Esperando lo inesperado: Picasso, Einstein y Presley
Luego de la injustamente subestimada "Bebé a
bordo" (ignorada por lamayoría de selecciones de lo mejor del 2004), la
Asociación Plan 9, de la mano del joven director David Carrillo, nos regala una
de las comedias más deliciosas, irreverentes y corrosivas del año.
"Esperando a Picasso", obra del genial comediante norteamericano Steve
Martín, logra combinar de manera magistral la feroz crítica hacia nuestro mundo
moderno con una sucesión de hechos improbables e imposibles, llenos de gracia,
vitalidad e ironía.
Un enorme letrero nos indica que estamos en París del año 1904. Un apacible bar llamado Lapin Agile, con un enorme y aburrido cuadro de fondo, sirve de escenario para el encuentro de dos personalidades que revolucionarían nuestro siglo: los jóvenes Albert Einstein (Raúl Zuazo) y Pablo Picasso (Gonzalo Molina) se encuentran por primera vez y dan rienda suelta a uno de los más delirantes diálogos que los habituales parroquianos del lugar escucharán jamás. Este vibrante contrapunto entre la ciencia y el raciocinio por un lado, y el arte y la creatividad por el otro, no sólo consigue enfrascar en divertidas reflexiones filosóficas a los dos protagonistas, sino también al resto de los presentes que deberán elegir por uno de los dos bandos. O simplemente ir al baño, como el viejo conformista Gastón.
"Esperando a Picasso" no es una simple comedia de situaciones. Se trata de una aguda mirada a nuestra propia realidad y una señal de alerta hacia lo que nos espera. Los espectadores vemos lo que sucede cien años atrás y nos conectamos con las tibias esperanzas que aquellos personajes depositan en su lejano futuro, que es a la vez nuestro negro presente. La magia que logra la puesta en escena, con ágiles diálogos y un excelente diseño de luces, se ve mermada por algunas innecesarias referencias localistas, pero que de alguna manera aportan a la total locura e "irrealidad" de la obra, que finaliza con la llegada del mismísimo Elvis Presley.
El elenco de actores está a la altura de las circunstancias: Molina compone un Picasso apasionado y visceral, con pinceladas más finas y precisas que las del Einstein de Zuazo, peligrosamente cercano a la caricatura. Un notable Ricardo Fernández aporta frescura y carisma al personaje de Gastón y Berta Pancorbo, como la mesera Germaine, se luce cuando intenta presagiar los hechos de su nuevo siglo. "Hiroshima será totalmente modernizada..." musita feliz, acompañada por las sonrisas nerviosas del público. El mismo director David Carrillo se reserva el personaje de Elvis, el tercer visitante con el que se completa el "triángulo" de personalidades reunidas en el bar y corona de manera alucinante este relato lleno de fino e ingenioso humor, que inevitablemente se colocará entre lo mejor de este año. Que se repita.
Sergio Velarde
18 de mayo del 2005
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domingo, 29 de junio de 2008
Crítica: CRISTO LIGHT
La pasión mediática de un Cristo ¿light?
Yogurt "light", mayonesa "light", dietas "light". El término "light"acompañando al nombre de cualquier producto alimenticio significa que no te hará aumentar un gramo de peso, te cuidará de la caries y te hará vivir de manera mucho más saludable. Pero esta palabrita prestada del inglés también trae consigo una connotación desfavorable, que es la de ser "ligera", "inofensiva" y "sin vuelo". Si éste fuera el caso, una obra de teatro llamada "Cristo Light"aparentaría ser una anodina versión de "La Pasión" con conflictos sencillos resueltos con poca densidad dramática. O simplemente un "Jesucristo Superstar" sin canciones y bailes. O cualquier otra cosa, pero "light".
Pues a pesar del adjetivo calificativo del título, este "Cristo" que nos devuelven el autor Eduardo Adrianzén y el grupo Espacio Libre no tiene nada de "light", en el sentido en que aborda temas espinosos y polémicos que podrían subirle el azúcar en sangre a los más cucufatos, como la brutal globalización que se cierne sobre la humanidad, el cada vez mayor poder de los medios de comunicación, la eterna lucha social y hasta el incesto. Adrianzén urde una trama muy atractiva: un Jesús de barriada (un correcto Oscar López Arias) se dispone como todos los años a interpretar la Pasión durante Semana Santa. Es descubierto por un lucrativo medio televisivo y termina siendo absorbido por una vorágine mediática que lo convierte en un involuntario líder de masas, a expensas de su familia y de su propia identidad.
Toda la parafernalia televisiva es presentada en el escenario con trazo grueso y grosero. Los periodistas y empresarios televisivos son seres hambrientos de dinero, poder, fama y rating, sin ningún atisbo de escrúpulos o humanidad. Sin embargo, este estereotipo es muy bien aprovechado por Yanina Ugarte y sobre todo, por Pold Gastello (dueño de un envidiable registro para la comedia) para dar vida a personajes antagónicos sumamente simpáticos. Más interesante aún resulta el conflicto de Jesús con su madre María (excelente Sandra Bernasconi), una mujer inestable y convenida, pero con un afecto muy peculiar hacia su hijo. Desde su aparición narrando el "milagroso" origen de su vástago, somos testigos de una relación madre-hijo con punzantes toques edípicos. Notable la escena de la ducha. Si bien la llegada del revolucionario primo Juan (Franklin Dávalos) aporta interés a la historia, el personaje de Andrea (Daniela Sarfati), una chica que termina viviendo abruptamente en casa del protagonista, nunca termina de cuajar. Su relación sentimental (y sexual) con Jesús resulta tosca y forzada y la escena del descubrimiento de este prohibido affaire por parte de María, aparece muy desdibujada.
Por otro lado, el logrado diseño escenográfico, compuesto por estructuras metálicas movibles y un sugerente vestuario de vanguardia le otorgan atractivo a la puesta en escena, muy limpia y correcta, a cargo del director Diego La Hoz. Impecable producción de Marisol López. La guitarra eléctrica de Gabriel Anselmi es efectiva sólo cuando no suena por encima de las voces de los actores, que felizmente sucede en la mayoría de las veces. Sin duda estamos ante una tardía reposición, pero muy recomendable y nada "light", a cargo del grupo Espacio Libre.
Sergio Velarde
11 de abril del 2005
"Cristo Light" se presenta de jueves a sábado a las 8:00 p.m. en la AAA.
