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viernes, 18 de enero de 2019

Crítica: MÁXIMA, PROTECTORA DEL AGUA


El maravilloso mundo del títere

La Asociación de Artistas Aficionados ha estrenado un nuevo horario familiar (6:30 p.m.) con el espectáculo titulado Máxima, Protectora del Agua, el cual se estructura combinando la destreza de los títeres corporales, las máscaras, la narración oral, la música y el teatro. Dirigida y representada por la actriz y titiritera Ana Santa Cruz, quien con vasta experiencia en este campo, conduce con gran habilidad y entusiasmo esta propuesta.

Basada en la historia de la agricultora y defensora ambiental peruana Máxima Acuña, quien enfrentó a una empresa minera para defender el agua y ecosistema de su pueblo (Cajamarca) y como si se tratase de un pequeño cuento representado en vivo, este show para toda la familia transita por la diversidad de la cosmovisión y costumbres andinas, resaltando temas tan importantes como la responsabilidad social y ambiental.

A nivel visual, los detalles del escenario en miniatura ideado y construido por la propia Ana Santa Cruz, daban un toque íntimo y propio para el manejo de los títeres; sin embargo, en un teatro con una sala tan amplia como el de la AAA, en caso de un lleno total, sería difícil de apreciar desde las últimas butacas. De otro lado, los detalles como el vestuario, la musicalización e iluminación fueron acertados y pulcros. Acompañados de una narración clara y bien matizada por parte de la actriz, sumado a una contundente ejecución en el manejo del títere y las máscaras; cambiando –el personaje-  con mucha sutileza y precisión los diversos pasajes de la historia.

Máxima, Protectora de Agua es una representación que amalgama correctamente la teatralidad, la metáfora y el claro mensaje que encierra su narrativa: el cuidado y protección de los recursos ambientales, teniendo en la figura de esta mujer (Máxima) a una valerosa representante del activismo y la lucha por una justa causa. Un relato breve pero concreto en su estructura escénica; en cuanto a la edad de los asistentes, se recomienda que sea a partir de los 10 o 12 años, debido a los efectos de sonido y luces, que podrían resultar muy potentes para niños más pequeños.

Maria Cristina Mory Cárdenas
 18 de enero de 2019

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