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miércoles, 29 de noviembre de 2023

Crítica: JUEGAS?


Payaso en soledad

“Soledad te pedía y soledad me diste, y es esta la alegría de mi existencia triste”, escribió César Brañas. Y es que ser un alma solitaria puede tener sus pros y contras a nivel personal, especialmente cuando eres un payaso y habitas un almacén olvidado. Juegas? es el conmovedor y divertido unipersonal escrito e interpretado por Marco Flozu, y dirigido por Theo Bonin, que se vale de la rutina del simpático y solitario Hueso para explorar hasta qué punto la soledad puede ser una aliada o una enemiga para nuestra estabilidad emocional.

El escenario de la acogedora Payacasa se convierte en el destartalado hogar de Hueso, al que observamos desde que despierta en el suelo, abrigado y cubierto por papel Kraft arrugado, hasta que recibe a sus invitados “imaginarios” para su fiesta, con quienes tiene agradables charlas. El payaso, además, se da la licencia de hacer entrar en su mundo de fantasía a un par de espectadores elegidos al azar, para acompañarlo en sus rutinas; así como de organizar una verdadera batalla campal en el público. Pero no todo es diversión, ya que la intermitente aparición de la policía detiene bruscamente su actividad, en una clara crítica hacia el abuso de autoridad.  

Magnífica performance de Flozu, consumado artista en gestos, físico y palabra, manejando todo el espectáculo con destreza y carisma, cuidando todos los detalles en su accionar y aprovechando la presencia del público de turno a su favor, para no darle respiro. Asimismo, entre las delirantes secuencias que propone, sabe encontrar los momentos precisos para conmover, en medio de su soledad. Juegas? es un emocionante y entretenido espectáculo unipersonal que certifica que no todas las almas solitarias salen perdiendo en sus propósitos de vida. “Un artista está siempre solo, si es un artista. Lo que necesita el artista es la soledad”, dijo Henry Miller.

Sergio Velarde

29 de noviembre de 2023

viernes, 24 de noviembre de 2023

Crítica: FELIZ CUMPLEAÑOS, DOÑA ZOILA


Un abrazo al corazón

Feliz cumpleaños, Doña Zoila es una obra sólida, vertiginosa, con alta dosis de comedia, pero con la clave precisa para remover y sensibilizar al espectador. Además, con un aire “jaranero” se disfruta en su totalidad y nos hace atravesar distintos estados de emoción. Una obra que se convierte en una verdadera fiesta, tras los desplantes y complicaciones de una familia que bien podría ser la nuestra.

Gran decisión la de optar por un espacio sin escenario, configurando una sala de estar en el espacio de representación. El espacio acoge y acompaña, la iluminación de tonos cálidos nos acerca y anima a mirar más a detalle cada uno de los conflictos de los personajes. Las actrices Attilia Boschetti, Amparo Brambilla y Mónica Torres fueron, sin duda, de lo más destacable respecto a la actuación; demuestran una química en escena maravillosa, una destreza y dominio del espacio, pero, sobre todo, ese juego que nos hace reír, llorar, que nos atrapa en ese caos del hogar. Por otro lado, Francisco Luna y Omar Cruz son capaces de darle otros matices a la obra; desde otros códigos, entran en el juego, se atreven a proponer y crear nuevas capas de sentido.

Si hay alguien a quien observar, con otro tipo de detenimiento, es a Diego Salinas, quien en esta oportunidad parece ser que su conocimiento del texto le ha jugado en contra. Se ve, sin duda, una actuación clara, determinada, pero que por momentos se escapa hacia la banalidad, la búsqueda de la gracia y termina siendo una copia de la vida, más que de entrar a los tiempos del arte que proponen sus demás compañeros. No por ello decae la historia, pero no hay duda de que puede dar mucho más.

Desde la dirección vemos que se presenta un juego predominante de los focos de atención, se mezclan distintos tipos de gestualidad y cada pico dramático es llevado con mucha soltura y dinamismo. Todo esto funciona casi con gran sincronización. Lo que sí, tal vez, pueda marear un poco al espectador, quién tendrá que decidir qué es lo que quiere ver (o en su defecto lo que más le llame la atención en el desarrollo de cada escena), corriendo el riesgo de perder detalles importantes. Así, por otra parte, la obra presenta algunos momentos vacíos, mínimos, pero que con entradas más rápidas de sus personajes, se puede solucionar perfectamente.

Al final, la obra acepta estos riesgos, los asume y nos entrega un montaje cuidado, enternecedor, pero también lleno de alegría y sensibilidad, que termina siendo un baile bellísimo y por qué no, un abrazo al corazón.

Omar Peralta

24 de noviembre de 2023

Colaboración regional: MUESTRA REGIONAL DE TEATRO DE LA MACRO SUR


Una mirada a la Muestra Regional Sur del Teatro Peruano

La Muestra Regional de Teatro de la Macro Sur posee un espíritu maravilloso, donde el ayni aún está presente, liderado por un carguyoc que, en este 2023, fue el Centro de Investigación Cultural Yachaq Illa, que llevó a Puno, después de más de una década, este evento primordial de nuestro teatro. Esto rompe con la visión miope que limita el teatro solo a Lima, o mejor dicho, a solo cuatro distritos capitalinos.

Cuando hablamos de la Macro Sur, nos referimos al bloque conformado por Cusco, Arequipa, Moquegua, Tacna y Puno, regiones fecundas en el arte con tejidos, cerámicas, danzas, música y, por supuesto, el teatro. Existe la necesidad de expresar lo que está sucediendo, a veces de formas directas y casi panfletarias, otras más solapadas y algunas contradictorias. Este diverso panorama se refleja en los 27 grupos que fueron seleccionados para participar.

Esta se posiciona como una de las Muestras más grandes de nuestro país, reflejando el entusiasmo de las nuevas generaciones que encuentran en ella una ventana para visibilizar sus trabajos, compartir experiencias y confrontar otras realidades y puntos de vista. Pues para muchos de ellos, sus temporadas terminan en el estreno, los pocos circuitos que existen están cerrados y el Estado los invisibiliza con mera indiferencia.

Hablar de este evento, inevitablemente, endulza la boca con sabores románticos de idealización que saben brotar de los labios frases como: “a pesar de todo se hace la Muestra”, “no hay apoyo del Estado y de la empresa privada, pero igual sale adelante”, “no importa la comida, vinimos por el teatro”, “faltan camas para dormir, pero sobra el cariño”, “así es siempre, a veces es peor”. No hay luces, no hay público, no abren el teatro, no comienza a tiempo la función, no hay técnicos, no, no; noes que cada vez encallecen el oficio, la profesionalidad y el respeto que le debemos a nuestro arte que no deberían ser negociables. Si sale adelante es por el espíritu y ganas de los grupos, pero basta con la romantización de la miseria.

Sería fácil atribuir la culpa al carguyoc de turno, que casi siempre termina endeudado o desbordado por la magnitud del evento y las exigencias de los participantes. Como reza el dicho en este tipo de situaciones: "¿Quién nos mandó a organizar esto?" Más allá del entusiasmo y amor con el que se lleva a cabo, la responsabilidad debe recaer en la profesionalidad de la gestión, buscando recursos públicos. No me refiero al préstamo de un teatro municipal mal equipado y mal construido, sino a recursos cuantificables y reales, tanto del Estado como de la empresa privada, que tienden a invisibilizar eventos trascendentales como este.

Una descentralización real y efectiva debería ser una medida prioritaria en nuestro país, y el teatro no se escapa de ello. En nuestras regiones, no existen escuelas, institutos ni universidades de arte dramático, es decir, de teatro. La única opción es ir a Lima o salir del país en busca de herramientas reales para el desarrollo de nuestro oficio. Esta posibilidad está reservada únicamente para privilegiados que pueden mirar más allá de sus ombligos. Sin embargo, al regresar, se produce una disonancia entre quienes vuelven y quienes se quedaron, estos últimos generalmente refugiándose en lo ya conocido y negando o ignorando nuevas visiones.

