Hijo
El escenario está bien construido, la
estética del color y la distribución de los objetos genera una atmósfera
interesante, incluso antes de empezar la obra. El color resalta constantemente
en la composición y hace percibir el espacio como si se tratara de un pintor.
Cuando inicia la obra, aparecen
proyecciones de video en el fondo del escenario que invaden todo el lugar y
recarga de energía la creación, el humo envuelve el ambiente y las luces van
construyendo un espacio de trance, donde aparece Salvini, el intérprete de
Hamlet.
El actor tiene un micrófono de vincha que
sirve para amplificar su voz: hay algo raro desde que comienza a hablar, su
presencia no genera mucho, la composición escénica y artística va decayendo
lentamente. Toda la atmósfera espectacular se queda en el vacío, Hamlet no me llegó
a la conciencia, no supo calar dentro de mi entendimiento, ni de mi
subjetividad. Los textos están entendidos superficialmente y el actor parece
aletargado y su energía no explota, no consigue penetrar la piel.
Odar propone una estética interesante, pero
Salvini no consigue magnificar lo que ya se ha logrado con la presentación de
lo material. Es cierto que el teatro es un juego subjetivo, quizá no alcanzo a
entender la propuesta, pero la voz todo el tiempo estuvo en un solo ritmo, el
cuerpo era pesado y opaco, la presencia escénica se desparramaba sin lograr
concretarse en el ambiente.
La utilización del micrófono de vincha
puede ser una elección técnica adecuada, pero la voz no consigue elevarse, en
los momentos estruendosos se genera ruido, Salvini mantiene solo una tonalidad
y el micro parece una limitante más, que una amplificación de las capacidades
de interpretación.
No obstante, hay momentos y decisiones que
se pueden rescatar, como por ejemplo la elección de los textos, los audios que
se entrecruzan con los monólogos del intérprete y la propuesta escénica en
general que parece muy bien ideada, pero que ha tenido complicaciones para ser
interpretada.
La presencia del padre y cómo esto genera
huracanes en la conciencia del hijo es directa y clara, el viajar hacia las
profundidades del ser también es notorio desde el inicio de la puesta, la
atmósfera es el mundo interno de Hamlet, su soledad y su delirio.
Salvini consigue buenos momentos cuando
juega con la pintura y dibuja sobre el cristal; cuando se embriaga e inhala
cocaína, logra exaltar su alma y con ella, la de quien lo observa. Son las
pasiones humanas revolcándose en un mundo de colores. Uno de mis momentos
favoritos es cuando suena una música punk y el actor coge un micro y expresa
todo lo que siente, caen como dardos las expresiones y hay un cuestionamiento
hacia algo, sobre algo.
Finalmente, la fisicalidad del actor me
parece un elemento que puede ser aprovechado para generar el caos del hijo con
el recuerdo del padre; el vestuario es atractivo y compone muy bien con el aura
del personaje y la estética de la composición, los pasajes sonoros han sido
bien colocados, los textos que van apareciendo en la parte posterior del
escenario también funcionan, como si fuera una conversación con nosotros mismo,
con nuestro ser. Las luces y el humo conducen al espectador hacia una
introspección y evidencia la descomposición de la era, que son muy bien
acompañados con la violencia del intérprete y su performatividad.
Moisés
Aurazo
29 de mayo de 2023
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