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miércoles, 16 de julio de 2025

Crítica: EL ORNITORRINCO


Rareza natural, deseo y traición

¿Quién diría que un animal marcaría el inicio de tantas confusiones? Con la paradoja de su existencia, es que inicia El ornitorrinco, obra dirigida por Paola Vera e interpretada por Leonela Alarcón, Brayan Vílchez y Carl Espinal. La rareza de este animal —ni ave, ni mamífero, ni reptil del todo— es el punto de partida para una exploración sobre cómo la naturaleza desafía lo que entendemos como “normal”, incluida la monogamia.

Ana (Alarcón) y Francisco (Vílchez) son una pareja aparentemente sólida, pero algo comienza a resquebrajarse cuando él propone abrir la relación. No lo hace desde un deseo genuino de explorar nuevas formas de amar, sino como una forma de no confrontar su propio secreto: ya ha estado viéndose con alguien más. La propuesta hiere a Ana, que rechaza la idea con firmeza. Sin embargo, más adelante, también ella rompe el pacto de fidelidad, al tener un encuentro con su mejor amigo, David (Espinal).

La puesta en escena alterna con fluidez entre momentos audiovisuales y escenas físicas, aportando dinamismo al desarrollo dramático. Esta intercalación resulta uno de los aspectos más interesantes de la dirección de Vera, al aportar otros planos de sentido y ritmo a la obra.

Aunque el texto dramatúrgico está bien trabajado, la obra no se apoya demasiado en él: más bien, permite que el ritmo escénico, el juego corporal y las miradas entre los personajes mantengan la atención del público. El tono general tiene una picardía que se sostiene de forma agradable, a pesar de lo doloroso del conflicto.

No hay una evolución profunda en los personajes: cada uno se mantiene en su postura, en sus creencias, en su manera de entender el amor. Y quizás eso es lo que permite que el desenlace sea inevitable: la relación, finalmente, no sobrevive.

El ornitorrinco se presenta como una obra que, sin ofrecer respuestas claras, se permite jugar con las preguntas: ¿es natural la monogamia?, ¿es posible sostener la honestidad en las relaciones cuando el deseo entra en juego?, ¿somos todos, en el fondo, tan inclasificables como el animal que da nombre a la pieza?

Daniela Ortega

16 de julio de 2025

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