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miércoles, 16 de enero de 2019

Entrevista: JUAN CARLOS ADRIANZÉN

“Hacer producción no es el premio consuelo”

La reunificación de las dos Coreas del dramaturgo francés Joel Pommerat fue, sin duda, una de las puestas en escena más destacadas del año pasado y recibió la mención del jurado de Oficio Crítico como el mejor montaje en la categoría Drama del 2018. Conversamos con Juan Carlos Adrianzén, productor de Escena Contemporánea, que es un destacado colectivo peruano conformado por Alberto Isola, Magali Bolívar y el propio Juan Carlos, además de contar con diversos profesionales colaboradores como Ana Celia Salazar en la producción ejecutiva, y que viene ofreciendo notables espectáculos de manera ininterrumpida desde su fundación hace seis años. “Me interesó el arte desde la inquietud que te inculcan en casa por llevarte al teatro, al incorporar la vida cultural dentro de tu ejercicio natural”, recuerda Juan Carlos. “En mi casa no había artistas, pero siempre se leyó, siempre se fue al teatro, se fue al cine, se consumió arte; tenía la inquietud en el colegio de estar en el grupo de teatro, en el de cultura; la estimulación vino de los dos lados: de la casa y de la escuela”.

Los inicios en la producción

Si bien Juan Carlos pensó ser periodista cultural en algún momento, por casualidades de la vida terminó colaborando con los amigos que hacía en el mundo del teatro. “Creo que la vocación estaba ahí”, reflexiona. “La de ser organizador, el relacionarse con la cultura, y todo terminó en la producción, para luego migrar a la gestión; más allá de la producción de eventos, se debe entender la gestión cultural como esa gran mirada macro que está detrás de un trabajo constante de ejercicio cultural”. Además, desde pequeño tuvo profesores que lo fueron encaminando hacia las artes en general. “Jorge Sarmiento (actual director de la ENSAD) fue mi profesor en el colegio, me enseñó teatro, psicología y filosofía, te estimulaba mucho la curiosidad por la escritura, por el teatro”. Fue así que Juan Carlos, entre otros proyectos, editó una revista universitaria llamada Vórtice (1996-1997), dedicada específicamente a la literatura;  y se convirtió en el director del Centro Cultural Casa Abierta (1998-2003), en el que se presentaron montajes teatrales, exposiciones y talleres. “También trabajé en el Centro Cultural de la Católica por varios años haciendo producción de teatro, cuando este llevaba el liderazgo de la producción teatral, cuando eran muy pocos los espacios de promoción institucional y antes del crecimiento de toda la escena alternativa”.

¿Qué tan importante es para un grupo de teatro el tener un productor? “Todos podemos hacer la declaración de la renta final del año en una calculadora, pero es mejor tener un contador”, refiere Juan Carlos. “Se creía que la producción (hace tiempo, ahora pienso que menos) era esta cosa que podemos hacer todos, la de dedicar un poco de nuestro tiempo en apoyar”. Y si bien este accionar se convierte en algo mágico para los colectivos más jóvenes, en los que todos quieren hacer todo juntos, Juan Carlos cree que hasta para los más independientes ya les queda claro que es mejor que haya una figura central encargada de esa responsabilidad. “Porque si todos hacemos todo, nadie tiene una responsabilidad clara de lo que hace, y así como designamos a alguien que sea director, pues sobre los hombros del productor va a pesar una gran responsabilidad, ya que se encarga de que la gestión de todos los elementos funcione de manera organizada”.

