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sábado, 2 de agosto de 2025

Crítica: LA CAÍDA


La vida se observa mejor sobre el escenario

En esta obra, Italo Panfichi y Mónica Vergara apuestan por una experiencia escénica interdisciplinaria. Una obra que combina teatro, danza, performance y música. Todo con el objetivo de hacer que el espectador reflexione sobre el mundo que habitamos, pero no solo a través de historias o de alguna narración oral, sino a través de lo sensorial y poético.

Con un elenco conformado por Robert Julca, Mauricio Coronado, Flavia Santillán y Mónica Vergara sobre el escenario, La caída nos propone replantear nuestra propia existencia en este mundo, sobre todo en estos tiempos en los que todo se siente tan inestable y efímero. Si bien no cuenta con una estructura clásica de contar una historia, nos propone una narrativa disruptiva que se va más por lo experimental: vemos a los artistas haciendo cosas totalmente diferentes, desde comer una sandía hasta hacer ejercicio, todo muy sensorial y bastante parecido a la vida cotidiana de cualquier espectador. 

Esta puesta en escena nos plantea cuestionarnos a nosotros mismos sobre nuestra propia existencia, pero no con un objetivo moralista, tampoco te plantea una solución en sí, simplemente es representar y experimentar; cada persona del público puede percibir cosas totalmente distintas, no hay una guía o una pauta sobre qué sentir o ver, todo es libre, y es ahí donde radica su rareza e innovación.

Un espectáculo bastante refrescante que nos permite seguir presenciando cómo las artes escénicas van cambiando y evolucionando, fusionándose y encontrando nuevos espacios en los cuales coincidir para poder seguir transmitiendo no solo mensajes, sino también sensaciones al resto de las personas.

Barbara Rios

2 de agosto de 2025

Crítica: LA SEMILLA DE AURORA


Recordando a Túpac Amaru

En esta ocasión, Pukio Teatro nos trae de regreso a Reynaldo Arenas, legendario actor conocido por interpretar a Túpac Amaru en varias representaciones. En esta puesta en escena, basada en una obra inédita del dramaturgo peruano Carlos Tosí y dirigida por Claudine Duarte, vemos a un Túpac Amaru II más decidido que nunca y sin temor de enfrentarse a quienes representen una amenaza tanto para él como para los suyos.

Con una escenografía modesta pero precisa, la obra sumerge al espectador en un ambiente lúgubre y de conflicto, tensión e impotencia por las injusticias cometidas contra Amaru II y su comunidad. Acompañado de un talentoso elenco conformado por Renzo Morales, Lando Bartac, Fernando López, Cinthya Carbonell y Fernando Mena, la historia nos remite a los días previos a la ejecución de Amaru II, cómo se enfrenta a sus carceleros y es víctima de maltratos constantes contra él.

Ver esta obra nos recuerda que aún hay heridas sin sanar, heridas del pasado que siguen abiertas y cada tanto vuelven a sangrar, pese a que se creían ya suturadas. Vemos en el personaje de Arenas a todo peruano que, pese a las adversidades, no se rinde, que aunque por fuera esté vencido, por dentro sigue con el espíritu inquebrantable. Cada personaje aporta lo suyo a la obra, cada interpretación despierta distintos sentimientos en el público y diversas opiniones, pero de alguna manera todos coincidimos y nos unimos en la imagen de Túpac Amaru II.

Es un espectáculo que nos invita a imaginarnos un futuro diferente, quizás muy utópico, un final de cuento de hadas de Disney, pero para eso están las historias, el teatro, para imaginar lo imposible, hablar al respecto, salir de la sala con una nueva mirada.

Barbara Rios

2 de agosto de 2025

martes, 29 de julio de 2025

Crítica: LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE ERNESTO


La importancia de hacer reír sin perder el mensaje

Llegamos a La Vaca Multicolor a ver la última función de La importancia de llamarse Ernesto. Esta adaptación de la famosa comedia de Oscar Wilde, que se estrenó en 1895, tres meses antes de ser condenado a prisión por indecencia grave, debido a su homosexualidad, prescinde de los fastuosos escenarios de producciones mayores (como la adaptación cinematográfica) para ubicarnos en una sala discreta, pero con elementos típicamente británicos, como la vajilla del té, los postres infaltables a media tarde y elementos de vestuario sencillos, pero fácilmente identificables para el contexto. Prescinde también de personajes como el criado o el mayordomo y recurre al diálogo con personaje ausente para la breve participación del reverendo Casulla. Así, nos concentramos en dos muchachos, dos muchachas, la tía de uno de ellos y además madre de una de ellas y una extraña institutriz, para disfrutar una clásica comedia de enredos. 

El espacio del teatro nos acerca a la historia, pero también a su dinamismo. Todo fluye ágilmente en las dos salas, una en la ciudad y la otra en el campo, en donde se consuman los enredos provocados por dos muchachos que juegan a la doble identidad, como falsos “Ernestos” en ambos casos, sin advertir lo que llamarse Ernesto podría significar para sus pretendidas. Pero, más allá de la confusión, el enredo devela la hipocresía de esos personajes y con ello, la decadencia de la clase social a la cual pretenden ascender. El juego de palabras con las que Wilde tituló su obra, ha llevado a traducirla como “serio” u “honesto”, por el sonido de Ernest en inglés, aludiendo, por oposición, a las mentiras de sus personajes, como la base de toda la trama.

Ni la comicidad continua de la puesta ni las exageraciones farsescas nos distraen del mensaje del autor; por el contrario, lo afirman, manteniendo una eficaz congruencia entre el objetivo y los recursos. En una entrevista, Isabel del Castillo, directora de la obra, hizo referencia al “desafío de intentar mantener la comicidad inherente a la obra, pero sin perder esa esencial profundidad humana”. Y lo logra. Como también consigue “crear una atmósfera especial para el público y redefinir, juntos, la idea del teatro clásico como algo cercano y vital”, según manifestó en esa misma entrevista. Esa cercanía no solo es física, por tener a los actores a centímetros de distancia, sino profundamente sensorial y reflexiva.

El público se divierte de principio a fin y eso tiene como fundamento las buenas actuaciones del elenco, compuesto por la experimentada y talentosa Pilar Núñez (del colectivo Cuatrotablas), Sandra Melgarejo, Oscar Aguirre, Hanks Sarmiento, Andrea Andrade y Hebe Sánchez.

David Cárdenas (Pepedavid)

29 de julio de 2025

Crítica: SE NACE DOS VECES


Testimonios

No cabe duda de que hay historias que dejan huella, historias que podemos escuchar una y mil veces y siempre nos van a dejar impactados. Pero ver un testimonio plasmado en escena con ese toque mágico que tiene el teatro, hace que sea aún más impactante y admirable.

Se nace dos veces nos lleva a recorrer historias distintas y muy distantes, que quizás lo único que las une en ese momento es el escenario y las ganas de cada actor y actriz de contar su experiencia. Ver en escena a estos personajes con esas ganas de contar, no solo con la palabra, sino también con el cuerpo, con sus acciones y con toda esa energía que se necesita para poder hacer una buena puesta en escena, resulta muy impactante y conmovedor; uno puede conmoverse hasta las lágrimas. Podemos ver cómo las historias se van tejiendo escena a escena, logrando que uno quede atrapado por la narrativa visual.

La obra no posee muchos elementos, pero sin duda ello permite que, como espectadores, podamos sentir con mayor intensidad la energía y el compromiso de cada uno de los actores y actrices, y ver cómo convierten cada elemento en un medio para narrar, para hacerlo parte de su historia.

