Una triste fiesta y el deseo de un único regalo
En Yo solo quería un abrazo, Sebastian Alva hace su debut como director, junto a un elenco de actores y asistentes muy comprometidos con el proyecto. Su propuesta es dinámica, tanto por la búsqueda de interacción con el público, como por el juego entre sus personajes, quienes dan vueltas en una ruleta emocional en la que también terminan por incluirnos. Los temas que presenta, a pesar de su complejidad, son abordados de forma lograda; esto lo podemos atribuir igualmente a la escritura de Fabrizio Saavedra y la labor de adaptación de Christopher Cruzado. Queremos llamar la atención sobre este punto, ya que puede ser difícil tratar temas de salud mental y afectiva sin caer en reflexiones ligeras: a nuestro parecer, no hay mayor condescendencia con sus personajes, ni consecuencias que no merezcan; se los reconoce como jóvenes con fuertes problemas emocionales y con poco cuidado de los adultos que los rodean, quienes además nunca aparecen en escena. Así, envueltos en una comedia trágica, generan vínculos poco sanos entre ellos; esto les da la ilusión de estar acompañados, pero que, por lo mismo, no les libra de experimentar más carencias, traiciones, presión y sufrimiento.
Un detalle importante que nos gustaría destacar de la obra es el de sus actuaciones. En primer lugar, a Maria Paula Arana como Alba, quien nos ofrece un personaje con gran sensibilidad, a pesar de las expectativas sociales que parecen, a primera vista, encasillarla y coincidir con la idea de una chica superflua. Por su parte, Moisés Vera y Daniela Ríos nos muestran la relación de los hermanos Nelton y Andrea, donde se mantienen en conflicto cierta competencia por el favor de los padres y los demás, pero también el cariño por el otro. Además, los tres amigos, interpretados por Jairo Díaz, Gonzalo Candela y Gustavo Ipa, igual en apariencia se ven burlones y machistas; la dramaturgia no intenta para nada excusar sus actitudes, pero sí echa luz, inteligentemente, sobre motivos a los que responderían tales conductas. De esta manera, asistimos a una infeliz celebración de cumpleaños, donde el regalo más esperado es la compañía de la persona en quien se vuelcan todas las expectativas de amor. Así, atravesados por la falta, Nelton y Alba se ven envueltos en una relación tóxica que solo les genera más vacío.
Aunque ya se terminaron las funciones de Yo solo quería un abrazo, esperamos que el público pueda disfrutar nuevamente de la obra. Con bastante expectativa, seguiremos pendientes de los futuros papeles de sus actores, así como de próximos proyectos de Alva. Asimismo, nos alegra que el Teatro de Lucía apoye propuestas tan atrevidas, teniendo en cuenta los temas abordados y la restricción de edad; de este modo, también permite fomentar el interés por el teatro entre un público más joven y que busca constantemente nuevos relatos.
Jimena Muñoz
29 de julio de 2025
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