Crítica: ORLANDO
Andrógino profeta del silencio
Por la película “Las Horas” Nicole Kidman se llevó a casa el Óscar por su frágil y enfermizo retrato de Virginia Woolf (Londres 1882), célebre escritora inglesa que padeciera afecciones mentales que la persiguieran de por vida y que se suicidara ahogándose en un río en 1941. Su desequilibrada mente está presente en la puesta en escena de su obra “Orlando”, a cargo del grupo Teatro del Silencio y dirigida por Rebeca Ráez. Con el cuerpo y la voz de Ofelia Lazo, Virginia es el artífice de todos los acontecimientos que vemos en el escenario.
Escrita en 1928, la novela “Orlando” está basada vagamente en la vida de su amiga íntima y supuesta pareja Vita Sackville-West. Somos testigos de la vida de Orlando, un ser que a lo largo de 400 años se muestra primero como hombre y más tarde como mujer. Se trata entonces, de una fantasía tomada de la vida real en la que se conjugan el desenfreno y la identidad sexual.
Rebeca Ráez prefiere el silencio. Es decir, las palabras sobran cuando el cuerpo, los gestos y el movimiento adoptan un propio lenguaje que deja traslucir las acciones. Si bien es cierto las palabras no están del todo dejadas de lado (como la melodiosa voz en off de Virginia y el intenso monólogo de Nick Green), son los movimientos escénicos y la expresión corporal de los actores quienes nos conducen a lo largo de la historia. Un impecable manejo de los recursos técnicos, que incluyen una finísima banda sonora y escenas en video, permiten sacarle el jugo al muy particular escenario del ICPNA de Miraflores. Esto se hace evidente casi al final, cuando todos los actores deambulan a través de las tugurizadas cámaras del foro.
Ráez es lo suficientemente inteligente como para no caer en el trillado y facilista argumento de que “cada espectador debe sacar su propia conclusión”,con el que algunos directores defienden sus inefables trabajos de nebuloso origen y realizados para su propia autosatisfacción. La propuesta de “Orlando”es coherente y rica en detalles y valgan verdades, luego de algún esfuerzo, logramos comprender a cabalidad la trágica historia de Orlando y Virginia, quienes se llegan a encontrar en el tramo final. Orlando, oscura creación de Virginia, es un ente en el que habitan el espíritu de su padre y Vita, su amante lesbiana. Dos seres que se fusionan en un mismo cuerpo y que forman la andrógina figura de Orlando.
Excelente trabajo en conjunto del elenco, destacando nítidamente José Ruíz Subauste en impecable caracterización principal (Orlando parece ser interpretado por dos actores diferentes) y que también colaboró con la adaptación de la puesta en escena. Las veteranas Ofelia Lazo y Helena Huambos se lucen comoVirginia Woolf y la majestuosa Reina, respectivamente. Y ambas se animan a demostrar que la expresión corporal se puede realizar a cualquier edad. Completan el reparto Carmen Navarra, Fernando Fernández y Wendy Pomar.
Para los espectadores desprevenidos, aquellos que ignoran el origen de esta puesta en escena, el espectáculo puede resultar algo confuso. Pero la obra se sostiene por sí sola con escenas de gran fuerza y audacia, que de no entenderse del todo, definitivamente se siguen con interés. Es como ver “Mulholland Drive”de David Lynch. No sabes que está pasando en la película pero, diablos, qué buena que está. “Orlando” se convierte entonces en una “silenciosa” joyita con la que Teatro del Silencio arranca nuestra actividad teatral en el 2005. Como aquí no hay Óscars ni nada que se le parezca, sólo queda el aplauso final (pero sí prometo una terca mención a fin de año). No se la pierdan.
Sergio Velarde
15 de febrero del 2005
Colaboración: LOS RÍOS PROFUNDOS
Arguedas de Cuatrotablas
Ingresar al mundo de José María Arguedas es ingresar al Perú y todas sus contradicciones. El grupo CUATROTABLAS lo hace con cuatro formidables actores y logra trasmitir todo el valor telúrico del escritor suicida. Lo majestuoso del Perú aparece ante la mirada de un niño con todas sus reverberancias de magia y rencor.
Estos Ernestos que poseen el escenario con toda la parafernalia léxica del autor de Todas las Sangres, se expresan con la fuerza que sólo un peruano puede tener, cuando se refiere a Arguedas. La música en Quechua es el suficiente andamiaje atmosférico y las imágenes nos conducen por los cauces de vivencias bien vividas que han marcado el corazón sensible de un niño. Si hay algo que pueda marcar el corazón sensible de un niño, es la visión de un Perú contradictorio con caminos como encrucijadas, de donde no se sabe a ciencia cierta por donde tomar.
Esos son los Ríos Profundos de Cuatrotablas y Arguedas; son los ríos de la memoria que nos agobian a veces, pero de los que tenemos que dar cuenta para exorcisar todos nuestros demonios y poder avanzar. Poder arribar siquiera a lo que propone como sueño el Arguedas del Zorro de Arriba, el zorro de abajo, que nos resconozcamos en el Perú de estos hervores para poder superarlos y llegar a hacer una sociedad de la concordia que todos queremos, aunque sea por una vez vivir.
El Arguedas de Cuatrotablas es apenas un paso de este reconocimiento. Pero un paso bien ejecutado y sin dubitaciones.
Luis Paredes
Asociación Peruana de Crítica e Investigación teatral
Ingresar al mundo de José María Arguedas es ingresar al Perú y todas sus contradicciones. El grupo CUATROTABLAS lo hace con cuatro formidables actores y logra trasmitir todo el valor telúrico del escritor suicida. Lo majestuoso del Perú aparece ante la mirada de un niño con todas sus reverberancias de magia y rencor.
Estos Ernestos que poseen el escenario con toda la parafernalia léxica del autor de Todas las Sangres, se expresan con la fuerza que sólo un peruano puede tener, cuando se refiere a Arguedas. La música en Quechua es el suficiente andamiaje atmosférico y las imágenes nos conducen por los cauces de vivencias bien vividas que han marcado el corazón sensible de un niño. Si hay algo que pueda marcar el corazón sensible de un niño, es la visión de un Perú contradictorio con caminos como encrucijadas, de donde no se sabe a ciencia cierta por donde tomar.
Esos son los Ríos Profundos de Cuatrotablas y Arguedas; son los ríos de la memoria que nos agobian a veces, pero de los que tenemos que dar cuenta para exorcisar todos nuestros demonios y poder avanzar. Poder arribar siquiera a lo que propone como sueño el Arguedas del Zorro de Arriba, el zorro de abajo, que nos resconozcamos en el Perú de estos hervores para poder superarlos y llegar a hacer una sociedad de la concordia que todos queremos, aunque sea por una vez vivir.