Juan Carlos afirma que cuando regresó a Perú de estudiar la Maestría en la Universidad Complutense de Madrid en España y de vivir casi diez años trabajando en gestión cultural, en los talleres de Gestión y Producción que dictaba, sentía que había jóvenes que estaban seguros de que su lugar era ese. “Ya no era el puesto reciclado como se pensaba antes, es decir, como cuando uno no es muy bueno, entonces que haga producción; como no hay papel en esta obra para ti, te toca organizar”. Asegura además, que sí existe en la actualidad gente que reconoce que la producción es un trabajo apasionante, divertido, satisfactorio e importante. “Hay mucho artista autogestionado que lo hace todo por necesidad, se entiende que sea así, pero hay que tener habilidades. Hacerlo a disgusto es lo peor”. En varias oportunidades, Juan Carlos se ha topado con jóvenes que acudían a él aduciendo que querían hacer producción. “¿Cuál es tu proyección?, les preguntaba. “Quiero ser actor, pero mientras espero que me llamen, quiero hacer producción”. ¡Ser productor no es un premio consuelo! Vas a estar frustrado haciéndolo; al contrario, hay gente que sabe cómo gestionar y organizar un proyecto”.

Mientras que para Juan Carlos la Producción implica la gestión de un evento o producto específico, la Gestión tiene una visión mucho más macro. “Un gestor cultural puede ser un productor, porque tiene una mirada más de empaque, de qué forma parte, más allá del evento en sí”, reflexiona. “No todo productor es un gestor, ya que él tiene una mirada mucho más profunda, de una gran fotografía de adónde conduce todo esto”. Es por ello que así como se puede reconocer a una agrupación que tiene “gestión” (acaso sin saberlo, pero existe una coherencia en su propuesta o programación), también hay producciones en las que se hace por hacer, en otras palabras, se hacen productos muy efectivos, correctos y buenos, pero sin una mirada global. “Hay mucho productor que migra a la gestión, pero la formación es otra: el  amueblamiento de un gestor implica más cosas que habilidades de gestión y producción específicas”.

Teatros y revistas

Como Coordinador y Programador de nuestro Gran Teatro Nacional desde junio del 2012, Juan Carlos se hizo responsable de su gestión integral y puesta en marcha durante cinco años. “Pienso que uno de nuestros logros fue la búsqueda de la institucionalidad, es decir, el generar una organización que respondiera a unos lineamientos y que tuvieran una coherencia con lo que se iba a hacer después”, menciona. “En cinco años se quiso darle esa mirada al espacio de diálogo y acercamiento con el público, tanto en su oferta de espectáculos, como en el Programa de Formación de Públicos”.

Juan Carlos se alegra de que a dos años desde su salida, el Teatro Nacional sigue caminando. “Nada se perdió, se sigue creciendo, se puede haber virado hacia un lado u otro, pero se mantiene a pesar del paso de las personas”. Evidentemente, en varios sectores, los proyectos terminan siendo muy personales, quedándose las personas quince o veinte años al mando de una institución. “Una institución sólida es la que se permite tener liderazgos que marquen pautas, pero si estos cambian, la institución debe seguir y responder a lineamientos lógicos y que nadie pueda venir y borrarlos de un plumazo”. Juan Carlos afirma estar conforme con el aprovechamiento de sus años al mando del Teatro Nacional; sin embargo, admite que pudo haberse hecho mucho más. “Acaso se debió encontrar una fórmula administrativa más ágil a la que te ofrece un ministerio, en otras palabras, quedó pendiente el cómo darle una figura ágil a una institución viva y constante”.

Uno de los mayores aciertos de la labor teatral de Juan Carlos fue la creación de la revista “La Lupe. Puro teatro, pura danza” junto a Guillermo Cortés y Juan Sánchez, publicación especializada en artes escénicas dedicada a la crítica y al acercamiento con nuevos públicos en Lima, que viera la luz en el 2012 y se mantuviera por seis números. “Se terminó por razones exclusivamente económicas, porque no hubo interés en financiarla; si nos convertíamos en una revista de variedades, seguro se acercaba a los intereses de alguna casa de publicidad , pero no era lo que queríamos hacer”. Fue entonces que Juan Carlos y equipo tocaron a las puertas de instituciones que deberían tener cierto “feeling” en apostar por la vida cultural. “Algunas instituciones respondieron bien, pero otras no le dieron el valor debido, ojalá en algún momento alguien se anime a retomarla”. Justamente, Juan Carlos estuvo presente en el recordado Velorio de la Revista Muestra (2014), organizado por la destacada dramaturga y crítica Sara Joffré. “Ella es de esas personas que se quedan, porque son referentes de necedad (en el buen sentido) y de apasionamiento, que han decidido que “este es mi lugar y voy a insistir desde mi trinchera”. Ella refleja la tozudez, pues en aquella época en la que nadie insistía con concursos de dramaturgia y publicaciones, había esfuerzos individuales como los de ella, eso es muy valioso de recordar”.

