Crisis de pareja
Si algo tienen en común muchas de las obras escritas y
dirigidas por Gianfranco Mejía es la total ausencia de sutileza al momento de
titularlas: Eutanasia, Anorexia, Manicomio,
Quiero ser actor, por citar algunas, que no demoran en presentar sus personajes
y entrar de lleno en sus conflictos. Y la razón por la que todas ellas llegan a
funcionar, en mayor o menor medida (con un público fiel que llena sus
temporadas), sea acaso la cotidianeidad de las situaciones y un lenguaje claro
y sencillo en los diálogos, que permiten que el espectador se vea plenamente
identificado con las tramas. Es así que llega el reestreno de Relación tóxica, cuya historia ya se nos
anticipa justamente desde su título.
Las relaciones de pareja (exploradas en varias de las
historias de Mejía para la escena) tienen ahora como eje central uno de los
conceptos contemporáneos más frecuentes: la toxicidad. La RAE ya califica a una
persona tóxica como aquella “que tiene
una influencia nociva o perniciosa sobre alguien”. Y es exactamente lo que
vienen sufriendo Stephanie (Francesca Vargas) y Adrián (Mejía), quienes tras
escasos cuatro meses de relación, no pueden lidiar con sus temperamentos y se
ven enfrascados en absurdas peleas, ante la sorprendida mirada de sus amigos Lucho
y Paula (Alexis Arteaga y Gabriela Pérez-León, respectivamente). No se puede
negar que Mejía evita convertir a Stephanie en una total villana tóxica, pues
comparte este defecto con su propio personaje, uno que resiste estoicamente los
numerosos desprecios, síntoma también de toxicidad.
Con una escenografía funcional y rápidos cambios de escena,
la historia captura la atención del público, por lo sencilla y reconocible de una
trama salpicada por agradecidos toques de humor, y por las muy correctas
actuaciones. Pérez-León y Arteaga, habituales en las producciones de Mejía,
están muy bien, especialmente Arteaga, quien se luce en los diferentes roles
que interpreta. Vargas, por su parte, aporta sobriedad y convicción en un papel
que fácilmente pudo haber caído en la caricatura; y junto con Mejía, vuelven
creíble esta típica historia de previsible final. Relación tóxica, aún en temporada en el Teatro Auditorio Miraflores,
es una simpática historia en la que todos nos podemos ver, de alguna u otra
manera, plenamente identificados.
Sergio Velarde
2 de febrero de 2024
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