La niña y la criatura
La escritora inglesa Mary Shelley logró pasar a la
posteridad con la publicación de la primera obra formal de ciencia ficción de
la historia, Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), si bien es cierto dentro
del estilo gótico, pero que actualmente es más conocida como una pieza de
terror. La trama, harto conocida, incluye peliagudas temáticas como la ética y
la moral científica, así como el afán del ser humano por crear la vida, en
completa oposición a los mandatos religiosos, a través de la aparición de aquel
monstruo confeccionado por pedazos desmembrados de otros cuerpos muertos, al
que algunos erróneamente confunden con el nombre de su creador. Pues bien,
trasladar dicha historia a un escenario dispuesto a recibir a familias con
niños de todas las edades es sin duda, una ardua tarea, pero que el director
Bruno Odar y su Asociación Cultural Diez Talentos lograron cumplir con dignidad
este objetivo con Frankenstein, desde su estreno oficial en el Teatro La Plaza en el 2014.
La criatura del Dr. Frankenstein ya había aparecido en otros montajes de teatro para la infancia como personaje de apoyo, por
ejemplo, en Vampi: La historia de un Conde (2016) y en su secuela Vampi 2: Pulgoso Amor (2019), ambas en compañía de un simpático vampiro interpretado por
el director Juan José Oviedo. Sin embargo, Odar no propone una historia
independiente, sino que toma como pretexto la historia de un padre (el mismo
Odar) en su afán por escenificarle la misma historia de Shelley a su pequeña
hija (Alessia Lambruschini). Dicha opción funcionó, no solo por el innegable
talento interpretativo de Odar, sino también por la del resto del elenco y una
propuesta escénica, que incluyó un andamio que le permitió jugar con varios
niveles en el escenario y recrear todas las locaciones de la novela original,
así como un cuidado vestuario y maquillaje que nos acercaron al estilo gótico
que propuso la autora.
Acompañó a Odar un joven y competente elenco, que incluyó a
Javier Merino como la criatura, Alexia Dalmau, Daniel Tantachuco y una
particularmente divertida Elena Castillo como Igor. El micrófono que solo utilizó
Lambruschini no desentonó demasiado, gracias al carisma de la pequeña. La
inclusión de una subtrama que involucró a la madre ausente de la niña, que va apareciendo
intermitentemente a lo largo del espectáculo, le sirvió a Odar para enriquecer
su propuesta. Esta feliz dramatización de Frankenstein estuvo en el Auditorio
del Centro Cultural Ricardo Palma, no solo cautivando a los más pequeños con su
propuesta escénica, también fomentando la lectura de clásicos como el de Shelley,
que nunca pasarán de moda.
Sergio Velarde
23 de noviembre de 2019
Un saludo desde Lima - Perú
ResponderEliminarVirginia Merino