¿Cuánto
aceptamos en nombre del amor?
Aquí, ahora, con un texto preciso, actuaciones
potentes, dirección exacta y un espacio escénico acogedor como simbólico, nos
regala y nos hace parte de una historia típica y particular a la vez, acerca de
una pareja que, por iniciativa del novio, pasará a comprometerse, ocasionando
que la relación tome un rumbo diferente. Pero, ¿qué de novedoso podría existir
detrás de la representación de una pareja de novios en un parque a punto de dar
el sí? En veinte minutos, mucho, una labor artística sencilla, necesaria y
destacable. Es de esas piezas que al salir del teatro dices: Más teatro independiente, por favor.
Al ser una sala pequeña y acogedora, el
público puede vibrar con cada uno de los diálogos expuestos en escena, la magia
del teatro aparece. Vemos a un Henry Sotomayor encarnando a Bruno, quien
atraviesa una serie de emociones que hacen estremecer hasta el ser más
inquebrantable en la sala. Por su destreza, presencia y sobre todo, por el alto
grado de identificación que su labor genera. El público atento observa, de
cerca, cómo se ve desde fuera aquella posición, rol o factor que a veces
solemos adoptar en una relación sin darnos cuenta. Se nos representa en las
narices y no hacemos nada. Cada acción, gesto, respiración, silencio retrata la
caída de una pareja, nuestra o amiga, la de un vecino o simplemente alguna que
en cierta ocasión nos habremos cruzamos en el camino. De esas que se pelean en
el parque, en la calle, en el edificio y que por cobardes no hacemos nada tras
escondernos bajo la famosa frase de “en lio de pareja sobran terceros”. Y
luego, lamentamos feminicidios.
Pues bien, esos detalles compuestos y
logrados por la observación de un cotidiano, pero con el deseo de
desestabilizarlo con nuevos y cuestionamientos urgentes, es lo que logran estos
artistas con Aquí, ahora, desde el
texto y bien acompañado por las interpretaciones. Para finalizar con la urgente
sacudida de hombros que nos obsequia desde su naturalidad, responsable escucha
e inteligencia emocional, Alessandra Dedeking como Andrea, dándonos catedra de
calma, toma de consciencia y una nueva mirada al término de una etapa. ¿Por qué
llevarnos un mal recuerdo de aquella persona con la que se vivió tanto y amó
tanto? Merecemos más que eso. Entonces, reubiquemos nuestros sentimientos.
¿Somos felices con lo que hacemos o con el recuerdo? Aquí y ahora, el amor
continúa, pero se transforma, y es por ese amor renovado que al mundo le
hacemos frente.
Revisar
nuestros lazos
Detenernos a observar con mucha atención y
cuidado una amistad ¿inquebrantable? En ¿Solo amigos?, dos jóvenes en escena nos entregan el juego
pleno de una ficción fresca y, digamos que, novedosa o quizá no tan novedosa,
pero propone algo considerado por muchos como cuestionable. ¿La mujer toma las
riendas del asunto? Sí. Da el primer paso y se tumba el ingenuo y detestable
discursito de “El hombre propone y la mujer dispone”.
Ya que, tras una propuesta considerada casi
indecente, la perspicaz Paulina Bazán, ligera, flexible y dinámica, a través de
Fiorella da voz a toda una generación de mujeres que no solo proponen, sino que
se proyectan, planean, calculan, visualizan y planifican para demostrar una vez
más que... Bueno, tienen que verla. Puntualmente, la propuesta para con su
mejor amigo Cristian (Eduardo Albarracín), con quien compone una dupla
entrañable e impecable en escena.
De esta manera, conoceremos un poco del
viaje de dos jóvenes transitando hacia una nueva etapa de su vida, revisando el
lazo que los une y a la vez, nos recuerdan que somos un mundo lleno de
contradicciones y cómo estas muchas veces han de ser resueltas desde la mente,
el corazón y eso que, a cierta edad, fisiológicamente a gritos se nos pide
saciar.
Así pues, la inquieta Fiorella y su
cómplice, yunta, chochera Cristian, ambos con las hormonas revueltas, el
sentimiento a flor de piel y una verdad a medias, se despliegan a través de una
conexión teatral sincera que los convierte en esa amistad nuestra, pasajera o duradera
que en algún momento pudimos tener.
Demostrando que es completamente normal y
necesario reflexionar alrededor de la necesidad de un cuerpo y compañía que nos
quiera abrigar, comprender y sostener en el transcurso de nuestras vidas. Y qué
mejor si es al lado de una mano amiga, esa que nos ha acompañado en distintas
situaciones y, aun así, no nos deja a la deriva, acompaña nuestro crecimiento día
tras día sin juzgar y nos permite ser descaradamente una misma, mismo, sin
filtros ni juicios.
Pero para llegar a eso, como todo viaje, ha
de existir la decisión inicial de trasladarse a otra parte (desconocida), y
para ello, quedará demostrada la fundamental labor de comunicación y no solo
refriéndose al parlotear, tontear, el chisme o la joda entre amigos, sino, desde
un acompañamiento de calidad, despojo y comprensión. ¿Qué hubieses hecho en mi
lugar? Silencio. Tomemos un momento y pensemos en ¿lo nuestro? ¿Hemos sido
sinceros? Si no lo somos con nuestros propios sentimientos, ¿cómo serlo con el
resto? Confirmado, somos seres complejos.
Conny
Betzabé
18 de febrero de 2023
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