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viernes, 28 de febrero de 2025

Crítica: MOBY DICK


Un clásico se transforma y nos trae un mensaje para cambiar el presente

En esta ocasión, La Plaza nos trae una adaptación libre de la clásica obra de Herman Melville, escrita y dirigida por Els Vandell. Con un talentoso elenco conformado por Grapa Paola, Jano Baca, Joaquín Escobar, Alejandro Villagomez, Anneliese Fiedler, Merly Morello y Sergio Urrutia, la historia se nos es contada desde un punto de vista distinto al convencional y que es precisamente lo que le da ese toque especial.

La obra nos presenta a este nuevo personaje llamado Catalina, interpretado por Morello, quien es una chica que se hace pasar por un hombre (Ismael en el libro) para poder unirse a la tripulación y conocer el mar. Es a través de Catalina que el público va conociendo más al personaje de Mocha, interpretado por Grapa, y que es la famosa ballena de la novela. Mocha entabla un diálogo casi directo con la audiencia, con la intención de despertar en ellos la empatía, tanto en grandes como en pequeños, por las otras formas de vida no humanas. Este personaje hace un llamado a la generación actual y las venideras a que cuiden el mar y lleven un estilo de vida más ecológico.

Lo interesante de la obra es cómo busca adaptar una novela densa como es Moby Dick para que sea no solo más digerible y entretenida para todo tipo de público, sino que también busca darle otro dignificado que se adapte más a la actualidad. Se invierte la historia tradicional; es decir, ya no se centra en el capitán Ahab y su fijación por querer cazar a la ballena, sino que le da voz a esta última para que dé su propio punto de vista, lo que siente y cómo vivió este encuentro con el capitán, así como sus deseos de seguir viviendo de manera tranquila y pacífica. Para poder lograr su objetivo de evocar en el público este sentimiento de empatía ya mencionado, la historia también recurre a mostrar los momentos más vulnerables de algunos personajes, como en el caso de Catalina y Queequeg, quienes entablan una relación de amistad bastante conmovedora.

La escenografía con la que cuenta es bastante sencilla pero funcional, los principales elementos son estructuras hechas de cartón, lo cual va de acuerdo con el propósito de la obra: cuidar el medio ambiente, generar una conciencia ecológica. Además, por el mismo hecho de que es sencilla, invita al espectador a usar la imaginación junto con los actores, para los adultos es como ser niños de nuevo y jugar.

Es una adaptación que a partir del humor, canciones y buenas actuaciones logra transmitir mucho y llegar a cada uno de los espectadores; además, los motiva a hablar más sobre el tema y comenzar a hacer algo al respecto.

Barbara Ríos

28 de febrero de 2025

martes, 25 de febrero de 2025

Crítica: CÓMO OLVIDAR A TU EX


No hay receta para el olvido

Aplacar el dolor de un “corazón roto” es una experiencia que se vive en solitario; sin embargo, la nueva propuesta de Los Productores pone sobre el escenario a un grupo de mujeres que busca compartir este proceso, aunque en el camino deban enfrentarse a la incomodidad de sus propios dolores y fracasos. Cómo olvidar a tu ex es un viaje teatral lleno de música, risas compartidas y lecciones profundas acerca del desamor, el olvido y las emociones desbordantes que dejan los finales no tan felices en algunas etapas de la vida. 

Escrita por María José Osorio, quien también la dirige junto a Diego Gargurevich, la puesta se presenta en el Teatro Claretiano, un nuevo espacio que aprovecha muy bien el amplio espacio para retratar una confortable sala con pinturas y elementos sutiles como los sillones tipo puf, entre otros, que construyen esa atmósfera zen, sin extremarla. Los tonos claros del mobiliario se complementan sin esfuerzo con el diseño de luces, que también cuenta su propia historia, al jugar con los cambios entre escenas. 

La narrativa plantea un retiro de fin de semana, donde cuatro mujeres de distintas edades, personalidades y ocupaciones, Anahí de Cárdenas (Mónica), Arianna Fernández (Eme), Ximena Palomino (Coni) y Tati Alcántara (Pilar), buscan la fórmula para olvidar a sus ex, interpretados por Jesús Neyra; guiadas por una experimentada gurú, a cargo de Monchi Brugué (Alicia). Sin duda, el elenco ejecuta sólidas interpretaciones, al dotar de particularidades a cada personaje (los vestuarios, los gestos, la voz), así como las armonías vocales. Además, la acertada distribución entre los diálogos y las canciones en vivo, agiliza la dinámica de la puesta.

Más que una comedia acerca del desamor, Cómo olvidar a tu ex es una obra que transita por diferentes emociones y giros inesperados, acompañada por un atinado soundtrack que las exorciza y nos muestra una ruta en común, una suerte de espejo en el que cualquier ser humano podría reflejarse, ya sea por un amor no correspondido; por un amor que se acabó; por un amor que no es amor, o, simplemente para descubrir el amor propio. Divertida, fresca y conmovedora, es una oportunidad que el arte vivo nos da para aprender de las experiencias y reencontrarnos con una mejor versión de nosotros mismos.

Maria Cristina Mory Cárdenas

25 de febrero de 2025

Crítica: ¡AMIGA, SE ME OLVIDÓ! / MISIÓN BANANA / MICRO BANCA


Risas, misterio e improvisación en el CAFAE - SE

Con su última presentación, hoy 25 de febrero, el centro cultural CAFAE-SE (San Isidro) nos presenta un divertido ciclo de microobras que mantendrán al espectador en un vaivén de misterio y risas: ¡Amiga, se me olvidó! y Misión Banana, para posteriormente culminar con el audaz formato de improvisación Micro banca. Las tres propuestas artísticas, producidas por La Intensa Producción y Diantres! Asociación Cultural, respectivamente, mantendrán al público al filo de lo insólito, superando cualquier expectativa. Un repertorio variado y provocador que promete una noche llena de teatro y risas.

Una mujer en un sugerente baby doll rojo aparece en escena, su rostro desencajado. Algo grande ha sucedido, pienso, y enseguida lo pensamos todos (el público y yo). Entrada acertada para capturar toda la atención y expectativa de la sala. Hablamos de ¡Amiga, se me olvidó!, escrita por Luisito Fernández y dirigida por José Gómez Ferguson, con las actuaciones de Issa Ringgold Mannucci y Karina Arbocco. La obra presenta el dilema de dos grandes pero despistadas amigas, cuya coincidencia y dispersión las llevarán a un conflicto que pondrá a prueba su amistad y enfoque. Ambas actrices se destacan por mantener un código claro de comedia a través de sus personajes contrastantes, hasta incluso un match perfecto en el contraste de sus registros vocales, como en el caso de Arbocco, quien refuerza eficazmente su registro vocal agudo para acentuar la sensibilidad de su personaje. Si bien hubo intentos de ambas actrices de remarcar el humor en momentos exactos del texto, lo más interesante surgió de las constantes reacciones genuinas del público ante la situación límite de la historia. Por otro lado, un mayor aprovechamiento en el enfoque final del conflicto podría potenciar la obra y las reacciones del espectador.


