¿Cómo
se siente en tu piel?
Invertir los roles femeninos y masculinos
para exponer un conflicto como la violencia es una herramienta poderosa. Cuando
la obra inicia y los cuerpos expresan corporalidades distintas a las
habituales, el hombre en la casa, la mujer en el trabajo, algo resuena en el
interior.
Por un lado, considero que dentro de
nuestra construcción social no debe haber una estereotipación de los roles; las actividades tanto domésticas como
laborales las puede desarrollar cualquier persona, sin la necesidad de que haya
algo establecido para cada género.
Sin embargo, es ahí donde aparece el juicio
crítico, porque siempre vamos a opinar desde el pensamiento colectivo; en mi
casa, mi papá siempre cocinó y mi mamá tenía horarios de oficina; nunca hubo
lamentos, porque mi padre lavaba la ropa mientras mi madre trabajaba; nadie se cuestionó,
porque así lo vivimos y así lo aprendimos.
Pero dentro de la construcción habitual de
pensamiento, cada individuo tiene un rol: el hombre a trabajar y la mujer a la
casa. Estos conceptos hacen daño a nuestro progreso como sociedad y como
familia. Cuando la obra inicia y aprecias la intención de la dramaturga, te das
cuenta que se está enfrentando a una sociedad estereotipada; por un lado, me
cuestiono cuántas familias serán así o habrá otras que también son como la
familia en la que yo crecí, donde no importa que labor hace cada género; lo
importante es cooperar y contribuir a la armonía familiar.
Entonces, al plantear creaciones que
intentan romper las estructuras de pensamiento es válido que las labores se
inviertan y que los roles aparezcan distanciados desde la normatividad del
género.
Jhonny Vargas interpreta a un hombre que
cocina y atiende a su esposa, hay cierto amaneramiento al momento de desplegar
las acciones, la pregunta sería que tan necesario es esto o en todo caso, no es
una cuestión consciente, porque todo el tiempo los intérpretes varones irradian
fragilidad; por un lado, como ya se mencionó, puede funcionar para atacar
pensamientos establecidos dentro de lo que se considera normal en algunas familias.
Pero por otro lado, también pienso que se intenta desestereotipar estereotipando otras cosas: es como si buscáramos
libertad, pero oprimiendo a los otros. Es cierto que la sociedad y la vida en
general está plagada de contradicción y esto es lo que de alguna manera
consigue sostener la realidad en sí misma, pero el intento de romper
estereotipos cae en una construcción de estereotipos, quizá es la estrategia o
quizá solo es una impresión.
Se entiende lo que está sucediendo durante
el trascurso de la escena, pese a que las actuaciones aún faltan cuajar. La
visión del director (Zeta Jhonatan Chumpitaz) ha logrado organizar un
pensamiento que es necesario que sea escuchado. “La violencia no tiene género, solo somos humanos faltándonos el
respeto entre nosotros”, se dice en una parte de la obra; esto es
sustancial, para entendernos como comunidad y como un colectivo que no intenta
poner en un pedestal ni al hombre ni a la mujer, ambos son buenos y también
malos.
Muchas veces solo nos guiamos por lo que se
escucha, pero no descubrimos qué hay más allá; es cierto que la mujer es
vulnerable, porque existen hombres perversos que pueden llegar a hacer cosas
horribles, como es el caso de asesinar, secuestrar, matar, violar. El mundo al revés plantea que el hombre
es el que sufre acoso mientras hace deporte; además, corre peligro al pasear en
la calle por las noches o al estar solo en un bar, porque las mujeres lo pueden
corroer y atacar y consumir hasta llevarlo a la muerte.
Es interesante cómo se expone esta idea,
porque golpea duro en la cara a los establecimientos morales y sociales de la
humanidad; pero solo es una parte del problema, no es necesario que el mundo
sea al revés para darnos cuenta de que hay personas malas que desgastan el
cuerpo de sus prójimos.
La violencia se mete por los ojos cada día
y no debemos pretender que solo es de un lado, aunque las estadísticas parezcan
evidenciarlo; sin embargo, es necesario resaltar la situación, lo que pasa
alrededor, lo que sucede, y exponerlo de una forma lúdica y sencilla como lo
hace Romina Viñas.
Los intérpretes tienen buenos momentos
cuando muestran el sufrimiento de la ausencia del ser querido; el llanto y el
reclamo es evidente, pero puede estar mejor; el sentimentalismo mágico no es
suficiente para llegar a la conciencia del espectador tan acostumbrado a la
crueldad del día a día.
Invertir los roles desde el estereotipo
solo nos lleva a seguir estereotipando las cosas, pero es necesario rescatar la
intención. Una voz femenina expone lo que piensa, y hace un reclamo ante algo
que está frente a nuestros ojos, pero aún hay que ir más al fondo para saber
enjuiciar con realidad estos conflictos.
La puesta impresiona la razón, porque
estamos expuestos a estas noticias todos los días y porque de alguna manera
estamos hartos de la violencia en cualquier tipo de expresión; pero puede caer
dentro de una novela televisiva, al solo sentimentalizar
los acontecimientos. Faltó algo más que solo el drama, algo más que solo el
llanto, algo más que el estereotipo.
El mensaje es claro y directo: estamos
hartos de violencia, necesitamos un espacio donde las mujeres puedan ser libres
de vestir o pensar como ellas desean, de optar por salir a bailar y pasar un
rato tranquilas en algún bar o discoteca, de elegir con quien estar sin miedo a
ser golpeadas o asesinadas, de pensar como ellas quieren sin ser apuntadas con
prejuicios, de trabajar sin la necesidad de que se las tenga que sexualizar
constantemente, de ser ellas mismas, libres e independientes, felices y
hermosas como lo son.
Es necesario que el trabajo se dé con los más
pequeños, protegiéndolos de la basura de la TV y las redes, demostrándoles que
somos iguales, mujer, hombre, gay, trans, no binario etc. Todos tenemos derecho
a ser respetados por nuestras decisiones y a realizar actividades sin ser
sexualizados o acosados o discriminados o asesinados.
La dramaturgia de Viñas es una denuncia
ante lo que sucede en las calles, ha sido bien organizada por Chumpitaz y los
actores han estado comprometidos con su postura ante lo que sucede, nos
muestran un lado crudo de la realidad y nos llevan a reflexionar sobre lo que
se construye alrededor y nos lleva a cuestionarnos sobre qué podemos hacer para
evitar tanta muerte, tanta fatalidad.
Moisés
Aurazo
23 de mayo de 2023