Esta puesta en escena está dirigida de manera magistral por Mariana de Althaus, quien también se encargó de la dramaturgia. Ella logra que el elenco tenga una gran química, una que se siente en cómo cada actor apoya y juega con su compañero en escena.

Se nace dos veces termina siendo una puesta en escena que nos lleva a viajar, entre risas y lágrimas, por experiencias de vidas distintas, pero que nos dejan conmovidos. Un final simplemente sorprendente y lleno de energía hace que uno salga de la sala con esa sensación de haber visto una buena puesta en escena.

Javier Gutiérrez

29 de julio de 2025

Crítica: YO SOLO QUERÍA UN ABRAZO


Una triste fiesta y el deseo de un único regalo

En Yo solo quería un abrazo, Sebastian Alva hace su debut como director, junto a un elenco de actores y asistentes muy comprometidos con el proyecto. Su propuesta es dinámica, tanto por la búsqueda de interacción con el público, como por el juego entre sus personajes, quienes dan vueltas en una ruleta emocional en la que también terminan por incluirnos. Los temas que presenta, a pesar de su complejidad, son abordados de forma lograda; esto lo podemos atribuir igualmente a la escritura de Fabrizio Saavedra y la labor de adaptación de Christopher Cruzado. Queremos llamar la atención sobre este punto, ya que puede ser difícil tratar temas de salud mental y afectiva sin caer en reflexiones ligeras: a nuestro parecer, no hay mayor condescendencia con sus personajes, ni consecuencias que no merezcan; se los reconoce como jóvenes con fuertes problemas emocionales y con poco cuidado de los adultos que los rodean, quienes además nunca aparecen en escena. Así, envueltos en una comedia trágica, generan vínculos poco sanos entre ellos; esto les da la ilusión de estar acompañados, pero que, por lo mismo, no les libra de experimentar más carencias, traiciones, presión y sufrimiento.

Un detalle importante que nos gustaría destacar de la obra es el de sus actuaciones. En primer lugar, a Maria Paula Arana como Alba, quien nos ofrece un personaje con gran sensibilidad, a pesar de las expectativas sociales que parecen, a primera vista, encasillarla y coincidir con la idea de una chica superflua. Por su parte, Moisés Vera y Daniela Ríos nos muestran la relación de los hermanos Nelton y Andrea, donde se mantienen en conflicto cierta competencia por el favor de los padres y los demás, pero también el cariño por el otro. Además, los tres amigos, interpretados por Jairo Díaz, Gonzalo Candela y Gustavo Ipa, igual en apariencia se ven burlones y machistas; la dramaturgia no intenta para nada excusar sus actitudes, pero sí echa luz, inteligentemente, sobre motivos a los que responderían tales conductas. De esta manera, asistimos a una infeliz celebración de cumpleaños, donde el regalo más esperado es la compañía de la persona en quien se vuelcan todas las expectativas de amor. Así, atravesados por la falta, Nelton y Alba se ven envueltos en una relación tóxica que solo les genera más vacío. 

Aunque ya se terminaron las funciones de Yo solo quería un abrazo, esperamos que el público pueda disfrutar nuevamente de la obra. Con bastante expectativa, seguiremos pendientes de los futuros papeles de sus actores, así como de próximos proyectos de Alva. Asimismo, nos alegra que el Teatro de Lucía apoye propuestas tan atrevidas, teniendo en cuenta los temas abordados y la restricción de edad; de este modo, también permite fomentar el interés por el teatro entre un público más joven y que busca constantemente nuevos relatos.

Jimena Muñoz

29 de julio de 2025

Crítica: AMORES DE PEÑA


Historias compartidas

Nos encontramos, sin duda, con una puesta en escena que cuenta con las brillantes actuaciones de Ericka Villalobos, Hugo Salazar y Francisco Luna, quienes dejan ver su experiencia y su calidad actoral, titulada Amores de peña. Una propuesta que combina el teatro y la música, ofreciéndonos una experiencia inolvidable para cada espectador, con una trama que nos mantendrá atrapados de principio a fin.


Podremos ver cómo la música peruana y la esencia de parte de su cultura se confunden en un escenario, donde tres almas desoladas y decepcionadas del amor se encuentran sin tener conciencia, que comparten algo más que una mesa. Quizás comparten no solo experiencias de desamor parecidas, sino también unas ganas inmensas de amar y ser amados.


Indudablemente, la música hace que podamos vivir la historia con mayor intensidad. Las risas no faltan, ya que la puesta en escena tiene esa comedia natural que hace que el espectador se descubra riéndose a carcajadas.


Producida por Scenika y dirigida muy acertadamente por Tommy Párraga, y con letra escrita por Francisco Luna, la obra resulta en una ecuación perfecta, que nos lleva a gozar del espíritu de la peña: ese lugar de reunión, reflexión y celebración.


Ideal para estas fechas, cuando el patriotismo brota a borbotones, esta puesta en escena nos hace sentir la alegría, los buenos momentos, la calidez y, al mismo tiempo, lo frustrante de esa peña llamada Perú. Sin duda, Amores de peña es una gran puesta en escena que, más allá de la risa y el buen momento, nos lleva a reflexionar sobre nuestro Perú y esa historia que amamos, con desamor, esperando levantarnos y celebrar.


Javier Gutiérrez

29 de julio de 2025

domingo, 27 de julio de 2025

Crítica: DISTORSIONADA


Dramaturgias jóvenes, conflictos urgentes

En el marco de la actualidad y la inserción teatral de nuestro país, surgen distintas propuestas artísticas que responden a las percepciones de la sociedad. Una vez más, esto ocurre en el Teatro Esencia de Barranco, esta vez bajo la mirada de alumnos escénicos que están a punto de egresar. Presentan una propuesta que no le es ajena al medio audiovisual; al contrario, dialoga con él de forma oportuna y concreta, planteando la importancia del amor propio en la adolescencia. Distorsionada es un proyecto final de carrera dirigido por Patrick Quevedo y Aoki Delgado, escrito por Renato Guerra y Joanne Roman.

En escena vemos a Naydelly Celeste Elías en el rol de Lizbeth, una joven conflictuada por su imagen y su presencia en redes sociales. Elías transmite la inocencia del personaje con naturalidad, aunque en algunos momentos el exceso de gesticulación facial juega en contra, ya que no se alinea con el código escénico de la obra.

También es relevante destacar la construcción del personaje Liz Wiz, a cargo de Joanne Roman. Cuando aparece, podría pensarse que caerá en el cliché del avatar o la inteligencia artificial. No obstante, Roman evita esto con una composición precisa: movimientos pausados, robotizados y justificados. Cuando se trabaja con elementos tan cercanos al público, el actor debe apropiarse del personaje desde su sentido, no solo desde la forma. Y en este caso, lo logra.

La obra se enmarca dentro del teatro contemporáneo, rompiendo con estructuras tradicionales mediante una narrativa fragmentaria y episódica. Esto permite contar la historia de una chica que está a punto de ser distorsionada. En ese sentido, la dramaturgia de Roman y Guerra apuesta por nuevas formas de representación que reflejan conflictos actuales.

En conjunto, se trata de un montaje cuidado, tanto en escenografía como en iluminación. Por momentos, la acción tiende a caer debido al timing de ciertas ejecuciones y diálogos; quedan algunos vacíos escénicos sin resolver. Aun así, la propuesta cumple su objetivo y nos recuerda la importancia de la autoaceptación, utilizando al avatar como una figura de contraste. Un texto accesible, que se alinea con los lenguajes contemporáneos sin dejar de ser reflexivo.