Después de esta reflexión sobre la amistad y la complicidad, la comedia toma un giro hacia lo absurdo con la siguiente obra: Misión Banana, escrita por Fernández y dirigida por Christian Suito. Es una comedia absurda y original en la que nada es lo que parece. Con un elenco conformado por Fernández y Francisco Agip, nos harán vivir momentos de tensión y risas. El inicio de esta obra arranca con la cotidianidad de este presunto espía, interpretado por Agip, quien nos muestra una interesante construcción de personaje. A su vez, el solemne momento es interrumpido estrepitosamente por la espontaneidad de Fernández, quien, con su gracia natural, generará más de una carcajada desde el primer momento de su aparición. La dinámica entre ambos personajes se complementa con momentos brillantes, y en otros, el personaje de Agip decae en matices en comparación con la chisporroteante energía de Fernández. Sin embargo, a lo largo de la trama, se logran amalgamar las energías a través de la escucha activa. A punto de llegar al final, el texto nos regala un giro dramático inadvertido, lo cual genera una considerable aceptación reflejada en carcajadas nerviosas por parte del público. Si bien en algunos momentos del inicio de la trama las energías de ambos actores no se hallan, durante el transcurso logran salir airosos y rematar con un gran cierre, lo cual refleja un texto dinámico y un espectáculo bien logrado.


Cambiando completamente de género, la improvisación en Micro banca aporta una propuesta aún más arriesgada y única, con el público como protagonista. El formato, dirigido por Ringgold Mannucci, consiste en recrear historias únicas en conjunto con el público, utilizando un único elemento en el escenario: una banca. Con un elenco solvente de improvisadores a cargo de Beto Natteri, Darwin Romero y Rosa Cárdenas, dotados de un ingenio y rapidez creativa inagotables, serán los encargados de crear las historias que surgirán durante la puesta y serán diferentes para cada función. La energía de los intérpretes es diferenciada entre sí, sin embargo, aquella diversidad logrará un acierto brillante para la fluidez de la escena. La rapidez y energía física y vocal de los tres improvisadores es sobresaliente de principio a fin, destacando a todos los miembros del elenco y celebrando la sinergia en cada uno de sus ocurrencias y divertidos diálogos. Esto es solo un reflejo del sólido proceso creativo de su escuela y producción.

En definitiva, este ciclo de teatro e improvisación destaca en humor y versatilidad, tanto de sus solventes intérpretes como de la precisa dirección en cada una de sus producciones. Con unos cuantos aspectos a reforzar en las dos obras, pero con un sólido desempeño en términos generales y, sobre todo, sobresalientes aciertos de parte de cada director y directora. Las tres obras culminan su temporada en su última función de cierre hoy, 25 de febrero, a las 21:00 en el C.C. CAFAE-SE (Av. Arequipa 2985), y el humor está más que asegurado.

Abigail Salvador Jaime

25 de febrero de 2025

lunes, 24 de febrero de 2025

Crítica: LA EDAD DE LA CIRUELA


Alas de nuestras madres

La edad de la ciruela es un clásico ineludible para conocer el trabajo de Arístides Vargas y una mirada tierna, a la vez que melancólica, de la mujer latinoamericana y su relación con el tiempo. No es de extrañarse que Ana Julia Marko, directora que con este dirige cuatro montajes de final de carrera consecutivos para la FARES-PUCP, lo haya elegido para la promoción de Teatro de este año. Es una fortuna contar con el texto, pues dota a la creación de este elenco de una complejidad y gracia que se siente propia de ellos (y principalmente, ellas) así como de la memoria colectiva que, como peruanos y latinos, desarrollamos sobre las mujeres de nuestras familias.

La obra, como es común con los montajes estudiantiles en promociones grandes, cuenta con una dinámica coral y escena espejo que permiten dar a cada estudiante un momento de protagonismo. Esta dinámica coral es una que Marko suele realizar, pero se realiza aquí con la convicción artística de que representa la masa de la familia numerosa y no solo una decisión pedagógica. Las historias en nuestras familias, de tías que sueñan con amores que perdieron, abuelas que se hartan de todo y hermanas pequeñas que discuten y hacen travesuras, se repiten entre casa y casa. Se siente esta esencia colectiva en la construcción de las escenas y las corporalidades, logran superar la rigidez y prestarse a no solo la imitación, sino el entendimiento de la costumbre.

Las actuaciones de los estudiantes, en general, logran explayarse dentro de esta dinámica propuesta. Como coro cumplen y funcionan, no hay momento estático o sin contraescena (gran logro considerando que están todo el tiempo en escena). La magnitud de cada personaje individual, a su vez, hace que puedan utilizar todo su lenguaje teatral y físico en códigos grandes, fuertes y juguetones. Los momentos más íntimos y sentimentales quizás se apagan un poco, pero se sostienen a partir de la música y elementos visuales muy bien diseñados. Destacan sobre todo las participaciones de Celeste Torres, Fiorella Mejía, Camila Castillo, Marilyn Chumbimune y María José Guzmán. 

El montaje, en general, utiliza sus elementos visuales como punto de partida para el ritual colectivo. Las plantas, los colores en la ropa, los retazos del texto puestos en cursiva y sobre todo, las fotos de las familiares reales del elenco sirven para acompañar al público en ese viaje a la historia personal. Hay muchísimos momentos simbólicos, y no todos golpean con la misma fuerza, pero todos se sienten como un posible final para la obra. El nivel de producción para cada momento se agradece, con el final, la carta y la parada del tiempo como momentos resaltantes que evocan memoria y dan a la casa de las hermanas una sensación de realismo mágico, un lugar tocado por el abuso, pero también por el constante deseo de libertad.

La edad de la ciruela es un montaje que aprovecha sus recursos para darles a sus alumnos, así como a su público, una bella sensación de cierre. Sentir la progresión de momento a momento (siendo que trata con una obra no lineal) dará el golpe necesario para que, al final, sintamos la crudeza del paso del tiempo, y aun así recordemos a las mujeres de nuestra familia con brutal admiración.

