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domingo, 22 de septiembre de 2024

Crítica: LA FIESTA CONTINÚA: CHAMPÁN, CHAMPÁN


Nadie me quitará lo bailado

La fiesta continúa: champán, champán no es un ensayo sobre la tercera edad, al menos no de manera singular. Más que eso, es una invitación de Cynthia Dávila, María Victoria Santolaria y Hamuy Teatro a apreciar nuestra vida, sus pasajes y su recuerdo a través de un sentido monólogo que resalta, como muchos otros grandes monólogos, a un ser humano del cual nos vamos volviendo amigos.

El monólogo de Santolaria se lee como una conversación y un relato de una mujer con mil historias para contar. Sea como el de una amiga, una hermana, una madre o una abuela, genera desde muy temprano un sentimiento de cercanía con nosotros. Pero esto no se queda en una imagen general y universal, sino que Santolaria la salpica de particularidades que convierte a la obra en una puerta, por la que el personaje de Sofía nos invita a conocerla a ella y a su marido como personas.

Se trata de una hora íntima, casi de entrevista, pero que mantiene nuestra atención por el encanto de su actriz principal, su canto, su gusto por imitar voces o sus anécdotas detalladas. Su amor por el marido resuena en el corazón, a la vez que te alarman al recordarte que estamos hablando del pasado, y se acerca el desenlace que ya estamos antecediendo.

El trabajo donde el monólogo se pudo desarrollar mejor es en la sensación de espera. Los silencios funcionan, pero las idas al pasado pueden a veces hacernos perder la urgencia por el conflicto actual. Un trabajo mayor por hilar el pasado y el presente habría conectado más la obra como dos historias que suceden de manera simultánea. Afinaciones en dirección y dramaturgia a futuro pueden hacer que la historia del presente se sienta tan bien construida como la del pasado, y aportaría a la tensión y urgencia que tenemos por la impuntualidad del famoso marido.

Como conclusión, creo que la figura del champán es una que, con mayor presencia durante la obra, haría el cierre todavía más poderoso. Ese proceso de Santolaria en el clímax, muy humano en su lentitud y en el insoportable silencio que le representa su dolor, es rescatado por la alegría que caracterizó la vida de su personaje. Felicidad y celebración, a pesar de la guerra, la dificultad y la eventual ausencia. Júbilo por saber que la vida no acaba con el brindis de la vejez, sino que se llena de burbujas del recuerdo y de la antelación por lo que sigue. Salud.

José Miguel Herrera

22 de setiembre de 2024

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