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jueves, 17 de febrero de 2022

Crítica: EL CABEZA DE CLAVELES


En favor de la inclusión

Presentada en setiembre del año pasado en formato virtual, El cabeza de claveles, bajo la dirección y dramaturgia de J. Miguel Vargas Rosas, fue una curiosa propuesta que abordaba la discriminación y la violencia que ejercía la sociedad sobre aquellas minorías a las que consideraban diferentes por múltiples factores, representadas en aquel ser con habilidades especiales y además, con claveles por cabellos y carrizos por dedos. Grabada en una de las salas del Museo José Carlos Mariátegui, la historia dejaba una oportuna reflexión en favor de la inclusión; una que se mantuvo durante su estreno presencial en diciembre pasado en el Teatro Mario Vargas Llosa de la Biblioteca Nacional.

La trama nos presenta a Julián, el noble muchachito que sufre el asedio de toda su comunidad, solo por ser “diferente”. Su padre decide entonces huir con él hacia la ciudad, escapando de la ola de violencia en su contra. Ya de adulto, Julián continúa experimentando la discriminación, una que parece volverse cada vez más violenta. Como anotábamos en la reseña de la puesta virtual, la estética fue uno de los aspectos que debía revisarse en la pieza de Vargas Rosas. En su pase al escenario de San Borja, se acusa nuevamente la falta de un trabajo más cuidadoso en cuanto a la escenografía y al vestuario. El uso de gigantografías o de vistosos vestuarios para personajes que exclaman ser muy pobres, por citar dos ejemplos, no suman a lograr la convención con el espectador sobre la trama.

Las actuaciones, en cambio, son muy empeñosas: los jóvenes Alexandra Cisneros, Víctor Lucana y Kevin Sulca acompañan adecuadamente al experimentado Fernando Pétong y al mismo Vargas Rosas, quien interpreta al personaje protagónico de adulto. El cabeza de claveles, en su versión presencial, vale como un llamado de atención hacia la falta de inclusión en nuestra sociedad, en la forma de una fábula real-maravillosa; no obstante, como espectáculo presencial debería replantearse especialmente el apartado estético, para un mayor disfrute del hecho teatral.

Sergio Velarde

17 de febrero de 2022

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