José Miguel Herrera

24 de febrero de 2025

Crítica: RITUALES DE ALTURA


Un encuentro de culturas a través del humor

Rituales de altura es una fábula de teatro infantil en código clown, que no solo les genera carcajadas a grandes y chicos, sino que también invita a la reflexión sobre nuestra comunidad. Escrita y dirigida por Carlos Orbegozo Reyna, y producida por Casa Perejil, la obra nos cuenta la historia de dos nobles y desconfiadas chinchillas del altiplano que se encuentran con un misterioso jaguar amazónico. A través del juego constante, descubrirán grandes similitudes entre ellos, transmitiendo un mensaje profundo sobre el intercambio cultural y el poder de la amistad.

La pieza nos recibe con un diseño escenográfico equilibrado y visualmente atractivo para su público objetivo. El vestuario de los personajes principales se ajusta bien a los constantes cambios de rol, ya que, inicialmente, actúan como narradores y luego representan a los animales de la historia. Esta dinámica mantiene al público expectante durante toda la obra, lo que refleja decisiones acertadas por parte de la dirección de Orbegozo.

El texto ofrece una tierna historia de dos divertidas chinchillas de los Andes: Gino, quien se destaca por su pasión por las teorías y el cosmos;y John, quien sigue las costumbres de su comunidad y secunda a su astuto hermano en todo. Las personalidades contrastantes de estos dos personajes se equilibran bajo el código clownesco. Tras la aparición del jaguar Jasilma, la tensión en la obra comienza a aumentar, ya que las chinchillas deberán decidir si confiar en este felino amazónico o respetar las normas de su comunidad. A lo largo de la obra, ambas especies aprenden sobre el valor de sus culturas y la importancia de escuchar para entender.

En cuanto a las actuaciones, Diana Veliz Castro, Ángel Vera y José Huanilo se mantuvieron sólidos durante toda la obra. Destaco especialmente la interpretación de Veliz, quien mostró un registro musical e interpretativo sobresaliente, manejando la dosis precisa de picardía e inteligencia en su irreverente personaje, lo que repercutió positivamente en la receptividad del público. Sin embargo, en algunos momentos clave, los tres personajes pudieron haber aprovechado más la interacción con el público, especialmente con los espectadores más pequeños, a través de sus preguntas y respuestas. Esta conexión directa habría fortalecido el vínculo con el público y mantenido su atención de manera más efectiva.

En definitiva, esta pieza cautiva a personas de todas las edades, lo cual es un requisito indispensable en el buen teatro familiar. Además, contribuye a comprender y valorar nuestras culturas, utilizando textos con tintes de sátira política, pero con un enfoque hacia los valores y el respeto a nuestras diferencias, con el objetivo de construir una comunidad sin discriminación. Rituales de altura tuvo lugar del 8 al 9 de febrero en el auditorio Cafae - San Isidro, y esperamos una pronta reposición.

Abigail Salvador Jaime

24 de febrero de 2025

sábado, 22 de febrero de 2025

Crítica: LO PASADO, PASADO: EL MUSICAL DEL AYER Y HOY


Un divertido encuentro entre el desamor y la amistad

La puesta en escena, dirigida y producida por Marco Palomino, nos lleva a un ambiente ameno y divertido, pese a las circunstancias iniciales que dan pie al resto de acciones que cada personaje tomará para poder superar la difícil situación en la que se encuentran. Y es que lo que une a los tres personajes es que todos están pasando por una etapa de desamor. Sin embargo, pese a lo tétrico o pesimista que podría sonar este tema, la obra nos propone un cambio de perspectiva: nada es blanco y negro en la vida, hay matices, y cada personaje se esfuerza por ponerle la mejor de sus caras a la situación para poder verla de esta manera.

Los personajes de José, Rocío y Camilo, interpretados por Pedro Ibáñez, Selene Risco y Marco Antonio Rique respectivamente, son tres mejores amigos que dan vida a este divertido musical. Cada actor le da una personalidad única a su personaje; asimismo, cada uno trae consigo un pasado que se irá develando de a pocos a lo largo de la trama y con cada canción, lo cual hará que el público empatice con cada uno de ellos.
Por otro lado, no son solo los personajes el gran atractivo de la obra, sino también la escenografía, pues es bastante elaborada, con artículos tanto modernos como antiguos, lo cual en un inicio hace dudar sobre en qué año está ambientada la obra, pero pasando los minutos te das cuenta que eso es lo de menos y solo te centras en lo que cada personaje tiene para contar y todas las canciones que hay para cantar.

Sumado a todo lo anterior mencionado, también es importante resaltar el hecho de que se trata de un musical con canciones muy bien seleccionadas, pues despiertan, no solo en los personajes, sino también en el público, un sentimiento de nostalgia, aparte de desamor, pues nos traen clásicos de José José (de hecho, es una de sus canciones la que da nombre a la obra), Camilo Sesto, Rocío Dúrcal, entre otros. Desde un inicio se le invita al público a formar parte de la obra, que cante las canciones junto con los actores, lo cual crea una atmósfera de complicidad entre espectadores y actores, la cual no se rompe en ningún momento, pues incluso al final del espectáculo es público también es invitado a bailar y seguir divirtiéndose al ritmo de las canciones.

También no está de más mencionar que incluso la antesala es amena con el público y desde ese momento busca involucrarlo en la historia, pues apenas uno entra al teatro se encuentra con un gran panel y post-its en los cuales puedes dejar algún mensaje a tu ex y proceder a pegarlo en dicho panel. Sin duda, se evidencia las intenciones del director de querer hacer del espectador un amigo más de los personajes, o incluso un personaje más de la historia. Es una obra ideal si lo que se busca es hacer catarsis, no solo al ver la historia, sino también al vivirla cantando las canciones junto con los personajes.

Barbara Rios
22 de febrero de 2025

miércoles, 19 de febrero de 2025

Crítica: VISITANTE


La Loca

Varamá Teatro presenta una propuesta lúdica y divertida para toda la familia. Desde su propio espacio y su autogestión artística motivan el quehacer teatral en Cercado de Lima; en esta ocasión vimos Visitante, una propuesta dinámica con una temática patente: la inseguridad ciudadana y el temor a correr algún peligro con nuestra vida.

La puesta es ligera, con una buena comprensión entre los actores; hay una chispa de comicidad que permite que nos adentremos en la historia. La propuesta sabe manejar un tema tan delicado como la violencia desde una mirada hilarante. Anthony Solís mantiene la chispa de la narrativa, sus expresiones permiten conectar y arranca sonrisas en los espectadores; su compañera Andrea Cabrera aporta el matiz adecuado para que la postura graciosa del primer personaje se torne aun mas hilarante. Los momentos son curiosos, están celebrando Año Nuevo y temen por sus vidas: mientras el personaje de Andrea espera desencadenar su pasión, el personaje de Anthony rompe los momentos candentes con tropezones gestuales que van armando una trama enloquecida. Hasta que en un punto llega la visitante Deyna Nuñez (la Loca); es en este momento que todo se vuelve más irreverente, la interacción que realizan antes de abrir la puerta es un constante ir y venir de acciones enfocadas en el texto que permite un ritmo preciso para la digestión del acto escénico. La interpretación de Deyna permite resaltar una caracterización, una personalidad, la construcción de un personaje que encaja con el desarrollo de la historia, permite que el desplazamiento de la trama se concrete y el sentido de la propuesta se avive.