Juan Pablo Rueda

27 de julio de 2025

Crítica: APOFENIA


Pena, ternura y anhelo de unión

Al entrar a la sala, te recibe un escenario ya vivo: dos jóvenes actores se desplazan, calientan, respiran el espacio. No esperan la tercera llamada para aparecer; ya están presentes, como si sus cuerpos recordaran que el pasado nunca termina de llegar. A los costados, una serie de vestuarios —un traje militar, ropa andina, zapatos, ojotas— sugieren múltiples vidas por encarnar. Todo está dispuesto: en el centro, fotografías, documentos y escritos, organizados como una escena de detectives, invitan a reconstruir una historia fragmentada. La historia es dura, conocida y todavía abierta: el conflicto armado interno en el Perú.

Vestidos de negro, como suele hacerlo el estudiante de artes escénicas, los actores comienzan con monólogos que evocan los años 80 y 90. Lo que sigue son escenas entrelazadas: una madre andina busca con desesperación a su hijo desaparecido, enfrentando la frialdad de un militar que le niega respuestas; unos estudiantes se interrogan sobre los desaparecidos de La Cantuta; unos niños armados, atrapados entre promesas rotas y el miedo, sueñan con regresar a casa. En otra escena, una hija conversa con su padre, un militar que participó en el conflicto. La ternura se mezcla con la memoria y el juicio.

Las escenas no son simples representaciones: están atravesadas por pausas reflexivas en las que los actores se preguntan —y nos preguntan— si es posible contar este dolor sin violentarlo. ¿Cómo narrar desde la ética, desde la humanidad, desde la empatía? La obra no busca enseñar ni moralizar, sino compartir, reconstruir y, sobre todo, no olvidar.

La dirección de Ibrahim G. Monrroy permite que cada historia resuene profundamente, tocando no solo al espectador sino al ciudadano. El trabajo corporal —las caídas, los golpes, las tensiones físicas— no solo conmueve, sino que activa el cuerpo como archivo. Los objetos escénicos, usados poéticamente, complementan la carga simbólica de cada escena.

La dramaturgia de Marcelo Farfán transita con sensibilidad entre la pena, la ternura y el anhelo de unión. Cada personaje se manifiesta desde los cuerpos potentes y honestos de Andrea Marquina y Víctor Bullón, que encarnan las memorias con fuerza, pero también con vulnerabilidad. Son cuerpos que recuerdan, que resisten, que preguntan. Y que nos recuerdan que abrir el cofre de nuestro pasado es doloroso, sí, pero también necesario.

Edú Gutiérrez

27 de julio de 2025

martes, 22 de julio de 2025

Crítica: HILADAS


Cordones, Sogas, Madre, Hija

Una actriz invade el espacio (Moca), hay tejidos en la pared central y un hilo grueso enredado que avecina desde la entrada. La presencia de la mujer es misteriosa, su corporalidad dibuja sensaciones con sus brazos, sus caderas, su rostro que se transfigura constantemente, sus dedos expresivos, sus piernas cuentan historias. Ella se manifiesta, dice algunas cosas, la voz es un timbre delicado y a la vez potente, retumba el lugar, sus ecos son acompasados, algo hipnotizante se muestra en la vibración del sonido.

Aparece la segunda actriz: ella es más joven (Jazmín Fernández), invade desde el fondo del escenario, desciende las escaleras, como si de un ángel se tratara. Hay una fuerza en su mirada, la fortaleza de sus pisadas y su postura decidida es enigmática ante la expectación de la sala; el encuentro de ambas, es una sensación tierna, un choque de fortaleza y debilidad, pero no la debilidad del débil imperecedero, sino la fragilidad de un momento quedo, de un permitirse débilmente amar, con pasión con entrega completa, un amor que trasciende los errores y las culpas o a veces solo malos entendidos. Ellas son madre e hija, juntas realizan una secuencia corporal verbal precisa y bien ejecutada, hay un buen ojo para dirigir tremendas personalidades, el trascurso de la historia trata sobre una relación de una madre y una hija, con sus pesares, sus sentires, sus dejares.

Lo más interesante es lo que causan ellas, hay una tormenta en su mirada, hay un trueno en sus pies, ambas parecen mimetizadas; la hija juega muy bien con el tiempo, se convierte en niña con la mirada tímida, sus trenzas inseguras enredan cariños y mimos, se torna adolescente con los ojos tercos, los brazos curiosos y el cuerpo aperturado a la ficción; crece, se casa, parte, se va, retorna. Todos estos momentos son acompasados por una presencia poderosa, la madre sacude sus cabellos y envuelve la expresión de la niña, arrulla la duda de la adolescente, tiñe de colores la decisión y el vestido de novia de la mujer.

El vínculo, que ambas componen, tiene una conexión más allá del cuerpo, su trabajo espiritual muestra una conexión áurica, un reflejo energético, una sensación que se acuna en nuestro corazón. El texto pasa a segundo plano por un instante, la sensación, el sentir explota en mi interior, me gusta la lucha que se desencadena entre ellas, hay un cuchillo que es un símbolo potente; es utilizado para romper cosas, para lastimar, para asesinar dependencias. Los momentos oníricos son especiales, los cuerpos se deforman, las miradas brillan con fuego de volcán en la oscuridad.

Una canción siempre suena en el espacio (Mi niña bonita), es el momento artístico de la madre, su cuerpo adquiere otro sentido, hay una docilidad en el manejo de energía muy particular, único; muestra la originalidad de la intérprete y se siente su trayectoria espiritual, su espíritu basto y pleno. 

Las luces son simples, la presencia de ambas actrices enciende el lugar, acomoda los rincones y enaltece los colores, el uso de los objetos es particular, la presencia de una soga larga, tejida como un cordón umbilical permite que ambas se transfiguren en otras cosas, otros seres u otros estados de la materia; el no ser, la madre, la hija, pero también su negación, su no existencia o los recovecos absurdos que guardamos entre las partes de nuestro cuerpo. Hay pocos objetos dentro del espacio, una silla, un cubo y nada más; son distribuidos inteligentemente, hay una astucia espacial y de desplazamiento, una sensación me alude a la danza, como si ellas bailaran, quizá solo es un sueño más que se acurruca dentro de mis entrañas.

Rescato mucho el manejo de la voz, el lugar vibraba sus tonos, sus matices de forma muy elegante y llamativa saltaban, ambas voces se mesclaban con silencios, con retumbos, con exasperaciones y miedos. Los cuerpos se entendían muy bien, laxos, infinitos, atados a un mundo aparte desde la sombra de su presencia; los movimientos muy juguetones, espontáneos, perfectamente ecualizados como los timbres y como las cavilaciones del pensamiento entre los vínculos amorosos de la madre y la hija.

El texto es muy bueno (escrito por Sofia Rojas), su gramática, su literatura y sus versos, es ecuánime y fluye como el agua en un rio, suena armonioso por la cualidad de las actrices, pero camina orgánicamente por su cualidad esencial por su composición. Reflexiones miles dentro de mi mente, cómo alguien ama tanto, a mí me amarán tanto me pregunto; mi madre tal vez es la única que pueda amarme tanto, los hijos amamos distinto, porque miramos después. En cambio, los padres y la madre específicamente nos miran primero, esa mirada es una dirección de cariño que se devuelve en el rebote de nuestros ojos; hay un hilo, por eso se teje, por eso se alude a esas texturas, una conexión tan grande que se materializa en texturas invisibles como el cordón que en algún momento anido las voces y los corazones de la familia.

Moisés Aurazo

22 de julio de 2025

Crítica: FESTIVAL CORAZÓN ABIERTO


Un recordatorio de que amor es amor

Hoy en día que la apatía e indiferencia se han vuelto tan comunes, llega Agenda diversa con una nueva propuesta escénica que tiene como propósito mostrar las diversas formas de amar y cómo se dan en lugares tan impensados como cotidianos. Historias que conmueven y llaman a la reflexión, especialmente es un llamado a la aceptación de lo diverso, de lo que muchas veces escapa de la errónea concepción de lo “normal”. Son tres obras breves que te invitan a ver más allá de lo establecido y abrazar las diferencias.

