Quizás por primera vez en mi vida infantil sentí,
en el límite de mi entendimiento y de la conciencia, cómo dos personas muy
próximas, que se quieren, no se comprenden y pueden atormentarse y
martirizarse, y cómo toda la conversación, toda la voluntad de ser inteligente,
toda la razón, solo consiguen inyectar veneno, nuevos tomentos, nuevos
pinchazos, nuevos errores. ¿Cómo era posible? Pero era
posible, sucedía. Era absurdo, era demencial, risible y dudoso. Pero así era.
Alma de niño de
Hermann Hesse
Diego La Hoz, qué duda
cabe, es un hombre de teatro. Además de ser un
prolífico dramaturgo y director peruano, es también el fundador de EspacioLibre
Teatro, asociación teatral que desde 1999 no ha parado de producir arte y
cultura desde el escenario. Basta con buscar su nombre entre las notas
publicadas por este medio
para darnos una idea de lo que ha sido y sigue siendo su nutrida producción.
Producción que, además, no ha surgido necesariamente desde la comodidad. Por el
contrario, y como él mismo lo ha afirmado, La Hoz se ha educado para trabajar
desde el estímulo de la precariedad. Y qué escenario más precario para las
artes (aquí y en el mundo) que el año que acaba de pasar y el que nos toca
vivir.
La incertidumbre del 2020
hizo que La Hoz esperara pacientemente a que fuera posible volver a los
escenarios presenciales. Hasta que la incertidumbre dio
lugar a la innegable (y triste) certeza de que el ansiado regreso no sería a
corto plazo. Aunque dio lugar también a la oportunidad de jugar con nuevas
posibilidades desde esa novedad llamada “virtualidad”. Así, habiéndole tocado
vivir el confinamiento en Arequipa, se puso en contacto en julio del 2020 con
el colectivo Teatro del Tercer Piso, con quienes ya había trabajado en el
proyecto ¡Bien
macha!, para explorar opciones que permitieran el diálogo entre el teatro y
la virtualidad. Este colectivo arequipeño, con tres años de permanencia en la
escena local, coincidía con el director en apostar por un montaje
multidisciplinario. En esta búsqueda, y en colaboración con la productora
audiovisual Calzón Negro, deciden trabajar con tres cuentos de la autoría de La
Hoz, adaptados al lenguaje escénico y cinematográfico en simultáneo. Como resultado, este conjunto de artistas nos
ofreció Toda muerte tiene, una
trilogía de cortometrajes escénicos, bajo la dramaturgia y dirección de La Hoz,
la dirección de fotografía y edición de Luis Ramos, el sonido y la iluminación
de Harold Núñez Solís, y las actuaciones de Erick Alpaca, Katy Basurco, María
Alejandra Márquez, Erick Pfuro y Caleb Vásquez. Cada
corto de esta trilogía se mostró durante un fin de semana de octubre y
noviembre del 2020.
El resultado de este
singular trabajo asemeja a un conjunto de piezas de cinematografía
independiente y muy de autor. De cierta manera lo son. Las
tres historias que componen este montaje no siguen necesariamente la clásica
estructura aristotélica de la dramaturgia que solemos consumir. Su lenguaje es,
más bien, críptico, lleno de visos y figuras poéticas. El mismo hilo conductor
entre ellas, la muerte, no resulta tan evidente, sino que se confunde en el
tejido narrativo. En palabras de La Hoz, estas historias no hablan de la muerte
natural per se, sino de la muerte a la que nos encamina la sociedad, como la
única salida al tormento que esta nos inflige. En un espacio físico minúsculo y
hasta improbable para un montaje teatral, estos cortos escénicos se narran entre
planos cerrados y ángulos rasantes, en un ambiente iluminadísimo en blanco y
negro, y otro a color, algo lúgubre, acompañados de una musicalización tan
discreta como inquietante. En contraste, el código actoral no es para nada
cinematográfico sino teatral ex profeso. Es como si los rarísimos personajes
(todos presentes e interactuando en el espacio) que transitan por estas
historias reafirmaran su vitalidad expresándola con una exageración estridente
para el espectador sentado en la fila “k” que, sin embargo, los ve a través de
la lente colocada a centímetros de sus rostros. Es importante comentar, además,
que las tres piezas fueron grabadas de un tirón en una madrugada, durante un
toque de queda. El resultado es que los
tres cortos escénicos mantienen uniformidad en cuanto a estética y estilo. Lo agradecemos
de sobremanera: la mente humana se esmera en detectar constantes, y esta es una
muy importante en el conjunto.
Toda muerte tiene…cinco ojos de ancho
En este el primer corto
escénico actuaron Katy Basurco, Erick Pfuro y Caleb Vasquez. Este último interpretó al “Espectro”, una suerte de anfitrión que
está presente en los tres cortos y que hace una breve introducción al
espectador sobre lo que verá, además de interpretar a otros personajes de la
trama. Esta historia versa sobre una mujer que parece haber matado a su marido
y/o al padre de sus hijos, y ahora es atormentada por el fantasma del difunto y
de sus culpas. Habla con una muñeca que podría ser o representar a su hija o,
en general, aquello que perdió y que añora con locura.
