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viernes, 29 de marzo de 2019

Crítica: KAPITAL 2


Una experiencia en la capital

Hablar de Lima nos remonta a la añoranza de una época colonial que ha dejado como legado numerosos monumentos, plazas y costumbres. Pero, ¿qué más representa la capital del Perú? Estrenada en el 2014 (como “Kapital”), retorna al Club de Teatro de Lima “Kapital 2”, bajo la dirección de Paco Caparó y Jhosep Palomino. Creación colectiva que refleja la problemática social, la coyuntura política y el uso de las redes sociales.

Un ambiente festivo recibe al público, que aún sin comprender lo que sucede, se une a la celebración animado por los anfitriones. Los personajes se confunden entre los espectadores e interactúan con ellos. Entonces, un llamado de alerta interrumpe la fiesta, los actores desaparecen y el público es separado en grupos de tres, siendo guiados dos de los grupos a la sala 3 y a la sala de espera respectivamente, mientras el primer grupo se queda en la sala 1. Es ahí donde empieza –en simultáneo- el desarrollo de tres historias: la de unas internas; la de un pastor impartiendo un curioso discurso político frente a un joven rebelde y la de unos hombres que pretenden conquistar el espacio de las redes sociales. El detalle novedoso en esta propuesta surge cuando los grupos de espectadores rotan de salas, con el fin de presenciar cada una de las historias.    

Kapital 2 no es un espectáculo convencional, por ser una creación colectiva se acerca más a una experiencia en la cual el espectador participa activamente (debido a su cercanía con los actores y la interacción que se propone en cada escena). Sin embargo, la dinámica teatral está presente en las interpretaciones (destacando la participación del reparto femenino) y en el uso de los recursos escénicos. El drama, el humor (irónico), las transgresiones a la ley, en fin, el día a día de nuestra sociedad se refleja en temática de este particular montaje. Cabe mencionar que si bien la energía y rítmica de la propuesta es potente, al momento de hacer las rotaciones del público, la energía decaía y esa complicidad lograda con el espectador se perdía. Un riesgo que fue compensado con la precisión de las escenas realizadas al mismo tiempo en las tres salas.

Hacia el final, los personajes se unen en escena para una atinada reflexión. Y es que estas situaciones (violencia, corrupción, exaltación del uso recursos digitales, entre otros conflictos sociales que nos invaden) ya han trascendido a nuestra capital y siempre se agradecerá el uso de las herramientas teatrales para quitarnos las vendas de la indiferencia desde nuestros sentidos, pero sobre todo, desde nuestros actos.

Maria Cristina Mory Cárdenas 
29 de marzo de 2019

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