Lamentablemente, esto se refleja en la mayoría de los trabajos expuestos, que carecen de técnicas básicas de voz, cuerpo, movimiento e iluminación. ¿Y qué decir de la composición y la dramaturgia? Se comprende que existen carencias estructurales, pero esto no exime de responsabilidad a los ejecutantes. Aunque puedan ser hábiles en el uso de nuevas tecnologías y redes sociales, no son capaces de dirigir esas habilidades hacia la investigación. En estos tiempos en los que la información está a un clic de distancia, se opta por la negación de la técnica sin siquiera conocerla. Esto solo porque resulta más fácil buscar el aplauso rápido, el discurso panfletario sin reflexión y la imagen por la imagen.

No malinterpreten mis palabras; todos tenemos la necesidad de crear a nuestra manera, pero como bien dice Luis de Tavira: "Solo el teatro es teatro, porque si todo es teatro, nada es teatro". Por lo tanto, debemos respeto a nuestros públicos, quienes ya están saturados de noticias policiales, políticas de miedo, propaganda y un sistema que no nos quiere pensantes, sino que, por el contrario, desea que la reflexión no exista y teme un pensamiento crítico. Aquí radica la importancia del teatro en estos y en todos los tiempos. Como señala Jorge Dubatti: "El teatro como acontecimiento abarca el convivio, la poeisis y la expectación". No debemos perder de vista esta perspectiva, más allá de buscar únicamente el aplauso de los amigos.

La muestra es "un espacio plural donde todas las expresiones teatrales se reúnen para celebrar el teatro", nos comenta Diego la Hoz. El nombre "Muestra" está acertado, ya que es real, crudo y maravilloso, permitiéndonos vernos en el espejo de la realidad y reflexionar sobre lo que estamos haciendo. En 1974 se inicia la Muestra de Teatro Peruano, un encuentro teatral de gran relevancia creado por la maestra Sara Joffre, con el objetivo de abordar la pregunta fundamental: ¿Existe un teatro peruano? Esta interrogante sigue resonando en nuestras mentes con respuestas de múltiples aristas y una construcción constante.

Este es un espacio maravilloso, diseñado para aprender y compartir, como evidencian las mesas críticas donde los grupos se reúnen para escuchar con paciencia las visiones de los miembros de la mesa y de los compañeros que desean contribuir al oficio. Lamentablemente, en esta ocasión, no se cumplieron los lineamientos básicos exigidos por las bases, tanto en términos de experiencia como de equidad de género. Aunque los miembros de la mesa siempre demostraron entusiasmo y dedicación, lo cual se agradece, sus perspectivas estaban muy alejadas de la crítica teatral, a excepción liminal del director de Decierto Pincate, Tacna, Roberto Palza.

Aquí se pone de manifiesto otra de nuestras carencias: la crítica de teatro, que actúa como puente entre el espectador y el creador. Esta función nos proporciona herramientas para el desarrollo, señalando aspectos que a veces pasamos por alto y tal vez el miedo que nos hace cuidar el detalle, profundizar y seguir mejorando. Se echó de menos la presencia de Mary Soto, quien tiene un compromiso apostólico con todas las Muestras en nuestro país. Incluso está dispuesta a costear de su propio bolsillo los pasajes y el hospedaje cuando sea necesario, siempre que haya una coordinación previa con tiempo y respeto. Mary Soto es una de las pocas críticas que ha seguido con constancia y, sobre todo, con interés de investigadora, las Muestras de teatro peruano (nacionales y regionales) durante décadas, siendo fundamental para la memoria contemporánea de este evento.

La muestra es una plataforma para visibilizar a grupos, colectivos, productoras, etc. La mayoría de estos trabajan en espacios independientes, salas pequeñas con no más de 70 espectadores, como Casa Darte en Cusco, La Negra en Puno, Teatrando en Arequipa, Centro Cultural Cuadra 21 en Tacna, por mencionar algunos ejemplos. Son salas íntimas donde la relación con el espectador abarca todos los sentidos gracias a la cercanía. Por esta razón, deberíamos considerar la posibilidad de establecer alianzas entre los espacios independientes y las Muestras de teatro, en lugar de limitarnos a los teatros municipales, que a menudo se convierten en armatostes dedicados más a ceremonias políticas que al teatro en sí. Fortalecer los espacios independientes es fortalecer el colectivo, ya que son fundamentales para nuestro oficio. Por lo tanto, deberíamos abogar por políticas culturales como las SALAS CONCERTADAS.

Parafraseando a Vallejo: "Señora Ministra de Cultura, ¿qué hacer? ¡Ah! Desgraciadamente, hombres humanos, hay, hermanos, muchísimo que hacer". El camino en nuestro oficio es largo; los impulsos jóvenes nos renuevan, mientras que los mayores nos fortalecen, y cada día se sigue parcelando, renovados y con muchas ganas de seguir creciendo. La Muestra es un ser vivo que continúa a pesar de todo. Está en nosotros fortalecerla y hacerla crecer.

Miguel Gutti Brugman

Cusco, 22 de noviembre del 2023

Crítica: CADÁVER EXQUISITO


Para jugar, hay que entender el juego

La Escuela Nacional Superior de Arte Dramático da inicio a la temporada de Prácticas Escénicas Pre Profesionales 2023 con el montaje Cadáver exquisito, dirigido por José Ruiz Subauste y con la participación de sus estudiantes del ciclo VIII - B.

Esta puesta en escena propone la fusión de distintas disciplinas artísticas, entre estas, el teatro, la danza, el collage, la multimedia y la narración. Con toques de humor, testimonio y ficción. Compuesto a partir de lo que ofrecen tres textos dramáticos contemporáneos: Tebas Land de Sergio Blanco, El Dragón de Oro de Ronald Schimmelpfennig y Cacúmenes de Alejandro Alva.

Los participantes de la puesta en escena se perciben frescos, inocentes, entregados a un juego que parecen estar descubriendo al mismo tiempo que las y los espectadores. Asimismo, se logra observar algunos cuerpos con más destreza que otros, pero generando un balance escénico que cumple con la función de componer imágenes representacionales que acompañan la narrativa escénica, por ejemplo. O cómo desde sus especificidades logran objetivos grupales mediante el coro, la coreografía e inclusive, fragmentos de representación teatral.

De esta manera, los estudiantes tejen desde un inicio una propuesta amena, lúdica y contemporánea, iniciando con una breve explicación y presentación del juego que jugaran y del cual seremos partícipes como público. Por esta razón, dan a conocer una acepción del título de la obra: Cadáver exquisito, además de una particular presentación individual donde se describen de manera consecuente, pero que por temas técnicos de sonido, vocalización y proyección de volumen se perdieron en el espacio y quedaba la información suelta al aire, lo que, como público, no permite sentirnos parte. Y que si bien manejaba una tensión entre lo automático que puede ser el pensamiento para este código medianamente surrealista, el público necesita enterarse de qué va lo que están jugando en el espacio escénico las y los participantes, sino se pierde el entretenimiento y aquello que están proponiendo: cambiar la vida y la sociedad dado que terminamos sin enterarnos de qué va lo que nos están contando.

No obstante, separando los detalles técnicos de sonido, el material audiovisual resalta creando una especie de realidad alterna que acompaña muy bien la acción escénica y que potencia el juego de cada representación hecha por los estudiantes. Así, las atmosferas de cada problemática social tales como la violencia infantil, domestica, psicológica, la migración, la búsqueda de éxito, la marginalidad, el parricidio si se perciben latiendo aún más fuerte en el espacio y resonando totalmente en el tiempo en el que vivimos.

