Desestabilizar el orden
Se ha vuelto a poner en escena una de las
tragedias más conocidas del teatro, Antígona;
por lo tanto, resulta importante preguntarse el porqué, ¿qué moviliza a los
artistas escénicos a representar nuevamente una historia sobre el
cuestionamiento del poder tiránico?, ¿cuál es necesidad de reinterpretar esta
tragedia?, ¿hacerla más accesible al público o es que hay otra finalidad? En
una versión libre de la obra de Sófocles, el director Dante Marchino junto a jóvenes
actores (del elenco 2) se dan la tarea de enfrentarse a estos dilemas a través
de un sólido montaje.
El texto consta de un tratamiento enfocado
en desarrollar los aspectos psicológicos de los personajes para darles mayor
profundidad, además de establecer los claros objetivos y conflictos que brinda
la historia. Por ello han optado en juntar la estructura de la versión griega y
ciertos diálogos del francés Jean Anouilh, no solo para que el público observe
el enfrentamiento entre el accionar con justicia de parte de la heroína
Antígona y el hecho cuestionable de cumplir la ley del dictatorial rey Creonte,
sino para humanizar a estos solemnes protagonistas al exteriorizar sus
sentimientos más puros. La intención de acercar la obra al espectador se hace
evidente al contextualizarla en una época actual, en donde hay tecnología, conferencias
de prensa, vestuarios modernos; aunque también hay indicios de corrupción en
funcionarios, un país inestable, guerras, e incluso adivinos.
Toda esta atmósfera es bien aprovechada en
la iluminación que delimita el poco espacio del escenario (en el teatro
Barranco) brindando los focos de atención correspondientes para atender los
diálogos íntimos, los monólogos o los cambios de lugar. El efecto de sonido de
lluvia termina de envolvernos en el sentimiento de nostalgia que acompañan las
impecables interpretaciones. Vale decir que se trata de un texto difícil, pero
que se mantiene en buen ritmo por la rigurosidad de sus actores. En especial de
Deborah Najar en el papel de Antígona, quien logra transmitir la fiereza, el
temple y la ternura de este personaje muy complejo. A nivel general, hubo
problemas de dicción, aunque mientras iba avanzando la función, los intérpretes
tenían más seguridad al vocalizar sus parlamentos.
Se nota el empeño por hacer de la
experiencia un evento que lleve al público a reflexionar sobre su relación con
el poder y la sumisión ante las leyes hechas por mortales imperfectos, que
podrían vulnerar los derechos del otro. Si la historia está obligada a
repetirse, entonces el teatro volverá acontecer sin perder actualidad. Quizás
puede cambiar de lenguaje, pero su esencia se mantiene intacta.
Christopher
Cruzado
9 de marzo de 2023
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