El amor y la escena

En el 2015 en España, Juan Carlos decidió casarse con el amor de su vida: el notable actor, bailarín y coreógrafo Franklin Dávalos. “Es mi cómplice principal, gran compañero de amor y de profesión”. Cada uno de ellos es un apasionado en sus labores dentro del mismo sector, han aprendido a trabajar juntos y sobre todo, a entender mutuamente sus horarios tan particulares. “Cada uno tiene sus propios escenarios de trabajo y además compartimos varios: él, ser pieza creativa en escena; y yo, una buena compañía como gestor de proyectos”. En una sociedad tan machista y pacata como la nuestra, el matrimonio de Juan Carlos pudo haber generado diferentes tipos de reacciones, entre ellas, habérsele cerrado algunas puertas. “Siempre he pensado que todo el mundo sabía de mi opción sexual y en todo caso, nadie me ha informado que haya perdido una oportunidad laboral por eso”. Agrega que alguna vez le llegó un comentario acerca de una institución tan conservadora que definitivamente no lo iba a convocar. “Pero yo me casé, porque queríamos casarnos, porque queríamos celebrarlo con nuestros amigos, y porque era un acto político y un aporte a una lucha que tiene un largo camino por recorrer”. Definitivamente, la sociedad española resulta muy diferente a la nuestra en ese sentido. “La legislación hace mucho, ya que si existe una ley que respalde una realidad, así no te guste o no estés de acuerdo, terminas respetando, porque la ley se respeta así no estés de acuerdo”.

Otra de las grandes pasiones de Juan Carlos es el colectivo Escena Contemporánea, que fundó al lado del director Alberto Isola y la actriz Magali Bolívar y que fue responsable de interesantes y recordadas puestas en escena, como El Cine Edén (2013), Estrella negra (2014), Este hijo (2014), Casi Transilvania (2015), El continente negro (2015), Nunca llueve en Lima (2016), Bárbaro (2017) y El dolor (2017), entre otras. “Fueron años de trabajo constante con más aciertos que tropezones”, reflexiona Juan Carlos. “No ha sido un camino de rosas, tenemos muchas dificultades, pero también mucha necedad en el equipo y logramos sacar varios proyectos adelante”. Fue así que en el 2018, Escena Contemporánea estrenó La piedra oscura de Alberto Conejero y Cintas de seda de Norge Espinosa, ambas dirigidas por Isola; y la ya mencionada La reunificación de las dos Coreas.

“Una clave para el éxito es el de haber medido nuestras fuerzas, que no tienen la misma vehemencia de cuando teníamos 20 años”, asegura Juan Carlos. “Evaluamos cuánto esfuerzo somos capaces de soportar con los avatares; siempre ha sido un ejercicio el de saber cuánto es lo que somos capaces de hacer con mucha conciencia”. Sabiamente para Escena Contemporánea, cualquier emprendimiento que surja pasa por un análisis de posibilidades, el mismo que es necesario para poner en actividad cualquier empresa o negocio. “Es un ejercicio de gestión: reconocer habilidades y suplir deficiencias”.

