Punk y tablas
Una de las últimas leyendas urbanas de
nuestra música es que el punk nació en el Perú y claro, por ello se infló el
pecho de muchos entusiastas con brillos nacionalistas; pues saborear una
victoria, de las que no estamos acostumbrados a tener, nos roba una sonrisa. Sea
cierto o no, “Los Saicos”, llamados los padres el punk peruano (o pre punk),
nos invitaron a que “echemos abajo la estación del tren… demoler… demoler…
demoler”, una invitación hecha en la década de los 60, pero que se hace cada
día más vigente, pues se necesita “demoler” y reconstruir instituciones
contaminadas desde la médula por la corrupción.
Y en los 80 no era diferente; esta década
de terror donde mucha gente no sabía a quién temer más. si a los grupos armados
terroristas o al terrorismo de Estado, donde los ciudadanos éramos las
principales víctimas del fuego cruzado, creando una sensación de orfandad y
marginalidad. En este contexto, el punk cobra fuerza en nuestro país de migrantes
y desplazados.
De este contexto se inspira la obra “1986 subterráneo y luminoso”, creada
por Teatro del Vacío, dirigida e interpretada por Cristian Astigueta, quien en
su constante búsqueda de la memoria olvidada por muchos nos muestra un pedazo
de realidad envuelta en ficción de personajes que nunca existieron, pero a la
vez resuenan en nuestra historia, no solo peruana sino latinoamericana, pues el
“Jefe (policía) está en nada” aún sigue pasando y este mismo “Jefe”, cada
cierto tiempo y según la conveniencia de quienes tienen el poder, no cuida ni
protege, sino al contrario, reprime, golpea y tortura como lo podemos ver en
algunas escenas de esta puesta.
Es así que la obra se llena de imágenes
potentes, como las de un migrante añorando y a la vez negando su tierra, un
pogo en escena que nos invita a ir contra todo, palabras de amor no
correspondidas; pues ella ama a un tal Gonzalo, tortura a un inocente que solo
estuvo en ese lugar que era su refugio, y que otros, a través del terror,
quisieron habitarlo, pero no pudieron.
La música se vuelve también un acompañante
continuo en la obra, tanto en su estruendo como en su silencio; los apagones
continuos entre cada escena nos hacen recordar momentos de infancia donde el
apagón nos hacía preguntar “¿Y ahora dónde habrá caído la torre?”, pero a la
vez abría la puerta para inventar nuevos juegos con la patota del barrio. Si
bien pueden jugar con nuestros recuerdos estos apagones escénicos, muchas veces
no están justificados haciendo querer al espectador que se revelen algunos
secretos de la escena y que el actor en la desnudez de su verdad nos enseñe qué
hace en esos tránsitos ocultos en oscuridad.
Otro de los motivadores importantes para la
creación en el “Teatro del Vacío” es la intervención en espacios no
convencionales. Esta apuesta nace desde la investigación y búsqueda de
lenguajes combinados, donde se puede intervenir un concierto punk con
fragmentos de una obra o la obra completa e invitar al público a participar en
un pogo en su espacio natural.
El
sacar el teatro del teatro (como espacio físico) se vuelve una necesidad, más
aun en una ciudad como el Cusco, donde casi no hay teatros y los que existen,
como el Teatro Municipal, más parece un auditorio con políticas pobres para el
desarrollo cultural y donde instituciones privadas mantienen espacios que abren
a los artistas con buena disposición pero escasa implementación y claro,
también están espacios independientes que contra viento y marea mantienen un lugar
con puestas escénicas durante todo el año, como La Esencia y Casa Darte. Si
bien en todos estos espacios se hace “obra”, esto se convierte en un reto
constante para el artista, quien en el mejor de los casos con ojos abiertos
puede volver estas dificultades en potencial para la creación y no solamente dejarse
llevar por el “así nomás”.
El hacer teatro nace por la necesidad
urgente de decir o compartir algo que a veces nos oprime el pecho o es un nudo
en la garganta que quiere salir a toda costa, pero esto se ve acompañado de
mucho trabajo, sacrificio y disciplina, dándonos así muchas flores en el oficio,
aunque como diría Cristian Astigueta, el director del
“Teatro del Vacío”, esto nos lleve a veces a “hacer teatro a punk y
agua”.
Miguel Gutti Brugman
Cusco, 11 de noviembre del 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario