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martes, 30 de abril de 2013

Crítica: ¡BAILA CON LA MUERTE! TRAGICOMEDIA DE ARQUETIPOS

Los excesos de la clase política

El estreno de ¡Baila con la muerte! Tragicomedia de arquetipos, escrita por Maritza Núñez y dirigida por Jorge Sarmiento, es la excusa perfecta para inaugurar la nueva e íntima Sala ENSAD, de la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático, dentro del Parque de la Exposición. Lamentablemente, el acogedor espacio tiene el mismo inconveniente que el del restaurante Patagonia en Miraflores: los sonidos del exterior se filtran con facilidad; sin embargo, esto no impidió para nada el disfrute de una puesta en escena con muchas virtudes, como por ejemplo, la del riesgo tomado para involucrar a señeros y veteranos actores en una trama desenfrenada y llena de excesos.

La pieza está dividida en dos actos muy definidos, dentro de un banquete ofrecido por un general: en el primero, la presentación de los variados personajes y el contexto social y político en el que se hayan envueltos; y en el segundo, la orgía desatada entre los comensales al fallecer la anfitriona. Los viejos socios lucen completamente amorales, mientras cambian con total facilidad sus preferencias por los candidatos presidenciales, en plena década de los 50, finalizando el gobierno de Odría. Todos, con excepción del mayordomo Perico, el único personaje con algo de humanidad, bien retratada al fallecer su ama y especialmente, al enfrentarse contra el autoritarismo. Los excesos de la orgía en el segundo acto, con todos bailando alrededor de un falo, mientras la muerta yace sentada en la mesa, resultan coherentes con la propuesta de arremeter contra el ansia de poder, como arquetipo máximo de la conveniencia. La imagen lograda es sobrecogedora. La música y voz en vivo es un punto a favor del montaje, así como el vestuario y escenografía.

¡Baila con la muerte! Tragicomedia de arquetipos funciona como un sarcástico retrato de la clase política, completamente ajena a los intereses del pueblo, pero sí muy interesada y convenida en estar de lado de los que tienen algo de poder. Igualmente, es una delicia apreciar a un grupo de actores con mucho oficio y trayectoria, como Leonardo Torres Descalzi, Gustavo Mc Lennan, Pilar Núñez, María José De Zaldívar y Lieve Delanoy, dejándolo todo en el escenario, muy bien acompañados por Rocío Ántero-Cabrera y Nelson Tafur. Mención especial para el feliz retorno a los escenarios de ese gran actor que es Emilio Montero. Bien vale la pena apreciar esta arriesgada propuesta, y además, recibir con entusiasmo esta nueva y acogedora sala teatral.

Sergio Velarde
30 de abril de 2013

ÚLTIMAS FUNCIONES: HASTA EL 05 DE MAYO
Jueves a sábado a las 7:30 pm.
Domingo a las 6:30 pm.
(Hora exacta. Venir una hora antes para recoger sus entradas)
Entradas:
General: 20 soles/ estudiante y jubilado: 10 soles
JUEVES: 2 X1
Venta de entradas en la boletería de la Sala ENSAD - Paseo de la República s/n.
(Parque de la Exposición – La Cabaña)
Ingreso por la Av. 28 de Julio con Petit Thouars / estacionamiento privado.
Reservas: 332-0432 / www.ensad.edu.pe
Apta sólo para mayores de 18 años

jueves, 25 de abril de 2013

Crítica: LA ETERNIDAD EN SUS OJOS

Homenaje de generaciones

La Asociación de Artistas Aficionados es un lugar de mucha historia teatral, y obligado referente cultural en nuestra ciudad. Actualmente se viene presentando ahí una obra muy particular, titulada La eternidad en sus ojos, escrita por el destacado dramaturgo nacional Eduardo Adrianzén. La pieza en cuestión está narrada en dos espacios y tiempos diferentes, bien delimitados: el departamento de una profesora de literatura jubilada, en la actualidad; y un cuarto de hotel, lugar de encuentros furtivos entre la profesora y uno de sus alumnos, en plena década del ochenta.

La acción en el presente: la repentina aparición del joven Claudio (Jorge Bardales, a quien vimos en La razón blindada) pone en aprietos a la septuagenaria Nina (Sonia Seminario, celebrando seis décadas en la actuación) y pronto, un secreto se descubre. Y en el pasado: Nina (ahora Ximena Arroyo, hija de Sonia, pero consumada actriz por derecho propio), casada y bordeando los cuarenta, tiene un romance con uno de sus alumnos, llamado Alejandro (Claudio Calmet, ocupadísimo el año pasado con La huella, La mueca y El último fuego), un joven profesor con aspiraciones de poeta y futuro padre de Claudio.

Si bien es cierto, los recuerdos no parecen ser del todo ciertos, a juzgar por lo que afirman los personajes en el presente, el dramaturgo Eduardo Adrianzén acierta en, por lo menos, dos niveles: la historia de amor de Nina y Alejandro, y la certera ambientación de aquellos años, que parece mentira, luzcan ahora tan lejanos. Este último aspecto es particularmente logrado, por ejemplo, con el estallido de los coches bombas, engranando perfectamente con el deterioro de la relación entre Nina y Alejandro, salpicada también por detalles netamente ochenteros, como el comienzo del movimiento senderista y las costumbres de aquella época, como la compra de dólares MUC en el mercado negro y la necesidad imperiosa de Nina por “evacuar” a sus hijos del país, en plena crisis económica.

