Diagnóstico de un hombre atormentado
El grupo teatral “La
cuarta pared” de Argentina nos trae una nueva propuesta en el Centro Cultural
Ricardo Palma; se trata de la adaptación teatral de la película El Joker, estrenada en 2019. El monólogo
está a cargo de Guillermo Ale, tanto en dirección como en la dramaturgia;
además de contar con la interpretación de Horacio Rafart para dar vida al
famoso personaje de los comics, quien a la vez dice estar representando su
propia visión y no una imitación del trabajo del actor hollywoodense Joaquin
Phoenix.
La obra relata la vida Arthur
Fleck, un aspirante a comediante, incapaz de soportar aquella ciudad hostil que
no lo soporta ni lo quiere. Por lo tanto, nacerá dentro de él un antihéroe capaz
de combatir todas las injusticias que ha sufrido. Gracias a la estructura del
texto podemos observar el deterioro mental del protagonista -aparentemente
esquizofrénico-, que mientras cuenta chistes cada vez más oscuros en una tarima
al mismo estilo del stand up, también divaga en el mar de sus recuerdos
enteramente malos y tristes. Evoca estas escenas de pesadilla en medio de un
escenario minimalista donde ubicamos tres áreas centrales: el camerino (un
espejo iluminado), la oficina del jefe (donde utiliza una máscara y un bastón
para terminar de recrear la situación) y el cuarto de baño donde limpia el
cuerpo de su madre (al refregar una tela dentro un balde con agua). Suma a esto
una iluminación llena colores de la locura: morados, rojos y verdes; propuesta
muy parecida a las secuencias más famosas del film que también son traídas a su
versión para las tablas.
Durante la función, por
momentos, el ritmo se pierde, sin concluir algunos cuadros relevantes dentro de
la trama por dirigirse a otros de forma sorpresiva, dejando el proceso de
asimilación del espectador en el aire; esto en parte debido al manejo escénico
de Rafart. Si bien el actor construye una idea interesante del personaje al presentarlo
en constante tensión a nivel corporal y vocal, muchas veces pareciera
ensimismarse en la imagen de lo que podría ser un loco casi caricaturizado.
Entonces pasa que cuando nos dirige a textos más íntimos no logra verse
conmovedor, sino monótono. Algo muy diferente ocurre cuando rompe la cuarta
pared para mostrar al comediante, porque este sí resulta aterrador con una
mezcla de carisma jocoso. Quizás esto sea debido a que la dramaturgia no se
centra en un tema preciso; no se tiene claro si crítica a la jerarquía social,
a la indiferencia, a la salud mental o más. Por ello, vemos al intérprete ir
por muchas direcciones, no todo el tiempo bien desarrolladas.
Al llegar al instante
cumbre -su entrevista con Murray tal como en la película- todo cambia: vemos al
Joker, un renegado harto de maltratos y libre de pesadillas. Prácticamente,
aquí la obra asume la posición de su material base, es decir, deja la premisa
del loco para luego convertirse en un vengador social. Siendo el montaje un
experimento centrado en la deformación del cuerpo del actor, mas no por
completo en su mensaje.
Christopher Cruzado
26 de enero de 2022
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