Conny Betzabé

24 de noviembre de 2023

Crítica: 5 HOMBRES EN ZUNGA


Un casting fuera de lo común

Es muy probable que muchos de los que escucharon el nombre o vieron el material promocional de la última obra de Ayepotámono, con el nada sutil título de 5 hombres en zunga, esperaron ver una puesta en escena con un contenido cómico acaso simplista y gratuito. Nada más alejado de la realidad. Esta comedia, escrita y dirigida por Alexander Pacheco, toca temas trascendentes como la recesión económica que nos golpea día a día, la inestabilidad laboral y el muy difícil camino del artista escénico, en medio de una curiosa audición a la que acuden cinco actores en horas bajas y de diversas procedencias.

Los carismáticos Juan Carlos Díaz, Mario Rengifo, Elihu Leyva, Alberto Vidarte Márquez y Alberto Jc Castillo (El Lord) interpretan sin tacha sus respectivos roles, cuidando los detalles en sus caracterizaciones, cada uno con sus propios problemas y frustraciones. Este quinteto de actores desempleados, que se las ingenian a diario para sobrevivir en otras labores, llegan a este extraño casting en una zona alejada de la ciudad, en donde se les solicita pasar la prueba vistiendo solo una zunga. Las cosas no salen como esperaban y sin revelar demasiado la historia, los cinco son despojados de sus prendas y celulares, en medio de la nada. La trama se sigue con interés, gracias a la química entre los intérpretes para salir ilesos de las situaciones tan descabelladas que se suceden, pero que se justifican al final.

El espacio del Teatro Mocha Graña es aprovechado con funcionales elementos para distinguir los varios lugares en donde se desarrolla la historia. La fortaleza del montaje se encuentra, sin duda, en sus personajes: estos se encuentran bien delineados, especialmente el del experimentado Díaz, con un componente dramático que el actor sabe aprovechar muy bien. 5 hombres en zunga, divertida comedia del prolífico Pacheco, es una muy recomendable propuesta teatral, que además de las risas que arranca del público, nos muestra la precaria situación del artista nacional, y los mil y un problemas (y peligros) a los que se enfrenta a diario.

Sergio Velarde

24 de noviembre de 2023

miércoles, 22 de noviembre de 2023

Crítica: NUESTRA SEÑORA DE LAS NUBES


Entre lo cuidado y lo extraño

Nuestra señora de las nubes es una obra que me deja sensaciones mixtas. De aspectos muy bien logrados y otros que parecen difuminarse en el escenario cuando más se necesita. La obra inicia con una musicalización potente, no en el sentido de estridencia; es música que cala en lo íntimo, que despierta y prepara al espectador para estar despierto en sus sentidos. Un momento bellísimo: pese a no haber nada aún visible en el escenario, la obra se hace presente. Cala tanto, que se hace extrañar durante el montaje. En especial, durante los momentos de cambios de escena, donde inunda un silencio que, si bien en un momento aprecié, pues ayudó a darme un espacio para aterrizar las acciones e ideas de un texto lleno de riquezas, se hizo insostenible por los tiempos que se tomaban de cambio a cambio y por un espacio que acrecentaba esa sensación de vacío.

Fuera de ello, en cada escena, ambas actrices han sabido desenvolverse con soltura, apropiándose del texto la mayor parte del tiempo. Alessandra Dedekind y Greccia Ipenza logran encontrarse en el momento a momento. Vale la pena destacar el carisma que ha logrado imprimir Ipenza a su trabajo en escena. Al final, ambas juegan dentro de la propuesta estética planeada por Gabriela Gallegos. Desde la dirección se plantea eso: el juego. Se logra plasmar un desarme de los personajes, de sus motivaciones y convicciones: están en una situación constante de desestructura y reelaboración de los sentidos de pertenencia. Indaga también en una lectura del texto desde ciertos aspectos de la comedia, aunque no suelta esa carga dramática y termina inclinándose más hacía esas tragedias que viven los personajes.

¿Qué busca, entonces, el montaje? Sin duda, hay un tratamiento cuidado del texto, una propuesta visual interesante y una dinámica en escena, cautivadora por momentos, conflictiva por otros. Hay muchos detalles, muchas capas que, en algunos casos, funcionan más que otras. Hace falta unificar estos elementos, que parecen disparar a zonas no tan claras y que terminan por hacer de esos detalles cuidados, algo extraño. Hay momentos que no importa entenderlos más que sentirlos y viceversa. La maestría, en todo caso, está en saber identificar o decidir cuáles quiero que se entiendan o no.

En ese sentido, la obra termina siendo un viaje de sentidos, un experimento que mezcla la extrañeza con lo cautivante, que llega al espectador con cuidado e intimidad, pero que no termina de cimentarse en un espacio que, en este caso, juega en contra de esa intimidad y termina siendo un peso para la obra.

Omar Peralta

22 de noviembre de 2023 

lunes, 20 de noviembre de 2023

Crítica: MUDARSE DE SÍ (POLLITO CON PAPAS)


Autoficción con sentimiento

Con cada vez más exploraciones escénicas siguiendo este formato, la autoficción supone una novedosa manera de crear espectáculos cargados de hechos verídicos, pero mezclados con bienvenidos aportes producto de la imaginación. No es teatro testimonial o autobiográfico, pues el espectador sabe que no todo lo que ve en escena ocurrió realmente. Vale decir: este pacto ambiguo, que le propone una obra de autoficción al espectador, consiste en que los creadores no compartirán necesariamente la verdad, aunque se representen a sí mismos. En ese sentido, la puesta autoficcional Mudarse de sí (pollito con papas), escrita y protagonizada por Tirso Causillas, y dirigida por Nani Pease, es una delirante secuencia de escenas repletas de “sinceras exageraciones”, paridas desde el corazón.

Mérito de Causillas, quien con arrojo y valentía se adentra en sus propios recuerdos, para presentarnos, con el apoyo de dos solventes actores como Mariana Palau y Bruno Espejo, a (su) una familia tan disfuncional como perfectamente reconocible en la actualidad, con padres e hijos enfrentados todo el tiempo. Además, el autor/actor ya nos había presentado a su padre en otra puesta de características similares, en Cómo criar dinosaurios rojos (2019). Esta vez, la coartada dramática elegida por Causillas es la de darnos a conocer a Tirsito (su propia versión de joven) escribiéndole cartas al Tirso del futuro, con el propósito de armarse de valor y dejar atrás la habitación que compartía con su padre y su madre, en la que la violencia y el caos eran pan de cada día.      

Por supuesto, mérito también el de Pease, quien desde la dirección sabe extraer la comicidad que se produce de lo absurdo de la situación, incluso al tratarse temas tan espinosos y sensibles, como los maltratos sexuales y la violencia intrafamiliar. La puesta en escena, con los tres actores todo el tiempo en el espacio y turnándose con gran versatilidad los personajes, se apoya además en la música en vivo a cargo de Loko Pérez y Alfredo Anderson. Notable la secuencia en la que para celebrar una “tregua” familiar, se consume en vivo y en directo nuestro plato de bandera: el pollito con papas. 

Excelente trabajo de Palau y Espejo, comprometiéndose a fondo con la aventura escénica del colectivo; pero es Causillas quien logra con(re)movernos el corazón, en una interpretación emotiva y visceral, más aun tratándose de su propia historia. Ganadora de los Estímulos Económicos para la Cultura 2023 del Ministerio de Cultura y del Concurso Anual de Proyectos de Creación del Vicerrectorado de Investigación de la Pontificia Universidad Católica del Perú del 2022, Mudarse de sí (pollito con papas) es una muestra patente que la autoficción es el vehículo perfecto para reinterpretar pasajes de nuestra propias vidas, compartirlas de manera audaz en escena y así encontrar nuevas maneras de llegar al espectador y motivar su reflexión.

