Dudar siempre
¿Sabio consejo o compromiso con la
incertidumbre? Y con ello, el sufrimiento. De cualquier manera, sí que sirve
para removernos, no conformarnos, curiosear y aprender en el camino. Pues bien,
¿qué sucede en este cuando niños, adolescentes y hasta jóvenes no tenemos un
ejemplo o de quién siquiera orientarnos? Si todo alrededor parece hostigarnos,
maltratarnos, menospreciarnos. ¿Cómo trazarnos metas, objetivos; cómo poder valorarnos
y regularnos? Si estamos constituidos por la mirada de un otro, familiar,
amigo, vecino. ¿Cómo lograr ser alguien beneficioso para la sociedad si únicamente
se conoce el transitar de malos hábitos, malas mañas, costumbres, vicios?
Dudar siempre e ir a contracorriente, en
todos los ámbitos.
En tal sentido, el elenco conformado por
las y los recién egresados del programa de arte dramático en el Club de Teatro
de Lima han compuesto, de manera colectiva, una representación abordando la perspectiva
que tienen sobre el mundo. Con una mirada bastante concreta y lúdica de ver la
vida. Tocando temas sensibles de forma explícita. Siendo el maltrato infantil, jerarquías
sociales, racismo, abusos sexuales, ambiciones, corrupción, deseo de poder los
que se representan en escena. Partiendo de una historia cotidiana que se puede conocer
ya sea por TV, en noticias y hasta asomándonos por la rendija de la ventana. Lo
cual parece ser una desventaja, pues no les permite salir de la zona de confort
a los actores y minimiza la labor de la creación colectiva, entendida esta como
un salto al vacío que se va componiendo por la acumulación sensible de los
creadores; además de casi anular la exploración y el manejo de las herramientas
que cada uno de estos pueda conocer dentro de sus técnicas y entrenamientos
actorales.
Al menos, eso se puede percibir a partir de
la energía desequilibrada en el colectivo y de los dispersos códigos de
interpretación. Algunos más naturalistas, otros desde lo bufonesco, cayendo en
el cliché, incluso rompiendo, no se sabe si intencionalmente, la cuarta pared.
Dejando entrever la falta de expresión corporal en algunos, ya sea desde el
cuerpo codificado o espontáneo. Así, el espectáculo transcurre entre voces muy
bajas o gritos descontrolados.
No obstante, cabe resaltar alguno que otro
detalle ejecutado por un par de actrices para la composición de sus
interpretaciones que las vuelve entrañables en escena, trascienden. Asimismo, destacar
la limpieza escénica hasta cierto punto, pues las entradas y salidas tanto de
los actores, actrices, sonidos, luces, utilería fue impecable, considerando que
son estos mismos los que manejan todo detrás de escena.
Pero, aunque no lo creamos, en el teatro
todo compone; a diferencia del lente de una cámara que puede captar un detalle
y a la vez direccionarnos la mirada. En escena, será el espectador quien decida
qué ver. De esta manera, unos anteojos pisados por los actores de inicio a fin
pueden robarse el espectáculo, solo porque así funciona el espacio teatral:
todo cuenta y hay que saber resolver cualquier tipo de problema. En escena.
Finalmente, apuntar que existe y es notable
el grado de esfuerzo y dedicación, dado que al ser una creación colectiva, esta
significa horas de ensayo y sobre todo de planificación, creación en la que se
involucran muchas mentes/voces, y estar ahí parado en el escenario es
únicamente la certificación de querer estarlo, dejando mucho de lado. Así que
una crítica, reflexión o comentario nunca va ser más de lo que cada uno de los
ahora actores sabe que ha entregado. Y si les felicitan, pero sienten que pueden
hacerlo mejor, bienvenido sea. Dudar siempre en el proceso, más no en la
escena. Pues será su cuerpo el que hable más que la boca o la mente.
Conny
Betzabé
1º de abril de 2023
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