Es una propuesta rápida, pero deja con una sensación de querer observar más, y también con cuestionamientos respecto a cómo cada uno responde desde su individualidad a los acontecimientos de violencia constante en la que nos vemos expuestos. Día a día percibimos la violencia muy cerca de nosotros; tal vez el arte y el teatro aún sean espacios que permitan trasformar toda esa inseguridad en atisbos de esperanza y dedicación. 

La dirección de Alonso Cortez y la asistencia de dirección de Victoria Cortez han sabido aprovechar los recursos de sus artistas, organizando una estructura divertida que trasciende una temática necesaria de reflexionar en estos tiempos. Quizá el momento del final queda un poco inconcluso y da la sensación de que pudo durar un poco más; los espectadores se quedan con preguntas, con incógnitas respecto a cómo se solucionó el problema que se había ocasionado. La manera intempestiva de culminar podría tener un mejor trato; pese a ello, la iniciativa promovida por Varamá Teatro es una creación que anima a la generación de recursos propios para la difusión artística y es una forma de acercar el arte dramático al barrio y a la comunidad.

Moisés Aurazo

19 de febrero de 2025

Crítica: FANTASÍA


Una fantasía en escena

La música siempre acompaña a las artes escénicas, no solo como ambiente, sino a veces como un personaje invisible que sigue o dialoga con los otros personajes - los que vemos y nos ven - y juntos nos cuentan una historia. Así ocurre en el teatro, pero mucho más en la danza, donde la estrecha y fluida relación entre historia, movimiento y melodía es fundamental.

En Fantasía, una mujer se multiplica con distintas melodías. Es una y muchas a la vez. Cambia de piel y vuelve a empezar. Son las facetas de un mismo ser que repite sus pasos con distintos colores en una búsqueda interior, acaso de recuerdos o tal vez de nuevos caminos. Los cambios de color nos hablan del cambio frente a las circunstancias, pero la desnudez nos devuelve al origen, a la esencia de la mujer que se descubre a nuestra vista.

La música es parte de su vida en distintos momentos. Ella misma es parte de la música, como si fuera un instrumento más. La música se interrumpe con el movimiento como si dependiera de él para existir. En Fantasía el orden se invierte: no puede haber música sin movimiento y el movimiento es la condición para ser alguien o algo con sentido. Una perfecta sincronización con el sonido crea esta maravillosa ilusión.

¿A dónde va esta mujer? ¿A dónde nos lleva la música que su cuerpo interpreta? No son preguntas para encontrar respuesta inmediata, sino para reflexionar durante casi una hora de desarrollo de una performance creada con elevada exigencia en la pulcritud de los detalles.

Destreza, belleza, armonía, reflexión. Todo eso nos trajo Fantasía desde Suiza, a cargo de Ruth Childs (bailarina e intérprete británico-estadounidense) al festival Temporada Alta, en la Alianza Francesa.

David Cárdenas (Pepedavid)

19 de febrero de 2025

lunes, 17 de febrero de 2025

Crítica: EL GOCE SHAKESPEARIANO


Disfrutando a Shakespeare

En esta ocasión nos sumergimos en una travesía teatral que amalgama los textos de Shakespeare con música electrónica, coreografías impresionantes, coros de actores e interpretaciones muy buenas. Cinco escenas inolvidables de uno de los dramaturgos más importantes de Occidente, William Shakespeare, son llevadas al escenario de manera muy acertada por Fernando Luque.

Desde un inicio podemos observar una coreografía que nos transporta a una puesta en escena innovadora, para luego dar pase al trabajo de actores de gran versatilidad; esto se puede apreciar con facilidad, ya que la puesta exige que cada intérprete desarrolle distintos personajes, con el cuidado y meticulosidad que Shakespeare exige. Aun cuando en algunos momentos quizás no se logra con totalidad, estos son detalles menores, debido a la claridad y fluidez de sus acciones, permitiendo que se pueda apreciar la obra de una manera nítida.

Por otro lado, se evidencia una propuesta audaz por parte del director: con corales puros y monólogos llevados a cabo por cada uno de los actores, interviniendo cada instante del espectáculo; esto aporta dinamismo y diferentes grados de complejidad al escenario. La propuesta consigue con esto que los textos conserven la esencia de la historia, que no se desvanezca de un intérprete a otro. El carácter envoltorio de la obra se fortalece con coreografías y movimientos corporales que inundan al espectador y lo mantienen pendiente de lo que ocurre.

En cuanto a la propuesta visual del montaje, nos encontramos con un trabajo muy cuidadoso, desde la iluminación hasta el vestuario. Las luces interactúan con la música empleada en la puesta en escena. Por otro lado, el atuendo nos hace recordar el origen de los textos. El maquillaje también ayuda, desde mi perspectiva, a la caracterización de los distintos personajes; al mismo tiempo que ayuda a la propuesta visual. Indudablemente, todos los componentes se enriquecen mutuamente; no faltan detalles que atraen nuestra atención.

En conclusión, al ver la obra podemos observar un trabajo realizado con sumo cuidado y con una propuesta innovadora llena de momentos cautivadores, que hacen sin duda de esta una puesta en escena que no deberían de perderse.

Javier Gutiérrez

17 de febrero de 2025

jueves, 13 de febrero de 2025

Crítica: COMO LA PALMA DE MI MANO / EL ESTRENO DE TU FUEGO


Incómodas rupturas

Los miércoles en Teatro Esencia durante este mes de febrero son de doble salida al teatro, con las microobras de Como la palma de mi mano y El estreno de Tu fuego. Se tratan de dos propuestas bastante distintas, por lo que tiene mayor sentido revisarlas de manera individual.

Como la palma de mi mano es una obra romántica con un conflicto bien identificable, pero sufre de no tener todavía total confianza en lo que desea ser. La química entre la pareja principal se siente intencionalmente fragmentada: estamos viendo los últimos momentos de una relación que se ha estancado. Aun así, hay cierto peso y confianza que falta añadirle a una pareja con ocho años de relación. Un genio interpretado por Michelle Soplin destapa el fracaso de su relación, y otorga chistes y chispa a la tensa situación. Sin embargo, para que estas bromas funcionen necesita desarrollar mayor escucha y proceso, para evitar que sus chistes y su construcción de personaje pasen desapercibidos por el público. Moisés Vera presenta un protagonista conflictivo, cuyo mayor obstáculo para sus objetivos es él mismo, y Ariana Ruiz da una interpretación muy completa y multifacética.

