Un viaje impredecible
Después de muchos años en el oficio de la crítica teatral,
puedo asegurar que reconozco qué elementos hacen que un montaje para público
infantil y familiar funcione. En primer lugar, tiene que ser muy dinámico con
el fin de que los pequeños espectadores no se aburran. En segundo lugar, es
importantísimo saber que la cuarta pared siempre se rompe y la improvisación
frente a la interrupción de los niños tiene que ser muy asertiva e imaginativa.
Y finalmente, lo fundamental es nunca subestimar al público y asumir que no
están preparados para lenguajes y narrativas con un poco de complejidad. Los
niños, actualmente, tienen una gran capacidad para inferir situaciones y
aburrirse ante lo predecible. La mejor referencia del teatro para la familia
fue definitivamente el dramaturgo y director Ismael Contreras y su colectivo Palosanto
Teatro.
Hans Christian Andersen (1805 – 1875), escritor y
dramaturgo, destacó en contar historias para niños; las cuales, luego de
investigar y leer, concluí que aborda el tema de la inocencia, el desarrollo
emocional, el desamparo y la empatía. Él se inspiró en tradiciones populares y
narraciones mitológicas extraídas de fuentes alemanas y griegas. No obstante,
este montaje no es de Andersen; le pertenece al dramaturgo Julio Martí Zahonero,
quien escribe esta pieza en una especie de homenaje. El montaje es una síntesis
de varias obras de Andersen como El
Patito Feo, La Sirenita, El Soldadito de Plomo, Pulgarcita, entre otras. La
historia no era sencilla de entender, pues tenía muchos giros y muchos
conflictos. Esto último, en el teatro infantil muchas veces puede que no
funcione.
El aspecto más resaltante fue, sin duda, las actuaciones de
Renato Piaggio y Gabriel Vargas, como el protagonista; estas fueron limpias y
claras. Adicionalmente, los vestuarios y la escenografía fueron excelentes.
También la utilería fue muy de acuerdo con la historia. El color es fundamental
en una presentación para niños, pues los mantiene concentrados.
Por otro lado, creo que mi crítica iría dirigida más al
dramaturgo que a los actores o a la productora. Personalmente, no me pareció
una historia sencilla ni clara, pues precisamente en un intento por hacer un
homenaje al autor, creaba una trama muy confusa para un niño. De hecho, hacia
el final de la función, los pequeños ya se sentían un poco distraídos. La
dramaturgia pudo ser mejor, pues recomiendo historia con conflictos simples,
pero donde la lección moral sea muy potente y universal. Después de años
mirando teatro para la familia e infancia, concluyo que esta es la clave del
éxito.
Finalmente, El fabuloso
viaje de Christian Andersen fue un montaje con muchos aspectos positivos,
especialmente desde lo estético y visual. Felicitaciones a la productora.
Enrique Pacheco
29 de marzo de 2023i
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