Sergio Velarde

20 de noviembre de 2023

domingo, 19 de noviembre de 2023

Crítica: PERRO Y ACTOR


Un ácido símil de la realidad

Perro y actor es una pieza teatral compuesta por dos ácidos e intensos monólogos escritos por el autor y director británico Steven Berkoff, bajo la dirección de Carlos La Rosa e interpretados por el actor Sandro La Torre. Las funciones se llevaron a cabo en distintos auditorios del Británico Cultural, de manera gratuita, teniendo una última este miércoles 22 en la sede de Camacho.

La propuesta escénica es simple y minimalista, siendo predominantes los colores rojo y negro. Así, el primer monólogo titulado Perro narra las vivencias de un hincha de fútbol junto a su mascota de raza pitbull, quien lo acompaña a todos lados, revelándose más de un conflicto cuando el can, fanático de “Rambo”, desata su ferocidad, lo cual detona temas como la discriminación, los prejuicios sociales y la violencia. Respecto a la interpretación, La Torre partía del uso del cuerpo y la voz para distinguir tanto al humano como al perro, con un vestuario deportivo y neutro que ayudaba a la rapidez en el cambio de roles, que resultaron orgánicos y precisos. También el uso de la banderola con la frase: “No nos quieren – No nos importa”, como diferenciador de ambientes y lugares aportó en el desarrollo del monólogo. Otro recurso aprovechado por el actor fue romper por completo la cuarta pared en ciertos momentos, conquistando la complicidad del espectador.

Por otro lado, el segundo monólogo titulado Actor, nos presenta a un hombre obsesionado con el oficio y con el anhelo de interpretar a “Hamlet” de Shakespeare. En ese sentido, La Torre continúa con el trabajo corporal, cambiando el tono y la energía anterior, interpretando a este actor sin trabajo, lleno de frustraciones en distintas facetas de su vida; es decir, interactuando con otros colegas, con sus padres y algunas parejas. En algunos fragmentos también ejecuta a los demás personajes, mostrándonos picos casi delirantes, que evidencian el abandono de los vínculos personales de un actor que ha preferido luchar por sus metas profesionales. El cambio en el escenario –quitando la banderola- y poniendo una tela roja en el piso, así como el vestuario negro, aportan para la ejecución de las acciones; sin embargo, el mayor reto está en la potente interpretación de La Torre. Vale mencionar, el toque musical entre un monólogo y otro, con canciones de Feffo Neyra.

Perro y actor es una interesante comedia, que desde la narrativa nos ofrece una serie de metáforas y símiles con la realidad, tratando temas muy duros con una dosis alta de humor ácido. Por ejemplo, en Perro encontramos la exaltación de una masculinidad ruda y violenta, desencadenando otros problemas sociales que siguen latentes. Actor, por su parte, desnuda un secreto a voces en el medio de la interpretación, pues muchas veces la incertidumbre e inestabilidad laboral afecta directamente en la vida personal.

Maria Cristina Mory Cárdenas

19 de noviembre de 2023

Crítica: UN MONSTRUO VIENE A VERME


La experiencia que nos deja Connor

El Teatro Británico está dando lugar a la obra Un monstruo viene a verme, una traducción de la obra de teatro original en idioma inglés A monster calls. Esta pieza está basada en la novela de Patrick Ness, inspirada en una idea original de Siobhan Dowd; con adaptación de Sally Cookson y Adam Peck. Se trata de la historia de Connor, un adolescente de trece años que vive con su madre. El espectador podrá ver distintos sucesos que están afectando y modificando la vida del protagonista: su madre está enferma, su padre vive lejos de él con una nueva familia, su relación con su abuela no es del todo saludable, y en el colegio vive episodios de bullying por parte de sus compañeros. En este contexto, Connor recibe la visita inesperada de alguien que parece ser un aliado, un monstruo, quien le cuenta historias de tiempos pasados. Sin embargo, dicho visitante le advierte al adolescente que él mismo tendrá que contar su propia historia, atravesando así todos los miedos originados por los sucesos recientes. Esta representación es dirigida por Nishme Súmar, y cuenta con la dirección adjunta de Verónica Garrido Lecca. El elenco está conformado por Mario Cortijo, Marcello Rivera, Ana Cecilia Natteri, Fiorella de Ferrari, Sebastián Rubio, Brayan Pinto, Bea Heredia, Daniela Zea y Eduardo Pinillos.

La representación inicia con una pista de elementos importantes para la historia: la relación de Connor con su madre, y aquel árbol que pueden ver desde la ventana de su hogar. Esta escena es una pieza clave que va cobrando sentido a lo largo de la obra. Fue una buena decisión la serie de secuencias corporales que el elenco fue realizando, pues aportaba peso a los momentos más trascendentales de la obra. La precisión técnica de los actores fue impecable, tanto en calidad de movimiento como en el cumplimiento de marcaciones en el espacio. Un detalle que parece haber sido muy cuidado es la entrada inicial de cada personaje, de modo que quedaba claro desde el inicio qué lugar ocupaban en la historia, gracias a la construcción detallada que logró el elenco en su totalidad. El uso del espacio incluyó unas estructuras que permitieron a los actores jugar con los planos del escenario en distintos momentos, de modo que resultaba estimulante observar el dinamismo que ocurría gracias a los desplazamientos. Ello, además, se vio potenciado a los pulcros cambios de escena y escenografía que los propios actores realizaban. En definitiva, la calidad del montaje fue indudablemente alta en todo sentido. 

Un monstruo viene a verme es una experiencia estimulante en muchos sentidos, tiene un sentido del juego bastante llamativo para el espectador, quien estará momento a momento atento a la dinámica que la obra alberga, gracias al uso de recursos sensoriales y estéticamente atractivos. Este trabajo escénico llega a ser conmovedor, pues pone sobre la mesa temas como los vínculos entre padres e hijos, la muerte, la resiliencia, y las actitudes que se pueden tomar frente a los cambios trascendentales en la vida. Un niño de trece años se encarga, desde la ficción, de evidenciar emociones tan universales y vigentes, de modo que el espectador haya cumplido un rol de testigo, acompañante y cómplice del secreto entre Connor y aquel monstruo. Finalmente, Un monstruo viene a verme ha logrado constituirse como una pieza artística pletórica en nuestro tiempo. 

Stefany Olivos

19 de noviembre de 2023

jueves, 16 de noviembre de 2023

Crítica: EL BOTÓN DE PLATA


Fuga de talentos

El legado teatral del maestro Ismael Contreras sigue presente con nosotros, gracias a la incansable labor del colectivo Palosanto, la directora Marisa Contreras y la productora Cecilia Zapata, con la continua presentación de espectáculos dirigidos a toda la familia. El Botón de Plata es muestra de ello. Ganadora en el XXVI Concurso Nacional de Obras de Teatro para Niños y jóvenes de la UNMSM, la puesta estrenada en el Alianza Francesa de Miraflores utilizó la técnica de teatro negro, con lo que la simpática historia adquirió una nueva y sugestiva dimensión en el escenario.

La trama involucra a un pez inventor de nombre Paichito, que habita una pequeña laguna en la que no tiene ninguna posibilidad de desarrollarse intelectualmente. Es así que decide abandonarla y probar suerte fuera, topándose con fantásticos personajes y aprendiendo grandes lecciones. Todo esto es narrado por una cuentacuentos, quien acompañada por una curiosa criatura llamada Bicho, será la que conduzca a los espectadores por la historia. Interesante la temática, poco explorada en el teatro para niños, acerca de la llamada “fuga de talentos”, en la que se demuestra que no todos “son profetas en su tierra”.