El trabajo en cuanto a escenografía y luces es muy notable y bien elaborado, que le da una sensación romántica y al mismo tiempo mágica al espacio. El punto en el que quizás no termina de concretar es el cierre. La última escena como tal es la mejor de la obra, con ambos actores sintiéndose más conectados y dando una discusión de tintes muy reales. Pero no se siente que el conflicto cierre, y la última línea de Vera seguida de un apagón confunde, no se siente que la obra haya terminado. Hay muchos puntos fuertes en la obra a nivel de su atmósfera, pero necesita ganar más confianza en sí misma y entender el viaje que propone para que la propuesta se sienta redonda.


Metateatro cara a cara

El estreno de Tu fuego de El empleado del mes Teatro tuvo una temporada en las Kortas de Teatro Barranco a fines del año pasado, y su pasada ahora por Teatro Esencia se siente como una transición natural al tipo de espacio que este texto necesita. La ocasión pasada destaqué que la discusión entre las dos protagonistas (Ale Reyes y Gabriela Velásquez) era la parte más entretenida de la obra. Son dos miradas y generaciones del teatro que entran en conflicto y nos dejan, entre broma y broma, preguntas incómodas que hacernos sobre el teatro que hacemos y queremos hacer. ¿Queremos movilizar al público o conmoverlo? ¿Hacemos teatro social sin salir de Barranco? ¿Las redes rebajan nuestro arte o son su natural evolución? Son preguntas que entenderá más el público teatrero que el mainstream, pero igual presentado de manera lúdica para el disfrute en general.

Destaco que en esta ocasión el monólogo de Velásquez se siente mucho más potente. El espacio más pequeño del Teatro Esencia eleva estos momentos, y la denuncia de su personaje se vuelve mucho más personal y dirigida al público que ahora tiene muchos menos metros de distancia. Las crisis del personaje de Reyes son también más divertidas por este motivo, aunque podría explotar más progresivamente para que su grito final se sienta más catártico. Gran acierto desde la dirección que ayuda a los gags y nos introduce aún más a la situación crítica y a veces absurda de nuestro querido teatro autogestionado.

José Miguel Herrera

13 de febrero de 2025

Crítica: ACQUA ALTA - NOIR D'ENCRE


Un diluvio de imágenes y movimiento

El pasado miércoles 13 de febrero se inauguró la 10ma edición del Festival Temporada Alta llevado a cabo por la Alianza Francesa. En esta edición especial, el festival reúne espectáculos de compañías provenientes de Japón, Suiza, Francia, Chile, España, Italia y Perú, consolidándose como un puente intercultural en donde el arte es el principal protagonista.

Para dar inicio a la programación, se presentó Acqua Alta – Noir D’Encre, de la Compañía Adrien M & Claire B, una pieza de teatro visual que combina danza y un sorprendente juego intermedial. La obra nos muestra un cotidiano absurdo: un hombre (Dimitri Hatton) y una mujer (Satchie Noro) en un espacio; luego, lluvia. Con ella, cuerpos que evocan el agua, que se mueven con velocidad y ondulaciones, a veces con violencia, otras con suavidad. Cuerpos que danzan y se entremezclan con el agua, desdibujando los límites entre lo tangible y lo digital.

A través de imágenes corporales y de la interacción con lo digital, Acqua Alta nos sumerge en un extraño, pero fantástico viaje a través de lo desconocido, de la pérdida, y de cómo en aquella extrañeza se puede hallar lo sublime. El trabajo intermedial es atrapante; la música, lo digital y los cuerpos se entrelazan para que cada espectador pueda encontrar su propio significado. Por momentos, incluso, es posible sumergirse en el juego. Una frase que bien retrata esta experiencia es: “la majestuosidad de lo inmersivo”.

A modo de conclusión, considero que Acqua Alta se consolida como una propuesta que trasciende lo escénico para convertirse en una experiencia inmersiva y sensorial. A través de su cuidadoso diálogo intermedial, la obra nos sumerge en un universo donde la extrañeza y la belleza coexisten. En su juego de presencias y ausencias, de lo tangible y lo digital, deja en el espectador una sensación de asombro que persiste más allá de la función, como el eco de aquella lluvia que nunca dejó de caer.

Daniela Ortega

13 de febrero de 2025

Crítica: NEGOCIO FAMILIAR


Entre secretos, negocios, familia, humor y algo más…

La obra, escrita por Federico Abrill y dirigida por Francisco Cabrera, es una divertida comedia que nos sitúa en la historia de una pareja interesada en comprar un local para poner su propio negocio; pero al llegar al lugar, poco a poco van conociendo a los extravagantes miembros de la familia a la cual le pertenece el espacio. Con un ritmo bastante ligero y diálogos que no dejan espacio al aburrimiento, Negocio familiar es una puesta en escena que te sacará más de una carcajada hasta el final.

En lo que concierne a la escenografía es bastante elaborada, no deja ningún rincón sin detalles, como salpicones de sangre y suciedad, incluso elementos que se pueden encontrar en todo local que está siendo desalojado, como muebles distribuidos sin orden alguno; además, es la parte posterior la que más resalta, pues hace de cuarto donde se almacena el mayor secreto de la familia, y si bien dos de los personajes no pueden ni imaginarse de lo que se trata, el público sí puede verlo, lo que lo convierte en una especie de cómplice y llama aún más la atención por querer saber si en algún momento el secreto se revelará.

Otro aspecto a mencionar son las actuaciones: los cuatro actores se lucen con los personajes que interpretan, les dan naturalidad a sus reacciones y acciones. Se destaca el trabajo de Gia Rosalino y Claudio Calmet, quienes interpretan a dos personajes cada uno, y de manera tan brillante que el público los puede distinguir; en tan solo unos pocos minutos pasan con mucha facilidad de un personaje a otro y sin que ningún detalle se les pase o característica de un personaje se cole en el que está en escena.

Finalmente, la historia en sí va más allá del hecho de solo presentar en escena una comedia, pues se plantea implícitamente la pregunta de qué estarías dispuesto a hacer con tal de tener tu propio negocio, cuestionamiento que al final es resuelto de manera un tanto inesperada. 

Asimismo, es una historia que no se encierra en su propia burbuja; es decir, no se limita solo a los problemas de los propios personajes, sino que también tiene pincelazos de las problemáticas de la sociedad peruana actual, especialmente los relacionados a la criminalidad, pero de una manera bastante hilarante, lo que le quita el pesimismo al que estos temas pueden conducir. Ciertamente es una obra que, dentro de las risas, plantea un poco de cuestiones morales que ya el espectador puede ir resolviendo a medida que va observando las acciones de los personajes.

Barbara Rios

13 de febrero de 2025

martes, 11 de febrero de 2025

Crítica: INCENDIOS


Entre las llamas del silencio y la memoria

Incendios de Wajdi Mouawad, dirigida por Rodrigo Chávez, es el montaje presentado por los estudiantes del 8vo ciclo de la carrera de Actuación de la PUCP. Con un elenco de quince actores en escena, la obra nos sumerge en la historia de Nawal Marwan, una mujer recientemente fallecida cuyo legado se despliega a través de cada uno de los personajes.

La escena inicia con la lectura del testamento de Nawal. Junto a sus hijos, Jeanne (Olga Guerrero) y Simón (Fausto Molina), los espectadores descubrimos a una Nawal callada, fría e impasible, marcada por un profundo silencio. Desde el primer momento, se marca un aura de misterio: ¿qué pudo haber vivido esta mujer para dejar de pronunciar palabra alguna durante sus últimos cinco años?

El montaje se apoya de una escenografía dinámica que permite transitar con fluidez entre distintos tiempos y espacios, lo cual ayuda a que el espectador se sumerja en los enredos, en los saltos en el tiempo y el espacio, y en los lazos familiares fragmentados, unidos por la dignidad y por la cólera. En este viaje, vemos a Nawal crecer y madurar en medio de la guerra, mientras observamos cómo las secuelas repercuten en sus hijos, aún muchos años después. Este es el testimonio de una sobreviviente, reconstruido por quienes quedaron atrás.

Casi al final de la obra, al borde de la emoción, me encontré con una pregunta ineludible: ¿puede el relato de una madre ser, al mismo tiempo, tan desgarrador y hermoso a la vez?

El trabajo del elenco es remarcable. A pesar de la extensión de la obra, la química entre los actores, el ritmo sostenido y la movilidad constante de la escenografía mantienen la atención del público, haciendo que el tiempo transcurra sin pesadez y la experiencia sea gratamente disfrutable. Destacar, especialmente, las interpretaciones de Claudia Montalvo y Daniella Lira como las Nawal más adultas, quienes, considero, logran encarnar la firmeza y convicción del personaje con notable intensidad.

Daniela Ortega

11 de febrero de 2025

Crítica: RETICULATAZO


Un western con sabor a ACME

No tengo la bibliografía necesaria para constatar que Reticulatazo sea, efectivamente, la primera obra teatral western del Perú. Pero lo que sí puedo constatar es que se trata de un buen temprano intento para acercarse a la fórmula, con una propuesta fresca, divertida, con buena acción y con una sensación palomitera como un buen western cómico debería tener.

La dinámica principal sobre la que gira la obra es la de los dos cazarrecompensas del título: “Retícula” y “Culatazo”, quienes se enfrentan en cómicas peleas a un grupo de maleantes que utilizan galletas para ganar fuerza. Es una trama de revista pulp que en su simpleza se divierte y te invita a disfrutar de su convención junto a ella. El dúo principal de Edson Suárez y Juan Pablo Arroyo funcionan como héroes de historieta arquetípicos, a los que igualmente se les debió haber dado más tiempo y escenas juntos como equipo, para que su relación se nos haga totalmente entrañable y los momentos dramáticos golpeen más.

El resto de personajes logran mantenerse balanceados, tanto la dirección como la dramaturgia supieron entender la necesidad de personajes serios que balanceen y reaccionen a los cómicos: el trío de maleantes (Lupe Namuche, Bryan Castilla y sobre todo, Elliot Marcos) dan vida al mundo, el contratista de Nicolás Bazán da un tono de comedia un poco más ligero que puede dotar de todavía más manierismos, y los antagonistas de Gabriel Soto y Luca Reátegui logran ser intimidantes sin apagar a los personajes cómicos.

La obra pareciera proponer un Perú alternativo en el que conviven elementos de la tecnología contemporánea con la vestimenta, armas y construcciones del Lejano Oeste. Es un aspecto anacrónico algo confuso y a veces distractor: la obra inicia pasando de una entrevista televisiva al fondo generado por IA de un banco en medio del desierto. La propuesta aun así no busca tener exactitud histórica alguna, por lo que este es un detalle que no aborda toda la experiencia y se puede entender como una conveniencia argumental. Los elementos más disfrutables de la obra son en realidad los que se alejan justamente del realismo y nos evocan unos vaqueros más LooneyToon-escos, como la dinamita del final o las ya mencionadas galletas. Muy buen trabajo aquí de la dirección de arte.

El plato fuerte de la propuesta es por lejos todas las secuencias de acción y lucha escénica. Cada una es un deleite para el espectador, bien arriesgadas y con planteamientos creativos que te mantienen atento a lo que vaya a suceder en cada una. Son secuencias que abrazan la caricatura como algo divertido y dinámico de ver, y te dejan siempre con ganas de más.

Por esto tal vez se siente que tanto el dúo principal como sus secuencias de acción necesitaban un poco más de tiempo en escena, un tiempo cerca del inicio en el que podamos disfrutar más la personalidad del equipo. Como está ahora, Reticulatazo es ante todo una propuesta divertida, con mensajes curiosamente relevantes sobre la corrupción actual, y que espero proponga el inicio de nuevas ficciones que den propuestas atrevidas y sin temor a lo estrafalario. Diversifiquemos nuestras propuestas cómicas y no le tengamos más miedo al sombrero vaquero.

José Miguel Herrera

11 de febrero de 2025

sábado, 8 de febrero de 2025

Crítica: CON LOS PIES MOJADOS


Misterio en la frontera 

Esta historia transcurre en una frontera. A pesar del título, que alude a la política de "Pies Secos, Pies Mojados" que permitió hasta el 2017 el ingreso a USA de los cubanos que lograran llegar a tierra, esta obra no trata precisamente de los problemas de la migración, aunque simbólicamente podría ser. Lo explicaré más adelante.

La frontera no es una línea, es la meta soñada de los aventureros y el "ampay me salvo" de los perseguidos para quienes perder el juego puede significar perder la vida. En ese espacio se definen los destinos de las personas. Este destino tiene que ver con el tiempo y el tiempo es precisamente el elemento fundamental en Con los Pies Mojados de Fabián Silva.

Siendo una obra corta, el director juega con nuestra paciencia. Las pausas en las que nos abandona en medio de una tormenta crean el clima propicio para el misterio. El diálogo de dos empleados de un puesto de frontera se repite, como todo en la vida del burócrata, pero un tercer personaje rompe la normalidad del tiempo y el espacio para hacernos reflexionar sobre el presente de cualquier persona común, como el producto del destino de alguien que llegó hace mucho tiempo y le negamos el ingreso, porque llega con los pies mojados, como muchos migrantes que atraviesan un mar de dificultades por un destino mejor.

