El lugar del teatro breve
En la actualidad se ha popularizado como un referente de
artes escénicas el formato de teatro breve, cuya duración es de aproximadamente quince minutos. Este formato se ha posicionado en los escenarios, encontrando
como uno de sus referentes principales a la sala Microteatro ubicada en
Barranco.
Este tipo de formato, si bien se venía realizando hace un
tiempo, sobre todo como ejercicio de formación en dramaturgia, se popularizó
cuando el espacio barranquino anteriormente mencionado empezó a apostar por este
tipo de propuestas, donde la dinámica resultaba innovadora: espacios pequeños
para obras de corta duración, donde las personas pueden entrar cómodamente con
un trago en mano.
Debido al creciente éxito de aquel formato, lugares como el
Teatro La Plaza adoptó dicha propuesta, apostando por que una propuesta así de breve
pueda, en consecuencia, ser más concreta y, por ende, más fresca y directa para
el espectador. Es así como La Plaza propuso traer teatro breve en un escenario
típico de formato largo, de modo que se logra explotar el potencial de la obra
en un espacio diferente, más grande y con mayor cantidad de público. Se
presentaron cuatro obras cortas seguidas, lo que exigía que el espectador se
quede en sus mismos asientos mientras que el trabajo en escena iba variando.
Esta temporada contó con cuatro obras. En primer lugar, Korruption
High School, bajo la dramaturgia de Rosa María Palacios y Christian Ysla y la dirección/actuación
del mismo Ysla. Esta obra muestra con ironía y humor una manera para formarnos
para llegar a ser un gran alcalde en nuestro país. Consta de un
unipersonal donde se nos enseña y pone a prueba a ver qué tan corrupto ha
podido llegar a ser el público. Con una serie de preguntas que rondan entre la
verdad y la criollada típica peruana, se nos invita a reflexionar sobre cómo se
ha normalizado la corrupción en el día a día. La interpretación del
improvisador y actor Christian Ysla fue simplemente limpia, cuya precisión se
vio potenciada con el material audiovisual que utilizaba durante la obra.
En segundo lugar, Una historia de (poli)amor cuenta la
historia de una pareja que encuentra en un joven a un compañero ideal. Se ve en
escena la situación de un relación compartida, un tema que, si lo traemos al
contexto peruano, sigue siendo difícilmente aceptado. El estilo de la pieza
involucraba tanto la interpretación como la narración en tercera persona de
cada uno de los actores. La obra estaba bien engranada, cuya historia dejaba
muchas ganas de saber qué más podría pasar con este peculiar trío. El manejo
del texto fue eficiente por parte de los actores, respetando las rupturas
espacio – temporales que la propuesta tenía. Sin embargo, hubo momentos en donde
el ritmo cayó.
En tercer lugar, Purgatorio,
una obra cuya autoría e interpretación estuvo a cargo de Vera Castaño y Malcolm Malca, el también director de esta
pieza. Se cuenta la historia de Matilde Pinchi Pinchi y Vladimiro Montesinos,
dos de los personajes más populares de este siglo. La obra nos habla de cómo se
forman las parejas sentimentales y cómo funcionan las alianzas políticas en
nuestro país, así como la deslealtad, como una de las bases políticas del día a
día. La puesta es una muestra de todos los elementos que hipotéticamente envuelve esta
relación: el amor, el interés, la pasión y la deslealtad. La propuesta fue
interesante, sobre todo porque utilizaron el espacio para indicar los saltos
temporales y situacionales de la obra. La caracterización de los personajes
estaba bien construida, pues aportaba a darle el peso necesario a la
interpretación de estos íconos.
Finalmente está La misma vaina, escrita por el reconocido
periodista Augusto Álvarez Rodrich, con la dirección de Ebelin Ortiz y la
actuación de Gonzalo Molina. Esta obra nos cuenta una historia que empieza con
la llamada de un juez, quien está negociando disminuir la pena de cárcel de un
violador. A través de un lenguaje sarcástico, esta obra nos hará un recuento de
los CNM audios y el descubrimiento de la tan popular “Señora K”. El
actor interpreta a los distintos personajes involucrados en su relato,
distinguiéndolos a través de cambios de posiciones y de indumentaria base. Sin
embargo, esos elementos distintivos no fueron claros: hubo momentos en casi
toda la obra donde no quedaba realmente claro si cambiaba de personaje o si
volvía a uno ya interpretado. No hubo suficiente distinción entre cada
interpretación.
Esta fue la primera vez que una obra de Microteatro ha
salido de dicho espacio. Definitivamente es una experiencia distinta el ver
obras de formato breve en espacios donde exigen al espectador la misma atención
que en una obra de formato largo. Además, la temática propuesta fue muy pegada
al contexto actual, una característica que el teatro debería tener cada vez más
incorporado.
Stefany Olivos
2 de octubre de 2019
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