Las adicciones a sustancias tóxicas son peligrosas enfermedades
crónicas que afectan al cerebro y a la conducta. Una de ellas es el
alcoholismo, que en jóvenes y adultos puede causar irreparables daños en el
entorno profesional y familiar. Este mal, desencadenado por la descontrolada ingesta
de esta bebida “aceptada” socialmente, es explorado escénicamente por el actor
Sergio Muñoa en Del Infierno al Cielo,
pieza de su autoría y con su dirección, en el Teatro Auditorio Miraflores. Se
trata de un montaje ciertamente irregular, pero con innegables aciertos que
valen la pena ser mencionados y que colocan a su artífice en una situación
expectante, en cuanto a su desarrollo artístico se refiere.
La pieza nos muestra la dramática historia de Gabriel (Julián
Falconi), sobreviviente de la Guerra del VRAEM y hundido en el alcoholismo por
dicha razón. Interesante propuesta la de no mostrarnos físicamente al protagonista
hasta no conocer la situación emocional del resto de personajes, como su esposa
(Lux Mariel Jáuregui), su doctor (Fernando Pasco), su madre (Carola Mazzei) y su
suegra (Lizbet Príncipe). Una vez que Gabriel aparece en escena asistimos a su
progresivo deterioro psicológico, aderezado con un par de secuencias surrealistas,
hasta el inexorable final que se anunciara ya desde su título, pero que aún deparará un giro inesperado. Resulta importante
tomar ciertas consideraciones para el montaje, como acelerar los cambios de escena, así como
cuidar cruciales detalles como, por ejemplo, el de no dejar ninguna lata de
cerveza del cuadro de pesadilla a la vista del público cuando dicha secuencia ya terminó, pues ya nos encontramos supuestamente en el mundo real.
Muñoa sí acierta en el retrato del alcoholismo y sus trágicos
efectos, en dos escenas puntuales: Falconi y aquellos segundos previos a una
recaída con vaso en mano; y Mazzei, en un desgarrador monólogo ante la
fatalidad. Basada en un cortometraje original del mismo nombre, Del Infierno al Cielo cumple con
presentar los tristes resultados de esta enfermedad, la ansiedad, la pérdida
del control, la incapacidad de detener la adicción y el duro síndrome de
abstinencia. Como producto escénico, la constante exploración y el necesario ajuste
de detalles la podrían convertir en un valioso testimonio de los terribles
estragos que produce el excesivo consumo de esta droga aceptada socialmente.
Sergio Velarde
30 de abril de 2022