Hace cinco años se presentó Con Los Pies Mojados por primera vez, con otras obras en formato de microteatro, como parte de la temporada #PorLosQueTuvieronQuePartir, que produjo Igor Olsen. Es un reto contar algo y emocionar o impactar en tan poco tiempo. Esta vez, la obra dura más (casi 40 minutos) en beneficio del desarrollo de ese clima de frío y misterio que logra Alberto Vidarte arriesgando - demasiado para mi gusto - el extravío del público que sale de la sala con la pregunta: ¿Quién era ese tercer personaje?, cuando lo importante es qué representa.

Con equilibradas actuaciones, destaca Walter Huallpa en su interpretación del personaje misterioso, a pesar de la confusión que generó al señalar el año de su nacimiento. Estará tres jueves más en el acogedor teatro Esencia de Barranco y dos sábados (8 y 15) en Casa Tomada, en San Isidro.

David Cárdenas (Pepedavid)

8 de febrero de 2025

Crítica: INFELICES PARA SIEMPRE


Una comedia de risas interrumpidas

Casa Bulbo presenta la comedia Infelices para siempre, escrita y dirigida por María Paula del Olmo, con las actuaciones de Daniel Cano, Alexa Centurión, Rosilú Osorio, Eduardo Pinillos y Luis Miguel Yovera. La obra nos cuenta la historia de María Mercedes, una joven impulsiva que huye de su reciente matrimonio el mismo día de su boda, tras dar el tan esperado "sí". La trama recuerda a la película Novia fugitiva, pero sin recurrir a los típicos clichés románticos, ya que la historia nos ofrece una mirada hacia los espíritus rebeldes e incomprendidos que buscan escapar de lo convencional en busca de lo desafiante. Aunque el texto promete, la propuesta de dirección no siempre estuvo a la altura del conflicto.

Desde el inicio, la puesta en escena evidencia un contexto claro, ayudado por la música de Last Nite (The Strokes), que acompaña acertadamente la sensación de insatisfacción del personaje principal, la novia, interpretada por Osorio. No obstante, esta elección musical también cae en lo predecible.

En el escenario, vemos un bar con la iluminación adecuada para el contexto, atendido por el personaje del bartender, sobrio y ensimismado, interpretado por Pinillos. La llegada estrepitosa de la novia, alterada y desbordada, al bar interrumpe eficazmente la rutina de este. La primera interacción entre ambos actores introduce rápidamente al espectador a la suspicacia, lo que constituye un buen arranque para una comedia.

A lo largo de la obra, la interpretación de Osorio destaca por su presencia escénica y carga emocional de su personaje, pues es quien lleva el hilo conductor de la historia. Sin embargo, en ciertas escenas, como con el personaje del bartender, la interacción no se mantiene sólida, especialmente cuando la novia le cuenta el conflicto. Un mayor enfoque en la escucha activa por parte del personaje de Pinillos enriquecería la escena, permitiendo que el intercambio entre ambos personajes fluya con más naturalidad y profundidad.

Por otro lado, el ingreso de la hermana de la novia, interpretada por Centurión, juega un papel importante, ya que logra incrementar la tensión en escena. Las discusiones entre ambas están bien sostenidas durante la mayor parte del tiempo, aunque en algunos momentos no logran consolidarse por la falta de ritmo. Si bien el desenvolvimiento de Centurión es equilibrado, podría potenciarse enfatizando la dinámica de persuasión de su personaje para con el de Osorio. 

Con la entrada del novio (Cano), se puede notar una mayor precisión en las decisiones de dirección. La agilidad de la obra se retoma con su llegada, especialmente en los diálogos con la hermana. Sin embargo, en el desenlace de la trama, el ritmo general vuelve a decaer, lo que refleja una falta de coordinación en la dirección. Por otro parte, el personaje de Yovera, el exnovio, quien aporta la cuota musical y de intriga, fue desaprovechado en momentos que podrían haber reforzado el tono cómico de la obra.

Finalmente, a lo largo de la puesta en escena se puede apreciar una propuesta escénica física que hace un buen uso de los diversos niveles y aprovecha bien el espacio. Sin embargo, en algunos momentos clave, la acción principal de los personajes en movimiento podría beneficiarse de una mayor integración con el texto. Aunque los actores se desempeñan de manera efectiva en el espacio, la combinación de movimiento y diálogo sin objetivos claros, a veces resta dinamismo a las interacciones, lo que podría corregirse con un mayor enfoque en la fluidez y naturalidad de los diálogos durante las escenas más físicas.

En conclusión, si bien la obra inicia de manera consistente y es sostenida por la solvencia de los intérpretes principales, durante el desenlace algunas decisiones de dirección podrían replantearse para mejorar el ritmo, especialmente en momentos en los que el dinamismo es esencial para acentuar el humor de la historia. A pesar de la sutil inspiración del texto en la película Novia fugitiva, esta obra aborda la complejidad de los vínculos filiales y románticos, resultando en un encuentro irónico y festivo de los desaciertos propios de la vida.

Abigail Salvador Jaime

8 de febrero de 2025

lunes, 3 de febrero de 2025

Crítica: OBRAS CORTAS CAFAE


Confesiones, cambios drásticos y nuevos comienzos

La noche de la presentación de obras cortas en CAFAE-SE inició con la obra Papeles invertidos, escrita y dirigida por Alexander Rodríguez. La historia comienza la mañana después de la despedida de soltero de Alfonso (Gustavo Ipa), quien despierta con la preocupación de llegar a su boda ese mismo día en Lima. Sin embargo, su hermano mayor, Alonso (Rodríguez), lejos de ayudarlo, mantiene una actitud despreocupada y sigue en modo fiesta, mostrando ante el público, un espíritu libre que contrasta con la rigidez de Alfonso.

Desde el inicio, la obra plantea la oposición entre ambos personajes: Alfonso, el menor, es el más estructurado y pragmático; mientras que Alonso, quien ha elegido una vida artística y bohemia, rehúye las responsabilidades familiares. En un intento de ayudarlo, Alfonso insiste en que abandone la escritura y acepte un puesto en la empresa familiar, convencido de que así podrá encaminar su vida.

La dinámica entre los hermanos se desarrolla con un ritmo ágil y un humor que suaviza la crudeza de sus diálogos. A través de reproches y recuerdos, se evidencian heridas del pasado y el peso de las expectativas familiares. Alfonso alguna vez vio en Alonso un modelo a seguir, pero ahora siente que ya no lo reconoce. Alonso, por su parte, arrastra resentimientos por el favoritismo que, según él, siempre benefició a su hermano menor. Esta inversión de roles a lo largo del tiempo (reflejada simbólicamente en el intercambio de prendas durante la obra), y la polaridad en los comportamientos de ambos personajes, es el eje central del conflicto.