La primera pieza, Era mi vida él, de Juan Velazco y dirigida por Josué Parodi, nos muestra un breve encuentro entre Graciela (Cecilia Tosso) y Xiomara (Lesly Quispe). Un encuentro accidentado al inicio, pues Graciela es una anciana conservadora, mientras que Xiomara es una joven trans, lo cual causa molestia y hasta indignación en Graciela. Sin embargo, a medida que transcurren los hechos y Graciela va conociendo mejor a Xiomara, se da cuenta de lo mucho que tienen en común y que ambas tienen mucho que aprender la una de la otra.

La segunda pieza, Cardo o ceniza, de Regina Limo y dirigida por Piera del Campo, nos pone como espectadores de una historia de amor entre Nancy (Andrea Miranda) e Isabel (Lia Camilo), pero que en un inicio se niega a ser eso, y vemos cómo al compás de la canción Cardo o ceniza la situación se va transformando. Sin embargo, no se trata solo de eso, también nos muestra los dilemas a los que se enfrentan las mujeres en la industria de la publicidad, las frustraciones y otros aspectos de los cuales no se habla.

La tercera y última pieza, Un lugar para los dos, de Andrew Taype y dirigida por Juan Velazco, nos muestra el final y el inicio de dos tipos de amores. Ricardo (Luciano Perochena) y Miguel (Francesco Bacilio) están en una relación, y todo parecía ir bien, hasta que los prejuicios y estereotipos de una sociedad conservadora influyen en uno de ellos, rompiendo para siempre el vínculo que los unía. No obstante, llega Jesús (Inti Carbajal) inesperadamente a la vida de Ricardo para devolverle las esperanzas en el amor y recordarle que no tiene nada de malo no seguir con las expectativas impuestas por dicha sociedad.

Las tres puestas, sumado a los pequeños momentos musicales que iban entre cada presentación, envolvían al espectador en un ambiente cálido y de aceptación; se sentía mucho el cariño que cada actor le puso a la interpretación de sus personajes, así como la dedicación de sus directores. Se sintió a todo un equipo que trabajó con el corazón en la mano y lo entregó todo a un público que estaba ahí dispuesto a verlos, aceptarlos y celebrarlos.

Barbara Rios

22 de julio de 2025

domingo, 20 de julio de 2025

Crítica: HIELO EN LA SANGRE


Una profunda narrativa y el retorno de un espacio emblemático

El Teatro Racional ha sido un espacio importante para las producciones teatrales de la capital; luego de varios años en pausa, este reapertura sus puertas con una intensa puesta en escena: Hielo en la sangre, escrita por Claudia Sacha, bajo la dirección de David Carrillo, quien también la protagoniza, junto a Celine Aguirre. 

La narrativa nos presenta a dos hermanos que se reencuentran en una clínica debido a que su madre ha caído en coma. Estos personajes, cual dos caras de una misma moneda, son opuestos, pero con más en común de lo que quisieran; unidos no solo por la sangre, sino también por los quiebres de su salud mental. Él, práctico y realista; ella, de notable inteligencia y optimismo exacerbado. Ambos se sumergen en un conflicto que los hace confrontarse con el pasado, y con un presente lleno de incertidumbre. Sin duda, la dramaturga plantea un escenario tenso, brutalmente honesto y despojado de concesiones, donde la dinámica de los vínculos filiales se observa bajo una suerte de microscopio, a través de las entregadas actuaciones de Carrillo y Aguirre, siendo esta última quien encarna el rol más recalcitrante, ejecutado con firmeza. 

Producida por Yestoquelotro, la representación escénica se compone de los elementos justos para recrear una sala de espera, y los cambios de luces son el apoyo principal entre escenas; prevaleciendo la palabra, cuyo peso es determinante para el desarrollo de la historia, que se extiende entre términos científicos, reclamos, alucinaciones, entre otros. 

Hielo en la sangre es una propuesta aguda que invita al espectador a cuestionarse: ¿Qué pasaría si fuera uno de estos personajes? Además, ofrece una perspectiva real de la problemática de la salud mental y los conflictos que estas condiciones generan en el entorno familiar, poniéndose a prueba virtudes como la paciencia, la comprensión y el amor.

Maria Cristina Mory Cárdenas

20 de julio de 2025

sábado, 19 de julio de 2025

Crítica: RECONSTRUCCIÓN


El duelo como un espacio físico

Reconstrucción, escrita por Renato Hidalgo y dirigida por Mauricio Coronado, es una obra que marca el cierre de un proceso de aprendizaje para los estudiantes de la carrera de Artes Escénicas. La propuesta busca explorar el duelo y las emociones reprimidas desde un lenguaje juvenil. La historia comienza con tres personajes (Ariana, Pedro y Lorena) que llegan uno por uno a una fiesta que no existe y terminan atrapados en un lugar en construcción, que resulta ser mucho más que un simple local: es un espacio que los enfrenta con sus propios dolores y miedos.

La idea es atractiva, pero la obra tropieza por momentos. Las escenas se repiten sin mucho avance: cada personaje debe abrir una caja para enfrentar su dolor, pero todos reaccionan como si fuera la primera vez, incluso cuando ya vieron lo que pasó con los otros. Esto hace que el conflicto no crezca y que el ritmo se vuelva monótono.

También hay preguntas que la obra deja al aire: ¿qué es exactamente ese lugar?, ¿por qué aparece el "Sujeto" que los manipula? La puesta sugiere que es un espacio psicológico o un limbo, pero nunca lo deja claro ni termina de definir su propia lógica.

La dirección cumple con una puesta correcta: la escenografía, el manejo de luces y el ambiente teatral están bien construidos y son de los puntos más sólidos de la obra, aunque no se exploten al máximo.

En las actuaciones se nota que los chicos aún están en formación. Les falta experiencia y, sobre todo, creerse lo que están contando. Todo se percibe bien estructurado, pero también muy marcado, con algunos destellos de naturalidad que no logran sostenerse. Se cumple con lo que la formación actoral pide como base, pero falta apropiarse realmente de los personajes y hacerlos suyos.

Un aspecto importante a mencionar es el respeto y la puntualidad hacia el público. El teatro peruano tiene poco público y necesita con urgencia formar uno nuevo. Para lograrlo, es clave respetar a quienes asisten. La obra estaba anunciada para las 8:00 p.m. y la citación al público fue a las 7:45 p.m.; sin embargo, la función recién inició a las 8:37 p.m., sin ninguna explicación al respecto. Esto es una falta de respeto, más aun tratándose de una función universitaria donde el profesionalismo debería empezar a forjarse.

En resumen, Reconstrucción es una obra honesta y con potencial, pero que necesita trabajar más en el desarrollo de sus personajes, la coherencia de su mundo y un mayor riesgo emocional en escena.

Podríamos resumirlo así:

Lo mejor: la idea de representar el duelo como un espacio físico y la atmósfera conseguida con la escenografía y las luces.

Lo que falta: un texto menos repetitivo y más profundo, actuaciones más naturales, una mejor definición de qué es el lugar en el que ocurre todo y, sobre todo, respeto al público: las funciones deben empezar puntuales.

Conclusión: un montaje con buenas intenciones y algunos aciertos visuales, pero que aún está en proceso de construcción, igual que el espacio que presenta.

