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lunes, 19 de octubre de 2020

Crítica: LO HICE YO SOLA


Pie de limón para el alma

Y es verdad, soy un payaso,

pero qué le voy a hacer,

uno no es lo que quiere,

sino lo que puede ser.

“Payaso”, Rafael Pérez Botija

 

La Vecindad Escuela de Clown es un espacio de formación de clown escénico con una enorme trayectoria cercana a los 20 años, que no solo ha continuado con su intensa labor formativa durante estos meses pandémicos, sino que también ha apostado por el espectáculo virtual. A través de sus Veladas Payasas, ha presentado no pocos espectáculos a lo largo del año contando, incluso, con participaciones del extranjero. Este medio dedicó algunas líneas a Wolf y Lud, expertos campamentistas y Los Dalio en clave de Sol. En esta oportunidad, nos referiremos a Lo hice yo sola, espectáculo unipersonal presentado en una única fecha en setiembre, que contó con la participación de Luciana Arispe y la dirección de Fiorella Gambini.

La sinopsis de la obra es sencilla: una payasa abre un canal por Internet y, mientras cocina un pie de limón durante un webcast, nos habla sobre lo aprendido en el sinuoso camino de la independencia al vivir sola. La propuesta añade verosimilitud y riesgo al incorporar la interacción del público asistente con la payasa, permitiéndole activar sus cámaras y comunicarse a través del chat de la plataforma Zoom.

La propuesta de clown o payasa que Arispe propone sigue la línea del personaje sensible que es tan auténtico como falible. No teme exponer su vulnerabilidad, ni se esmera en disimular sus yerros o sus “defectos” (los que socialmente encaletamos). Por el contrario, exhibe una honestidad a prueba de balas que combina muy bien con un texto tan original como pletórico de lecciones de una vida cotidiana en solitario. El trabajo de la dramaturgia es notable. Conducen al espectador a través de este webcast que sorprende cada vez más y más con su singular mensaje, y se va ganando la atención (y, por qué no decirlo, el corazón) del espectador hasta conmoverlo. Dicho lo anterior, es necesario observar que percibimos una tendencia a intercalar en el texto bromas un tanto bobaliconas (“¡Temblor! No, mentira, ja, ja, ja, ja”) y que por su insistencia, pueden llegar a distraer e, incluso, hostigar. Por supuesto, esta es nuestra muy subjetiva apreciación, que de seguro no compartirá el público de la velada, más que entusiasta y extremadamente participativo, y que de manera incesante lo celebraba todo.

El montaje es relativamente sencillo, pero no por ello exento de elementos muy valiosos. El espacio reducido contiene todos lo necesario para desarrollar la única escena del webcast hasta el final. Se nos muestra una pequeña cocina que cuenta con electrodomésticos minimalistas y hasta funcionales, así como ingredientes para preparar un sencillo pie de limón. Así, la preparación del postre sucede en tiempo real. Este detalle, que puede parecer anecdótico o efectista, es clave para dotar de verosimilitud a la obra. El mensaje es claro: lo que se dice y lo que se hace aquí es verdadero. Así, esta obra es un paradigma de la realidad del decir y del hacer en escena.

Quien escribe estas líneas no es un amante del arte del clown. Por el contrario, no gusta de sus espectáculos ni de su humor que no pretende ser humor. Muchos profesionales entendidos en la materia recomiendan al clown como materia obligatoria en la formación de quien quiera ejercer el oficio actoral. Quien escribe estas líneas sospecha seriamente de sus métodos. Cuando este medio le encargó cubrir este espectáculo, aceptó con ánimo resignado, dispuesto apenas a tolerar, más que a disfrutar de lo que viese, haciendo de tripas corazón. Dicho lo anterior, y en reciprocidad a la honestidad a prueba de balas que esta obra exhibe, quien escribe estas líneas reconoce que Lo hice yo sola no solo le gustó e interesó, sino que lo conmovió. Poquito a poco, y sin que se dé cuenta. Muchísimo al final. Le hizo repensar en el estribillo de “Payaso”, canción que popularizara el Príncipe José José décadas atrás, y que en su aparente resignación revela una gran verdad: uno no siempre es lo que quiere, sino lo que puede ser. Y cuán bonito es descubrir que, a pesar de nosotros mismos (o gracias a ello) podemos llegar a ser, justamente, lo que podemos ser. Gracias.

David Huamán

19 de octubre de 2020

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