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miércoles, 2 de enero de 2019

Crítica: XAUXA


Lo que ocultan las máscaras

César Golac es un joven actor y director que viene desarrollando una interesante carrera teatral, interviniendo en propuestas comprometidas, reflexivas y consecuentes con sus propias ideas, que buscan retratar, cada una a su particular manera, la difícil situación por la que atraviesa nuestra sociedad. Así lo vimos como actor en N.A. Ninguna de las anteriores (2008-2017) de Mario Ballón, una valiente puesta en escena con tintes performáticos sobre la identidad sexual; en La humilde dinamita (2016), conmovedora historia ambientada en las épocas más oscuras de nuestra lucha interna; y en Sirenas y pesebres (2018), relato con mensaje incluido dirigido a toda la familia, inspirado en un cuento de José Watanabe, utilizando poemas andinos y por el que ganó el premio como mejor actor de Teatro para la infancia por Oficio Crítico. Su última propuesta llegó al Galpón Espacio en diciembre del 2017, titulada simplemente Xauxa, una creación colectiva bajo sus propios concepto y dirección general, que no desentonó con la utilización que viene haciendo de las artes escénicas como un lúcido medio de comunicación.

Declarada como Patrimonio Nacional, nuestra tunantada fue el baile elegido como contexto para el montaje de Golac, una danza de vistosas máscaras satíricas que se luce especialmente cada 20 de enero durante las festividades en Jauja, ciudad conocida también según cronistas como Xauxa, que hace referencia a su vez a un grupo étnico de épocas preincaicas. Pero Xauxa también representó  alegóricamente en la puesta a la dura resistencia de nuestros antepasados frente a la represión y a la conquista por parte de los españoles, traducida en una violencia que nos alcanza hasta nuestros días. Y fue así que, luego de ser recibidos por una enmascarada pareja presidencial, asistimos a una representación del mencionado baile, con bailarines que iniciaron su ritual acompañados por música en vivo y que incluían a la astuta María Pichana, a la mestiza Jaujina, a la fina Huanquita, al curaca Chuto y al chamán Auquish. Mientras las máscaras caían y las falsas identidades se revelaban una a una, los monólogos de cada uno de los actores fueron iniciando, con historias independientes acerca de terribles actos de corrupción, discriminación y violencia que ocurren día a día en nuestro país. En ese sentido, la labor en conjunto de Alana La Madrid, Briscila Degregori, Katya De los Heros, Gonzalo Talavera y Rodrigo Rodríguez fue precisa e impecable.

Producida por Andrea Fernández y el grupo cultural La Casa de Tespis, así como dedicada en homenaje a las víctimas recientes de feminicidios, la puesta en escena de Xauxa logró orgánicamente conjugar danza, teatro y música, con una gran riqueza simbólica y una oportuna utilización de video que sumaba a cada secuencia. Acaso el inicio, con falsos arranques que lucían algo reiterativos, pueda afinarse. Acaso el buen apoyo corporal de Darill Silva y David Serván pudo aprovecharse aún más. Acaso en determinados momentos, la misma tunantada perdió un poco de protagonismo durante algunos de los viscerales testimonios de los personajes. Pero todos son reparos muy menores: la ya anunciada reposición de Xauxa para este año promete ser uno de los proyectos teatrales más sentidos, provocadores y contundentes de la temporada, con una impactante carga sensorial y que consolida la sugestiva carrera de Golac como uno de nuestros teatristas más intensos y completos.

Sergio Velarde
3 de enero de 2019

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