La eternidad en sus ojos llega al escenario de la AAA, como un merecido homenaje a la veterana actriz Sonia Seminario, por sus 60 años de impecable trayectoria artística. Y ella debe sentirse seguramente muy orgullosa además, por compartir escenario con su hija, una inmensa Ximena Arroyo, absolutamente genial en el personaje de la Nina cuarentona, con un impecable dominio escénico, muy bien acompañada por un conmovedor y convincente Claudio Calmet, y servida además, por las inspiradas líneas escritas por Eduardo Adrianzén. El director Oscar Carrillo consigue los mismos brillos obtenidos en el mismo escenario, con El jardín de los cerezos, celebrando en aquel entonces, el medio siglo en las tablas de Seminario. Un montaje pleno de añoranza, de visión obligatoria.

Sergio Velarde
25 de abril de 2013

domingo, 21 de abril de 2013

Crítica: EL ORNITORRINCO

Audaz triángulo amoroso  

Escrita por el mexicano Humberto Robles (uno de los dramaturgos más populares en América Latina), estrenada en el Teatro Mocha Graña de Barranco y presentada por La Fuente de Castalia, El ornitorrinco es una comedia postmoderna con tintes dramáticos, que nos habla sobre las muchas apariencias que surgen en las identidades sexuales de las personas. El animal que le da título a la obra es una especie de mamífero australiano, que desconcertó a los científicos en su momento por sus extrañas características, tildado inclusive por algunos como “una elaborada falsificación”. Analogía correcta para describir las caretas que tuvo, tiene y tendrá el género humano, a la hora de querer relacionarse unos con otros.

Justamente el ornitorrinco es el tema de la tesis de la protagonista Ana (María del Carmen Sirvas, autora de Jardín de colores y protagonista de Madrugada), mientras que es consultada por su pareja Paco (Ernesto Ballardo) sobre la innecesaria cuestión de la “monogamia” dentro de su relación. Un primer acto algo reiterativo, pero que finalmente nos presenta la leitmotiv de la obra; le siguen tres actos más, en los que también interviene el amigo de ambos, David (Marco Antonio Huachaca, a quien vimos en El lenguaje de las sirenas y Los cuatro puntos cardinales), con el que se completa este sorpresivo triángulo amoroso, siempre con una cama en escena como eje central del drama. Los desnudos y escenas subidas de tono están planteados con una necesaria sobriedad estética, pues el mayor atractivo del montaje radica en el planteamiento de las tribulaciones de los personajes.

El director Manuel Trujillo logra un trío de interpretaciones bastante sólido y corrige detalles mayúsculos de su anterior montaje El disparo; en El ornitorrinco sí existe coherencia entre lo que vemos y escuchamos. Acaso el mayor mérito del director sea el de arriesgarse con la intromisión del músico en vivo (Loko Pérez con su guitarra) en algunas escenas: lejos de perturbar, sirve como un perfecto comic relief dentro del espinoso drama. En conclusión: El ornitorrinco es un montaje bastante solvente, divertido, bien dirigido y actuado, con ese toque de modernidad que nos susurra al oído que todo es ahora (para bien o para mal) demasiado relativo y cambiante.

Sergio Velarde
21 de abril de 2013

lunes, 15 de abril de 2013

Crítica: OPCIÓN MÚLTIPLE

Personalidades disociadas

Cuenta el mismo Luis Mario Moncada, autor y director de nacionalidad mexicana, que escribió una obra a pedido de cinco actrices recién egresadas de un instituto de arte escénico, que querían actuar juntas en una pieza en la que todas tuvieran el mismo peso dramático. Lo más sensato, pensó Moncada en ese entonces, fue que interpretaran al mismo personaje. Es así que nace este divertido espectáculo, Opción múltiple, en el que trastorno de personalidad disociada es el gran protagonista. Luis Miguel Talledo dirige la puesta peruana en el Teatro Larco, con un competente elenco, y aprovechando lo absurdo del planteamiento de Moncada.

Diana (Andrea Chuiman, a quien vimos en Cuento alrededor de un círculo de espuma) es una bella mujer con muchas inseguridades, que se vale de sus cuatro alter-egos para enfrentarlos: por un lado se encuentra la díscola Petra (Masha Chávarri, musa de Plan 9 en Demasiado poco tiempo y ¿Qué tortura?); por otro, la protectora Sabueso (Mayra Olivera); le sigue la conciliadora Julia (Fiorella Díaz de Sólo dime la verdad); y en medio de todas, la depresiva Olga (Alexa Centurión). Las cinco aparecen en el escenario utilizando el mismo vestuario y peinado, primero ante el sicólogo, luego ante el vendedor de una vidriería, y finalmente, ante el galán de turno, todos ellos interpretados por un solo actor (Junior Silva).

