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domingo, 29 de junio de 2008

Crítica: ESPERANDO A PICASSO

Esperando lo inesperado: Picasso, Einstein y Presley  

Luego de la injustamente subestimada "Bebé a bordo" (ignorada por lamayoría de selecciones de lo mejor del 2004), la Asociación Plan 9, de la mano del joven director David Carrillo, nos regala una de las comedias más deliciosas, irreverentes y corrosivas del año. "Esperando a Picasso", obra del genial comediante norteamericano Steve Martín, logra combinar de manera magistral la feroz crítica hacia nuestro mundo moderno con una sucesión de hechos improbables e imposibles, llenos de gracia, vitalidad e ironía.

Un enorme letrero nos indica que estamos en París del año 1904. Un apacible bar llamado Lapin Agile, con un enorme y aburrido cuadro de fondo, sirve de escenario para el encuentro de dos personalidades que revolucionarían nuestro siglo: los jóvenes Albert Einstein (Raúl Zuazo) y Pablo Picasso (Gonzalo Molina) se encuentran por primera vez y dan rienda suelta a uno de los más delirantes diálogos que los habituales parroquianos del lugar escucharán jamás. Este vibrante contrapunto entre la ciencia y el raciocinio por un lado, y el arte y la creatividad por el otro, no sólo consigue enfrascar en divertidas reflexiones filosóficas a los dos protagonistas, sino también al resto de los presentes que deberán elegir por uno de los dos bandos. O simplemente ir al baño, como el viejo conformista Gastón.

"Esperando a Picasso" no es una simple comedia de situaciones. Se trata de una aguda mirada a nuestra propia realidad y una señal de alerta hacia lo que nos espera. Los espectadores vemos lo que sucede cien años atrás y nos conectamos con las tibias esperanzas que aquellos personajes depositan en su lejano futuro, que es a la vez nuestro negro presente. La magia que logra la puesta en escena, con ágiles diálogos y un excelente diseño de luces, se ve mermada por algunas innecesarias referencias localistas, pero que de alguna manera aportan a la total locura e "irrealidad" de la obra, que finaliza con la llegada del mismísimo Elvis Presley.

El elenco de actores está a la altura de las circunstancias: Molina compone un Picasso apasionado y visceral, con pinceladas más finas y precisas que las del Einstein de Zuazo, peligrosamente cercano a la caricatura. Un notable Ricardo Fernández aporta frescura y carisma al personaje de Gastón y Berta Pancorbo, como la mesera Germaine, se luce cuando intenta presagiar los hechos de su nuevo siglo. "Hiroshima será totalmente modernizada..." musita feliz, acompañada por las sonrisas nerviosas del público. El mismo director David Carrillo se reserva el personaje de Elvis, el tercer visitante con el que se completa el "triángulo" de personalidades reunidas en el bar y corona de manera alucinante este relato lleno de fino e ingenioso humor, que inevitablemente se colocará entre lo mejor de este año. Que se repita.

Sergio Velarde
18 de mayo del 2005

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