Hay que reconocer que las
primeras sensaciones con esta entrega fueron de desconcierto. Hubo que hacer un esfuerzo importante para entrar en el código
dramatúrgico (sobre todo) y cinematográfico de la puesta. En lo personal, no
gustamos de las actuaciones teatrales ante una cámara. Consideramos que esta
estridencia, bastante usual en nuestro medio y en la novedosa virtualidad, no
permite apreciar la capacidad actoral de su ejecutante y distrae de lo que
sucede en la obra. Grande fue nuestra sorpresa al enterarnos, durante un
conversatorio posterior al corto, que este estilo fue planteado con toda
intención. Fue necesario, entonces, volver a ver la pieza escénica para
apreciar este trabajo desde esa intención. Es importante destacar el trabajo actoral
de Caleb Vásquez y Erick Pfuro, que parecen haber hecho exactamente lo que se
les pidió hacer en escena (aunque Pfuro tuvo un encargo más complicado con un
personaje como el suyo), y el de Katy Basurco, que lleva gran parte de la
acción dramática en sus hombros. Hay
que decir, sin embargo, que faltó algo de peso escénico en el personaje de
Basurco. Hubo textos larguísimos en los que no parecía
haber incorporado el lastre de todo el sufrimiento por el que esta mujer ha
pasado. Era como si sus entrañas no hubieran comprendido el horror por el que
transitaba. Por supuesto, entendemos que lo que pedimos no es poco. Pero es
nuestro deber pedirlo.
Toda muerte tiene…sangre azul
En este segundo corto
escénico actuaron María Alejandra Márquez, Erick Pfuro y Caleb Vasquez. Esta entrega nos cuenta la historia de dos hermanos, una niña y un
niño, que están huyendo. Ella es una princesa a la que él, como un caballero
andante, debe proteger del mal que los acecha. Una vez más, los fantasmas de la
culpa rondan, sobre todo al niño, que parece haber matado al padre abusador.
Los hermanos corren hasta donde sus fuerzas les dan, pero la sombra de su
crimen parece ser más rápida y los orilla a un precipicio.
Llegamos a esta segunda
entrega más preparados que a la primera. Caleb Vasquez
repite el plato como nuestro anfitrión, y nos invita a sumergirnos en esta
historia. Esta vez, el lenguaje dramatúrgico resulta más claro y no tan
críptico, aunque no exento de imágenes y figuras poéticas. En línea con esto,
el trabajo actoral resulta más comprensible para el espectador. Destaca aquí
Erick Pfuro, que parece sentirse más identificado con el personaje que le ha
tocado interpretar. En cuanto al riesgo escénico, cabe destacar la inclusión
funcional de mobiliario en la obra. Se propone una estructura central hecha de
mesas o sillas, con la cual interactúan de manera efectiva estos personajes.
Toda muerte tiene…un gato para dos
En el tercer y último
corto escénico actuaron María Alejandra Márquez, Erick Alpaca y Caleb Vasquez. En esta historia, una mujer embarazada tiene un gato. Un gato
domesticado. Un gato humanizado. El gato resiente el abandono de la mujer,
entiendo que su amor es condicional y agobiante. La mujer resiente el abandono
del gato, que ahora ansía la libertad. Quiere marcharse y ella no lo deja. Lo
sujeta con su querer que es como una soga que aprieta. Demanda fidelidad. La
mujer tiene un marido que la sujeta, también, con la soga de su querer. Ambos
quieren liberarse del otro pero, al mismo tiempo, se atan entre sí. El amor
¿incondicional? que la mujer lleva en el vientre lo amenaza todo.
Así como el gato que Erick
Alpaca interpreta, llegamos a esta función bastante “domesticados”. Conocemos el lenguaje con el que nos van a hablar, y nos dejamos
envolver en él. Nuevamente el “Espectro” de Vasquez nos lleva de la mano a esta
historia que él también compartirá como un personaje más. Nos sugiere, antes,
que usemos nuestra imaginación. Asumimos que es para que entremos a la
convención de que Alpaca interpreta a un gato humanizado que se expresa con
todo el dolor que le cabe. Felicitamos desde aquí su interesante trabajo, así
como el de Márquez, que se debate entre el ama dominante y la esposa sumisa. El
juego con la soga entre los tres personajes es interesante de ver y cobra
cierto nivel de protagonismo como la analogía del amor asfixiante del que habla
esta historia.
Toda muerte tiene no es un producto de fácil ingestión o digestión.
Lleva en sí el fermento de lo absurdo, lo demencial, lo
risible y lo dudoso. Como al personaje del cuento de Hesse que citamos líneas
arriba, nos duele y nos atormenta desde la contradicción en la puñalada artera
de quien dice querernos. Y, sin embargo, su rara complexión nos genera un goce
estético. Termina convirtiéndose en un gusto adquirido. Un delicatesen
discretamente exhibido en el amplio buffet de la virtualidad local. Enhorabuena.
David Huamán
1º de marzo de 2021
Nota del autor: Esta
entrega llega con casi cuatro meses de retraso a este medio. Nada justifica semejante dilación. Solo nos cabe ofrecer nuestras más
sinceras disculpas a sus lectores y, en especial, a Diego La Hoz, Luis Ramos, Harold
Núñez Solís, Erick Alpaca, Katy Basurco, María Alejandra Márquez, Erick Pfuro,
Caleb Vásquez y a todo el equipo de Teatro del Tercer Piso y Calzón Negro. Esperamos que estas líneas estén a la altura de vuestras
expectativas.