordada. Lo último que debe hacer un director es subirse al escenario y decir: ¡Haz esto! A veces es el último recurso. Aprendí de Sergio que la muestra del alumno es su muestra, no la mía, es de los alumnos.

JHOSEP: A mí me enseñó en la ENSAD. Mientras hacíamos improvisaciones, podía jurar que lo veía durmiendo, me detenía a pensar en el ejemplo que nos estaba dando y de pronto decía: ¿Por qué paran? Levantó la voz, se paró, gritó: ¡Qué falta de respeto! y se fue al cafetín a pensar si volvía o no. Gritaba: ¡Por qué hay tanta gente acá, por qué no se van al Club de Teatro! (risas)

¿Qué significa para ustedes el riesgo en el teatro?

HENDRICK: Recuerdo una frase que dice: “El actor tiene que salir a escena y desnudarse completamente”. Debe jugar con las sensaciones que puede obtener. Una vez leí que el actor era una persona dividida en tres: el actor que está actuando ante los demás; el público que está viendo en el escenario al actor; y el que critica. Debe jugar mucho, con el respeto debido al público para sacar cosas de uno mismo, que uno ha visto y que sabe.

JHOSEP: Hacer teatro independiente ya es un gran riesgo, es atreverse a encontrar nuevos caminos, a fusionar, a proponer. Como en Kapital, es salir de esta comodidad del teatro normal, es romper, desmoldearse de los libros, de la enseñanza clásica y jugar con todo, con las voces, la escenografía. ¡Eso es arriesgar dentro del teatro! Encontrar diferentes ángulos y hacer al público cómplice de la obra.

PACO: Básicamente es salir de esta zona de confort, con dejar de imitar al maestro (como dije en la premiación), en lugar de buscar el camino propio. No nos quedemos con lo políticamente correcto. ¡Hay que llevar las cosas al límite! Transgredir los espacios, no solo es el escenario, también son los corredores, la sala de espera. En los tres espacios en los que hicimos La niña se mató y punto exploramos y jugamos. Cualquiera que hace teatro arriesga, pero yo hago teatro independiente: cuando veo una obra que tuvo 1500 personas de espectadores, me parece maravilloso; pero yo, con 500, estoy llorando en el piso de alegría, y esas personas me cuestan. Yo no puedo publicar  un anuncio carísimo en El Comercio. Con ese dinero me hago cinco obras. Es como en el cine independiente americano: tiene un público pequeño, que quiere divertirse y no quiere pensar mucho, pero sí quiero que descubran cosas nuevas, sensaciones distintas. Un espectáculo no tiene pierde cuando es variado, eso es lo que intento hacer. ¡Además no hay nada nuevo! Todo se ha descubierto ya. Con Kapital, jugamos con los espacios, eso fue un riesgo, no sé si el señor D’Amore me lo hubiera permitido, y de repente se hubiera opuesto al inicio, pero creo que finalmente lo hubiera aceptado. No sé si por el cariño o porque hubiera creído en el proyecto.

Tanto Jhosep, Paco y Hendrick aseguran que la puesta en escena de Kapital regresará a los escenarios, una vez que hagan las coordinaciones del caso. Paco asegura también que las obras Carne de mujeres y Café y rejas tendrán su reestreno este 2015. ¡Toda la suerte para ellos!

Sergio Velarde
27 de enero de 2015

domingo, 25 de enero de 2015

Entrevista: SEBASTIÁN EDDOWES

“Me siento más cómodo cuando el director trae más preguntas que respuestas”

“Cuando estaba en Tercero de Secundaria quería ser director de cine, y entré al taller de teatro sin mayor compromiso”, recuerda Sebastián Eddowes, designado por El Oficio Crítico como el mejor actor de reparto de Drama por la obra Dubái de Victor Falcón. “Al principio lo tomaba como un hobby, pero en la facultad de Filosofía, hicimos como jugando un grupo de teatro y fuimos a Yuyachkani. En ese momento, todo cambió.” Uno de los consejos que Sebastián recibió del director Miguel Rubio fue que hacer una primera obra era meter la pata por todo lo alto, y eso estaba bien. Precisamente en Yuyachkani, y gracias a su labor como cronista, conoció al Colectivo Ámbar, agrupación que lo llevó a su vez a tomar contacto con el  destacado grupo Malayerba, integrado por Arístides Vargas y Charo Francés. “Creo que la lección que aprendí en Malayerba fue que lo que me salía del corazón y las entrañas, era el insumo para empezar a construir un teatro verdadero.”

“No me siento capaz de dar pautas, pero creo que lo más importante para un actor de teatro es amar profundamente lo que está haciendo”, menciona Sebastián. “Debe haber mucho esfuerzo y empeño, además de mucha honestidad en el trabajo: creo que hablar de lo que a uno le mueve es fundamental.” Por otro lado, consultado sobre cómo sería su director de teatro ideal, asegura sentirse “más cómodo cuando el director crea con el equipo y no impone sus ideas; felizmente con todos los directores con los que he trabajado, he tenido eso. También debe tener la capacidad de escuchar y sentir mucho amor por lo que hace.” Dice sentirse más cómodo cuando “el director viene con más preguntas que respuestas, aunque en último término sí tendrá que encontrarlas.”

