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miércoles, 2 de octubre de 2019

Crítica: MICROTEATRO EN LA PLAZA


El lugar del teatro breve

En la actualidad se ha popularizado como un referente de artes escénicas el formato de teatro breve, cuya duración es de aproximadamente quince minutos. Este formato se ha posicionado en los escenarios, encontrando como uno de sus referentes principales a la sala Microteatro ubicada en Barranco.

Este tipo de formato, si bien se venía realizando hace un tiempo, sobre todo como ejercicio de formación en dramaturgia, se popularizó cuando el espacio barranquino anteriormente mencionado empezó a apostar por este tipo de propuestas, donde la dinámica resultaba innovadora: espacios pequeños para obras de corta duración, donde las personas pueden entrar cómodamente con un trago en mano.

Debido al creciente éxito de aquel formato, lugares como el Teatro La Plaza adoptó dicha propuesta, apostando por que una propuesta así de breve pueda, en consecuencia, ser más concreta y, por ende, más fresca y directa para el espectador. Es así como La Plaza propuso traer teatro breve en un escenario típico de formato largo, de modo que se logra explotar el potencial de la obra en un espacio diferente, más grande y con mayor cantidad de público. Se presentaron cuatro obras cortas seguidas, lo que exigía que el espectador se quede en sus mismos asientos mientras que el trabajo en escena iba variando.

Esta temporada contó con cuatro obras. En primer lugar, Korruption High School, bajo la dramaturgia de Rosa María Palacios y Christian Ysla y la dirección/actuación del mismo Ysla. Esta obra muestra con ironía y humor una manera para formarnos para llegar a ser un gran alcalde en nuestro país. Consta de un unipersonal donde se nos enseña y pone a prueba a ver qué tan corrupto ha podido llegar a ser el público. Con una serie de preguntas que rondan entre la verdad y la criollada típica peruana, se nos invita a reflexionar sobre cómo se ha normalizado la corrupción en el día a día. La interpretación del improvisador y actor Christian Ysla fue simplemente limpia, cuya precisión se vio potenciada con el material audiovisual que utilizaba durante la obra.

En segundo lugar, Una historia de (poli)amor cuenta la historia de una pareja que encuentra en un joven a un compañero ideal. Se ve en escena la situación de un relación compartida, un tema que, si lo traemos al contexto peruano, sigue siendo difícilmente aceptado. El estilo de la pieza involucraba tanto la interpretación como la narración en tercera persona de cada uno de los actores. La obra estaba bien engranada, cuya historia dejaba muchas ganas de saber qué más podría pasar con este peculiar trío. El manejo del texto fue eficiente por parte de los actores, respetando las rupturas espacio – temporales que la propuesta tenía. Sin embargo, hubo momentos en donde el ritmo cayó.

En tercer lugar, Purgatorio, una obra cuya autoría e interpretación estuvo a cargo de Vera Castaño y Malcolm Malca, el también director de esta pieza. Se cuenta la historia de Matilde Pinchi Pinchi y Vladimiro Montesinos, dos de los personajes más populares de este siglo. La obra nos habla de cómo se forman las parejas sentimentales y cómo funcionan las alianzas políticas en nuestro país, así como la deslealtad, como una de las bases políticas del día a día. La puesta es una muestra de todos los elementos que hipotéticamente envuelve esta relación: el amor, el interés, la pasión y la deslealtad. La propuesta fue interesante, sobre todo porque utilizaron el espacio para indicar los saltos temporales y situacionales de la obra. La caracterización de los personajes estaba bien construida, pues aportaba a darle el peso necesario a la interpretación de estos íconos.

Finalmente está La misma vaina, escrita por el reconocido periodista Augusto Álvarez Rodrich, con la dirección de Ebelin Ortiz y la actuación de Gonzalo Molina. Esta obra nos cuenta una historia que empieza con la llamada de un juez, quien está negociando disminuir la pena de cárcel de un violador. A través de un lenguaje sarcástico, esta obra nos hará un recuento de los CNM audios y el descubrimiento de la tan popular “Señora K”. El actor interpreta a los distintos personajes involucrados en su relato, distinguiéndolos a través de cambios de posiciones y de indumentaria base. Sin embargo, esos elementos distintivos no fueron claros: hubo momentos en casi toda la obra donde no quedaba realmente claro si cambiaba de personaje o si volvía a uno ya interpretado. No hubo suficiente distinción entre cada interpretación.

Esta fue la primera vez que una obra de Microteatro ha salido de dicho espacio. Definitivamente es una experiencia distinta el ver obras de formato breve en espacios donde exigen al espectador la misma atención que en una obra de formato largo. Además, la temática propuesta fue muy pegada al contexto actual, una característica que el teatro debería tener cada vez más incorporado.

Stefany Olivos
2 de octubre de 2019

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