Sin caer en dramatismos excesivos, Papeles invertidos logra un equilibrio entre la comedia y la introspección. La interacción entre los actores se siente natural y permite que el público empatice con sus dilemas. Entre bromas, ironías y situaciones cotidianas entre una relación de hermanos, la obra nos enfrenta a preguntas sobre la identidad, el peso de la familia y el miedo a tomar decisiones definitivas. Con un cierre que deja espacio para la reflexión, Papeles Invertidos nos recuerda que, en medio del caos de la vida adulta, a veces es necesario hacer una pausa, escuchar al otro y encontrar un punto de encuentro.


¿Cuánto dolor estamos dispuestos a aceptar en nuestras vidas?

La siguiente obra en presentarse fue El ritmo del dolor, creación colectiva dirigida por Victor Lucana, e interpretada por María Laguna, Luis Gildemeister, Hugo Menéndez y Raquel Niego. La puesta en escena sigue los testimonios de Maka (Laguna) y Gilberto (Gildemeister), quienes enfrentan enfermedades congénitas que han marcado sus vidas con dolor físico y emocional.

A través de relatos crudos y las memorias de ambos protagonistas reconstruidas, los cuatro intérpretes logran transmitir la magnitud de este sufrimiento, explorando cómo ha impactado su infancia, adolescencia y vida adulta. Se abordan las relaciones con los médicos, así como las dificultades que emergen en el ámbito familiar, laboral y social. Finalmente, la obra logra conmover al público, quienes responden con un aplauso sentido y emocionado.

Este tipo de propuestas resultan necesarias para visibilizar realidades ajenas y generar conciencia sobre experiencias que muchas veces permanecen en el margen. Sin embargo, me surge una reflexión inevitable: tras la función, se mencionó la frase “Cada ensayo era un dolor emocional”. Entonces, me parece prudente preguntar aquí: ¿hasta qué punto compartir el sufrimiento contribuye a la toma de conciencia y cuándo comienza a convertirse en una sobreexposición que profundiza el dolor de quienes lo representan? ¿Qué cuidados se toman para resguardar el bienestar emocional de los intérpretes?

En un montaje con una carga emotiva tan fuerte, es fundamental preguntarse cuál es el verdadero objetivo del aplauso: ¿se reconoce el trabajo escénico o se está aplaudiendo a alguien por haber sufrido? La sensibilidad con la que se abordan estos temas no solo debe dirigirse hacia el público, sino también hacia quienes ponen su historia en escena. En este sentido, El ritmo del dolor deja abierta una conversación sobre la responsabilidad ética en la representación del sufrimiento y la importancia de tratar estas temáticas con el mayor cuidado y respeto posible.

Daniela Ortega

3 de febrero de 2025

sábado, 1 de febrero de 2025

Crónica: DÉCIMO ANIVERSARIO DE BUTACA ARTE & COMUNICACIÓN


Sentidos homenajes a una década de teatro

Este pasado 31 de enero de 2025 la agrupación cultural Butaca Arte & Comunicación cumplió diez años de su primer estreno, motivo con el que invitó al público a conmemorar junto a ellos esta primera década teatral en el Teatro Ricardo Roca Rey de la Asociación de Artistas Aficionados.

La jornada empezó con un breve video detallando los 27 montajes de la asociación da la bienvenida, tras lo cual toman el micrófono Herbert Corimanya y Martín Velásquez Marvelat, cabezas y piedras angulares del grupo. Ambos expresaron sus sentires al recordar sus inicios, cuando jóvenes empezaron a hacer teatro desde la autogestión. Corimanya, ante la idea de ser percibidos como valientes, tercos o apasionados, expresó que su misión al realizar teatro era lograr, desde su trinchera, cambiar e impactar en lo que puedan de la ciudad en la que viven. Marvelat añadió que en ese empezar a crear teatro incluso ante la falta de recursos se encuentra la esencia de su oficio.

Tras esta introducción pasamos a diferentes muestras que resaltaron el fuerte repertorio del grupo: Bruno Espejo leyó las últimas líneas de El rey de las azoteas, adaptación de Corimanya del cuento de Julio Ramón Ribeyro con el que debutaron en 2015 y que concedió en ese entonces un último adiós para el primer actor Eduardo Cesti, quien en ese momento había permanecido 12 años fuera de la tablas. La lectura fue hecha también en homenaje a él, quien desde su imagen proyectada nos recordaba el mayor logro de Julio Ramón Ribeyro: dar voz a quien no la tiene.

Después de destacar su paso por el teatro para la familia en espacios alternativos, inició la segunda lectura: un fragmento de Nosotros, los burócratas, obra de Delfina Paredes con la que Marvelat, su nieto, inició en la dirección en 2015. El elenco original, vestidos acorde, participó de este momento, en el que Marvelat destacó su gusto por los grupos grandes y su capacidad para multiplicar la energía en escena. 

La siguiente lectura nos transporta a 2017, en pleno boom del teatro breve en Lima, con la lectura de un fragmento de El otro cielo. El personaje de Zarramplín, en ese tiempo interpretado por Alfredo Lévano, fue ahora leído por su hijo Cristian Lévano, en memoria de su padre, quien también se despidió las tablas con esta obras.

La última lectura fue de un fragmento de Qué tierra heredarán los mansos de Estela Luna, también con el elenco original de Butaca, quienes realizaron la obra en formato virtual durante 2020, en una búsqueda por la exposición de dramaturgas mujeres del país. Se destacó la cualidad profética de la obra, originalmente escrita en 1979 pero reflejo de dichos tiempos de pandemia y teatro virtual. Delfina Paredes, legendaria primera actriz, intervino en este momento, para suma atención y aplausos de todos los presentes, y destacó la capacidad de la fallecida Luna para adelantarse al tiempo.

La velada culminó con una presentación de la programación de Butaca A & C planeada para este año, en la que expusieron los siguientes títulos:

Frenesí. Tragicomedia penitenciaria. Escrita y dirigida por Herbert Corimanya.

El hueso del horizonte. Escrita por Estela Luna y dirigida por Marvelat.

La república animal. Versión de la novela Animal Farm de George Orwell. Escrita y dirigida por Marvelat.

Tupac Amaru Runa. Escrita por Delfina Paredes y dirigida por Marvelat.

El aniversario de Butaca A & C culminó así, sintiéndose como un homenaje no solo a su trayectoria y esfuerzo, sino también al camino del teatro peruano durante los últimos diez años y al compartir entre artistas jóvenes y mayores para la construcción del teatro de hoy.

José Miguel Herrera

1° de febrero de 2025