Bien resuelta escénicamente por la troupe habitual de Palosanto, la directora Contreras consigue con la técnica mencionada una serie de atractivas imágenes para representar la odisea de Paichito, con los actores vestidos de negro en el escenario a oscuras, manipulando diversos objetos, títeres y telas de colores, y usando varios niveles en el espacio. Algunos detalles que afinar en el apartado técnico, como el uso de pistas musicales, son perfectamente superables. El Botón de Plata, como todas las obras de Ismael, acompaña su desarrollo con el siempre necesario y valioso mensaje ecologista. La puesta en escena tendrá una merecida reposición en el auditorio del CAFAE de San Isidro.

Sergio Velarde

16 de noviembre de 2023


martes, 14 de noviembre de 2023

Crítica: PROYECTO LULÚ


Lentes de Ruido

La estética de la obra brinda una experiencia distinta desde el inicio: al ingresar al espacio observas a un músico programando sonidos desde una computadora y realizando riffs roqueros con una guitarra. Después de ser impactado desde lo sonoro, el escenario también cobra vida, los colores y las formas de los diseños causan una atmósfera fría y tenebrosa.

Al empezar, la música va calando junto a los textos, los personajes son peculiares desde la vestimenta y el maquillaje. Parecen sacados de un lugar único, de un universo que existe solo para ellos, esa sensación es bastante impactante al momento de crear, por supuesto desde mi perspectiva.

El elenco está conformado por cinco intérpretes, las historias giran en torno a Lulú, todos doblan personajes o por lo menos la mayoría. Lulú (Kelly Estrada) se mueve desde maneras naturalistas, su fuerza energética es adecuada para la textura de la obra, su amigo Moritz (Gian Paul Miranda) da un excelente ritmo, juntos consiguen buenos momentos.

 El uso de las vestimentas, la utilería y la música consiguen conexión y ritmo; es fácil empatizar con el personaje desde la proximidad de lo que cuenta. La forma en que los artistas van cambiando de roles interpretativos mantiene con expectativa al observador, interesado por saber qué deparará para ese mundo, qué final o cuestionamiento puede someter. La madre (Ale Saba) consigue modificar su energía para manifestar personajes opuestos, la hermana (Astrid Villavicencio) acompaña el ritmo de Lulú, tiene la energía adecuada para ser la que siempre está ahí o por lo menos lo intenta, hasta que la frialdad y la misma extrañeza de Lulú, la resignen con trágica ternura.

Algunos detalles en el sonido pueden mejorar, especialmente en volumen y atención, pero son aspectos casi imperceptibles que han sido llevados de muy buena manera. La música en vivo y el canto dan una personalidad propia a la puesta escénica y esto lo vuelve particular.

El momento en que muere uno de los personajes es mi favorito, pues el escuchar cantar al actor consiguió remover fibras dentro de mi ser, pensamientos que acompañan al sentimiento. Fue bien manejado, de acuerdo a las figuras interpretativas que se construyen; visualmente y lumínicamente se logra una coherencia con el escenario y el vestuario en general.

La obra está llena de símbolos que causan reflexiones en el que observa, los lentes de Lulú, por ejemplo. Ella mintió cuando fue al médico, decía que no veían, por lo tanto, tuvo que usar unos lentes con medida; sin embargo, no le correspondía usarlos porque ella sí veía. Esta situación hace que el personaje todo el tiempo este con unos lentes de luna gruesa, que desvirtúa lo que observa y suavemente vamos ingresando a un mundo que es solo visto a través de ojos distintos. Las metáforas son parte de la subjetividad del espectador, pero la obra está bien construida y mantiene cuerpos activos en el espacio.

El director Víctor Hugo Coveñas ha realizado un buen trabajo al diseñar y crear las escenas a partir de un texto francés llamado The Lulu Projekt, escrito por Magali Mougel. La elección de la adaptación y la búsqueda de los perfiles actorales calzan muy bien con la propuesta planteada. Una obra para disfrutar y apreciar perspectivas distintas de creación, la gran posibilidad de las distorsiones de la guitarra y las atmósferas, el diseño de luces y lo gótico, una obra divertida con un mensaje potente y un ininterrumpido volcán de emociones sonoras.

Moisés Aurazo

14 de noviembre de 2023

lunes, 13 de noviembre de 2023

Crítica: EL INVIERNO DEL SOL


Una promesa por cumplir

En el Auditorio Julio Ramón Ribeyro del Centro Cultural Ricardo Palma de Miraflores se estrenó la temporada de la obra El invierno del sol, escrita y dirigida por Luis Yataco, la cual se sitúa en el contexto de la guerra de las Malvinas (1982), que enfrentó a la República Argentina y el Reino Unido por la soberanía del archipiélago. Así, la intervención peruana en favor de Argentina es el punto de partida de un interesante argumento narrativo que gira en torno a las secuelas personales de los conflictos armados.

Forman parte del elenco peruano-argentino: Marisa Minetti, quien interpreta a Valentina, una periodista argentina que busca a Santiago (Javier Valdés), su padre, un ex oficial peruano que luego de fallar una misión de compra y entrega de armamento para la Argentina, desaparece sin dejar rastro. Dicha búsqueda se convierte en una promesa que Valentina le hizo a su madre (Melina Hernández), encontrando en su camino a Rubén (Luis José Ocampo), un misterioso hombre al que pide ayuda. Finalmente, la presencia de un Santiago joven y otros personajes, recae en Nicolás Valdés.

Respecto a la escenografía, los elementos utilizados son funcionales y aportan a las acciones de los personajes. De otro lado, el juego escénico que plantea Yataco, apoyándose en el diseño de luces y la música, el cual nos revela una suerte de flashback entre los recuerdos de Santiago y su presente, exige por parte del espectador suma atención, pues hay una cierta complejidad también por el uso de otro idioma, que aporta un toque de humor, en medio de la tensión que propone la trama. Quizá, en algunos momentos el ritmo se sentía un tanto irregular, por ello la concentración para no perder los detalles de la puesta se hacía casi indispensable. 

El invierno del sol es una intensa puesta en escena que ofrece un punto de vista muy humano acerca de las dolorosas consecuencias que trae la guerra. En este caso, la difícil decisión de un hombre que debe elegir entre su misión como oficial peruano y su propia vida, que involucra sus lazos familiares y afectivos, así como la toma de responsabilidad frente a un hecho que no pudo cambiar. Sin duda, una representación necesaria, que abre muchas interrogantes en tiempos donde la violencia parece no tener fin.

Maria Cristina Mory Cárdenas

13 de noviembre de 2023

Crítica: ENTRE SOMBRAS Y RECUERDOS


La venganza llega

Lo que me encantó de Entre Sombras y Recuerdos es lo muy bien utilizado que se hace del tiempo escénico. Por momentos, parecía que se estuviese viendo un cortometraje. Mostrar escenas de diferentes momentos de una misma historia es muy riesgoso, pues el público puede quedar confundido y no captar a la acción dramática. Me gustó que apelaran sin miedo a ese recurso varias veces, pues al principio parecía que eran dos microobras; pero hacia el final, el espectador devela el verdadero mensaje. No es muy común en teatro ver este tipo de estéticas narrativas.

La escenografía fue sucinta y necesaria para el montaje. Actoralmente, la relación entre los personajes de Elena y Cristofer (Jenny Masías y Samir Campos, respectivamente) fue genuina y por momentos, lo románico que llegaba a ser fue conmovedor. Las escenas en donde Elena se enfrenta al asesino (Fabrizio Bernuy) fueron muy bien interpretadas por Masías; me encantó cómo pasa de ser una novia ilusionada a asesina de venganza varias veces y de manera creíble. Esto demuestra que sabe controlar las emociones y transmitir esa energía en el público. El papel antagónico del personaje de Bernuy le faltó más dosis de maldad y que eleve más la voz y articule mejor las palabras, pues a veces algunos diálogos no eran del todo claros. Me hubiese gustado ver actuar más al también dramaturgo Campos, para emitir más impresiones sobre su actuación, pero me gustó lo ecuánime del carácter de su personaje.

