Drama en el centro psiquiátrico
Qué alegría es la de comprobar la sana evolución de un
artista escénico que poco a poco va consolidándose en el medio teatral. Y es
que resulta indudable el crecimiento de un teatrista como Gianfranco Mejía, que
a base de perseverancia y esfuerzo, ha logrado ya un público cautivo que
abarrota las salas en sus temporadas, la posibilidad de contar en sus filas con
actrices y actores reconocidos y de trayectoria, así como de ofrecer nuevos
espectáculos que año tras año van elevando su calidad en dramaturgia y
dirección. Falta mucho camino por recorrer, es evidente, y los ocasionales
tropiezos ocurren acaso cuando Mejía repone piezas estrenadas años atrás y no
las dota de un mayor riesgo y profundidad en su nueva ejecución (como en Eutanasia); no obstante, los resultados
de su última aventura, el estreno de Manicomio
en el Teatro Auditorio Miraflores, son lo suficientemente prometedores como
para esperar verdaderas sorpresas de este director, actor, dramaturgo y
productor, que no se detiene en su labor creativa.
Quizás lo mejor de esta nueva apuesta de Mever Producciones
se encuentre en su primer acto, que arranca con un repentino encendido de luces
total, luego del apagón, para mostrar una brillante y aséptica habitación de un
hospital psiquiátrico, en la que se nos presenta a los cuatro protagonistas de
la pieza, los pacientes Andy (el mismo Mejía), Mateo (Jorge Bardales), Emilio
(Alexis Arteaga) y el recién llegado David (Jorge “Coco” Gutiérrez). A pesar de
los muy graves delitos cometidos por este cuarteto, la dirección apuesta por
mostrarlos como claras víctimas de un sistema de salud mental absolutamente
arbitrario e injusto; en ese sentido, el carisma de los actores y el cuidado en
sus caracterizaciones, en general, contribuyen a este propósito.
La puesta tiene aspectos por mejorar y revisar: se extraña
la misma profundidad que exhiben los personajes de los pacientes, en el roles
de la ingenua y amable enfermera (Pilar Astete), del malvado doctor (Fernando
Pasco) y del violento enfermero (Pedro Sánchez Díaz); las escenas de lucha
cuerpo a cuerpo podrían precisarse aún más; y la utilización de música
incidental de cintas conocidas desvía la atención en momentos claves. Sin
embargo, estos detalles no empañan el significativo avance de Mejía como
realizador teatral. Basada en una experiencia personal del autor, Manicomio consigue conmovedores momentos
salpicados de agradecido humor (especialmente, en las escenas con Bardales y
Gutiérrez) y se convierte en una cruda representación de nuestro resquebrajado
sistema de salud mental, en clara oposición a cualquier intento de
rehabilitación.
Sergio Velarde
18 de mayo de 2023
No hay comentarios:
Publicar un comentario