Milagros Guevara

19 de julio de 2025

Crítica: DESPUÉS DE CASADOS


Escenas de la vida conyugal

Debe registrase que quien escribe tuvo mucho temor de acercarse al Teatro Auditorio Miraflores para apreciar la nueva versión de Después de casados, luego de su estreno en el 2017 y que motivara, en aquella oportunidad, estas líneas. Grata fue mi sorpresa al comprobar que su autor y director, el incansable Gianfranco Mejía, haya corregido ciertos aspectos que no solo se inscriben dentro de un coherente ejercicio de responsabilidad creativa (todo espectáculo público tiene, se quiera o no, un compromiso social ante sus espectadores), sino que además consigue una puesta en escena más reflexiva y fluida, a pesar de lo sencillo de su trama, que se centra en los días más espinosos y tirantes que debe enfrentar un matrimonio joven.

Las relaciones de pareja constituyen una veta dramática crucial e intermitente para el Mejía dramaturgo, que ya pudimos ver en otras de sus propuestas escénicas a lo largo de los años, con estrenos y reestrenos en claves de comedia y drama, de piezas como Relación tóxica o La crisis de los 3 años. En esta oportunidad, las dificultades económicas y las diferencias de caracteres hacen mella en la unión sentimental de Mariana (Giselle Collao) y Alberto (Jorge Bardales) que desencadenan previsiblemente agresiones psicológicas y físicas; sin embargo, estas se encuentran manejadas aquí con una mayor sutileza y sobriedad, en una escalada de violencia más creíble (y por ende, más inquietante) y con una construcción de personajes consecuente con la historia que se narra, en la que Collao y Bardales se lucen como competentes intérpretes dramáticos.

Acaso lo más destacable del conjunto, para los que vieron el estreno de esta puesta hace años, sea el nuevo final, uno que fuera bastante polémico y que Mejía sabiamente ha sabido convertir en una situación menos controvertida, pero que a la vez resulta más dramática y conmovedora, gracias en parte al buen trabajo de los actores protagónicos; por cierto, una labor que opaca, en gran medida, las cortas intervenciones de los personajes de apoyo. Para este servidor, la nueva versión de Después de casados luce más madura y confirma que Mejía sigue evolucionando como creador escénico, siempre de la mano de actores que sean capaces de humanizar los conflictos, por más sencillos que estos sean, y convertirlos en recomendables experiencias teatrales.

Sergio Velarde

19 de julio de 2025

miércoles, 16 de julio de 2025

Temporada: MIGRACIÓN: DANZAN LOS ESTORNINOS


Desde Perú, una potente obra sobre la migración llega a México con funciones en Guadalajara y Ciudad de México

La coproducción internacional Migración: Danzan los Estorninos recibe el respaldo de IBERESCENA y el Ministerio de Cultura del Perú

Una nueva propuesta escénica sobre el fenómeno migratorio cruzará fronteras para presentarse en México. Migración: Danzan los Estorninos, coproducción internacional entre Perú y México, ha sido reconocida por el Fondo IBERESCENA en la categoría de “Ayudas a la Coproducción de Espectáculos de Artes Escénicas 2024/2025” y también ha sido seleccionada por el Ministerio de Cultura del Perú dentro del Concurso de Proyectos de Producción de Artes Escénicas 2024.

La obra es dirigida en co-dirección por el creador escénico Miguel Gutti Brugman (Perú) y la directora Lizbeth Herrera (México), y propone una mirada poética y crítica sobre las experiencias migratorias. Con dramaturgia de la escritora cusqueña (Perú) Almendra Vivanco, Migración: Danzan los Estorninos se estructura en cinco escenas breves que articulan el cuerpo, el espacio y el símbolo: doce ladrillos en escena representan tanto los obstáculos del tránsito migrante como la posibilidad de construir un nuevo hogar.

“Esta obra nace de nuestras vivencias personales y familiares con la migración. Queremos proponer un espacio de reflexión escénica que conecte con el público desde la emoción y el cuerpo, más allá del idioma o las fronteras”, señala Gutti, artista con más de dos décadas de trayectoria en teatro físico, pedagogía y dirección.

Temporada en México

Gracias al apoyo de IBERESCENA, la obra será presentada en Guadalajara y Ciudad de México, incluyendo funciones teatrales y un taller-laboratorio:

24 y 25 de julio se presentará en el Teatro Sala Higinio Ruvalcaba, ubicado en Av. Juárez 612, Zona Centro, Guadalajara, Jalisco, a las 7:00 p.m.

29 y 30 de julio se llevará a cabo el taller-laboratorio “Cuerpos migrantes” en El Cruu, situado en C. Manuel López Cotilla 1057, Col. Americana, Guadalajara, de 10:00 a.m. a 12:00 p.m.

El 31 de julio, la función será en el Centro Cultural Constitución, en Manuel M. Diéguez 369, Col. Constitución, Zapopan, Jalisco, a las 19:00 horas.

El 1 de agosto, la obra se presentará en el Laboratorio de Arte Variedades (LARVA), ubicado en Ocampo 120, esquina con Av. Juárez, en el Centro Histórico de Guadalajara, a las 20:00 horas.

Finalmente, el 2 de agosto tendrá lugar una función especial en la Sala Xavier Villaurrutia, dentro del Centro Cultural del Bosque, en Paseo de la Reforma y Campo Marte, Ciudad de México, a las 19:00 horas.

Una creación con perspectiva internacional

Migración: Danzan los Estorninos es una coproducción entre artistas de Perú, México y Argentina, concebida como un proyecto de creación colaborativa que explora la corporalidad, el desplazamiento y la reconstrucción identitaria desde una perspectiva escénica. La obra se comunica a través del cuerpo como lenguaje universal, haciendo posible el diálogo con públicos diversos en cualquier territorio.

Esta puesta en escena refuerza el compromiso del arte independiente por abordar temas sociales urgentes desde una mirada estética e innovadora.

Sobre IBERESCENA

El Fondo Iberoamericano de Ayudas para las Artes Escénicas Iberoamericanas (IBERESCENA) promueve el desarrollo y cooperación entre los países miembros a través del financiamiento a coproducciones, festivales, redes y residencias artísticas.

Sobre los Estímulos Económicos del Ministerio de Cultura del Perú

Este programa busca fomentar la producción artística nacional mediante el financiamiento de proyectos escénicos que promuevan la diversidad cultural, la innovación y el acceso descentralizado a las artes.

Contacto de prensa:

Lizbeth Herrera (Mex) +52 3314 883 685 - lizbet_581@hotmail.com

Miguel Gutti (Per) +51 994 870 675 - miguel_guttib@hotmail.com

Colaboración regional: CUANDO SUENAN LOS JIWAYROS (2025)


El susurro que cruzará fronteras

En 2018 escribí sobre Cuando suenan los Jiwayros con el asombro fresco de quien descubre algo que no se apaga con el aplauso final. Hoy, siete años después, vuelvo a escribir sobre ella, no desde el asombro, sino desde la certeza: esta obra no fue una chispa fugaz. Fue fuego paciente.

Lo que nació como una obra de susurro en un espacio íntimo, perfumada de hierbas, tejida con música ayacuchana y silencio dramático, ha crecido con la fuerza de las raíces que no se ven, pero sostienen. En aquel entonces dijimos que Jiwayros era una pieza que respiraba, que no gritaba, pero dolía. Que recordaba. Que con una vela, un canto y una presencia nos conducía a mirar nuestras propias heridas. Hoy lo reafirmo: Cuando suenan los Jiwayros no ha dejado de hacer su labor de sanación. No ha dejado de evolucionar. No ha dejado de doler. Y por eso, no ha dejado de ser necesaria.

