La importancia del discurso
La etimología de la palabra "Teatro" viene del griego “Theatron”,
que significa “lugar para ver” o “lugar para contemplar”. La tarea durante
siglos de este oficio, en la interacción dialéctica de Actor y Espectador, es y será
el de comunicarnos mensajes desde los más sublimes hasta los más mundanos, pero
siempre mostrándonos la realidad desde un contexto, tiempo y espacio, queriendo
de alguna forma sutil o no, darnos un
pequeño drama personal que refleje la realidad de lo que pasó, lo que está
pasando o podría pasar, pero desde la honestidad del hacer, cuerpo, aire, voz,
dándose en el espacio sincero, en su sudor, pues hay una necesidad irreversible
de decir, y este es el caso de Marx en el Soho de Howard Zinn, interpretado en
esta ocasión por Humberto Chaparro.
Un actor maduro con cabellos largos y barba prominente,
ambas ya teñidas por el tiempo y la experiencia, pues la vida es una las
grandes maestras en este oficio, si bien la inquietud por el teatro nace
temprano: “…En el jardín de niños, en una obra que no pude participar, pues no
pudieron hacerme el vestuario, La siembra se llamaba”, nos dice Humberto Chaparro.
Quizás fue aquella el impulsor para que
participara después en cuanta obra de colegio hubiera frente a él y después
buscar, en otras épocas, al Teatro Experimental Universitario, en tiempos intensos
y de compromiso político y social. Ahí se ve influenciado y nutrido por
maestros y compañeros como Rene Ramirez, Enrique Victoria, Hugo Bonet, Gabriela
Milano, Javier Saenz, entre otros, pero quizás el tiempo de dirigente sindical
en Cuajone fue lo que terminó de redondear su presente representación de Marx
en el Soho.
Si bien la obra del historiador norteamericano Howard Zinn es joven, esta ya ha sido representada
en diversos lugares del mundo, cobrando actualidad donde sea puesta en escena, mostrándonos a Karl Marx en el presente, en
el distrito de Soho de Nueva York, discursando contra las mismas injusticias
capitalistas que motivaron su obra hace más de 150 años, cuando publicó “El
capital”. Sin embargo, nos presenta un personaje lúdico y lleno de anécdotas,
que hacen de esta obra sólida en contenido y discurso, pero también es ágil y
entretenida, siendo un viaje por la historia y el discurso de Marx sin llegar a
ser panfletaria.
El trabajo de las
acciones es interesante en la propuesta escénica de Humberto Chaparro; si bien
no son acrobáticas, llegan a impresionar por la sencillez y delicadeza:
momentos como cuando saca de su bolsillo migajas de pan y se las da a las
palomas dejan delinear en la imaginación la escena de un momento íntimo pero a
la vez común, pues la claridad de la acción deja fluir nuestras propias
memorias. La descripción de las hijas de Marx, una por una, mientras cambia de
niveles sutilmente y delinea en el aire
sus figuras, nos da a entender que hay algo más allá de la técnica y es también
el propio recuerdo, esas estructuras asociativas que conectan con el actor y
vuelven la escena sincera, verdadera.
Recordemos que el oficio no solo se base en la estética y la forma, sino también en la ética y la política. Puestas en escena, como Marx en el Soho nos lo recuerdan sin llegar al extremo del panfleto, donde el oficio solo es utilizado como una herramienta más del panfleto ideológico. Es importante la reflexión y el análisis dentro de nuestro arte, la constante reinvención y el trabajo del propio discurso. “Lo único constante es el cambio”, diría Mariátegui.
Recordemos que el oficio no solo se base en la estética y la forma, sino también en la ética y la política. Puestas en escena, como Marx en el Soho nos lo recuerdan sin llegar al extremo del panfleto, donde el oficio solo es utilizado como una herramienta más del panfleto ideológico. Es importante la reflexión y el análisis dentro de nuestro arte, la constante reinvención y el trabajo del propio discurso. “Lo único constante es el cambio”, diría Mariátegui.
Miguel Gutti Brugman
Cusco, 9 de octubre de 2018
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