¿Cuestionando el patriarcado?
La dramaturga argentina Diana Raznovich es una destacada activista
del movimiento feminista y de las libertades elementales del ser humano, no
solo a través de su producción literaria, sino también por su incursión en el
humor gráfico. Tal como lo reveló en diversas entrevistas, el humor y el teatro
se han convertido en partes indesligables de la creación escénica de la autora.
Acaso su obra más emblemática estrenada en nuestro país haya sido Casa Matriz
(2006), con la dirección de la experimentada Ruth Escudero y el protagonismo de
la versátil María Angélica Vega. En ella, se atacaba la sociedad de consumo, a
través de la existencia de una multinacional que alquilaba actrices
especializadas en representar distintos roles de madres para la ocasión, dentro
de un montaje algo irregular. Siempre en clave de comedia, Escudero volvió a la
carga este año con otra pieza de Raznovich, De atrás para delante, estrenada en
el ICPNA de Miraflores y nuevamente con la complicidad de Vega en el elenco. Los
resultados, si bien es cierto convirtieron al espectáculo en uno disfrutable,
sí pudieron haber alcanzado otros brillos de haber seguido el real propósito de
la autora.
Tal como lo menciona Raznovich, la familia es todavía considerada
la célula básica donde se nace, se crece y se nos forma, la cual es trasmisora
de valores patriarcales, que tiende a que los patrones normativos (heterosexualidad,
machismo) sean aún tomados como categorías indiscutibles y poseedoras de aquella gran
verdad. De atrás para adelante se encargó de rechazar tamaña falacia, por medio
de la historia de una familia normal y poderosa, que se ve de un momento a otro
sumida en la ruina. La hija Mariana (Fiorella Díaz) decide recurrir al auxilio
de su hermano Javier, quien fuera expulsado de casa años atrás por ser homosexual,
pero cuya actual posición económica podría ser la única salvación para la
familia. A pesar del terco rechazo del padre (Óscar Carrillo), Mariana consigue
que Javier prometa solucionar la situación; sin embargo, quien llega a la casa
es la monumental Dolly (Vega), dispuesta a renovar la empresa familiar. Fácil
es pues, adivinar la verdadera identidad de Dolly, quien además de lograr su
propósito empresarial, también consigue rescatar aquellos lazos familiares que
tanto añoraba al revelar su verdadera identidad.
Producida por la Asociación Cultural Manada, Escudero siguió
la ruta de la meta-teatralidad propuesta por la autora (actores son personajes
y público a la vez, sentados al lado del escenario cuando no están en escena; los personajes
siguen el esquema teatral pauteado por la misma sociedad; Dolly actúa como Javier y
Dolly, de acuerdo a la ocasión); sin embargo, elige una peligrosa manera de
plasmar el drama en escena, valiéndose de sobreactuación, pantomima, exageración
y farsa de trazo grueso, que generaron, lamentablemente, sí la comprensión pero
no la completa identificación del espectador con las motivaciones de los
personajes, que incluyeron además de los mencionados, a la nueva esposa (Carla
Martel-Anahí de Cárdenas), al asesor familiar (Daniel Zarauz) y a la pareja de
Dolly (Sandro La Torre). La puesta en escena, al igual que Humo en la neblina
(2015), otra fallida propuesta de Escudero, contó con algunos inspirados
momentos gracias básicamente al talento actoral, pero en medio de un estilo
desordenado y desconcertante: un primer acto con todo el espacio vacío y el inevitable
abuso de la mímica, contrastando con los curiosos y coloridos muebles en el
segundo; cajas de pizza vacías con contenido imaginario, pero también cubetas rellenas
con pedazos de papel plateado haciendo las veces de agua; estrambóticos e
innecesarios vestuarios para ciertos personajes que no sumaban al montaje
final (como en la foto); y especialmente, la decisión de contar con una buena actriz como Vega,
en lugar de vencer el tradicionalismo que la autora gritaba en su texto y
contratar ya sea a un actor, un travesti o un verdadero transexual como intérprete
de Dolly.
Como se mencionó anteriormente, las dos únicas escenas
rescatables son aquellas en las que Dolly se revela ante su padre y su hermana,
gracias a la humanidad que les otorgó el trío actoral Vega-Carrillo-Díaz. Dichas escenas valen todo el visionado del espectáculo. En
conclusión, así como la funesta (aunque celebrada) puesta en escena de
Hairspray, el Musical (2012), más atrás que adelante a nivel conceptual, con
actores blancos pintados de negro en una obra creada originalmente para
criticar la discriminación racial en el show-business; el montaje de De atrás para
adelante, pieza escrita por Raznovich para indagar sobre la familia y su modo
de reproducir y transmitir prejuicios, exclusiones y marginaciones sociales, no
pasó de ser un entretenido espectáculo sin la contundencia necesaria que su
propia ejecución escénica le permitió.
Sergio Velarde
8 de setiembre de 2018
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