Y lo más hermoso es que su constancia ha sido reconocida. Esta obra, autogestionada desde el corazón de los Andes, ha sido seleccionada para representar al Perú en el Festival Medellín en Escena 2025, uno de los encuentros teatrales más importantes de América Latina. De entre 441 obras del mundo, solo cinco han sido elegidas. Y ahí, entre ellas, está una obra hecha desde Cusco, con memoria, con comunidad, con herida, con flor.

Esto no es solo una buena noticia. Es un acto político. En un país donde la memoria es constantemente ninguneada por el poder, donde hablar del conflicto armado resulta incómodo y muchas veces es castigado con el olvido institucional, Jiwayros no solo recuerda: lleva ese recuerdo al escenario internacional. Va a decir desde Colombia que en Perú hubo dolor, pero también hay teatro. Hay dignidad escénica. Hay María Dolores con su herida en la pierna, pero también con su danza viva. Hay silencio, pero también hay testimonio.

Tania Castro, directora y dramaturga, ha sabido acompañar este proceso como quien cultiva una planta sagrada. Pero no lo ha hecho sola. Cuando suenan los Jiwayros ha sido cocreada junto a Raisa Saavedra, Nina Chaska Zelada, Luz Maribel Sánchez, Rubén Soto, Jorge Choquehuillca y la recordada Chalena Vásquez en la selección y preparación musical. Cada uno ha aportado no solo talento, sino identidad y sensibilidad. Roxana Povea y Leonardo Arana en el diseño de vestuario, Oswaldo Povea en la preparación de máscara y No Tan Carolina en el diseño de luces han contribuido a construir una estética profundamente enraizada en lo andino, donde lo simbólico y lo sensorial se entrelazan con el rito y el recuerdo.

Años de investigación, ensayo, escucha y confrontación ética con la historia sostienen este proceso. Jiwayros es hija de María, María y hermana de María del Mar, obra que aún espera su tiempo escénico. Este linaje teatral no es fruto de un taller exprés ni de una temporada improvisada, sino de una convicción profunda: el teatro es también un acto de memoria colectiva.

Revisando el elenco actual, seguimos encontrando esa precisión en los cuerpos, ese respeto por el detalle: el tacto de una tela, la fragilidad de una flor, la contundencia de una mirada. Esa teatralidad esencial que se sostiene en la honestidad de los intérpretes. Esa atmósfera de respiración compartida que nos involucra no como espectadores, sino como testigos.

Y sin embargo, pese a la calidad y al reconocimiento internacional, no hay apoyo oficial para este viaje. No hay fondos públicos. No hay línea aérea solidaria. Por eso se han organizado funciones solidarias este 25 y 26 de julio en CASA DARTE, para recaudar los fondos necesarios que permitan costear los pasajes internacionales. Porque si bien el teatro puede darnos alas simbólicas, los aviones aún cobran en dólares.

Apoyar esta obra no es solo ayudar a un grupo a viajar. Es asumir que hay creaciones que nos representan mejor que cualquier discurso oficial. Es decirle al mundo que desde el sur andino también se produce arte con memoria, con ética, con belleza. Es ponerle alas al teatro peruano.

Hoy más que nunca, Cuando suenan los Jiwayros necesita de nosotros. Porque no basta con tener una buena obra. Hace falta comunidad para que esa obra llegue lejos. Hace falta compromiso para que no se repita la historia de tantas creaciones brillantes que quedaron varadas por falta de recursos. Hoy no podemos permitir que el olvido vuelva a ganar.

Porque si algo nos enseñó esta obra desde 2018 es que la memoria no es un lujo. Es una urgencia. Y el teatro, cuando es verdadero, puede hacerla respirar en cada función.

Miguel Gutti Brugman

Cusco, 16 de julio de 2025

Crítica: EL ORNITORRINCO


Rareza natural, deseo y traición

¿Quién diría que un animal marcaría el inicio de tantas confusiones? Con la paradoja de su existencia, es que inicia El ornitorrinco, obra dirigida por Paola Vera e interpretada por Leonela Alarcón, Brayan Vílchez y Carl Espinal. La rareza de este animal —ni ave, ni mamífero, ni reptil del todo— es el punto de partida para una exploración sobre cómo la naturaleza desafía lo que entendemos como “normal”, incluida la monogamia.

Ana (Alarcón) y Francisco (Vílchez) son una pareja aparentemente sólida, pero algo comienza a resquebrajarse cuando él propone abrir la relación. No lo hace desde un deseo genuino de explorar nuevas formas de amar, sino como una forma de no confrontar su propio secreto: ya ha estado viéndose con alguien más. La propuesta hiere a Ana, que rechaza la idea con firmeza. Sin embargo, más adelante, también ella rompe el pacto de fidelidad, al tener un encuentro con su mejor amigo, David (Espinal).

La puesta en escena alterna con fluidez entre momentos audiovisuales y escenas físicas, aportando dinamismo al desarrollo dramático. Esta intercalación resulta uno de los aspectos más interesantes de la dirección de Vera, al aportar otros planos de sentido y ritmo a la obra.

Aunque el texto dramatúrgico está bien trabajado, la obra no se apoya demasiado en él: más bien, permite que el ritmo escénico, el juego corporal y las miradas entre los personajes mantengan la atención del público. El tono general tiene una picardía que se sostiene de forma agradable, a pesar de lo doloroso del conflicto.

No hay una evolución profunda en los personajes: cada uno se mantiene en su postura, en sus creencias, en su manera de entender el amor. Y quizás eso es lo que permite que el desenlace sea inevitable: la relación, finalmente, no sobrevive.

El ornitorrinco se presenta como una obra que, sin ofrecer respuestas claras, se permite jugar con las preguntas: ¿es natural la monogamia?, ¿es posible sostener la honestidad en las relaciones cuando el deseo entra en juego?, ¿somos todos, en el fondo, tan inclasificables como el animal que da nombre a la pieza?

Daniela Ortega

16 de julio de 2025

lunes, 14 de julio de 2025

Crítica: DON QUIJOTE DE LA MANCHA


Un Quijote para niños (y su familia)

Diez Talentos, la escuela de formación actoral que conduce Bruno Odar, pone la colosal obra de Miguel de Cervantes Saavedra, El Quijote de la Mancha, al alcance de las familias, especialmente de los niños.

Con una adaptación libre, realizada por el mismo Odar, se presenta esta obra en Icafé, en Barranco. Don Quijote, Sancho Panza, Dulcinea y un multipersonaje que completa con eficaz versatilidad cada escena, interpretados por Paolo Roncallo, Mailee Mamani, Marina Valdez y Sebastián Valera, respectivamente, quienes cumplen acertadamente con la difícil misión de atraer y mantener la atención de un público de distintas edades, pero con dominio del infantil (no por el número, sino porque es el destinatario principal).

El texto es simple, con muy ligeras notas de hispanismo, para que recordemos su fuente y la narrativa se hace accesible gracias a la dinámica de las imágenes (sumamente claras, en calidad y temática) que se proyectan como un quinto personaje, tan lúdico como los demás.

La mirada del Quijote no queda en la del desvariado lector de aventuras de caballería, es decir, casi un loco más. Los locos siempre tienen la capacidad de mostrarnos algunas verdades, este nos muestra sus cualidades: bondad, honestidad, valentía y lealtad. Son estos los valores con los que se identifica el público, sin perjuicio de la diversión que ocasionan las anécdotas de la historia, recogidas en la obra.

Es una puesta sin mayores ambiciones, pero efectiva y convincente, con un ritmo que no decae en ningún momento (los niños lo podrían advertir, inmediata y francamente, eso es seguro). Se desarrolla en el tiempo justo para fijar las ideas principales y más populares del famoso libro español. Algún ilustrado mayor de edad podrá aburrirse si busca profundidad porque no está dirigida a él, sino que está más cercano al niño que en su inocencia, solo quiere un momento divertido, un mensaje claro y una experiencia que lo acerque al teatro.

