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miércoles, 27 de abril de 2022

Crítica: MONSTRUO DE ARMENDÁRIZ


¿Dura lex, sed lex?

“La ley es dura, pero es la ley”, traducción de la expresión latina “Dura lex, sed lex”, empleada a menudo en el campo jurídico, bien podría calzar con el reciente estreno de la obra teatral Monstruo de Armendáriz, escrita por Sebastián Eddowes y Malcolm Malca Vargas, con la colaboración de Alfredo Bullard, la cual se está presentando en el Teatro de la Universidad del Pacífico.

Bajo la versión y dirección de Malca, la trama está inspirada en el proceso judicial contra Jorge Villanueva Torres, apodado como el “Monstruo de Armendáriz”, afrodescendiente sentenciado a muerte por supuestamente haber violado y asesinado a un niño. Como toda ficción, en la puesta se cuestiona la veracidad de los medios probatorios y del proceso en sí. Ambientada en la Lima de 1954, un joven abogado es asignado como el defensor de oficio del acusado, descubriéndose muchas contradicciones y aparentes vicios procesales, aunados al uso político de la justicia, la explosión mediática del caso, así como la presión de la opinión pública y la discriminación.

Conforman el afiatado elenco Daniel Cano, Verony Centeno, Herbert Corimanya, Gerardo García Frkovich, Diego Lombardi, Gonzalo Molina Marcelo Paredes y Paul Ramírez, destacando las sólidas y conmovedoras interpretaciones de Cano y Corimanya. Por otro lado, es importante mencionar la acertada estética en cada una de las escenas, desde el vestuario hasta la utilería que aportaron a la creación de una real atmósfera, sobre todo, en los momentos clave del juicio.

Monstruo de Armendáriz es un espectáculo potente tanto en la narrativa como en el hecho escénico, ya que pone en la palestra una realidad que arrastramos por mucho tiempo en el sistema judicial, tan cuestionado y tan venido a menos. Y es que cuando la justicia, la política y la histeria colectiva se mezclan, el resultado puede ser bastante nocivo, ya sea para un abogado novato y con principios, para una madre que busca un poco de consuelo en medio del dolor de perder a su hijo, o para el propio acusado, quien pese a los prejuicios sociales e intereses políticos, tiene derecho a un debido proceso. Como siempre, el teatro es un medio no solo para entretenernos, sino también para seguir cuestionándonos.

Maria Cristina Mory Cárdenas

27 de abril de 2022

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