El Arguedas de Cuatrotablas es apenas un paso de este reconocimiento. Pero un paso bien ejecutado y sin dubitaciones.
Luis Paredes
Asociación Peruana de Crítica e Investigación teatral
domingo, 22 de junio de 2008
Crítica: EL GUÍA DEL HERMITAGE
Regala por navidad una visita al “Hermitage”
¿Cuántas historias se han escrito siguiendo el mismo esquema? El personaje central del cuento trata de hacer ver a sus acompañantes de turno una supuesta eimposible realidad hasta finalmente convencerlos de ella. Desde Cristóbal Colón afirmando que la Tierra es redonda hasta Mulder convenciendo a Scully de la existencia de extraterrestres en “Los expedientes X”, pasando por el defensor Darrow en “Heredarás el viento” en el juicio sobre Darwin, don Quijote y SanchoPanza, hasta Roberto Benigni en “La vida es bella”, quien convierte el Holocausto Judío en un cuento infantil a los ojos de su hijo. La misma historia contada mil veces y de mil maneras distintas.
En “El guía del Hermitage” Pavel Filipovich es el guía de un afamado museo carente de cuadros y debe convencer de la existencia de éstos a su esposa Sonia y al guardia del recinto Igor, antes que llegue su inminente muerte. Pudo ser una raya más al tigre. Pero no lo es. Esta puesta en escena de autoría del premiado Herbert Morote se convierte en todo una lección de vida, de amor y de esperanza. Pavel conduce a los personajes y a los espectadores imaginarios por los vacíos y oscuros pasadizos del Museo Hermitage, mientras en el exterior se escuchan las bombas de los alemanes que pretenden cercar Leningrado, a fines de la Segunda Guerra Mundial. Todas las obras de arte fueron enviadas a los Urales, sin embargo, el idealista Pavel continúa sus visitas guiadas para mantener viva su pasión por el arte. Pavel no sólo convence a su esposa y al guardia, sino que también al asistente “imaginario” (el público), pues describe con gran lucidez cada detalle de las “piezas artísticas” del Museo. La inicial resistencia a creer lo increíble cede ante la férrea convicción de este personaje y éste logra que las visitas al Hermitage continúen después de su muerte con la aparición de un inesperado sucesor.
La pieza nos ofrece varias lecturas: ¿cuáles son los límites entre la realidad y la fantasía para un ser viejo y acabado pero con una profunda pasión por su patrimonio artístico y que representa toda la cultura de su pueblo? ¿Por qué estos personajes arriesgan sus vidas por mantener su identidad nacional ante el inminente ingreso de Hitler a su ciudad? La necesidad de aferrarse al pasado,valorar lo que ya no está con nosotros, rescatar las raíces de una nación representadas por las creaciones artísticas, es mostrada con profunda emoción, no sólo por Pavel, sino también por Igor quien esconde un doloroso secreto tras la muerte de su hijo. La relación entre el soñador Pavel y el realista Igor es moderada por Sonia, quien es la más reacia a perder su identidad soviética ante los alemanes.
La directora Ruth Escudero, luego de arrancar de Ivonne Fraysinett la actuación de su vida en “Clase Maestra”, hace lo propio aquí con el primer actor Hernán Romero, inmejorable como el guía Pavel, quien se encuentra en su mejor forma luego de 40 años de actividad artística. Un irreconocible Gonzalo Torres, como el guardia Igor, sepulta para siempre su cómico personaje televisivo y el personaje de Sonia (que alternan María Angélica Vega y Kathy Serrano) aporta la necesaria cuota femenina a la historia. Nuestro estreno mundial del año.
Sergio Velarde
14 de diciembre del 2004
¿Cuántas historias se han escrito siguiendo el mismo esquema? El personaje central del cuento trata de hacer ver a sus acompañantes de turno una supuesta eimposible realidad hasta finalmente convencerlos de ella. Desde Cristóbal Colón afirmando que la Tierra es redonda hasta Mulder convenciendo a Scully de la existencia de extraterrestres en “Los expedientes X”, pasando por el defensor Darrow en “Heredarás el viento” en el juicio sobre Darwin, don Quijote y SanchoPanza, hasta Roberto Benigni en “La vida es bella”, quien convierte el Holocausto Judío en un cuento infantil a los ojos de su hijo. La misma historia contada mil veces y de mil maneras distintas.
En “El guía del Hermitage” Pavel Filipovich es el guía de un afamado museo carente de cuadros y debe convencer de la existencia de éstos a su esposa Sonia y al guardia del recinto Igor, antes que llegue su inminente muerte. Pudo ser una raya más al tigre. Pero no lo es. Esta puesta en escena de autoría del premiado Herbert Morote se convierte en todo una lección de vida, de amor y de esperanza. Pavel conduce a los personajes y a los espectadores imaginarios por los vacíos y oscuros pasadizos del Museo Hermitage, mientras en el exterior se escuchan las bombas de los alemanes que pretenden cercar Leningrado, a fines de la Segunda Guerra Mundial. Todas las obras de arte fueron enviadas a los Urales, sin embargo, el idealista Pavel continúa sus visitas guiadas para mantener viva su pasión por el arte. Pavel no sólo convence a su esposa y al guardia, sino que también al asistente “imaginario” (el público), pues describe con gran lucidez cada detalle de las “piezas artísticas” del Museo. La inicial resistencia a creer lo increíble cede ante la férrea convicción de este personaje y éste logra que las visitas al Hermitage continúen después de su muerte con la aparición de un inesperado sucesor.
La pieza nos ofrece varias lecturas: ¿cuáles son los límites entre la realidad y la fantasía para un ser viejo y acabado pero con una profunda pasión por su patrimonio artístico y que representa toda la cultura de su pueblo? ¿Por qué estos personajes arriesgan sus vidas por mantener su identidad nacional ante el inminente ingreso de Hitler a su ciudad? La necesidad de aferrarse al pasado,valorar lo que ya no está con nosotros, rescatar las raíces de una nación representadas por las creaciones artísticas, es mostrada con profunda emoción, no sólo por Pavel, sino también por Igor quien esconde un doloroso secreto tras la muerte de su hijo. La relación entre el soñador Pavel y el realista Igor es moderada por Sonia, quien es la más reacia a perder su identidad soviética ante los alemanes.
La directora Ruth Escudero, luego de arrancar de Ivonne Fraysinett la actuación de su vida en “Clase Maestra”, hace lo propio aquí con el primer actor Hernán Romero, inmejorable como el guía Pavel, quien se encuentra en su mejor forma luego de 40 años de actividad artística. Un irreconocible Gonzalo Torres, como el guardia Igor, sepulta para siempre su cómico personaje televisivo y el personaje de Sonia (que alternan María Angélica Vega y Kathy Serrano) aporta la necesaria cuota femenina a la historia. Nuestro estreno mundial del año.
