Una mirada
a la Muestra Regional Sur del Teatro Peruano
La Muestra Regional de Teatro de la Macro
Sur posee un espíritu maravilloso, donde el ayni aún está presente, liderado
por un carguyoc que, en este 2023, fue el Centro de Investigación Cultural Yachaq
Illa, que llevó a Puno, después de más de una década, este evento primordial de
nuestro teatro. Esto rompe con la visión miope que limita el teatro solo a
Lima, o mejor dicho, a solo cuatro distritos capitalinos.
Cuando hablamos de la Macro Sur, nos
referimos al bloque conformado por Cusco, Arequipa, Moquegua, Tacna y Puno,
regiones fecundas en el arte con tejidos, cerámicas, danzas, música y, por
supuesto, el teatro. Existe la necesidad de expresar lo que está sucediendo, a
veces de formas directas y casi panfletarias, otras más solapadas y algunas
contradictorias. Este diverso panorama se refleja en los 27 grupos que fueron
seleccionados para participar.
Esta se posiciona como una de las Muestras
más grandes de nuestro país, reflejando el entusiasmo de las nuevas
generaciones que encuentran en ella una ventana para visibilizar sus trabajos,
compartir experiencias y confrontar otras realidades y puntos de vista. Pues
para muchos de ellos, sus temporadas terminan en el estreno, los pocos
circuitos que existen están cerrados y el Estado los invisibiliza con mera
indiferencia.
Hablar de este evento, inevitablemente,
endulza la boca con sabores románticos de idealización que saben brotar de los
labios frases como: “a pesar de todo se
hace la Muestra”, “no hay apoyo del Estado
y de la empresa privada, pero igual sale adelante”, “no importa la comida, vinimos por el teatro”, “faltan camas para
dormir, pero sobra el cariño”, “así es siempre, a veces es peor”. No hay
luces, no hay público, no abren el teatro, no comienza a tiempo la función, no
hay técnicos, no, no; noes que cada vez encallecen el oficio, la
profesionalidad y el respeto que le debemos a nuestro arte que no deberían ser
negociables. Si sale adelante es por el espíritu y ganas de los grupos, pero
basta con la romantización de la miseria.
Sería fácil atribuir la culpa al carguyoc
de turno, que casi siempre termina endeudado o desbordado por la magnitud del
evento y las exigencias de los participantes. Como reza el dicho en este tipo
de situaciones: "¿Quién nos mandó a
organizar esto?" Más allá del entusiasmo y amor con el que se lleva a
cabo, la responsabilidad debe recaer en la profesionalidad de la gestión,
buscando recursos públicos. No me refiero al préstamo de un teatro municipal
mal equipado y mal construido, sino a recursos cuantificables y reales, tanto
del Estado como de la empresa privada, que tienden a invisibilizar eventos
trascendentales como este.
Una descentralización real y efectiva
debería ser una medida prioritaria en nuestro país, y el teatro no se escapa de
ello. En nuestras regiones, no existen escuelas, institutos ni universidades de
arte dramático, es decir, de teatro. La única opción es ir a Lima o salir del
país en busca de herramientas reales para el desarrollo de nuestro oficio. Esta
posibilidad está reservada únicamente para privilegiados que pueden mirar más
allá de sus ombligos. Sin embargo, al regresar, se produce una disonancia entre
quienes vuelven y quienes se quedaron, estos últimos generalmente refugiándose
en lo ya conocido y negando o ignorando nuevas visiones.
Lamentablemente, esto se refleja en la
mayoría de los trabajos expuestos, que carecen de técnicas básicas de voz,
cuerpo, movimiento e iluminación. ¿Y qué decir de la composición y la
dramaturgia? Se comprende que existen carencias estructurales, pero esto no
exime de responsabilidad a los ejecutantes. Aunque puedan ser hábiles en el uso
de nuevas tecnologías y redes sociales, no son capaces de dirigir esas
habilidades hacia la investigación. En estos tiempos en los que la información
está a un clic de distancia, se opta por la negación de la técnica sin siquiera
conocerla. Esto solo porque resulta más fácil buscar el aplauso rápido, el
discurso panfletario sin reflexión y la imagen por la imagen.