Dramáticamente puedo comentar que la historia pudo ser un poco más compleja. Por ejemplo, ¿por qué no establecer que entre Elena y el asesino hubo una relación (no necesariamente sentimental) que complejice la historia? Nunca olvidar que la magia del teatro está en apelar a tocar temas universales para estremecer al público y que mientras los personajes tengan más voluntades encontradas y contradicciones es mejor. Entre Sombras y Recuerdos es una obra interesante y merecía más fechas de presentación. Felicitaciones.

Enrique Pacheco

13 de noviembre de 2023

Crítica: SUPER STARS 1936 / AMIGA MÍA


A medio camino

Tuvimos la oportunidad de ir al Teatro Esencia para ver dos obras que tocan temas interesantes; aun así, no terminan de explotar su potencial. Por un lado tenemos a Super Stars 1936, obra de formato corto que indaga en los orígenes de dos reconocidas marcas de zapatillas. La obra tiene momentos llamativos, pero no termina de unificar todos los elementos que la componen. Hay un buen tratamiento de las luces, han sabido plantearlas para resaltar determinados momentos, delimitar estados emocionales y dar una puesta en escena atractiva. La escenografía, además, brinda lo necesario para situarnos en el contexto de los personajes, no se necesita más. En estos aspectos estamos bien. Es en el trabajo de dirección, tímido y de pocas resoluciones, donde lo visual cae en su superficialidad, y la obra se resume a ciertos momentos, quedando a medio camino de lo que se intenta proponer, dejando aspectos sin resolver, que ameritan ser tratados en mayor extensión.

Pareciera que esa timidez en la dirección se extrapola hacia los actores, que se muestran limitados al momento de llevar a cabo sus acciones. Parecen enfocados en otras cosas; reman con esfuerzo para alcanzar ciertos estados emocionales, en lugar de enfocarse en lo que pasa en la escena. Por momentos muy mentales, pendientes del texto o de alguna marcación. Algo distinto mostró Luca Reátegui, que logró escapar de la unilateralidad de los personajes, dándole carácter y otros matices a su interpretación. Pero la obra no se sostiene con un solo actor, sino que debe buscar un mejor desarrollo, aprovechar ese dinamismo y buena química que hay entre los tres actores. Hay un buen trabajo en la escena, pero aún está dibujado, hace falta más profundidad.

Por otro lado, tenemos Amiga mía, obra también de formato corto, que tiene momentos dramáticos resaltantes, pero que, en general, cae en las formas: lo descriptivo y la falta de una buena dirección. Las actrices entienden su texto, pero pasan por encima de los estímulos que surgen en el escenario. Parece ser que no las han sabido guiar, pues se nota que hay momentos de verdad en lo que expresan en escena. Pero antes de atravesar esos momentos, vivirlos y encontrar el sentido de por qué dicen lo que dicen, vuelven a su marcación, a su entonación, a una manera preconcebida de decir las cosas. Hay un buen trabajo individual, pero es esa individualidad la que no permite que la obra sea una historia. Cada una está en su proceso. Falta escucha de lo que la otra está proponiendo, no solo con lo que dice, también con lo que hace.

El texto está cargado de disparadores dramáticos, tal vez demasiados para la extensión que tiene la obra, pero tampoco son bien aprovechados. Eso sí, algunos de ellos logran ser resaltantes y capturan la atención del público. Uno termina por desear más de eso, que no sean solo momentos, que sea todo un viaje, para que ese giro final en la historia sea realmente impactante.

Ambas obras tienen sus aciertos y están en la vía para seguir mejorando. Hace falta más trabajo desde la dirección, ahondar más en lo que buscan decir y cómo lo quieren decir. Así, poder darnos obras de mayor carácter y claridad. Quizás sea importante también revisar el trabajo desde el texto, siendo el dramaturgo quién hace también el trabajo de dirección, en ambos casos.

Omar Peralta

13 de noviembre de 2023

domingo, 12 de noviembre de 2023

Crítica: BICENTENARIO


Lo que no nos dijeron sobre el Bicentenario del Perú

La casa cultural Yuyachkani dio lugar por una corta temporada al proyecto Bicentenario, dirigido por Ricardo Delgado Ayala, con el apoyo de la Dirección de Producción Artística y Actividades Académicas de la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático Guillermo Ugarte Chamorro. Se trata de un montaje experimental, el cual evoca sucesos y personajes de la independencia para narrar ese momento de la historia de una manera distinta, a través de recursos que incluyen la danza, el uso de máscaras, entre otros. El elenco está conformado por Alexis Caballero Uriarte, Allison Huarcaya, Dennis Gutarra, Kelly Carrillo, Juliet Pacahuala, Jorge Luis Castillo, Rafael Mena y Stephanie Ganoza.

La obra está conformada por micro escenas, más precisamente testimonios, de héroes y heroínas que formaron parte del proceso de Independencia. La propuesta constó con un trabajo de la corporalidad a partir de danzas folklóricas, las cuales estuvieron presente en algunas secuencias y en la calidad de movimiento de los actores durante toda la obra. También se incorporó en la representación en uso de objetos como varas y máscaras, las cuales fueron apropiadas por el elenco de manera técnicamente adecuada, pareciendo incluso ser extensiones de sus propios cuerpos en escena. Aplaudo la técnica actoral del elenco, pues se notó una apropiación del montaje bastante interiorizado a nivel de texto, construcción de personaje y uso de elementos.

 Fue interesante el uso de marcos, los cuales sirvieron para presentar a cada héroe que iba apareciendo ante el espectador. Cada marco cumplía en el espacio un lugar donde esperaban elementos a ser utilizados para retratar distintos héroes y heroínas, ordenados de tal manera que no interrumpiera el desarrollo del montaje. Dichos elementos se sumaban al vestuario base que el elenco llevaba: blusas, camisas, pantalones y polleras de colores cálidos, logrando así un impacto visual estéticamente imponente y uniforme. Considero que el uso de este vestuario, y de las polleras y cintas de colores fue un elemento clave para potenciar los códigos utilizados en la representación.

Esta obra sorprende porque denota la gran investigación histórica que ha habido detrás de la creación colectiva que este elenco realizó. Ese esfuerzo dio como resultado una vitrina de personajes importantes para el proceso de independencia, pero no tan conocidos por la Historia convencional. Considero que este montaje ha sido reivindicativo para la voz de aquellos peruanos y peruanas que, desde sus realidades, dieron todo por su ideal de un Perú mejor del que ellos conocieron. Sin embargo, ¿qué tan distinto está el Perú, 200 años después? ¿qué dirían estos héroes y heroínas al ver lo es el Perú actualmente? Estas son preguntas que este montaje intenta responder, logrando contagiar ese cuestionamiento al espectador.

Stefany Olivos

12 de noviembre de 2023

Crítica: DON DIMAS Y EL DIABLO


Un proceso y una comedia increíbles

Tenemos en temporada, a puertas de su última fecha, la obra Don Dimas y el diablo, una pieza de creación colectiva que ha sorprendido a todos. Esta puesta es el resultado de un taller intensivo de tres meses dirigido por Johan Escalante, una propuesta promovida por Alumbra Producciones con el objetivo de lograr que sus estudiantes pasen de la teoría a la práctica o, mejor dicho, a la realidad. Este tipo de taller de creación o adaptación colectiva con un final de muestra para el público ha sido ya ejecutado por el director en Venezuela; no obstante, eran talleres que tenían una duración bastante breve. En este caso, Escalante propuso un taller de mayor extensión para darles la oportunidad a los estudiantes de desarrollar una creación totalmente de cero y perfeccionar la historia y los personajes a su modo. Debo decir que es una pieza excepcional y no parece ser, en ningún momento, amateur. Muchos de estos chicos tienen entre uno y tres talleres de actuación en su haber, lo cual me lleva a recordar algo que a veces olvido con la inmediatez y la exigencia de mi día a día como actriz, no es más importante la técnica que el juego, porque la sinceridad del juego en escena es lo que le da vida a la obra y a la historia y no hay nadie más sincero que el que hace algo nuevo y en su vulnerabilidad aflora su interior.