Sergio Velarde
14 de diciembre del 2004
sábado, 21 de junio de 2008
Crítica: INTERRUPTOR
La globalización en el tapete
Roberto Sánchez Piérola y el grupo CUER2 se tomaron dos años para estrenar un nuevo montaje, y vaya que la espera ha rendido sus frutos. “Interruptor” es la nueva e inquietante propuesta de un grupo que ha encontrado una muy particular manera de generar sus propios espectáculos con un lenguaje escénico propio, basándose en la investigación y en la creación colectiva, siempre en la búsqueda de cuestionar nuestra sociedad a través de tópicos muy cercanos a la realidad cotidiana.
Luego de la genial “Palintrópolis” (en la que se retrataba a nuestra ciudad como un verdadero infierno en la tierra), los CUER2 arremeten contra la globalización que, lejos de lograr una mejoría en la intercomunicación, produce un completo aislamiento en el ser humano, preso de un monitor, audífono o pantalla, en el que la realidad aparece tan desfigurada como lejana. Y todo matizado con irreverente humor, que vuelve el montaje mucho más directo y perturbador.
Dos inocentes niños, criados entre celulares, chats, computadoras, Internet, mp3 y televisores, juegan a crear divertidos y disfuncionales personajes (los “monstruos” en computación, las viejas adefesieras), en medio de chatarra electrónica, aquejados por una tecnología que parece devorarlo todo y que los convierten en confundidos y estúpidos zombis incapaces de reaccionar frente a su propia realidad. La puesta en escena mantiene su dinamismo con un efectivo manejo de los elementos en escena por parte de los actores y el sonido acompaña fluidamente los cambios de personajes. Nunca antes los sonidos de la computadora sonaron tan apocalípticos.
Nuevamente José Luis Urteaga y Roly Dávila (actores en “Palintrópolis”) nos regalan una contundente dupla en la que, a la inversa de la realidad que nos retratan, el equilibrio, la sobriedad, la acción-reacción y sobre todo, la capacidad de escucharse mutuamente, consiguen un resultado actoral excelente, tanto en la parte vocal como corporal.
Definitivamente, “Interruptor” es una nueva mirada, crítica y certera, hacia un mundo que poco a poco se verá envuelto en la total descomposición e incomunicación. Y no será en un futuro muy lejano, está más cerca de lo que parece.
Sergio Velarde
21 de junio del 2008
sábado, 14 de junio de 2008
Crítica: DURMIENTES
Las bellas “durmientes” y las hermosas imágenes
Eguchi es un anciano lleno de culpas y dudas que se refugia en un exclusivo burdel en donde pasa las noches al lado de virginales jovencitas narcotizadas que nunca sabrán la identidad de su compañero de sueño. Las reglas son sencillas: Eguchi no debe tener sexo, no debe consumir alcohol, no debe despertarlas de su sueño y sólo tendrá a la misma chica por una noche. Esa es la trama de “Durmientes”, un bello y por momentos lánguido montaje de la directora Lourdes Velaochaga con texto de Aldo Miyashiro, quien abandona por un momento sus barras bravas y personajes marginales para abordar una triste y oscura historia sobre la soledad otoñal.
Miyashiro adapta con mucha fidelidad la novela “Las bellas durmientes” del premiado japonés Yasunari Kawabata, al teatro. Muy al margen de si cumple a cabalidad o no con hacerle justicia al autor (pues se trata de una adaptación), la estructura y la acción dramática funcionan con bastante solvencia aunque pierden fuerza hacia el final, sobre todo con un desenlace abrupto y desconcertante. El espectador asiste a las cinco noches en las que Eguchi (limpio trabajo de Carlos Gassols) acude al burdel y es introducido a la habitación de la mano de la regenta del mismo (la dramaturga Mariana de Althaus). La crisis y los escrúpulos de Eguchi son bien equilibrados por la mentalidad de esta misteriosa mujer que otorga diversas “personalidades” a cada una de las chicas narcotizadas. Resulta notable la conversación entre ambos personajes sobre la “promiscuidad”.
La directora Velaochaga se preocupa más por la creación de hermosas imágenes que por el ritmo de la acción. Prefiere los silencios, los ambientes oscuros y los abundantes desnudos femeninos para atraparnos en la historia, que si bien tienen un provocativo comienzo se tornan repetitivos y cansinos conforme avanza la historia. La música y algunos elementos escenográficos nos remiten vagamente al universo oriental, pero que no llegan a involucrarnos del todo. En todo caso, esta “occidentalización” de la historia de Kawabata no afecta para nada el entendimiento del montaje.
A destacar dos interesantes imágenes: la mirada misteriosa e inquietante de Althaus hacia el dormitorio de Eguchi, y a Gassols semidesnudo en cama al lado de los núbiles cuerpos de las intachables Pierina Pierotta y Briscila Degregori. No será el montaje más delicado del año, pero sí una puesta en escena con un puñado de hermosas imágenes que no olvidaremos en mucho tiempo.
Sergio Velarde
13 de diciembre del 2004
Crítica: ÑA CATITA
La presencia de Catita
Quien escribe estas líneas interpretó a don Jesús en un discreto montaje de “Ña Catita” de Manuel Ascensio Segura el año pasado en Barranco. Asumir el reto de llevar a escena una de las comedias costumbristas más representativas de nuestra literatura nacional fue muy delicado pues tanto la directora como el elenco nos topamos con algunas dificultades: el verdadero protagonismo de esta beata chismosa y celestinesca llamada Ña Catita en la historia, los kilométricos pero deliciosos monólogos de Segura y el hecho de adaptar y resumir para una hora y media una obra en verso de cuatro actos. Si bien obtuvimos resultados dispares, el tan anticipado montaje de la Católica de “Ña Catita” me resultaba sumamente interesante. Sobre todo por la idea del director Alberto Ísola de convertir a Rufina en la protagonista de la historia y empatarla sexualmente con don Alejo, pretendiente a la fuerza de su hija Juliana, por estar insatisfecha con su marido don Jesús. Luego de apreciar y analizar el montaje, encuentro gratos aciertos pero también profundos errores.
De entrada el hecho que el director Alberto Ísola busque “despojar a Ña Catita de los tópicos del costumbrismo” resulta completamente inaceptable. “Ña Catita” es ante todo una comedia costumbrista. Cualquier intento por interpretarla de otra manera sólo traerá consigo la destrucción de la mismísima esencia de la obra. Si tanta incomodidad le causa al director el “costumbrismo”, ¿por qué elegir una comedia “costumbrista” per se? Habiendo tantas otras obras de teatro, Ísola elige precisamente la comedia costumbrista más clásica que tenemos.