Dubái y la dramaturgia peruana

“Para mí fue una suerte enorme que Eduardo Adrianzén me llamara para trabajar con él en un montaje teatral”, nos cuenta Sebastián. “Para mí fue alucinante porque nunca me habían llamado como actor, yo siempre gestiono mis propios proyectos, fue algo muy feeling.” Solo le tomó 20 minutos de lectura para aceptar entusiasmado el proyecto que llevaba por nombre Dubái. “Desde que leí el primer monologo dije que sí, quedé fascinado por el material. Trabajar con el director Gonzalo Tuesta, su asistente Alejandra Núñez y la productora Nazaret Ortiz fue muy divertido y bacán, me tuvieron mucha paciencia.” Ernesto Ballardo, uno de los compañeros de Sebastián en Dubái, bromeaba con él diciéndole que todo el elenco era un grupo de adolescentes malcriados. “Todos nos entendíamos, las discrepancias se hablaban con naturalidad, el conflicto estaba dentro y no fuera de escena.”

El nombre de Sebastián Eddowes no le es desconocido a El Oficio Crítico, pues ya había participado dentro del balance anual del 2012 como dramaturgo, por la pieza Nunca estaremos en Broadway. A la pregunta: ¿Fue el 2014 el año del boom de la dramaturgia peruana?, el actor nos contestó que las obras que más le impactaron “se publicaron en el 2013 en Sala de Parto y gracias a ello, sus respectivos montajes fueron posibles, especialmente La cautiva de Luis Alberto León, Sobre Lobos de Mariana Silva y Katrina Kunetsova y el clítoris gigante de Patricia Romero.” También cree que, si bien desde el 2013 se han escrito textos extraordinarios, esto no significa que no existan ya numerosos textos peruanos maravillosos, aunque quizás no con la difusión que ameritarían. Adiós al camino amarillo de Jaime Nieto, Kamikaze de César de María o Azul resplandor de Adrianzén, por ejemplo. Tenemos obras fabulosas que piden a gritos ser más leídas y más montadas.”

Los problemas de La cautiva

Sobre la investigación por apología al terrorismo iniciada por el Estado contra la obra La cautiva, Sebastián piensa que es “una acusación infundada, y además es peligroso que el Estado se meta a normar el arte. No termino de comprender lo que es apología al terrorismo, pues presupone que el espectador no tiene capacidad crítica y aceptará feliz lanzarse a la violencia. En todo caso, debería venir acompañado por un crimen de apología a la dictadura. También me preocupa que se nos prohíba hablar de ciertos temas nacionales.” Pero también teme que se esté generando una burbuja. “No creo que hayamos llegado a ese punto, pero si atacamos al resto diciéndole que no sabe lo que es cultura y nos empezamos a polarizar, no se construye ciudad.” Para Sebastián, en Lima “nos acusamos de todo, de rojos, de caviares, de hipsters, de fachos, de lo que sea; siendo pragmático, no construimos público y un teatro sin público no tiene sentido ni económico ni social”, puntualiza.

Si bien es cierto, esta supuesta investigación ha sido dejada de lado, Sebastián asegura no estar tan seguro de ello. “He leído en redes sociales comentarios viscerales de personas que no han visto la obra, pero también de otras que la han visto y sí tienen objeciones, con las que no estoy de acuerdo para nada, pero no por eso podemos ignorarlas.” Por otro lado, tiene miedo que se esté generando en Lima “una movida cultural de espaldas a la mayoría de la población limeña. Por ejemplo, hay iniciativas teatrales de colectivos como Arena y Esteras o el FITECA no vinculados con el gran “boom” del teatro peruano que está en Miraflores, San Isidro o Barranco. No tengo nada en contra de él, pero no sé si estamos generando una movida ciudadana que es un poco el objetivo. Nos quejamos que no hay público, pero tampoco nos esforzamos necesariamente en conseguirlo. Éstas, de todas formas, son más interrogantes que críticas.”

Nuevos proyectos

Sebastián participará en varios proyectos en este 2015. “Hemos seguido con el proyecto de Malanoche de Arístides Vargas (estrenado el año pasado en El Galpón Espacio por el colectivo Espalda de Bogo), se presentará en Brasil en un encuentro de teatro de jóvenes, junto a Vida de miel… del grupo Panparamayo, como representantes de Perú.” Siente que en su brevísima temporada, no tenían claridad sobre el producto y hubo problemas que no identificaron a tiempo, pero el hecho de mostrarla al público les dio mucho feedback. Malanoche en el Galpón fue ante todo, una investigación que quizás se nos desbordó un poquito, el problema fue seguir al pie de la letra el texto. Ahora, siguiendo una recomendación del mismo Arístides, nos lo hemos apropiado. Lo que está claro es que es una obra sobre la evasión de la memoria y de la violencia, y cómo esta presencia invade lo cotidiano.”

Como dramaturgo, Sebastián tiene tres textos engavetados en su primera versión. “Yo exploro mucho, tengo los textos en distintas etapas y no puedo decirte sus nombres, ya que estoy pensando en mandarlos o no a concursos; así, si no gano puedo decir que nunca concursé.” También está apoyando a la producción del colectivo Ámbar en la realización del evento Perú En Escena, que consistirá en cuatro días de puro teatro de todas partes del Perú en la ciudad de Ica. “Así como Dubái, con suerte algo más saldrá de la nada”, concluye Sebastián. Todos los éxitos para él en este 2015.

Sergio Velarde
25 de enero de 2015