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sábado, 23 de noviembre de 2019

Crítica # 500: NUESTRA SEÑORA DE LAS NUBES


Drama poético desde el exilio

La producción dramática de Arístides Vargas ya no necesita presentación. Nacido en Argentina, pero afincado en Ecuador desde su exilio ocurrido en 1975 y dirigiendo su colectivo Malayerba, sus textos vienen sirviendo de inspiración para crear acaso los dramas líricos latinoamericanos más bellos que tenemos. En nuestro país, algunas de sus piezas fueron llevadas a escena por su aplicado alumno Michael Joan y su Asociación Cultural La Vale, como La República Análoga (2014), La edad de la ciruela (2014) o Ana, el Mago y el Aprendiz (2015); en ellas, los recuerdos, la fantasía, el destierro y la memoria se conjugan de una particular manera real-maravillosa sobre las tablas. El año pasado, Joan y su compañera Claudia del Águila nos deslumbraron con una propia obra inspirada en el universo de Vargas, llamada Entre colinas y senderos (2018), que obtuvo el suficiente reconocimiento de público y crítica como para animarse la pareja a colaborar juntos nuevamente en escena. Es así que tenemos en cartelera la pieza más representativa de Vargas, Nuestra Señora de las Nubes, que le hace merecida justicia a uno de nuestros dramaturgos más influyentes y entrañables.

Óscar (Joan) y Bruna (Del Águila) son dos exiliados que se encuentran en un lugar indeterminado, ambos con sendas maletas que contienen los recuerdos de una patria en común, conocida como Nuestra Señora de la Nubes. A través de sus propios testimonios, se van revelando los orígenes de esta tierra, con una variada gama de personajes, entre disparatados y melancólicos, que van construyendo la historia frente a nuestros ojos en cuadros de diverso calibre dramático. Todo el magistral lirismo y humor de Vargas alcanza en Nuestra Señora de las Nubes acaso su punto más alto, muy bien ejecutado por la pareja de actores, quienes demuestran solvencia, versatilidad y gran carisma en escena, aprovechando las posibilidades que el texto ofrece. A destacar las escenas de los hermanos “piropeadores”, la visita de la esposa del director de una orquesta, la abuela escandalosa o el contrapunto entre el alcalde y su superficial esposa.

La puesta en el Teatro de Lucía es sencilla y funcional, contando con un amplio ventanal al foro y unos cuantos mobiliarios y utilería que les permiten a Joan y Del Águila caracterizar con precisión a cada uno de sus personajes. El mayor acierto del montaje, sin duda, es el equilibrio logrado por el trabajo de dirección, entre la fina comedia y el amargo drama que viven estos personajes. Joan y Del Águila, acaso sin proponérselo, resultan la pareja análoga peruana de Vargas y su compañera Charo Francés. Nuestra Señora de las Nubes, con la asistencia de dirección de Claudia Rua y la producción de Rodrigo Rodríguez, es un dignísimo y merecido homenaje para uno de nuestros autores latinoamericanos más valiosos, uno que puede conjugar la soledad, la amargura, la esperanza y el olvido de forma magistral.

Sergio Velarde
23 de noviembre de 2019

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