Además, resulta imperdonable el abusivo e indiscriminado corte del texto. La obra está escrita en verso, por ello la necesaria tijera debió respetar la rima. Allí es donde radica la brillantez de la pluma del autor, al escribir los diálogos con gran riqueza en el lenguaje y abundantes expresiones de la Lima Antigua, teniendo como esquema el verso. Un innecesario facilismo, que si bien no afecta el entendimiento de la obra, sí atenta contra el trabajo y esfuerzo de Segura, que será apreciado a medias por los jóvenes espectadores que ven “Ña Catita” por primera vez.
La coartada sentimental de Rufina afecta seriamente algunos pasajes de la obra. Por el hecho de ser Rufina y Alejo demasiado jóvenes para justificar su posible “affaire”, se pierde el sabroso contrapunto entre Catita y Rufina sobre quién es más vieja. Resulta incongruente que Catita pregunte a la juvenil Rufina: “Quizá tú te acordarás, cuando entró la patria”. Catita dice en el texto original “¡Se habrá visto tal por cual! ¡Cincuenta años! Vieja es ella que ya renguea al andar”. El director resuelve el entuerto eliminando de cuajo esas líneas, por supuesto, sin respetar el verso.
El final de la obra, con la llegada de don Juan y el descubrimiento de las mentiras de don Alejo, que debió ser alegre y vibrante (no olvidar que es una comedia), se vuelve denso y melodramático. Todo sigue igual, no hay arrepentimiento ni cambio en ningún personaje y la resolución final es desesperanzadora. Cierto que es la propuesta del director, pero ¿cuál es el límite que debe existir para respetar un indudable clásico de nuestro patrimonio cultural y no traicionar su esencia? Rufina ya no le dice llorando arrepentida a Juliana: “¡Ay, hija de mis entrañas! ¿Qué hubiera sido de ti?”. Hasta la expulsión de Catita en su última escena, en la que se descubre su verdadera “malignidad”, resulta a todas luces injusta, convirtiendo a los dueños de casa en los malos del cuento. Cuando a Catita se le caen los panes que robó de la cocina, solo nos queda tener compasión de esta pobre mujer, víctima de las circunstancias. ¿Cómo calificar de manera correcta la presencia de Catita en la historia? ¿Es víctima o victimaria? La respuesta está en el texto, el hecho que los personajes no digan un par de líneas, no significa que no exista.
Sin embargo y como ya es costumbre, Ísola reúne a un eficiente elenco que saca adelante la puesta en escena, encabezado por la primera actriz Delfina Paredes, impecable como Ña Catita. Mención aparte para la sobresaliente actuación de Sofía Rocha como Rufina, columna vertebral de la historia, quien sabe ser severa, trágica y divertida a la vez. El director logra hábilmente descentralizar los cuadros a toda la casa (la obra original transcurre íntegramente en la sala). Así entramos al dormitorio, al patio, a los balcones y capillitas, gracias a un brillante diseño escenográfico.
En fin, ahorremos las sílabas que nos hacemos monótonos: ¿Qué diría don Manuel Ascensio Segura, nuestro padre de la comedia peruana, al ver a esta (justamente denominada por Enrique Planas) “desacostumbrada” Ña Catita? Cada quien sacará sus propias conclusiones. Personalmente pienso que, habiendo sido Segura de condición humilde, no podría haber pagado la astronómica cantidad de dinero que cuesta la entrada para apreciar una de nuestras mejores comedias populares, escritas justamente para ser vistas por un público digamos, con billeteras menos abultadas.
Sergio Velarde
15 de noviembre del 2004
Crítica: BAÑO DE DAMAS
¿Semillero de actrices?
Toda actriz nacional que se precie de tal debe aparecer en “Baño de damas”. Estrenada hace ya algunos años de la mano del exitoso productor Horacio Paredes, la obra se mantiene aún en cartelera, permitiendo que nuevas y entusiastas señoritas de diversas anatomías, talentos y oficios logren el tan ansiado título de actrices. Modelos, vedettes, animadoras, locutoras, dramaturgas, gauchas, travestis, cantantes, bailarinas, porristas y hasta una que otra actriz fueron y siguen siendo cómplices de la versión local de esta obra ganadora del premio Casa de las Américas 2003 del venezolano Rodolfo Santana.
Desde Susan León a Ofelia Lazo, desde Carla Barzotti a Silvia Gálvez, desde Coco Marusix a Andrea Montenegro, pasando por Gloria Klein, Teddy Guzmán, Anita Saravia y hasta Beto Ortiz (!) dieron vida a los pintorescos personajes enfrascados en agobiantes naderías existenciales, que se reúnen en este imposible servicio higiénico de una esperpéntica discoteca, dando pie, en la vida real, a innumerables escándalos en la prensa local y hasta una indescriptible, aunque carnosa, versión cinematográfica.
¿Cuál es el secreto del éxito de esta puesta en escena? ¿Qué hace que en cada función los asientos estén abarrotados de público? Todo hacía suponer que el atractivo de la obra (quizás el único) era el generoso topless que perpetra el superficial y frívolo personaje de Chloe. ¿Pero es posible que el trabajo en conjunto de doce actri… ejem, damas, quede completamente relegado por la aparición de dos bulbosos pechos? ¿Las tribulaciones y conflictos que afectan a estas chicas no tienen tanta importancia como sí lo tiene el tajazo cerca de la aureola del seno izquierdo? Realmente se trata de una situación altamente surrealista y valgan verdades, inquietante.
¿Alguien sabe de qué trata la obra? ¿O lo que es lo mismo: acaso importa? Tal vez sí, si el desarrollo de la trama fuera ejecutado por profesionales de la actuación. Lo que nos lleva a otra interrogante. Así cómo la controversia sobre SEDNA es originada por la definición de lo que es un planeta, ¿cuál es la definición de actriz para el esforzado productor Alex Otiniano? ¿Una señorita de dos metros, guapa, bien despachada por delante y por detrás, con voz audible y que salga en la portada de “El Chino”? Salvo honrosas excepciones (pero vaya manera de honrar esta profesión), todas las chicas están más preocupadas en su maquillaje que en sus líneas.
