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martes, 23 de mayo de 2023

Crítica: EN UN MUNDO AL REVÉS


¿Cómo se siente en tu piel?

Invertir los roles femeninos y masculinos para exponer un conflicto como la violencia es una herramienta poderosa. Cuando la obra inicia y los cuerpos expresan corporalidades distintas a las habituales, el hombre en la casa, la mujer en el trabajo, algo resuena en el interior.

Por un lado, considero que dentro de nuestra construcción social no debe haber una estereotipación de los roles; las actividades tanto domésticas como laborales las puede desarrollar cualquier persona, sin la necesidad de que haya algo establecido para cada género.

Sin embargo, es ahí donde aparece el juicio crítico, porque siempre vamos a opinar desde el pensamiento colectivo; en mi casa, mi papá siempre cocinó y mi mamá tenía horarios de oficina; nunca hubo lamentos, porque mi padre lavaba la ropa mientras mi madre trabajaba; nadie se cuestionó, porque así lo vivimos y así lo aprendimos.

Pero dentro de la construcción habitual de pensamiento, cada individuo tiene un rol: el hombre a trabajar y la mujer a la casa. Estos conceptos hacen daño a nuestro progreso como sociedad y como familia. Cuando la obra inicia y aprecias la intención de la dramaturga, te das cuenta que se está enfrentando a una sociedad estereotipada; por un lado, me cuestiono cuántas familias serán así o habrá otras que también son como la familia en la que yo crecí, donde no importa que labor hace cada género; lo importante es cooperar y contribuir a la armonía familiar.

Entonces, al plantear creaciones que intentan romper las estructuras de pensamiento es válido que las labores se inviertan y que los roles aparezcan distanciados desde la normatividad del género.

Jhonny Vargas interpreta a un hombre que cocina y atiende a su esposa, hay cierto amaneramiento al momento de desplegar las acciones, la pregunta sería que tan necesario es esto o en todo caso, no es una cuestión consciente, porque todo el tiempo los intérpretes varones irradian fragilidad; por un lado, como ya se mencionó, puede funcionar para atacar pensamientos establecidos dentro de lo que se considera normal en algunas familias. Pero por otro lado, también pienso que se intenta desestereotipar estereotipando otras cosas: es como si buscáramos libertad, pero oprimiendo a los otros. Es cierto que la sociedad y la vida en general está plagada de contradicción y esto es lo que de alguna manera consigue sostener la realidad en sí misma, pero el intento de romper estereotipos cae en una construcción de estereotipos, quizá es la estrategia o quizá solo es una impresión.


Se entiende lo que está sucediendo durante el trascurso de la escena, pese a que las actuaciones aún faltan cuajar. La visión del director (Zeta Jhonatan Chumpitaz) ha logrado organizar un pensamiento que es necesario que sea escuchado. “La violencia no tiene género, solo somos humanos faltándonos el respeto entre nosotros”, se dice en una parte de la obra; esto es sustancial, para entendernos como comunidad y como un colectivo que no intenta poner en un pedestal ni al hombre ni a la mujer, ambos son buenos y también malos.

Muchas veces solo nos guiamos por lo que se escucha, pero no descubrimos qué hay más allá; es cierto que la mujer es vulnerable, porque existen hombres perversos que pueden llegar a hacer cosas horribles, como es el caso de asesinar, secuestrar, matar, violar. El mundo al revés plantea que el hombre es el que sufre acoso mientras hace deporte; además, corre peligro al pasear en la calle por las noches o al estar solo en un bar, porque las mujeres lo pueden corroer y atacar y consumir hasta llevarlo a la muerte.

Es interesante cómo se expone esta idea, porque golpea duro en la cara a los establecimientos morales y sociales de la humanidad; pero solo es una parte del problema, no es necesario que el mundo sea al revés para darnos cuenta de que hay personas malas que desgastan el cuerpo de sus prójimos.

La violencia se mete por los ojos cada día y no debemos pretender que solo es de un lado, aunque las estadísticas parezcan evidenciarlo; sin embargo, es necesario resaltar la situación, lo que pasa alrededor, lo que sucede, y exponerlo de una forma lúdica y sencilla como lo hace Romina Viñas.

Los intérpretes tienen buenos momentos cuando muestran el sufrimiento de la ausencia del ser querido; el llanto y el reclamo es evidente, pero puede estar mejor; el sentimentalismo mágico no es suficiente para llegar a la conciencia del espectador tan acostumbrado a la crueldad del día a día.

Invertir los roles desde el estereotipo solo nos lleva a seguir estereotipando las cosas, pero es necesario rescatar la intención. Una voz femenina expone lo que piensa, y hace un reclamo ante algo que está frente a nuestros ojos, pero aún hay que ir más al fondo para saber enjuiciar con realidad estos conflictos.

La puesta impresiona la razón, porque estamos expuestos a estas noticias todos los días y porque de alguna manera estamos hartos de la violencia en cualquier tipo de expresión; pero puede caer dentro de una novela televisiva, al solo sentimentalizar los acontecimientos. Faltó algo más que solo el drama, algo más que solo el llanto, algo más que el estereotipo.

El mensaje es claro y directo: estamos hartos de violencia, necesitamos un espacio donde las mujeres puedan ser libres de vestir o pensar como ellas desean, de optar por salir a bailar y pasar un rato tranquilas en algún bar o discoteca, de elegir con quien estar sin miedo a ser golpeadas o asesinadas, de pensar como ellas quieren sin ser apuntadas con prejuicios, de trabajar sin la necesidad de que se las tenga que sexualizar constantemente, de ser ellas mismas, libres e independientes, felices y hermosas como lo son.

Es necesario que el trabajo se dé con los más pequeños, protegiéndolos de la basura de la TV y las redes, demostrándoles que somos iguales, mujer, hombre, gay, trans, no binario etc. Todos tenemos derecho a ser respetados por nuestras decisiones y a realizar actividades sin ser sexualizados o acosados o discriminados o asesinados.

La dramaturgia de Viñas es una denuncia ante lo que sucede en las calles, ha sido bien organizada por Chumpitaz y los actores han estado comprometidos con su postura ante lo que sucede, nos muestran un lado crudo de la realidad y nos llevan a reflexionar sobre lo que se construye alrededor y nos lleva a cuestionarnos sobre qué podemos hacer para evitar tanta muerte, tanta fatalidad.

Moisés Aurazo

23 de mayo de 2023

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