No malinterpreten mis palabras; todos
tenemos la necesidad de crear a nuestra manera, pero como bien dice Luis de
Tavira: "Solo el teatro es teatro,
porque si todo es teatro, nada es teatro". Por lo tanto, debemos
respeto a nuestros públicos, quienes ya están saturados de noticias policiales,
políticas de miedo, propaganda y un sistema que no nos quiere pensantes, sino
que, por el contrario, desea que la reflexión no exista y teme un pensamiento
crítico. Aquí radica la importancia del teatro en estos y en todos los tiempos.
Como señala Jorge Dubatti: "El
teatro como acontecimiento abarca el convivio, la poeisis y la
expectación". No debemos perder de vista esta perspectiva, más allá de
buscar únicamente el aplauso de los amigos.
La muestra es "un espacio plural donde todas las expresiones teatrales se reúnen
para celebrar el teatro", nos comenta Diego la Hoz. El nombre
"Muestra" está acertado, ya que es real, crudo y maravilloso,
permitiéndonos vernos en el espejo de la realidad y reflexionar sobre lo que
estamos haciendo. En 1974 se inicia la Muestra de Teatro Peruano, un encuentro
teatral de gran relevancia creado por la maestra Sara Joffre, con el objetivo
de abordar la pregunta fundamental: ¿Existe un teatro peruano? Esta interrogante
sigue resonando en nuestras mentes con respuestas de múltiples aristas y una
construcción constante.
Este es un espacio maravilloso, diseñado
para aprender y compartir, como evidencian las mesas críticas donde los grupos
se reúnen para escuchar con paciencia las visiones de los miembros de la mesa y
de los compañeros que desean contribuir al oficio. Lamentablemente, en esta
ocasión, no se cumplieron los lineamientos básicos exigidos por las bases,
tanto en términos de experiencia como de equidad de género. Aunque los miembros
de la mesa siempre demostraron entusiasmo y dedicación, lo cual se agradece,
sus perspectivas estaban muy alejadas de la crítica teatral, a excepción liminal
del director de Decierto Pincate, Tacna, Roberto Palza.
Aquí se pone de manifiesto otra de nuestras
carencias: la crítica de teatro, que actúa como puente entre el espectador y el
creador. Esta función nos proporciona herramientas para el desarrollo,
señalando aspectos que a veces pasamos por alto y tal vez el miedo que nos hace
cuidar el detalle, profundizar y seguir mejorando. Se echó de menos la
presencia de Mary Soto, quien tiene un compromiso apostólico con todas las
Muestras en nuestro país. Incluso está dispuesta a costear de su propio
bolsillo los pasajes y el hospedaje cuando sea necesario, siempre que haya una
coordinación previa con tiempo y respeto. Mary Soto es una de las pocas
críticas que ha seguido con constancia y, sobre todo, con interés de
investigadora, las Muestras de teatro peruano (nacionales y regionales) durante
décadas, siendo fundamental para la memoria contemporánea de este evento.
La muestra es una plataforma para
visibilizar a grupos, colectivos, productoras, etc. La mayoría de estos
trabajan en espacios independientes, salas pequeñas con no más de 70
espectadores, como Casa Darte en Cusco, La Negra en Puno, Teatrando en Arequipa,
Centro Cultural Cuadra 21 en Tacna, por mencionar algunos ejemplos. Son salas
íntimas donde la relación con el espectador abarca todos los sentidos gracias a
la cercanía. Por esta razón, deberíamos considerar la posibilidad de establecer
alianzas entre los espacios independientes y las Muestras de teatro, en lugar
de limitarnos a los teatros municipales, que a menudo se convierten en
armatostes dedicados más a ceremonias políticas que al teatro en sí. Fortalecer
los espacios independientes es fortalecer el colectivo, ya que son
fundamentales para nuestro oficio. Por lo tanto, deberíamos abogar por
políticas culturales como las SALAS CONCERTADAS.
Parafraseando a Vallejo: "Señora Ministra de Cultura, ¿qué
hacer? ¡Ah! Desgraciadamente, hombres humanos, hay, hermanos, muchísimo que
hacer". El camino en nuestro oficio es largo; los impulsos jóvenes nos
renuevan, mientras que los mayores nos fortalecen, y cada día se sigue parcelando,
renovados y con muchas ganas de seguir creciendo. La Muestra es un ser vivo que
continúa a pesar de todo. Está en nosotros fortalecerla y hacerla crecer.
Miguel
Gutti Brugman
Cusco, 22 de noviembre del 2023