¿Cuál es la reacción del público? ¡Oh, sorpresa! Los asistentes disfrutan, ríen, se emocionan y vitorean a las chicas durante toda la presentación y llegan al clímax en el saludo final. Les perdonan todos los furcios, lagunas mentales (valga el contrasentido), deslenguadas de traba, olvidos y tropiezos. Celebran las morcillas de Mónica Cabrejos y se ríen del maquillaje robado de Florcita Polo en el camerino. ¡Eso es hacer teatro en el Perú! “Baño de damas” finaliza, pero no dudamos que así como su hermanastra diabólica “La jaula de las locas”, pronto resurgirá de entre las cenizas aportando su obligatoria cuota de nuevas “actrices” a la escena nacional.
Sergio Velarde
24 de octubre del 2004
Crítica: EL SARGENTO CANUTO
Rescatando al costumbrismo
Poder apreciar una obra a la que le tienes un especial cariño por haberla llevado a escena hace algunos años, resulta una experiencia muy interesante. Y puede ser un arma de doble filo al momento de pretender comentarla, pues inconscientemente te resistes a verla interpretada de otra forma. “El sargento Canuto”, de nuestro padre del teatro peruano Manuel Ascencio Segura, se estrenó el 2006 en la Casa de España bajo la dirección de Daniel Dillon, tuvo una breve temporada en el Teatro Mocha Graña y participó en la X Muestra Regional de Teatro. Quien escribe estas líneas interpretó al militar en cuestión y no podía dejar de asistir al pre-estreno de la obra, esta vez bajo la dirección de Juan Carlos Díaz y la producción de Eureka Teatro, en el Teatrín de la ENSAD en el Parque de la Exposición.
Montar obras en verso acarrea algunas dificultades, pero también grandes satisfacciones. El verso no debe escucharse como si se estuviera declamando un texto de paporreta, los actores deben recitar sus líneas con una certera naturalidad, sin perder la musicalidad de la pieza, y por supuesto, respetando la riqueza del lenguaje de Segura, haciendo entender al espectador aquellas frases o términos que no se utilizan en la actualidad. Además, “El sargento Canuto” es una obra de objetivos claros, tanto los del autor (Segura lanza una contundente crítica hacia la milicia y el autoritarismo) como de parte de los divertidos personajes: Canuto (Juan Carlos Díaz) quiere casarse a la fuerza, Jacoba (Ruth Vásquez) se niega rotundamente, Nicolaza (Kariuska Yucra) busca desesperadamente proteger a su hermana, don Sempronio (Adolfo Geldres) quiere casar a su hija a la fuerza y Pulido (Roberto Huamán) no está dispuesto a permitir semejante atropello.
La puesta en escena de Díaz, minimalista y en farsa, privilegia las actuaciones del elenco, notándose un buen manejo del verso por parte de los actores. El ritmo no decae y la acción se sigue con interés. Sin embargo, algunas contraescenas de Cazoleta (el secuaz de Canuto) al querer seducir a Nicolaza, pueden distraer demasiado de una conversación clave entre Canuto y Sempronio, en la que el autor los pinta como verdaderamente son: dos tristes seres acomplejados y llenos de prejuicios. La obra, estrenada por Eureka Teatro hace casi 10 años, permite lógicamente una mayor seguridad en el texto en Díaz y Vásquez. Geldres y Yucra componen sus personajes con mucho carisma y Huamán aún puede lograr mayor seguridad en su desempeño. A diferencia del montaje de Dillon, Díaz opta por mostrar a un Canuto tan soberbio como cobarde, con un aparatoso mostacho y mejillas chaposas, tan distante de mi propia composición, pero tan efectiva en escena.
Muchas felicidades a Eureka Teatro (y a sus incansables fundadores Ruth Vásquez y Juan Carlos Díaz) por estos 10 años de actividad ininterrumpida, tanto en teatro infantil como para adultos, y por habernos regalado algunos montajes de gran interés como “Dulces sueños” de Ruth Vásquez, “Historietas” de Paco Caparó y especialmente “Amores quebrados”, quizás el mayor logro de Vásquez en la dramaturgia y de Díaz en la dirección para adultos. “El sargento Canuto” es una vuelta al pasado del grupo y un muy digno montaje de aniversario.
Sergio Velarde
14 de junio de 2008
sábado, 7 de junio de 2008
Crítica: EL RETRATO DE OSCAR WILDE
Las mil frases de Oscar Wilde
Oscar Wilde nació en Dublin en 1854, estudió en la universidad de esa ciudad y en la de Oxford, en donde comenzó a ser conocido por su inteligencia e ingenio. Vivió en Londres y Paris, en donde su incisivo sentido del humor y capacidad de expresión le llevó a escribir diversas obras, entre ellas poemas, obras dramáticas, novelas, ensayos e incluso crítica literaria, dando muestra de una extraordinaria calidad y capacidad creativa. En 1891 publicó su novela más famosa: "El retrato de Dorian Grey", celebrada por toda la aristocracia inglesa, convirtiéndose en un modelo a seguir por su ingenio y elegancia. Mas tarde escribiría varias comedias entre ellas "La importancia de llamarse Ernesto" (1895), en donde refleja acertadamente la aristocracia de la época. En ese mismo año es acusado de homosexualidad, debiendo cumplir dos años de trabajos forzados. En 1900, en medio de la más profunda miseria, muere en París.
La vida de este singular personaje es abordado con mucho respeto por el prolífico dramaturgo y director nacional Juan Rivera Saavedra en el unipersonal "El retrato de Oscar Wilde". Todos los personajes que aparecen en escena, entre ellos el mismísimo Wilde y el estricto fiscal que lo condena a prisión, sirven de excusa para presentarnos el ingenio de uno de los escritores más mordaces e implacables de la literatura europea. Andrógino, controvertido y polémico, Wilde suelta algunas de sus frases célebres: "Perdona siempre a tu enemigo. No hay nada que le enfurezca más." ó "Si usted quiere saber lo que una mujer dice realmente, mírela, no la escuche."
La interpretación de Mary Oscátegui es impecable, haciendo creíble todos los personajes que aparecen en la obra, sin cambio de vestuario o intermedio, que haría avergonzar a aquellos actorcillos de "JRS en monólogos". Un trabajo limpio, cuidado y muy digno. A destacar un momento notable: Wilde se dirige al imaginario interlocutor diciendo: "No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando. Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres. A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo." De visión imprescindible.
Sergio Velarde
19 de setiembre del 2004
"El retrato de Oscar Wilde" se presenta en el Teatro Larco de jueves a domingo a las 8:00 pm.