Los roles del teatro

Para Juan Carlos, un buen actor de teatro “debe ser chancón, pero no de letra, sino de la vida”, añadiendo la importancia de prepararse constantemente, de leer mucho, ver, escuchar y asistir a las funciones de teatro. “Debe haber curiosidad por lo que está pasando en el mundo; es por eso que a veces se ve poca profundidad en algunos montajes y es que de pronto no trabajaron o no vieron lo suficiente”. Por otro lado, un buen director de teatro “tiene que ser muy estudioso, tener la capacidad de superar todas las lecturas posibles de un texto, de saber orientar y escuchar a sus actores, y tener capacidad de riesgo”. Finalmente, para Juan Carlos, un buen productor de teatro debe ser ordenado, curioso, y además debe leer mucho. “No solo es alguien que debe conseguir la silla que quiere el director al lado de la mesa, él debe ser capaz de sentarse con su director, respetando los límites, y aportar”. Y es que resulta inconcebible un productor que ni siquiera haya leído el texto. “Todos debemos aportar desde nuestros lugares, y el productor debe tener sensibilidad artística para conectarse con lo que se está creando entre todos”.

Sobre los casos más recientes en nuestro medio, de la oposición del dramaturgo (a través de herederos o agencia) hacia algunas propuestas específicas por parte de directores que, por ejemplo, quisieron cambiarles el sexo a los personajes como en Un tranvía llamado Deseo de Tennessee Williams, o una actriz asumiendo un rol masculino como en Esperando a Godot de Samuel Beckett, Juan Carlos nos comenta el convenio realizado con Pommerat para llevar a escena La reunificación de las dos Coreas. “Trabajamos dos veces con Pommerat (autor de Este hijo); la traducción del francés al español la hizo Nadine (Vallejo, codirectora del montaje) con acompañamiento de Alberto; esta viaja a la agencia en Francia, allá la leen y verifican que el texto sea válido”. Es así que los inconvenientes se van resolviendo, como la traducción exacta de los títulos. Por ejemplo, “Cet enfant” no podía traducirse exactamente a “Esta criatura” o “Este infante”, es por eso que quedó “Este hijo”. “Felicitaron mucho la traducción, además nunca propusimos hacer cambios, porque nos interesaba el texto como era desde la dramaturgia”.

Sin embargo, sí hubo una estrecha colaboración con Espinosa en Cintas de seda: la sólida propuesta de Isola hizo que el autor redujera considerablemente el número de personajes y hasta se añadió una escena nueva. “Antes ponían obras de autores a quienes ni les consultaban ni pagaban”, asevera Juan Carlos. “El autor es el primero que ha hecho posible que el proceso de una obra inicie. Si es un autor con el que no puedes negociar, entonces no trabajes con él, hay otras obras o escribe la tuya. Los autores no están en la obligación de concedernos su obra; y si dicen “A mi obra no le mueves nada”, no están equivocados, hay que respetarlos, porque es su visión”.

Muchos proyectos le esperan a Juan Carlos este 2019. Él se encuentra radicando en Colombia, trabajando como Director de programación del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo en Bogotá. “Pero a Escena Contemporánea le esperan muchos viajes: nos vamos de gira con Bárbaro, al norte de Chile por Iquique y Arica; con El dolor estaremos en temporada en La Maldita Vanidad, un espacio muy bonito en Bogotá, y en un festival de teatro unipersonal en Madrid”. Cintas de seda viajará también a un festival en España; e Isola dirigirá, en coproducción con el Celcit de Argentina, una obra de Adriana Genta (autora de Estrella negra), que será traída a Lima y luego se llevará a Uruguay. “Produciremos también un espectáculo de teatro para niños, con texto de Cesar De María y la dirección de Nadine, en coproducción con la Universidad del Pacífico; y nos haremos cargo de un espectáculo de Mirella Carbone estrenado en Buenos Aires, quien vuelve a Lima con Lorna Ortiz, y que presentaremos en temporada de junio y julio”, concluye.

Sergio Velarde
14 de enero de 2019

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