“Una actriz debe ser empática en su vida diaria”
El 2018 fue un año de felices descubrimientos y merecidas confirmaciones
del talento y la perseverancia de varios artistas escénicos. Una de ellas fue
la joven actriz Andrea Alvarado, quien participó en un acertado montaje
dirigido por Roberto Ángeles, La promesa de Alexei Arbuzov en el Centro
Cultural Ricardo Palma; y en la puesta familiar Juan Sin Miedo, adaptación de
cuatro cuentos de los hermanos Grimm a cargo del maestro Alonso Alegría, en el
teatrín del Vivero de Dramaturgia. Premiada por el jurado de Oficio Crítico por
esta última temporada como la mejor actriz de Teatro para la infancia, Andrea
nos comenta que ella se inició en las artes escénicas a través de la danza.
“Tenía un grupo de danza en la universidad Católica y me llamaron para becarme
en talleres montaje de teatro musical”, explica. “Hice las audiciones y acabé
interpretando a Sally Bowles en Cabaret; eso me marcó de por vida, porque era mi
gran sueño”. Andrea reconoce que estando en Estudios Generales no paraba de
bailar. “De pronto entré a este taller, ya no podía seguir lo que estaba
estudiando y me cambié”.
Maestros teatrales
“En el colegio más que nada recitaba, bailaba o cantaba,
pero no había teatro”, reconoce Andrea. “Mis padres pensaban que iba a ser una universitaria
de carrera común”. En su familia no hay artistas, pero todo hubiera cambiado si
hubiera habido un taller de teatro en su escuela. “Si lo hubiera conocido antes,
hace rato hubiera sabido que esa era mi vocación; creo que estaba dentro de mis
venas, era hiperactiva”. La primera profesora formal de teatro que tuvo Andrea
fue la destacada actriz Alejandra Guerra. “Me marcó de por vida, con ella llevé
mi primer año en la Católica y me convocó para hacer una obra con alumnos y
exalumnos de la carrera de Teatro de la PUCP llamada Pequeños exilios (2016), un
proyecto de investigación teatral a partir de la pedagogía de Jacques Lecoq”.
Escrita por Federico Abrill, la puesta sirvió como el debut de Andrea sobre el
escenario. “Me volví su pupila, de ella rescato cómo ve las estrategias en la
actuación, cómo desglosa el habla para el actor desde el cuerpo; en Lecoq hay
una secuencia de movimientos y a través de ellos, los textos pueden salir de
mil maneras, con muchísimas cadencias y matices”.
Actualmente, Andrea sigue estudiando la carrera de
Actuación. “Mi último ciclo lo llevé con Alberto (Isola): me encanta el trabajo
que hace de los personajes, a partir de los zapatos y la caminata”. En el 2017,
Andrea se decidió abrir nuevos horizontes."Me metí al taller de Roberto
(Ángeles). Me enseñó que afuera hay que batallar, trabajar en grupo, buscarte
oportunidades y gestionarte a ti mismo; y desde el lado actoral, que pararte en
el escenario es “vida o muerte”, porque me despierta una sensación, una urgencia
en escena”.
Las múltiples caras del Teatro
Para Andrea, una buena actriz de teatro debe “ser empática
en su vida diaria, ser quisquillosa, específica, buscar más allá de lo general;
eso lo veo en los abuelitos, que te hacen probar de todo para comer”. Agrega
que debe ser sincera, y aceptar que a veces hay cosas que no salen. “Se
trabaja con el error y desde ahí, asumir que hay cosas que no podemos cambiar y
buscar otros caminos”. Por otro lado, un buen director debe “ser juguetón e irreverente,
es decir, que piense en ideas fuera de lo común”. Menciona además que es
interesante que un director haya llevado algún curso de actuación, para así
poder hablarle apropiadamente a los actores. “Sobre todo para los directores de
comerciales, que te dicen: Párate aquí, vete para allá”.
Andrea también ha llevado talleres de improvisación a cargo
de Dusan Fung y es actualmente parte de su elenco de actores improvisadores en
Imaginario Colectivo. “Tiene que haber irreverencia en la improvisación, permite
ser real y auténtico”, explica. La improvisación obliga al intérprete a estar
siempre presente y atento al compañero. “Tienes que aceptar el error, a no “latigarte”
si te equivocas; te ayuda a trabajar en grupo”.
Promesas sin miedo
Como mencionábamos anteriormente, La promesa fue uno de los
montajes del año pasado en el que Andrea demostró su versatilidad. “La hicimos en
el taller del segundo ciclo de Roberto, dirigido por él, y la obra me fascinó y
a mis dos compañeros también (Diego Salinas e Ítalo Maldonado)”, nos cuenta.
“En el feedback final, Roberto nos dice que le había encantado el trabajo, así
que nos juntamos y nos propusimos hacerla en temporada”. El proyecto se mandó y
fue una gratísima sorpresa para Andrea, cuando la llamaron a comunicarle que el
proyecto había sido aceptado para ser presentado en el Centro Cultural Ricardo
Palma. Su cuidada actuación llamó la atención, interpretando a una mujer
llamada Lika, quien se ve envuelta en un triángulo amoroso, durante la
construcción del cerco que aisló la ciudad rusa de Leningrado en los años
cuarenta.
Por otro lado, Andrea recibió también la propuesta de
participar en la obra familiar Juan Sin Miedo, de la mano del maestro Alegría,
con quien ya había trabajado en la obra Perro de familia. “Alonso abrió una
etapa maravillosa en mí”, asegura. “Como director confía mucho en mí y yo, en
él; se dicen muchas cosas de Alonso, pero siempre ha sido bueno y cariñoso
conmigo, tiene carácter fuerte y eso lo hace interesante, porque viene con las ideas
creadas, sabe cómo funciona la obra cómo el público iba a reaccionar”. Para
Andrea, Alegría es un director que no deja en la incertidumbre a sus actores y
ella aceptó encantada la propuesta. “Al comienzo uno ensaya sin público, pero
luego a los niños hay que mirarlos a los ojos, en eso la “impro” me ha ayudado;
yo tenía un texto gigante medio filosófico y veía sus caras que intentaban
comprender lo que estaba diciendo”.
Este 2019 veremos a Andrea no solo en el teatro, sino
también en la pantalla chica. “En marzo estreno Falsarios de Gino Luque (que
tuvo una intensa temporada en el 2013) con la directora Samoa Álvarez; y en
mayo, un musical peruano con Preludio en el Teatro Municipal”. Y en marzo,
Andrea estará en una serie para niños en el canal del Estado. “La dirige Renzo
Amado y participo con Gonzalo Molina: es la historia de una niña llamada Lua,
que sale de su casa, va a una habitación y se encuentra con otro personaje de
nombre Otto, que le narra cuentos peruanos”, concluye.
Sergio Velarde
2 de febrero de 2019
Muy buena conversación con esta novel actriz que la vi como lua ,muy expresiva y tiene un gran futuro.
ResponderEliminarno he visto mujer tan linda, alvarado o flores?
ResponderEliminarmi peoyecto me pide añguien como tu