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martes, 24 de septiembre de 2024

Crítica: APENAS EL FIN DEL MUNDO


Familia

La obra mantiene un ritmo cargado de drama, los extensos diálogos con los que se expresan los actores constan de un buen trabajo. Los personajes pasan largo rato expresando sus parlamentos, con buena cadencia, distintas modulaciones, tono enfático dramático, carga emocional evidente.

Algunos personajes parecían estar en una sola frecuencia, como el hijo mayor (Jorge Armas), quizá por su personalidad y por su relación con sus hermanos, madre y esposa. Sin embargo, era muy interesante escuchar sus diálogos interminables, la carga dramática con la que articulaba las palabras hacía parecer que su cuerpo se convertía en una bomba que pronto iba a estallar; fue creciendo cada vez más la angustia y la desesperación, para en el momento final quebrarse.

El hijo que regresaba de su viaje, Louis (Alejandro Guzmán), manejaba bien el silencio, su presencia trasmitía diferentes emociones. Al momento de explotar no encontraba un ápice conductor, quizá este fue el problema general de la obra o tal vez era la propuesta, todo estaba muy agitado, muy irritable y no permitía observar otras facetas de los intérpretes.

La hermana (Valentina Saba) se desarrollaba coherentemente con los textos extensos; considero personalmente un gran reto la elocuencia para expresarlos, decir tantas palabras y no perder la conexión entre ellas es un trabajo arduo y todo el elenco estaba bien condimentado en ese sentido. Quizá ella es la que se pasea un poco más entre las emociones: es tierna, amargada, colérica en instantes, pero también infantil, joven; aun así, hay momentos de explosión que parecen mecánicos, que no salen desde la organicidad de la palabra.

La esposa (Anneliese Fiedler) combinaba la buena presencia escénica con un buen sentido del realismo, acompañaba bien a los interactuantes y parecía un hueco emocional, donde todos los pesares caían. La madre (Gabriela Billotti) aportaba mucho peso a lo que sucedía, su voz muy llamativa y su cuerpo expresivo, los cambios de ánimo y la carga dramática muy bien manejados desde una interpretación solvente y de trayectoria.

La obra me sorprendió por la cantidad de palabras que expresaban los artistas y como podían manejar los distintos niveles del texto; el escenario fue llamativo, el uso de las luces y la música aportaba mucha tensión a la escena. Las siluetas se dibujaban y el sonido entraba por los oídos metiéndonos de bruces en el universo que se iba construyendo. Pude experimentar el desasosiego del hermano mayor, su frustración, su ira, su bondad disfrazada de maldad; cabe una mención aparte, porque su despliegue interpretativo se tornaba interesante, la forma en la que su cuerpo se iba acalorando con el pasar de los minutos, la voz y esa sensación de amargura y tristeza se expandía muy bien desde sus entrañas.

Moisés Aurazo

24 de setiembre de 2024

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