Nathaly Rodriguez, Yvonne Villaflor, Jessica Limonchi, Carolina Andrade, Eduard Zapata, Freddy Castillo, Marisol Urbina, Melissa Arroyo, Jheny Huamaní, Medalith Rondan y Yaimir Castro son los actores que están despegando su carrera con esta puesta a la que cada uno le aportó su creatividad y su cultura. Tomando como referencia el cuento Don Dimas de la Tijereta de Ricardo Palma, la leyenda venezolana Florentino y el Diablo y el cuento En la Diestra de Dios Padre de Tomás Carrasquilla, así como la yunza, una gran tradición parte del folklore peruano, lograron construir una concisa y divertida historia en la cual un campesino de buen corazón es dotado de poderes, gracias a Jesucristo y nuestra querida Santa Rosa de Lima, poniéndose el gran desafío de derrotar al Diablo, pero, sobre todo, de encontrarse entre sucumbir ante el poder o priorizar su bondad y a su gente. Mis sinceras felicitaciones a un grupo de teatreros que, pese a su poca experiencia, han logrado trascender y resaltar en mis recuerdos y, seguramente, los de todos aquellos que pudieron apreciar el gran cariño que le ponen a su arte. Espero no dejen de lado esa emoción y calidez con la que todo artista inicia este viaje. Y, por último, un reconocimiento a su director, profesor y guía, quien ha sabido despertar en sus alumnos ese amor por el teatro, plasmado en el escenario y transmitido a su audiencia.

Viviana Távara

12 de noviembre de 2023

Crónica: ESCENA SUR


Las novedades de Escena Sur en su novena edición

Este año, en el mes de octubre, se llevó a cabo la novena edición del festival Escena Sur, organizado por la Universidad Científica del Sur, en el Teatro del Museo de Arte de Lima. Se trata de un evento en el que egresados de la carrera de Artes Escénicas muestras sus proyectos finales, además de haber contado con la participación de dos invitados: desde Brasil, el Proyecto de la carrera de Teatro de la Universidad Federal de Uberlândia; y de la escena local, la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático Guillermo Ugarte Chamorro (ENSAD). Oficio Crítico tuvo la oportunidad de estar presente en tres de las obras presentadas: País del mañana, Medea Juguete y Moela, Corpo em queda.

País del mañana es un proyecto de creación e investigación colectiva dirigida por Ricardo Delgado, donde se cuestionan temas relacionados a cómo funcionan las estructuras sociopolíticas en nuestro país. La interpretación estuvo a cargo del elenco de actores profesionales de la ENSAD: Josué Cohello, Jazmín Labrín, Rafael Mena y Mehida Monzón. Los artistas tomaron como referencia algunos cuadros de artistas plásticos, con el fin de ahondar en la historia de la política en nuestro país. Los actores encarnan los cuadros en escena, dándoles no solo movimiento sino también sentido dentro de esa búsqueda por resolver dudas sobre lo que sucede en nuestro país. Este recurso fue bastante estimulante visualmente hablando, pues daba al espectador un punto de partida (el cuadro) para invitar al espectador a resolver la cuestión propuesta por el elenco. El uso del recurso pictórico como referente para la creación escénica dio como resultado una obra de alto valor: los cuerpos estuvieron presentes, con mucha plástica y precisión durante toda la representación. Debo mencionar que la inclusión de danzas folklóricas como la de “Los Huayra” fue un elemento variopinto dentro de la representación, pues se tuvo la decisión de usar la historia y el formato de esta danza para cuestionar la honestidad de los funcionarios políticos de estos últimos años. Referentes como estos denotan el nivel de investigación y reflexión profundos, cuyo resultado dio una obra vigente, cuestionadora y técnicamente impecable.

Por su parte, Moela, corpo em queda fue el montaje invitado internacional de este festival. El proyecto es una creación colectiva, correspondiente a la carrera de Teatro de la Universidad Federal de Uberlândia (Brasil). La representación fue dirigida por Narciso Telles, y cuenta con las actuaciones de Julia Mouza y Gabriela Zorneta. La obra nos trae a una niña y su aparente doble, quienes buscan distintas formas de entender la pérdida de su padre, en medio de recuerdos indistintos. Las actrices estéticamente se caracterizan con colores complementarios (usaron tonalidades cerca al rosado y al azul), de modo que se entiende visualmente la dualidad que las une. La obra fue representada en español, aunque evidenció que su idioma original de creación es el portugués. Esta decisión no fue muy atinada, porque se evidenciaba la inseguridad que las actrices tuvieron con relación al manejo del idioma. Lamentablemente, esto le quitó peso a la obra en general. Considero que, si la obra se hubiese representado en su idioma original, con la seguridad de interpretación que eso hubiese representado, se habría apreciado mejor. A pesar de este percance, se logró entender esta búsqueda de parte de los personajes por comprender el suicidio del padre, dándole respuesta a su cuestionamiento sobre cómo seguir después de tal suceso.

Por último, el proyecto Medea Juguete contó con la dramaturgia de Lisa Carrasco y Emily Ramirez, egresada de la carrera de Artes Escénicas que tuvo a cargo la dirección de este monólogo. La actriz Zohar Uribe encarna a Medea en un monólogo, el cual representa a una mujer y madre luego del abandono por parte de su esposo. Durante la representación se muestran escenas donde el personaje atraviesa por episodios donde se le violentaba en el pasado. Estos momentos dan a entender que su niñez ha sido difícil, contrastada con la tranquila que les intenta dar a sus hijos. El monólogo da poco a poco pistas de cómo el personaje pasa a ser una victimaria de episodios violentos para con sus hijos, evidenciando un estado de salud mental cada vez más delicado. Esta búsqueda por jugar con el rol de víctima – victimario quedó bastante clara en la historia, gracias a cómo desde la dirección se decidió mostrar al público pinceladas del pasado del personaje. Esto permitió entender cómo Medea finalmente toma las decisiones que desencadenan el fin de la obra. La actuación de Uribe estuvo a la altura de las necesidades del montaje, aunque por momentos su voz parecía cansada o forzada. Considero que el ritmo de la obra caía un poco cuando había ciertos cambios de vestuarios, lo cual podía provocar desconexión con la historia. No obstante, el montaje estuvo bastante claro, teniendo como fortaleza ese cuestionamiento tan vigente sobre la salud mental: ¿vivir en un ambiente violento podría convertirte de víctima a victimario?

Stefany Olivos

12 de noviembre de 2023

viernes, 10 de noviembre de 2023

Crítica: INFUSIÓN


Tres hermanos

El paso inexorable del tiempo y las huellas que deja en su camino siempre aparecerán, de un modo u otro, en las piezas de Eduardo Adrianzén. Como en Cómo crecen los árboles (2014) o Silencio sísmico (2016), con los rezagos del conflicto armado interno apareciendo sobre los protagonistas; o en El día de la luna (1996) o La eternidad en sus ojos (2013), que se fijan en las enormes brechas generacionales. El último estreno del autor, Infusión, actualmente en cartelera en el Auditorio del Británico Cultural, no abarca ciertamente temas tan generales, pero sí que explora con brillantez, dentro de su sencillez argumental, la rutina de tres variopintos hermanos de clase media, durante los últimos días de vida de su madre enferma, en medio de recuerdos, frustraciones y anhelos compartidos, y acompañados por canciones y música de los años setenta.