David Cárdenas (Pepedavid)

14 de julio

sábado, 12 de julio de 2025

Crítica: BODAS DE SANGRE


Bodas en la AAA

Aprovechando bien la arquitectura del teatro Ricardo Roca Rey, de la AAA,  la voz de un pregonero nos introduce en el patio de una vieja casona andaluza de comienzos del siglo XX. A modo de introducción, nos recibe con una escena previa con figuras de personajes que aparecen desde las sombras blancas que inundan la sala a donde nos invitan a ingresar para ser parte de un rito.

Lo sombrío no solo es minimalismo, sino que crea una atmósfera trágica en cada momento. Unas linternas atraviesan la sala y proyectan la silueta de puñales, como amenaza constante de muerte. Es que el dolor y la muerte están presentes siempre como consecuencias de los desatinos del amor. Y no solo son temores sino también premoniciones de una madre que siente la muerte cerca.

La boda de una joven convoca la pasión de los novios y otros sentimientos. La madre del novio aún sufre la pérdida de su marido y otro hijo en manos de parientes cercanos a la novia. En medio de recelos, aparece un antiguo novio a reavivar su pasión nunca extinguida y escapa con la recién casada, provocando así sucesos catastróficos. 

Repudiada por ser la causa del conflicto fatal, la novia alega que ningún hombre - ni el recién casado ni el novio antiguo con quien fugó – ha mancillado honor: "ningún hombre se ha mirado en la blancura de mis pechos", frase que resalta su virginidad como símbolo de la pureza aún intacta en una sociedad que es muy religiosa y severa con la mujer.

Omar del Águila introdujo a su elenco en el universo poético de Federico García Lorca con La casa de Bernarda Alba, puesta en este mismo teatro. Ahora, con Alondra Contreras, Angelica Torres, Beleny Gomez, Joshua Vasquez, Grecia Rojas, Sol Gonzales, Miguel Oliva y Neydi Pereyra, afrontan la primera de las tres obras que conforman la trilogía trágica rural del autor granadino: Bodas de sangre, drama basado en un caso real, ocurrido en Almería, en 1928.

El elenco conoce ya el contexto social y cultural al que fácilmente nos sumerge la obra y logra crear y mantener ese ambiente en el que se cumple el doloroso destino que traían consigo los personajes, como "herencias" de sus sangres de origen.

El lenguaje poético de la obra se maneja con cuidado y los efectos de luz creando sombras o acentuando el dramatismo de la escena contribuyen a que esta puesta, como la anterior, sean respetuosos homenajes al autor.

Una buena puesta de un clásico del teatro español que merece los aplausos que recibe.

David Cárdenas (Pepedavid)

12 de julio de 2025

Crítica: PERSONAS QUE SE ENCUENTRAN EN LUGARES


El placer de coincidir 

Personas que se encuentran en lugares es una obra que nos recuerda que, a veces, los encuentros más breves son también los más transformadores. Con una estructura fragmentada en cuatro historias pero profundamente conectadas entre sí, esta propuesta teatral —dirigida con sensibilidad por Kathy Serrano— se compone de cuatro momentos que exploran lo inesperado, lo efímero y lo humano, a través del humor, la música y la emoción.

La primera historia sucede en una parada de bus. Dos trabajadores —interpretados por Gina Yangaly y Mario Mendoza—, sumergidos en la rutina, encuentran en una conversación casual un instante de conexión genuina. Desde ese primer cuadro, el vínculo entre los actores es creíble, natural, lleno de matices.

Luego, viajamos al universo de una astrónoma y un astrólogo en plena montaña en busca de respuestas cósmicas. Aquí, la puesta se vuelve poética y entrañable, con una química escénica que se sostiene en un texto ágil y actuaciones encantadoras.

La tercera historia transcurre en un acuario, donde un enamoradizo vendedor se cruza con una misteriosa oficinista. Burbujas, luces y gestos cuidadosamente coreografiados crean un momento visualmente atractivo y cargado de ternura.

Finalmente, en la terraza de un viejo edificio, a modo de palomar, una pareja de ancianos se enfrenta a una despedida inminente. Es aquí donde la obra alcanza su mayor profundidad, combinando emoción contenida con una madurez actoral que conmueve.

El diseño sonoro, la iluminación y el acompañamiento musical —incluyendo el piano en vivo— elevan cada escena, sin sobrecargar el ritmo. La dirección sabe cuándo hacer silencio y cuándo dejar que la escena respire.

Personas que se encuentran en lugares es una experiencia escénica íntima, delicada y poderosa. Una celebración de lo simple, de los vínculos improbables y de lo que aún nos puede conmover. Una obra memorable, que merece volver a los escenarios.

Abigail Salvador Jaime

12 de julio de 2025

viernes, 11 de julio de 2025

Crítica: LA VISITA DE LA VIEJA DAMA


Una visita inesperada 

La obra, escrita por Friedrich Dürrenmatt, nos presenta una comedia con tintes de drama y novela, en tanto explora un dilema que atraviesa a una comunidad entera. En ella, aunque las personas viven sin mayores ideales, el regreso de la enigmática millonaria Claire Zachanassian termina por remover los cimientos morales de su pueblo natal. Así, a cambio de la muerte de quien alguna vez la maltrató, ella ofrece una recompensa económica muy difícil de ignorar. 

Esmeradamente dirigida por Fito Bustamante, contamos con las actuaciones de Ariana Meléndez, Jesús Núñez, Francis Vega, Noelia Reyes, Maria Paz Vallenas, Nora Salvador, Zamira Sierra y, a quien quisiéramos destacar por su versatilidad, Fernando Huamán. 

Recomendamos La visita de la vieja dama a nuestro público que prefiere obras que abordan temas complejos, a lo que se añade una larga duración, en tanto requiere de buen tiempo para su despliegue. Como podrán adivinar, se exploran cuestiones en torno a la justicia, el dinero y el poder, insertadas en una especie de juego donde los pobladores son simples fichas para la visitante: pueden escoger, o no, vender su lealtad a los valores comunes, pero finalmente deben tomar parte en las decisiones que afectan a todos. 

De este modo, asistimos junto a los personajes a una especie de espectáculo en torno a la venganza, que ya cada uno podrá juzgar por su legitimidad. Por ello, les invitamos a ver y reflexionar en torno a esta propuesta de teatro contemporáneo, que se queda un par de fechas más en el CAFAE.

Barbara Rios

11 de julio de 2025

Crítica: TR3S: MÁS ALLÁ DEL MIEDO


Terror en casa

Tres microobras marcadas por el suspenso y el terror psicológico: un personaje peculiar que nos recibe y advierte sobre lo que va a suceder (resulta que es el director); hay una atmósfera peculiar, la corporalidad, la energía y la voz hielan la piel como una fría noche. Ingresamos a una casa donde hay un colchón, estamos en lo que parece una sala, los primeros atisbos van causando sensaciones en el cuerpo. El personaje que nos recibe hace como una especie de guía, nos anuncia que la obra va a empezar, hay un apagón y una joven aparece sentada en el colchón; su presencia es fuerte, el rostro parece marcado por el dolor, hay un mal presagio.

La historia trata sobre soltar y perdonar, gran labor a la que nos enfrentamos día a día, cuando abordamos un trauma o un mal recuerdo esta situación es más complicada; es una prueba extenuante, pero al descubrir que la única manera de volver a existir y salir de ese lugar que se derrumba y nos aplasta lentamente (con la agonía de un condenado) es perdonar, llega el momento de la purificación y el nuevo comienzo. Las dos actrices usaron muy bien sus recursos, gran diálogo, excelente interacción, buena energía. Personalmente me gustó mucho la presencia de la joven lastimada a la que atendían como paciente, lo que causaba en el lugar funcionaba muy bien con la naturaleza de la creación, gran presencia e interpretación, pero por supuesto su acompañante era la docilidad, el equilibrio necesario para no volver tan densas las cosas.