Oscar Wilde nació en Dublin en 1854, estudió en la universidad de esa ciudad y en la de Oxford, en donde comenzó a ser conocido por su inteligencia e ingenio. Vivió en Londres y Paris, en donde su incisivo sentido del humor y capacidad de expresión le llevó a escribir diversas obras, entre ellas poemas, obras dramáticas, novelas, ensayos e incluso crítica literaria, dando muestra de una extraordinaria calidad y capacidad creativa. En 1891 publicó su novela más famosa: "El retrato de Dorian Grey", celebrada por toda la aristocracia inglesa, convirtiéndose en un modelo a seguir por su ingenio y elegancia. Mas tarde escribiría varias comedias entre ellas "La importancia de llamarse Ernesto" (1895), en donde refleja acertadamente la aristocracia de la época. En ese mismo año es acusado de homosexualidad, debiendo cumplir dos años de trabajos forzados. En 1900, en medio de la más profunda miseria, muere en París.
La vida de este singular personaje es abordado con mucho respeto por el prolífico dramaturgo y director nacional Juan Rivera Saavedra en el unipersonal "El retrato de Oscar Wilde". Todos los personajes que aparecen en escena, entre ellos el mismísimo Wilde y el estricto fiscal que lo condena a prisión, sirven de excusa para presentarnos el ingenio de uno de los escritores más mordaces e implacables de la literatura europea. Andrógino, controvertido y polémico, Wilde suelta algunas de sus frases célebres: "Perdona siempre a tu enemigo. No hay nada que le enfurezca más." ó "Si usted quiere saber lo que una mujer dice realmente, mírela, no la escuche."
La interpretación de Mary Oscátegui es impecable, haciendo creíble todos los personajes que aparecen en la obra, sin cambio de vestuario o intermedio, que haría avergonzar a aquellos actorcillos de "JRS en monólogos". Un trabajo limpio, cuidado y muy digno. A destacar un momento notable: Wilde se dirige al imaginario interlocutor diciendo: "No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando. Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres. A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo." De visión imprescindible.
Sergio Velarde
19 de setiembre del 2004
"El retrato de Oscar Wilde" se presenta en el Teatro Larco de jueves a domingo a las 8:00 pm.
Crítica: MARÍA CALLAS (Clase Maestra)
La suerte de la Callas
Todo lo que haya hecho antes Ivonne Frayssinet: bueno, malo o regular, en teatro, cine o televisión, palidece ante su magistral interpretación de María Callas en “Clase Maestra”, dirigida por Ruth Escudero. La obra es toda una lección de arte, de clase, de gloria y de vida. Ya todo está dicho. Nada más se puede agregar. De visión imprescindible.
Sin embargo... ¡pobre María! Según Terrence McNally (ganador del premio Tony 1996) la encontramos en una triste situación: ejerciendo la docencia en la afamada (!) Escuela de Música Juilliard, en un teatro que no le ofrece ni un vaso de agua, ni un cojín para su asiento. Sí le asignan un asistente bobalicón que cumple sus encargos tres horas después y un pianista tan virtuoso como inexpresivo. Para colmo de males los tres alumnos que aparecen, si bien con envidiables cualidades musicales, no logran sobreponerse al estereotipo que condiciona su existencia: la ingenua, el vanidoso y la insolente. ¿Qué condena purga la Callas para recibir este (mal)trato?
Toda esta artificialidad (tan peligrosamente cercana al cliché) nos hace ver a la diva de la ópera como un ente sobrenatural e impostado a la fuerza en ese escenario. La divina se convierte entonces, tal como ella lo dice, en el centro absoluto de atención. Ivonne nos entrega así una clase maestra de actuación logrando de manera sobresaliente describir la triste vida que le tocó vivir a la legendaria soprano, su relación con el magnate griego Aristóteles Onásis y el aborto al que fue forzada.
¡Qué mala suerte la de María terminar sus días así! Pero que suerte tiene de ser representada por una actriz a la altura de las circunstancias. Y la suerte de nosotros que esta obra aún continúe en cartelera. Grande Ivonne. Divina.
Sergio Velarde
01 de agosto del 2004
“Clase Maestra” se presenta en el Teatro Marsano de jueves a lunes a las 8:00 pm, los domingos a las 6:00 pm hasta el 8 de agosto.
Crítica: FUNCIÓN VELORIO
Extraordinario montaje
Para quienes tuvimos la desvergüenza hace un par de años de perdernos el primer montaje de Función Velorio, escrito y dirigido por Aldo Miyashiro, no podíamos dejar de asistir a una de las más agudas y contundentes críticas al mundo del teatro. Con la efectiva dirección de Ximena Arroyo (actriz en la versión original), la anécdota de estos cuatro actores, dispuestos a perder la vida (literalmente) por el teatro y en plena función, sirve para que el autor confronte al espectador y exponga los "trapitos sucios" que viven los sufridos teatristas día a día.
Si bien es cierto la historia contiene numerosas referencias teatrales, que pueden extraviar al espectador promedio, el texto va mucho más allá. Acerca al público a sus más grandes temores: la injusticia, la miseria, la discriminación, el olvido, el dolor, la muerte. Un sinnúmero de lecturas que cada uno puede extraer. ¡Qué difícil es representar la muerte en el escenario! Sabemos que nadie muere en realidad, pero la puesta en escena debe tener tal verdad, que debemos simplemente rendirnos, creernos el cuento y sufrir con los personajes, cuando comiencen a caer uno a uno. Y se consigue con creces.
Un anciano actor venido a menos, una actriz gorda y fea, un entrañable muchacho con retardo mental y un moreno que sólo interpreta criados son las víctimas de un director, genio o desquiciado, que pretende romper todos los esquemas establecidos, llevando hasta el límite sus torcidos ideales artísticos. El riesgo, que le dicen. Un impecable elenco (las palmas para María Laura Vélez) da vida a una de las más sugerentes y provocativas puestas en escena, en donde todos y cada uno de los que forman nuestro mundillo teatral se verá identificado.
Actores, directores, dramaturgos (¿alguien dijo críticos por ahí?) son examinados bajo la precisa lupa de Miyashiro y sólo queda reír, llorar y aplaudir al final. El mejor reestreno en lo que va del año.
Sergio Velarde
28 de julio del 2004
“Función Velorio” tendrá funciones especiales organizadas por Introcultura a beneficio de la implementación de la Biblioteca Nacional del Centro Cultural de Bellas Artes y la sala de teatro Ricardo Roca Rey, el 29, 30 y 31 de julio.
Crítica: LA NONA
Una nueva y acogedora sala con “La nona”
Aún no salimos de nuestra sorpresa ante la triste e inevitable pérdida del Teatro Montecarlo y ya asistimos al estreno de una nueva sala, moderna y confortable, ubicada en San Borja: el Auditorio Mario Vargas Llosa en la Biblioteca Nacional del Perú. A su cargo estará todo el año la Asociación Cultural Plan 9, de los actores-directores Giovanni Ciccia y David Carrillo, y que lo inauguran con la celebrada reposición de “La Nona” del argentino Roberto Cossa (estrenada el año pasado en el Teatro Británico) con la actuación y dirección del mismo Ciccia.