Cada uno de los muchachos se encuentra muy bien delineado: Gustavo (Giovanni Arce) y su rehabilitación luego de un trágico accidente; Nicolás (Rodrigo Chávez) y su nada disimulado temor al matrimonio; y Lorenzo (Jano Baca) y su difícil decisión de cambiar de rubro profesional. En medio ellos, tres técnicas de enfermería (la misma Yaremis Rebaza) que se convierten en testigos de sorprendentes confesiones del trío de hermanos, mientras esperan el fallecimiento de su progenitora. La sólida dirección en conjunto de Oscar Carrillo y el mismo Adrianzén evita en todo momento caer en cualquier facilismo melodramático; por el contrario, se aprovechan muchos momentos puntuales para generar sonrisas en el espectador, gracias al sentido del humor que Adrianzén sabe impregnar con brillo en su producción dramatúrgica.

Excelentes actuaciones de Arce, Chávez y Baca, los tres parejos y convincentes en sus personajes; mención especial para la destacada participación de la versátil Rebaza, precisa en cada una de sus personalidades en escena. Acaso la presencia de la madre, acostada de espaldas en la camilla y los sonidos que se alcanzan a escuchar de ella podrían revisarse, pero son indudablemente detalles menores. Producida por LUFTBALUN y el mismo autor, Infusión, tragicomedia en toda regla, es una muy recomendable puesta en escena, contenida en su introspección, llena de detalles y matices en su ejecución, y que devuelve a las tablas a un inspirado dramaturgo (y ahora director) como Adrianzén, pieza clave dentro de nuestro panorama teatral actual.

Sergio Velarde

10 de noviembre de 2023

jueves, 9 de noviembre de 2023

Crítica: ESPERANZA


La esperanza como luz o como sombra

"La esperanza no es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, salga como salga" Vaclav Havel

En el CCPUCP se está presentando una de los mejores montajes del año, no solo por la puesta en sí, sino por el mensaje que trasmite.

La trama es sencilla: justo antes de las elecciones municipales de 1983, un padre de familia llega a su hogar emocionado por haber invitado al candidato que lidera las encuestas a un almuerzo. Cree que este encuentro es crucial para el progreso de su familia y, como resultado, motiva a los demás miembros de la familia a dejar de lado sus actividades cotidianas para preparar todo lo necesario para la visita del candidato y en medio de todos estos ajetreos se va forjando una tragedia familiar.

Aldo Miyashiro y Marisol Palacios se sirven de esta premisa para mostrar a través de una historia de hace 40 años, personajes y situaciones lamentablemente muy actuales. La trama revela la pérdida de la esperanza que experimentamos en la transición a la democracia en nuestro país, al mostrar el deterioro moral y económico de una familia de clase media limeña. La narrativa entrelaza las aspiraciones individuales con los desafíos familiares, la fragilidad de las promesas políticas, las ilusiones efímeras, el machismo latente, la vida desprovista de esperanza, la rebeldía sin propósito, un abrir los ojos a una realidad aterradora y una simbólica desaparición como pérdida de foco de lo importante.

Esto nos lleva a concluir que necesitamos otro tipo de esperanza, no aquella que se consigue esperando que llegue del cielo porque "lo merecemos", sino aquella que solo puede conseguirse con un esfuerzo personal y que contribuya a afianzarnos como individuos; solo así superaremos esa situación de caos en la que nos encontramos y nos permita mejorar como personas.

La escenografía nos transporta a la típica sala-comedor de una familia, donde destacan tres vías de escape, simbolizando la oportunidad de evasión: la ventana, que revela el mundo exterior; una puerta impenetrable; y una escalera que nos guía hacia una salida temporal.

Las actuaciones en esta obra son muy convincentes. Lucho Cáceres brilla de manera espectacular al interpretar a un soñador que se aferra tenazmente a una idea que solo tiene sentido en su mente, rechazando cualquier otro enfoque y reaccionando con violencia ante los intentos de persuasión. Julia Thays realiza una interpretación impecable al encarnar la resignación con la que acepta su vida, sin discutir lo que le propone su esposo, creando un contrapunto muy interesante en escena. Diego Pérez, en su papel de hijo rebelde, ofrece una actuación aceptable, aunque se nota que su personaje no se ha explorado a fondo, posiblemente para no eclipsar la sensación de desesperanza que impregna toda la obra. Por último, Brigitte Jouannet representa con sobriedad esa tenue luz que lucha por mantener las cosas a flote, pero que también comienza a sentirse acorralada a medida que la adultez se acerca. 

No podemos dejar de mencionar la música adaptada de los años 80 por parte de Wicho García y Manolo Barrios y que resaltan el mensaje de la obra.

Ulises Cabanillas

9 de noviembre de 2023

Crítica: EL REZO DE LOS NIÑOS


Cuestionamientos sobre la masculinidad: una posible respuesta

El Galpón de Pueblo Libre dio lugar a la obra El rezo de los niños, creación colectiva bajo la dirección de Malú Gil y la dirección adjunta de Creyser Donayre. Los actores Pepo Cáceres y Jorge Black, a partir de sus historias y testimonios, proponen un viaje creativo que busca cuestionar y revisar la masculinidad. La representación consta de momentos distintos en los que los actores interpretan distintos roles y situaciones, utilizando diversos tipos de lenguajes escénicos momento a momento.

La propuesta evidencia el uso de los propios testimonios de los actores, quieres supieron teatralizar el material personal que entregaron a la obra. El uso de distintos lenguajes escénicos se manifestó en el uso de elementos como un gran papel en el que dibujaban durante la obra, o la representación de secuencias físicas que por sí solas podían dar material de cuestionamiento al espectador. El uso del cuerpo como objeto de significación fue un recurso recurrente en esta obra, dándole un carácter performático a ciertas escenas.

Esta obra, en su búsqueda de reflexionar la imagen del hombre y la masculinidad en la sociedad, recurre al uso de desnudos en escena más de una vez. Se entiende que una de las ocasiones se justifica con que los actores estaban explorando y comparando sus propios cuerpos en una búsqueda de autoconocerse, dando la impresión de que son niños jugando y descubriendo. Si bien se entendió el uso de este recurso, considero que esa misma intención se pudo haber trabajado de una manera más efectiva y menos expositiva, ya que ciertos gestos que los actores hacían con sus cuerpos podían resultar invasivos para algunos espectadores.

La segunda vez que se utiliza el desnudo en esta obra fue una escena particular: una especie de exploración-safari por los lados recónditos que forman parte del disfrute sexual masculino. Uno de los actores se encontraba totalmente desnudo de espaldas al público y agachado, con luces enfocando una de las zonas íntimas del actor. Esta escena particularmente no representó un valor agregado a la obra, cuya intención de cuestionamiento y reflexión sobre la masculinidad ya era clara y hasta cierto punto llevadera (especialmente después del primer desnudo). Exponer de esa manera zonas tan íntimas del cuerpo son riesgos que pueden funcionar y sumar a la obra, en definitiva, pero si no se maneja bien la justificación y el valor que esto aporta al montaje, puede resultar grotesco, sensacionalista e impuesto. Considero que, en este caso, menos hubiese sido más.

Es interesante cómo el teatro, entre todas las artes, es lugar de debate y cuestionamiento sobre la masculinidad y feminidad. Entender que estos roles han sido enseñados de generación en generación, y que en consecuencia han atravesado muchos prejuicios en el proceso, es un logro. Bienvenidas sean todos estos intentos, desde el arte y la valentía, por seguir esa búsqueda acerca de los roles que conocemos en nuestra sociedad.

Stefany Olivos

9 de noviembre de 2023