La segunda historia empieza con un accidente inesperado y termina en un asesinato cruel, aquí se aborda la razón del confiar y cómo nunca terminamos de conocer a las personas que nos rodean. Ambos intérpretes jugaron adecuadamente un diálogo de proximidad, seducción y recuerdos, buen manejo del texto y presencias llamativas en el espacio. La transformación del joven asesino que se encontró con un amor del pasado es inesperada, hay un buen trabajo en cuanto al desarrollo del personaje; al principio, parece inofensivo cuando sucede el encuentro, un joven normal, pero acusa un secreto, algo así como un temor.  Al final manifiesta toda su naturalidad al lograr llevar a la chica a su casa, la joven tiene una energía condensada, como si estuviera marcada por sucesos, un rencor, situaciones sin resolver; sin embargo, todo termina calzando víctima y victimario suelen encontrarse con facilidad. El joven se muestra como es, un asesino; los recursos teatrales son bien usados para marcar este momento tenso y de desenlace; la luz, el cambio de energía y el vestuario, todo termina con un asesinato, la risa del guía retumba el espacio.

En la historia final nos enfrentamos a una especie de conciencia que habla: un joven llega con unas bolsas y hace como si nada pasara, pero sucede que él ha asesinado a su novia, entonces tocan la puerta y es el espíritu o la presencia de ella, que le va increpando algunas cosas. En las bolsas en donde solo aparentemente había basura, ahora está el cuerpo diseccionado de la chica, la conciencia es un fuerte retumbar dentro del ser. En esta puesta lo que nos habla es una culpa, un crimen que se consumó desde el silencio, pero que atormenta a gritos desde voces lejanas. El joven termina torturado por una presencia demoniaca que tiene la imagen de su novia. El buen manejo de la tensión y la energía permite que esta escena se desarrolle adecuadamente; los dos intérpretes conjugan muy bien sus capacidades y la actriz mantiene una gran tensión desde su corporalidad.

Moisés Aurazo

11 de julio de 2025

Crítica: NARANJAS


Conmovedora crónica urbana

En 2019, un puesta teatral ambientada en una zona minera amazónica, sencilla en su ejecución escénica pero contundente en su mensaje social, nos reveló a una prometedora autora y directora. La obra en cuestión fue Este lugar no existe; y su creadora, la joven Alejandra Vieira Aliaga. Seis años después, viene presentándose en el Club de Teatro de Lima la nueva propuesta de Vieira, titulada simplemente Naranjas, que no solo acierta al plasmar una problemática social real y preocupante, sino que lo hace a través de una ingeniosa mezcla de sobriedad y dramatismo, que nunca llega a desbordarse y que cala profundamente en el espectador.

La trama resalta por contener elementos tan reconocibles de nuestra imperfecta sociedad y que acaso, la rutina nos impide medirlos en su real dimensión, cayendo muchas veces en la insensibilidad frente a toda la carga emocional que vivimos día a día. Una madre y su hija adolescente venden jugos de naranja desde muy temprano en una calle limeña; hasta allí llegan otra madre con su hija de la misma edad desde provincia, dedicándose a pedir limosna. Ambas jovencitas entablan una tierna amistad, solo rota cuando se revelan los verdaderos motivos de su viaje a la capital, en el que está involucrado nuestro precario sistema de salud. Personajes y situaciones que seguramente han existido siempre y de manera anónima desde hace mucho tiempo y que Vieira retrata en escena con solvencia, humor, dureza y mucha humanidad, a través de la tierna y conmovedora mirada de esta muchacha que pela y exprime naranjas todas mañanas con su madre.

Nuevamente a la cabeza del elenco de Vieira, la pequeña gran actriz Yaremís Rebaza destaca por su energía, carisma y poder de convencimiento, haciendo creíble el trance adolescente que le toca experimentar; muy bien acompañada por Bea Ureta, como su madre, en una composición llena de detalles. Muy bien, también, Sol Nacarino en una emotiva caracterización; así como los sólidos Astrid Villavicencio y Alain Salinas, ambos en doble papel. Presentada por Onírica Teatro independiente, Naranjas consolida a Vieira Aliaga como una de las voces más interesantes dentro de nuestra dramaturgia joven, capaz de retratar con dignidad a variopintos personajes llenos de esperanza dentro de una sociedad como la nuestra, una que inexplicablemente se resiste a cambiar para bien.

Sergio Velarde

11 de julio de 2025

lunes, 7 de julio de 2025

Crítica: ESPOSADA


Oportunidad perdida

Ya desde el afiche, la obra anticipaba tener ciertas características; pero siempre debe otorgársele el beneficio de la duda. Lamentablemente, estas sospechas iniciales se materializaron. Esposada es una puesta en escena fallida en varios niveles y desde esta tribuna intentaremos explicar el porqué. Con objetivos poco claros (¿se busca denunciar la violencia de género o la corrupción o el machismo o la codicia del hombre o todo junto?), el espectáculo es presentado por el experimentado actor Walter Taiman, de intensa actividad en la década de los ochentas, quien manifestó en la noche de estreno de la mencionada puesta que había tenido que sacarse las “telarañas” del cuerpo para volver, después de tanto tiempo, al ruedo teatral. Aquella declaración no puede ser considerada como una justificación, pero sí acaso como una posible explicación para el estreno de una obra que luce completamente fuera de lugar en medio de nuestra cartelera teatral, con interesantes estrenos que incluso abordan las mismas temáticas que la mencionada puesta.

Quizás los problemas empiecen desde el planteamiento mismo de la historia, con idea original de Taiman y dramaturgia de Enrique Malatesta. La obra, presentada en dos actos, enfrenta a solo dos personajes: el hombre, malvado, machista y corrupto hasta la médula, que agrede física y psicológicamente (literalmente, sin parar) a su mujer, una víctima que pudo y puede escapar de su agresor desde hace un par de décadas en cientos de oportunidades, pero que no lo hace por razones que se nos escapan. No llegan a aparecer en la trama las “esposas” del título: no se mencionan ni chantajes sentimentales, ni hijos secuestrados, ni amenazas familiares; solo una dependencia emocional que se hace inexplicable a pesar de los esfuerzos de los actores, quienes combinan en sus discusiones términos rebuscados con groserías de alto calibre.

Víctor Prada es un excelente actor, de probada eficacia, que hace lo que puede con uno de los personajes más ingratos que le ha tocado interpretar: insulta y violenta a su pareja desde el inicio hasta su previsible final, sin matices, sin transiciones y en el único registro del malo “malísimo” responsable de todas las desgracias del país; mientras que a Marisol Aguirre le tenemos que creer que es agredida psicológicamente y ultrajada con violencia desde hace veinte años hasta la fecha, luciendo siempre radiante y espectacular, dentro de su casa. Muy válida la postura de enfrentar abiertamente, desde el teatro, los grandes lastres que nos mantienen hundidos como sociedad, como la violencia de género, el imperante machismo y la corrupción que vemos en el día a día; pero se hace indispensable el hacerlo utilizando todas las herramientas y posibilidades que proporciona el arte teatral con creatividad, ingenio y coherencia. Lamentablemente, Esposada, estrenada en el maravilloso Teatro Municipal de Surco, constituye una oportunidad perdida, que no cumple con los requisitos mínimos para convertirse en un espectáculo recomendable.

Sergio Velarde

7 de julio de 2025