Un clásico del teatro latinoamericano que no ha perdido vigencia desde los convulsionados años 70, y que según las propias palabras de su director: “es una obra con la garantía que al público le va a gustar”. Y es probable que sea cierto, pues “La Nona” mantiene la atención del espectador, así sea el caso de ser interpretada por actores novatos, como ocurrió no hace mucho en el Festival UCSUR de Teatro. En este caso, el montaje realizado con actores profesionales da como resultado una comedia divertidísima, con varios momentos dramáticos y para la reflexión.
La trama es ya conocida: una familia de clase media vive angustiosamente entre la aguda crisis que sacude la Argentina y el frenético apetito de su propia abuela, quien literalmente devorará ante nuestros ojos a toda su prole. Descrita por el grupo argentino Teatro Doquier, “La Nona es como el microcosmos de un país, como una analogía de la decadencia, un símbolo de lo caduco. La Nona es aquello que nos destruye por dentro, una sátira grotesca, y también absurda, macabra y metafórica".
A destacar en el elenco la presencia de Christian Ysla como el vecino Francisco, un actor con un envidiable registro para la comedia; así como también a la siempre certera Grapa como la servicial tía Anyula, quien con una sencilla acción (limpiar afanosamente su querido televisor que pronto perderá) o con una mirada (ante la inevitable boda entre su antiguo amor Francisco con la Nona), lo dice todo sobre su personaje, metiéndose al público al bolsillo. Ciccia se inspira para su interpretación en el gran actor argentino José Soriano, quien inmortalizara a “La Nona” en el cine, pero también le dota su propia personalidad. Una obra sin pierde en una nueva sala que se debe conocer.
Sergio Velarde
07 de junio de 2008
Aún no salimos de nuestra sorpresa ante la triste e inevitable pérdida del Teatro Montecarlo y ya asistimos al estreno de una nueva sala, moderna y confortable, ubicada en San Borja: el Auditorio Mario Vargas Llosa en la Biblioteca Nacional del Perú. A su cargo estará todo el año la Asociación Cultural Plan 9, de los actores-directores Giovanni Ciccia y David Carrillo, y que lo inauguran con la celebrada reposición de “La Nona” del argentino Roberto Cossa (estrenada el año pasado en el Teatro Británico) con la actuación y dirección del mismo Ciccia.
Un clásico del teatro latinoamericano que no ha perdido vigencia desde los convulsionados años 70, y que según las propias palabras de su director: “es una obra con la garantía que al público le va a gustar”. Y es probable que sea cierto, pues “La Nona” mantiene la atención del espectador, así sea el caso de ser interpretada por actores novatos, como ocurrió no hace mucho en el Festival UCSUR de Teatro. En este caso, el montaje realizado con actores profesionales da como resultado una comedia divertidísima, con varios momentos dramáticos y para la reflexión.
La trama es ya conocida: una familia de clase media vive angustiosamente entre la aguda crisis que sacude la Argentina y el frenético apetito de su propia abuela, quien literalmente devorará ante nuestros ojos a toda su prole. Descrita por el grupo argentino Teatro Doquier, “La Nona es como el microcosmos de un país, como una analogía de la decadencia, un símbolo de lo caduco. La Nona es aquello que nos destruye por dentro, una sátira grotesca, y también absurda, macabra y metafórica".
A destacar en el elenco la presencia de Christian Ysla como el vecino Francisco, un actor con un envidiable registro para la comedia; así como también a la siempre certera Grapa como la servicial tía Anyula, quien con una sencilla acción (limpiar afanosamente su querido televisor que pronto perderá) o con una mirada (ante la inevitable boda entre su antiguo amor Francisco con la Nona), lo dice todo sobre su personaje, metiéndose al público al bolsillo. Ciccia se inspira para su interpretación en el gran actor argentino José Soriano, quien inmortalizara a “La Nona” en el cine, pero también le dota su propia personalidad. Una obra sin pierde en una nueva sala que se debe conocer.
Sergio Velarde
07 de junio de 2008
Crítica: PETER PAN REGRESA
De vuelta al Mundo del Nunca Jamás
“Peter Pan regresa”, el nuevo montaje infantil dirigido por Roberto Boyle, incurre en un error al ser presentado como de autoría de James M. Barrie. Lo cierto es que los personajes que intervienen en la puesta en escena sí salieron de la imaginación de Barrie, pero la historia en sí está basada en la película "Hook" de Steven Spielberg de 1991, con las actuaciones de Robin Williams como Peter y Dustin Hoffman como Garfio.
Si bien “Hook” no fue realmente una mala película, sí constituyó uno de los mayores reveses del Rey Midas de Hollywood, quien posteriormente aceptó que no se sintió satisfecho con los resultados obtenidos. Sin embargo, la trama no deja de tener interés: Peter Pan, el eterno niño que no quería crecer, finalmente vuelve al mundo real, se convierte en el abogado Peter Banning y consigue trabajo, esposa e hijos (en ese orden de importancia) y tras el correr de los años cae en la cuenta de su olvidado pasado, al ser secuestrados sus dos hijos por su archirrival, el Capitán Garfio. Llevar a las tablas semejante historia constituye de por sí todo un logro, pero en el camino quedaron algunos cabos sueltos.
La presencia de la anciana Wendy (notable Maggie Smith en la cinta) se hace extrañar, y no se ahonda lo necesario en el conflicto entre Peter (Alexander Pacheco) y su hijo, a quien tiene abandonado y que posteriormente optará por unirse a las filas de los piratas. Boyle busca a toda costa mantener el ritmo de la historia, y lo consigue en gran medida gracias a un efectivo elenco, en el que se encuentran algunos muy carismáticos niños que interpretan con bastante aplomo sus personajes. Como de costumbre, los malos siempre encuentran las mejores oportunidades de lucimiento. En este caso, Fernando Pasco y Nicolás Fantinato se divierten a sus anchas como Garfio y Smee. Se agradece también el hecho de haber respetado al silencioso y simpático personaje de Campanita, no como en la película con la insufrible Julia Roberts.
“Peter Pan regresa” cumple a cabalidad su propósito de entretener a los más pequeños, y consigue simular el vuelo de Peter Pan de una manera bastante ingeniosa. La obra se presenta los fines de semana en el Auditorio de la Alianza Francesa de Miraflores.
Sergio Velarde
07 de junio de 2008