La dramaturgia es bastante ingeniosa, rematada por un final con tintes melodramáticos, pero bien aprovechada por el director y sus actrices protagónicas. La dilatada duración del espectáculo (hora y 45 minutos) no se siente. Co-producida por el TUC en la casa de la Asociación Cultural Plan 9, Opción múltiple destaca por su excelente ritmo y fluidez. El elenco es bastante efectivo, especialmente Díaz y Centurión. Si bien es cierto el montaje depende escénicamente de la temporada principal Sueños de un seductor, los cambios de elementos para delimitar los tres espacios en los que ocurre la acción (consultorio, tienda y departamento) son muy adecuados. En suma, una comedia muy recomendable.

Sergio Velarde
15 de abril de 2013

sábado, 13 de abril de 2013

Crítica: EL BOTÓN DE PLATA


Atractiva propuesta con luz negra

Existen muchas razones para ir al Centro Cultural CAFAE-SE y ver la nueva obra del grupo Palosanto, titulada El Botón de Plata. Para empezar: es la primera obra escrita por el reconocido director y dramaturgo nacional Ismael Contreras, ganadora en el XXVI Concurso Nacional de Obras de Teatro para Niños y jóvenes de la UNMSM. Además, mantiene la misma temática ecológica que ha caracterizado a las demás obras del repertorio del grupo, como La zorra vanidosa, Achikée, la Tierra Seca, Zacatapum, Villasucia, entre otras . Y finalmente, según las palabras del maestro Contreras, se trata de la primera obra para toda la familia, realizada íntegramente con luz negra.

El argumento gira en torno a una historia narrada por una cuentacuentos: Paichito, un pez inventor sin oportunidades en la pequeña laguna que habita, pese a tener buenas ideas para su desarrollo. Es entonces que decide irse de allí, para probar suerte en el exterior. La analogía está servida: nadie es profeta en su tierra. Un mensaje bastante claro y además, esperanzador para premiar el esfuerzo y el mérito. Paichito representa a todos aquellos que deben salir de su tierra natal para demostrar sus verdaderos talentos. Y el Botón de Plata es la perfecta metáfora de aquella laguna vista desde los cielos.

El experimentado Ismael Contreras dirige con bastante fluidez la historia, aprovechando con eficacia los beneficios de la luz negra, utilizando para ello títeres, marionetas, telas, vestuario y la misma plasticidad de los actores. Acaso la voz en algunas secuencias musicales, y las canciones grabadas, le resten puntos a un espectáculo innovador y atractivo, que irá afiatándose en el transcurso de la temporada. Acompañan a los habituales Julio César Delgado y Yasmine Incháustegui, los jóvenes Nadyr Espinosa, Juan José De los Santos y Herberth Hurtado. El Botón de Plata de Ismael Contreras sigue la misma línea de entrega y calidad de los espectáculos de Palosanto, y por las razones antes mencionadas, es una obra recomendable para toda la familia.

Sergio Velarde
13 de abril de 2013

Crítica: CON-CIERTO OLVIDO


Siempre pensando, siempre recordando

El mítico grupo Yuyachkani cumple 42 años y lo celebra, siempre pensando y recordando, con la reposición de Con-cierto olvido, un espectáculo catalogado por su director Miguel Rubio como una acción escénica, que celebra la trayectoria de artistas que se propusieron la idea de realizar teatro en grupo, investigar tradiciones peruanas y latinoamericanas, así como desarrollar su propio lenguaje escénico. Su acogedora casa en Magdalena recibe al público, que poco a poco ocupa las tribunas, para recibir a siete de sus integrantes, quienes nos deleitarán con sus virtudes escénicas: actuación, declamación y música, en esta suerte de íntimo concierto de cámara con mucho teatro y memoria.

“Estoy pensando, estoy recordando”: nunca antes la definición de la palabra Yuyachkani fue tan precisa para describir a una de sus obras. Todas ellas, con fuerte contenido social y político. Han sido escogidos fragmentos de 18 de sus obras más representativas, que incluyen conceptos y versos de poetas universales como el alemán Bertolt Brecht, el griego Constantino Kavafis, el francés Antonin Artaud y el español Jorge Manrique, para confeccionar este espectáculo en tres actos, en los que el común denominador es el trabajo del actor, sus esperanzas, sacrificios, fracasos y éxitos. Pero también se perciben en algunos cuadros, ideas como la libertad, la pérdida de la identidad, la reconciliación, la muerte y el amor.

Los intérpretes de Yuyachkani también emocionan al público, con canciones que mueven nuestro orgullo peruano, utilizando variados instrumentos musicales. Amiel Cayo con el violín, Augusto Casafranca con el saxofón, Ana Correa con el acordeón, Débora Correa con la trompeta, Rebeca Ralli con la percusión, Teresa Ralli con el clarinete, y un magistral Julián Vargas con la guitarra. Un espectáculo completo, compacto, vigoroso y emocionante, en el que se lucen cada uno de sus intérpretes por igual. Con-cierto olvido confirma a Yuyachkani como uno de los grupos pioneros del teatro nacional, ofreciendo un trabajo escénico con sello propio.

Sergio Velarde
13 de abril de 2013