Un abrazo al corazón
Feliz cumpleaños, Doña
Zoila es una obra sólida, vertiginosa, con alta dosis de comedia, pero con
la clave precisa para remover y sensibilizar al espectador. Además, con un aire
“jaranero” se disfruta en su totalidad y nos hace atravesar distintos estados
de emoción. Una obra que se convierte en una verdadera fiesta, tras los
desplantes y complicaciones de una familia que bien podría ser la nuestra.
Gran decisión la de optar por un espacio sin escenario,
configurando una sala de estar en el espacio de representación. El espacio
acoge y acompaña, la iluminación de tonos cálidos nos acerca y anima a mirar
más a detalle cada uno de los conflictos de los personajes. Las actrices Attilia
Boschetti, Amparo Brambilla y Mónica Torres fueron, sin duda, de lo más destacable
respecto a la actuación; demuestran una química en escena maravillosa, una
destreza y dominio del espacio, pero, sobre todo, ese juego que nos hace reír,
llorar, que nos atrapa en ese caos del hogar. Por otro lado, Francisco Luna y
Omar Cruz son capaces de darle otros matices a la obra; desde otros códigos,
entran en el juego, se atreven a proponer y crear nuevas capas de sentido.
Si hay alguien a quien observar, con otro tipo de
detenimiento, es a Diego Salinas, quien en esta oportunidad parece ser que su
conocimiento del texto le ha jugado en contra. Se ve, sin duda, una actuación
clara, determinada, pero que por momentos se escapa hacia la banalidad, la
búsqueda de la gracia y termina siendo una copia de la vida, más que de entrar
a los tiempos del arte que proponen sus demás compañeros. No por ello decae la
historia, pero no hay duda de que puede dar mucho más.
Desde la dirección vemos que se presenta un juego predominante
de los focos de atención, se mezclan distintos tipos de gestualidad y cada pico
dramático es llevado con mucha soltura y dinamismo. Todo esto funciona casi con
gran sincronización. Lo que sí, tal vez, pueda marear un poco al espectador,
quién tendrá que decidir qué es lo que quiere ver (o en su defecto lo que más
le llame la atención en el desarrollo de cada escena), corriendo el riesgo de
perder detalles importantes. Así, por otra parte, la obra presenta algunos
momentos vacíos, mínimos, pero que con entradas más rápidas de sus personajes,
se puede solucionar perfectamente.
Al final, la obra acepta estos riesgos, los asume y nos
entrega un montaje cuidado, enternecedor, pero también lleno de alegría y
sensibilidad, que termina siendo un baile bellísimo y por qué no, un abrazo al
corazón.
Omar Peralta
24 de noviembre de 2023
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