El teatro y la plástica artística: el caso de El cuerpo de Giulia-no
El Centro Cultural de la
Universidad de Lima, en coproducción con Teatro Pendiente, dio lugar a la obra El cuerpo de Giulia-no, adaptación de la
novela homónima de Jorge Eduardo Eielson, dirigida por Sammy Zamalloa. Eduardo encuentra el cuerpo de su amante Giulia en la morgue de
Venecia. En búsqueda de saber la causa de su muerte, el espectador presenciará
un viaje de exploración del personaje, con el fin de descifrar la historia por
completo, entre sus recuerdos, personas significativas y vivencias pasadas. El
elenco está conformado por Gisela Ponce de León, Emanuel Soriano, Miguel
Dávalos y Alberick García.
La representación logra captar la esencia
de la novela de veintidós capítulos, los cuales resultan en escenas ordenadas
de tal manera que responden a las emociones y recuerdos de Eduardo. No hay una
cronología clara, sino una serie de experiencias de adolescencia y juventud que
transcurren en Milán, Roma, Venecia y la selva peruana. Lo único que unirá
dichos escenarios es la relación del personaje con Giulia y Giuliano. El
encontrar muerta a Giulia es un disparador de recuerdos, cuya melancolía no fue
literal, sino resultado de un trabajo de la plástica en escena. La decisión fue
jugar con una serie de elementos en escena movibles y con estructuras
variantes, las cuales iban posicionándose en distintos ángulos y niveles en
escenas sin textos. Daba la impresión de ser una exposición de un performance
donde los actores, la escenografía y las proyecciones se orquestaban para
introducir al espectador en el mundo interno y caótico de Eduardo.
Es interesante cómo Zamalloa logra montar
de manera específica el carácter de la obra y evidenciar el mundo interno de
Eduardo en su vaivén por recuerdos desordenados, llegando a representarse con
una precisión impecable escenas simultáneas, con personajes que no coexistieron
en la realidad sino en la imaginación del personaje. El juego de los nombres de
Giulia, su amante, y Giuliano, un amigo que fue cercano en algún momento, da
pie a escenas donde estos personajes convivían, o tal vez no.
La construcción de los personajes estuvo
llena de detalles y con características muy específicas y claras para el
espectador. Las indicaciones de uso del espacio, el uso del vestuario y el
abordaje del texto concluyeron en la creación de escenas impecables, que
evidenciaban ser parte de la búsqueda interna de Eduardo por encontrar la
verdad, por encontrarse. Es
importante mencionar que tanto el personaje de Giulia como el de la madre de
Eduardo son representados por Ponce de León. Rescato la
decisión tan efectiva sobre el vestuario de la actriz, el cual era un vestido
contemporáneo que se convertía fácilmente en uno más reservado al momento de
caracterizar a la madre. Esto permitió que el ritmo de la obra, entre tantos
cambios de personaje necesarios, no cayera.
Es enriquecedor ver adaptaciones de libros
peruanos en el teatro. Considero que
la historia que narra Eielson tiene muchos factores de juego plástico y performático,
los cuales fueron hábilmente captados por la dirección y el equipo. El resultado fue un producto artístico que permitía al espectador
ser parte de una experiencia holística, no solo desde la empatía sino también
desde la sensorialidad y sensibilidad con los elementos de la representación.
Stefany Olivos
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